Capítulo II: Pedir.

Amar es difícil.

Pedir es difícil.

Dar mi orgullo a torcer es casi imposible, una vez que me decido por algo, ya no hay vuelta atrás.

No hay forma de hacerme cambiar de opinión.

Es por eso que sus vagos intentos de pedirme que lo deje ir con ella, no los cumpliré.

[Eres mío...]

Incluso si decides que la única vía es matarme, no lo haré.

- ¡Déjame, ella...!

Scaramouche intentó zafarse de mi agarre, queriendo que lo deje en paz sin mucho éxito, pues sujeté su muñeca e hincándome para estar a su altura, le dije:

- Cállate - ordené con una firmeza que pareció sorprenderlo - ¿Acaso eres estúpido? - le cuestioné apretando el algodón en su mejilla con mi otra mano, temblé casi imperceptiblemente gracias a la impotencia contenida.

Mi pregunta pareció avergonzarlo, pues bajó su mirada al notarse a sí mismo vulnerable.

- Escúchame Scaramouche - dije tomándolo por sus mejillas y dejando el algodón de lado, para que me viera a los ojos, el elemento Anemo brilló en el lugar, presentándose como una advertencia.

Scaramouche debía entender su lugar y su posición en ese momento, no hay tiempo para intentar jugar a un estúpido juego romántico o una clase de enemytolovers con la viajera.

- Eres el Sexto de los Heraldos Fatuis, eres uno de los principales responsables de casi llevar Sumeru a su ruina - exclamé, aún sabiendo que lo lastimaría con mis palabras pero, esa era la verdad, no importa cuánto se empeñara en negarlo - En esta historia... Tú eres el villano y ella la heroína, nadie va a preocuparse por ti, ni siquiera ella; es por ello que, como tu asistente, mi deber es cuidar de ti, porque nadie más lo hará. La viajera tiene muchos pretendientes alrededor de las cuatro naciones que ha recorrido, ¿Qué te hace pensar que ella te elegirá a ti? ¿Por qué razón ella se fijaría en el enemigo que intentó matarla más de una vez? Dame una mísera razón coherente para dejarte ir a sus brazos, Scaramouche. Vamos, dime una... Solo una...

Scaramouche miró el suelo pasmado por mis palabras.

- Yo... Yo... Eso no es cierto... Ella y yo... - intentó decir.

No quiero escucharlo.

No hay que decir en voz alta los sentimientos que el Heraldo despertó por la persona que debió matar en su momento.

Es estúpido.

Incomprensible.

No hace falta que él me diga en voz alta sobre sus sentimientos.

¿Por qué habría de decírmelos en un primer lugar?

Podría matarte justo en estos momentos, prefiero que estés muerto a que ames a alguien más.

"Mentiroso. Maldito mentiroso"

Todas las promesas falsas que me hiciste no son más que un recordatorio sobre lo ingenua que fui al dejarme manipular por ti, pero en estos momentos, ¿Quién está manipulando a quién?

Temo informarte que me enseñaste muy bien.

Disperso mis pensamientos cuando lo escucho llorar.

- Ella y yo... Fujin... - intentó llamarme en un intento para que dejara de reprocharlo lo obvio.

- Mi nombre es Azael - le recordé con frialdad.

"Azael" es el nombre que se me dio en la organización de los Fatuis.

- No te atrevas a pronunciar ese nombre otra vez, yo no me llamo así. Al igual que tú abandonaste el nombre de Kunikuzushi, yo abandoné el de Fujin - exclamé con ira.

Scaramouche se quedó mudo.

- Así que no hay razones coherentes para correr a los brazos de alguien que seguramente va a traicionarte, ¿Verdad?

Silencio de nuevo.

- Eso suponía.

Intenté recordarme a mí misma que nada me pertenece, nada es mío y nada nunca lo será.

Que sus palabras no podrían dañarme más y lo acepté.

Mi casa, mi puesto, mis amigos, mis padres... Incluso la persona que amo, todo es prestado, todo lo pertenece a alguien más.

Incluso yo misma le pertenezco a alguien más...

No puedo evitar sonreír con pesadez, lo miró de nuevo y entiendo que no puedo amarlo de la manera correcta porque sencillamente no sé hacerlo, intenté amar algo hasta el punto de que me enfermó y ahora tengo un día de expiración.

Amar a alguien hasta el punto de enfermarte...

En las profundidades de un laboratorio, Dottore se ríe "- ¿Quién diría que esa leyenda tan tonta sería cierta? Debo admitir que siempre me llamó la atención lo desconocido, lo imposible, pero tú..." - alzó su mentón para que la chica, que se encontraba algo inconsciente debido a los anteriores experimentos llevados a cabo, lo mirara a los ojos para ver, en todo su esplendor, toda su locura "- Eres preciosa. El experimento más valioso que tengo, Scaramouche va a romper tu corazón y cuando eso pase... Veremos a cuántos vas a enfermar por amarlo a él".

Azael bajó la cabeza mordiéndose sus labios con conmoción "- No entiendo... ¿Qué leyenda?"

Dottore se río "- Supongamos que en realidad no lo sabes, se dice que hace mucho tiempo atrás, una chica con cabellos tan dorados como el sol, se enamoró" - su dramatización para burlarse por alguna razón, la enojó "- Pero ese amor no era correspondido, lo amó tanto, que enfermó... Se dice que se llevó a miles de personas con ella al contagiarlos y rasgar sus corazones desde adentro".

He de admitir que siento algo de vergüenza.

Codiciar más allá de lo permitido está prohibido.

Pero aquí estoy yo, en un lugar donde organice un pequeño refugio improvisado por si esto llegaba a suceder.

- ¿Tú igual pensabas igual que ellos?

Guardo silencio mirándolo con seriedad - Era algo que podría deducirse con un poco de estudio, existían muchos fallos en tu plan, a pesar de que te lo dije, ignoraste mis advertencias y tú egocentrismo te golpeó hasta dejarte en este pésimo estado, ¿Qué creías?

- ¡Ya lo entendí! ¡Nadie me tenía fe! ¡No hace falta de que me lo repitas! - gritó molesto.

- Yo te tenía fe... - murmuré bajo desviando la mirada.

Scaramouche escuchó sus palabras y suspiró intentando tranquilizarse.

Porque sabía que él sería abandonado, ¿Quién sería tan tonto para arriesgarse a estar a su lado de todos modos?

Solo ella.

"Solo esta estúpida se arriesgaría por alguien como yo".

- Entonces, ¿Por qué aún sigues aquí?

- ¿Por qué habría de irme? - le respondí en cambio, sacándole una sonrisa divertida.

- No tienes caso, Azael... - fue lo único que me respondió.

- Solo déjame cuidarte - dije agarrando la manta para cubrirlo y acariciarle sus cabellos.

No sabía lo que hacía, ella solo entendió que le hacía feliz lo que le hacía sentir.

- No hace falta que hagas esto - insistió.

- Lo sé... Pero quiero hacerlo.

- ¿Por qué?

- ¿Debe haber una razón de por medio para ayudar a alguien más allá de tu impulso como ser humano?

- Estoy seguro que no eres un humano.

Azael no le respondió - Solo descansa... Chico bonito.

Se despide:

"Mr_Swag95"

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