Apreté la tela de mi camisa con fuerza sintiendo el agudo dolor en mi pecho. Me empecé a asustar, había estado tan bien todo el día, ¿por qué justo ahora?

Mi respiración era pesada, traté de tranquilizarme esperando poder tomar una buena bocanada de aire y no ahogarme en el jardín del hospital, pero solo sentí un líquido caliente empezar a brotar de mi boca.

El pánico me recorrió el cuerpo por completo y mis rodillas perdieron su fuerza, moriría solo, completamente solo.

El sudor recorría los dos cuerpos desnudos, disfrutando de la calidez húmeda.

Escuché un grito, me estaban buscando, traté de alzar mi voz para ser escuchado, pero los pétalos que habían empezado a salir de mi boca junto a borbotones de sangre había empezado a ahogarme.

Conectados, ambos disfrutaban del cuerpo del otro, lento y placentero, suave y sobre todo amoroso.

Empecé a toser desesperado y escuché pasos apresurados hacia mí, la tierra en el suelo estaba completamente oscurecida por mi sangre, puse mi palma sobre mi boca tratando de retener el líquido, pero solo conseguí ahogarme más.

El castaño besó el cuello del lindo chico bajo el, disfrutando de los agudos gemidos que resonaban en el cuarto de prácticas.

Una mano toco mi hombro, el doctor me vio aterrado, la mitad de mi cara estaba húmeda y mi ropa se había teñido de rojo, pude ver arrepentimiento y melancolía en su mirar, pero opté por sonreírle, al menos, al menos no estaba solo.

Las embestidas eran rápidas y frenéticas, los gritos de placer resonaban en la oscura habitación llena de espejos.

Sentí algo quebrarse en mi pecho y me asusté mirando al doctor aterrado, le sonreí y con mis únicas fuerzas le pedí que me sostuviera.

El hombre me abrazó con fuerza y lloré con mi rostro escondido en su hombro hasta que simplemente ya no pude llorar, no pude respirar y mi vida se apagó.

Tan placentero y fue ahí, cuando sus cuerpos estallaron con fuerza y juraron un amor que debería ser imposible.