16. La desgracia de los desafortunados

WINGS OF FREEDOM.
capítulo 16: la desgracia de los desafortunados.

📍Mitras. Año 845.

Mitras se levantaba impoluta como todos los días, la brisa fresca elevaba las hojas de los árboles y flores recién nacidas de la primavera que se asentaba sobre ellos. La ciudad estaba igual de siempre, agitada pero tranquila, los carruajes cruzaban las calles adoquinadas, las tiendas recibían a sus clientes, las personas compraban y charlaban. Era un ambiente que Arian Koch ya conocía de memoria, tan diferente y apartado de las necesidades de los demás distritos. No es como si eso realmente le afectara.

Caminó por la acera con el uniforme de la Policía Militar puesto y un rifle colgando por su hombro. Se supone que su turno de vigilancia lo debía hacer con su escuadrón, sin embargo, se habían dividido a poco tiempo por sus propias órdenes, así cubrirían mejor la zona norte del cuartel, luego se reunirían en la Plaza de Armas. La verdad era que Arian quería estar solo un momento para poder respirar aire y desviar su atención de la información que le llegó en la mañana, la Legión salía en una nueva expedición de nuevo y la misma crisis lo golpeó una vez más. Era lo mismo de siempre. El dolor de cabeza, la paranoia y mientras más quería ignorarlo, se volvía peor.

A veces se odiaba por la importancia que seguía dándole, sumando el delirio de su cabeza, ¿era significativo solo por eso? Sería horrible si descubriera que lo seguía amando solo por la exclavitud atada a su sangre. Cerró los ojos sacudiendo sus pensamientos, era inútil y no le servía para nada. (Aunque tal vez deba preguntarle a…)

—¿No es el Soldado de Oro? Arian Koch, sí, el hijo de Killian, que guapo está. —Oyó el murmullo de una mujer creyendo que no la iban a escuchar, el pelinegro abrió los ojos revelando el gris en sus irises, sabiendo lo que venía a continuación—. Creo que está soltero.

Arian se arrepintió de no venir con su escuadrón. Era común, de igual manera, oír esa clase de comentarios hacia su persona en cualquier lugar donde aparezca, todas las mujeres y hombres adultos querían casarlo con sus hijas. Era un castigo impuesto por nacer en cuna noble. Porque las personas no veían en él a un chico, solo en las ganancias y el buen estatus que obtendrían gracias a él. La capital se manejaba distinto a diferencia de los demás distritos, ignoraban completamente la existencia de los muros y se negaban a ver más allá de su propio egoísmo. No es como si Arian fuera diferente a ellos, pero si le molestaba que lo traten como un objeto para completar sus ambiciones.

Sabía que su padre sí le estaba buscando esposa y al igual que todas las personas que murmuraban, Killian también buscaba alguien para subir el estatus de la familia Koch, vendiéndolo al mejor postor. Por esa razón había estado comprometido con Frieda Reiss por unos años, frustrando los planes de su progenitor al romper el trato el año anterior. No lo molestaba más desde ese entonces, era difícil buscar alguien superior a los Reiss, pero solo era cuestión de tiempo y Arian esperaba librarse de él antes de que eso ocurra.

Ignorando los murmullos siguió su recorrido, observó desinteresado a su alrededor esperando que no ocurriera nada, porque realmente no tenía ganas de hacer horas extras. Los árboles y el arco de la plaza se abrió en el horizonte, soltó un suspiro aliviado, su guardia terminaba una vez llegara ahí. Notó de reojo como una pareja salía de una panadería y el aroma delicioso invadió sus sentidos, fue extraño, pero aquello le hizo recordar que debía ir a casa la semana que viene. Se quedó mirando como la pareja se alejaba con las manos entrelazadas, cuando parpadeó se fijó en el interior de la panadería y las diferentes clases de panes, grandes, pequeños, con formas divertidas y aburridas. Recordó una confitería en el distrito de Orvud y tuvo que fruncir el ceño cuando el dolor de cabeza invadió sus sentidos como un cuchillo filoso. Arrugó la nariz tratando de sacudir sus pensamientos y se apresuró en llegar a la plaza. Este día lo estaba estresando más de lo que deseaba y aún no acababa, para su desgracia.

Cuando cruzó el arco de la entrada pudo volver a respirar, se adentró buscando a su escuadrón mientras pasaba la mano por la nuca. Sus soldados, y también sus amigos según ellos, aún no habían llegado, posiblemente porque Arian simplemente se había adelantado como si no estuviera trabajando. Caminó lentamente hasta una parcela de flores que se extendía por la sombra de un árbol, las reconoció como amapolas, el rojo de sus pétalos le pareció hermoso y por un corto instante, sus hombros no pesaron tanto. Solo un instante, que desapareció tan rápido como llegó.

Se puso de cuclillas frente a ellas, acariciando los pétalos con una suavidad que parecía no pertenecer al Soldado de Oro, conocido por sus cualidades un poco brutales y frías. Pero Arian Koch era mucho más que eso. Nina Trzenko tuvo que parar su caminata cuando lo vió, la ojiverde sonrió de lado y se decidió en acercarse, siendo interrumpida por el suspiro de su compañero a su lado. Mirando de costado, Bastian, de cabello y ojos castaños como una almendra, tenía la vista fija en su superior. Nina no dijo nada mientras se adelantaba, aunque eso le costaría a Bastian Kal unas largas horas de interrogación más tarde.

—No sabía que le gustaban las flores, señor —bromeó con una sonrisa sincera y amable para no alterarlo. Los ojos grises de Arian no le prestaron atención y siguieron fijos en las flores por un momento.

—Hay un jardín detrás de mi casa —comentó antes de ponerse de pie, como si eso explicara todo y de alguna manera sí lo hacía. Recién ahí los observó, acomodando el rifle detrás de su espada sujetó la correa entre una de sus manos—. ¿Dónde está Adam?

—Ahí viene —señaló Bastian hasta la entrada oeste de la plaza, a lo lejos vieron la cabellera rubia del último de sus compañeros acercándose corriendo—. ¿Por qué siempre llega tarde?

—Me pregunto cómo llegó a los diez mejores, si soy honesta.

—Siempre eres honesta, Nina.

La castaña soltó una risa parada entre ambos hombres, Adam llegó justo a tiempo con la respiración agitada y los tres lo vieron tomar aire mientras se sujetaba de sus rodillas.

—¡Ya llegué! Disculpen, un niño se perdió y lo ayudé a buscar a su madre. —Se enderezó una vez mejor recuperado, pasó los ojos por sus compañeros un momento y ladeó la cabeza—. ¿Por qué siento qué estaban hablando mal de mi?

—Para nada —negó Bastian, Nina sonrió y Arian rodó los ojos, pasando los dedos por el puente de la nariz.

—¿Además de eso, pasó algo más? —preguntó llevando la mano por su cabello, peinando hacia atrás y dejándolo así.

Arian oyó atentamente a cada uno hacer su reporte del día, agradecido por la tranquilidad de la plaza y los comentarios de sus soldados. No había pasado ningún incidente además del niño perdido, lo que supondría un reporte corto a su Comandante. Asintiendo se pusieron en marcha de vuelta a la base. El atardecer caía detrás de ellos, dibujando sus sombras por las calles adoquinadas de una tarde cálida y calmada. Arian levantó la vista hasta el cielo de colores naranjas y rosas, unos pájaros pasaron volando rápidamente, como si estuvieran preocupados de no llegar a casa antes de la puesta del sol. La serenidad y la paz de las últimas luces del día lo abrazaron.

Podía entender porque las personas de la capital olvidaban en dónde estaban, pues desde su posición no podía ver ningún rastro de los muros, tan alejadas que llegaban a ser olvidadas. También entendía sus propios pensamientos respecto a aquello, estaban completamente seguros de cualquier amenaza y aunque se arrepentía de muchas cosas, elegir Mitras por encima de los demás es algo que lo volvería a hacer. Su cabeza dolió más tras esos pensamientos y como siempre, trató de ignorarlo. Definitivamente debía hablar con…

Casi había anochecido cuando llegaron a la base y cualquier rastro de paz que logró recolectar en el día, se esfumó como un sueño infantil que trataba de alcanzar como un hombre desesperado. La base estaba hecha un desastre, soldados corriendo de un lado a otro con rostros aterrados y conmocionados, la división de la Policía Militar y la Guarnición se mezclaban buscando que órdenes seguir. Arian se adelantó con pasos rápidos, desviando a sus subordinados hasta que se topó con la cara conocida de Dafne Raisa, una compañera desde la época de las tropas de reclutas. Su relación con ella no era la mejor, sin embargo, necesitaba que alguien responda sus incógnitas.

—Raisa, ¿qué está ocurriendo? —demandó, la rubia no lucía igual de asustada que los demás pero notó en su expresión la sorpresa y, tal vez, un poco de aquel vestigio de miedo. Ella lo miró unos segundos antes de encontrar las palabras correctas.

—El Muro María ha caído, los titanes han invadido el territorio.

—¿Qué? —La única en reaccionar fue Nina, el pelinegro no se había dado cuenta que lo habían seguido por igual.

—Eso es imposible —habló Bastian, quien se había puesto a su lado—. Los titanes no podrían romper el muro y entrar.

—La situación aún no está clara, la Legión aún no ha llegado y la información es muy confusa —explicó ella, tragó el nudo que se alojó en su garganta de forma pesada y trató de seguir hablando antes de que se notara el miedo tras sus palabras—. Pero se dice que apareció un titán… más alto que las murallas y abrió el camino, Shiganshina sería el más afectado, habrían muchísimas muertes y…

—Koch. —El llamado reverendo en los oídos de Arian, que se había mantenido en silencio mientras oía y los recuerdos de ciertas historias invadía su mente. Alzando la mirada de Dafne, se encontró con el Capitán Nile Dok acercándose con el ceño fruncido, un sudor cruzó su sien y Arian ya odió cualquier palabra que saldría de su boca, pero nada lo preparó para la realidad—. Al fin llegas, necesito hablar contigo.

Arian no miró a ninguno de los soldados que lo rodeaban y siguió a su superior, quién pronto se convertiría en el Comandante de la división. Nile lo apartó no tan lejos del caos que se creaba en el patio de la base.

—¿Capitán?

—Arian —suspiró y por un momento le costó expresarse—. Necesito que vayas a la capilla en el territorio Rose.

—¿Por qué? La muralla ha caído, ¿no debería mandarme a Trost? Supongo que ahí están los sobrevivientes.

—Tienes razón, debería hacerlo —asintió pero su expresión se veía turbada y algo en ella logró despertar alguna preocupación dormida dentro del soldado, porque, ¿qué podría ser peor que estar perdiendo vidas y territorio en este preciso momento? Y por un horroroso momento, pensó en su madre—. Los Reiss están muertos.

Y ahí Arian se dió cuenta que esto no podía ser una coincidencia.

• • •

📍 Distrito de Trost.

No había sentido esta clase de miedo desde hace mucho tiempo, incluso si algo dentro de ella le aseguraba que su preocupación sería en vano, no podía evitar apretar las correas de su caballo mientras cruzaban el muro. Pasar por debajo de algo tan inmenso y antigüo como los muros siempre le había dado una mala sensación, como si una espina se incrustara en su nuca, era frío y desagradable. Y en este momento la sensación incrementó, los segundos que tardaron en cruzar hasta una sobrepoblada Trost llegaron hasta el punto de darle náuseas.

La vista de Calynn se paseó por todos lados cuando la presión de la muralla desapareció y lograron entrar al distrito. Como si pudiera encontrarlos con un simple vistazo entre la cantidad de personas que se encontraban en la ciudad. Cuando habían regresado de la expedición el día anterior no se había detenido como las veces anteriores y simplemente había logrado captar los ojos verdes del pequeño niño que vivía en Shiganshina, saludándola entre la multitud con aquella sonrisa brillante, ignorante del horror que ella había vivido pocas horas antes. Se hubiera quedado, se dijo arrepentida, porque si no lo encontraba entre los sobrevivientes viviría con esa carga toda su vida.

La Legión de Reconocimiento se abrió paso hasta el campamento donde habían ubicado a los que pudieron escapar. El Muro María había sido comprometido y el hecho de que pasó solamente unas pocas horas después de su partida le daba un mal sabor de boca, la situación era lo peor que les podía pasar y aún así, la cabeza de Calynn no podía dejar de pensar en aquellos tres niños. Su caballo relinchó cuando estiró las riendas con un poco más de la fuerza necesaria, apretó la mandíbula como si eso pudiera ayudarla a dejar de pensar. Maldita sea, debió quedarse con ellos.

—Calynn, ellos estarán bien —aseguró Dmitri, quien cabalgaba a su lado. Eran esas clases palabras que le querían ofrecer alguna clase de apoyo pero Calynn conocía demasiado bien el significado oculto detrás de ellas, incluso Dmitri con su mente dotada y ojos analíticos no podía adivinar si unas vidas fueron salvadas o si habían sucumbido. No estaría necesitando palabras vacías en este momento. Incluso si su parte más racional le decía que aceptara el panorama frente a ella y eso no era culpa de Dmitri, al final de cuentas, él solo quería ayudarla.

Asintió en su dirección agradecido por tenerlo a su lado, se bajó de Fenrir distraída y sin lograr encontrar caras conocidas entre la multitud. Hinchó su pecho de aire antes de acercarse a su Capitán.

—Erwin, antes de comenzar, ¿me dejas buscar a alguien? —preguntó, quería buscarlos pero si la orden era otra debería aceptarlo. Erwin la miró comprensible, ninguno de ellos, a excepción de Dmitri, sabía que Calynn tuviera a alguien en Shiganshina pero debido a la delicada situación no era momento de hacer preguntas.

—Claro que si, venimos a ayudar de todos modos —asintió y fue lo único que necesito para darse la vuelta.

Trataba de que su reacción fuera lo más natural posible y se sentía como una tonta por preocuparse por niños que no eran suyos, pero la simple idea de que terminaran como los soldados caídos… como su padre, le revolvía el estómago. Ellos no sabían los horrores que vivían más allá de la muralla, cuánta gente ya había muerto para tratar de recuperar la libertad que les habían arrebatado, una libertad que ni siquiera sabían qué era porque ya habían nacido en el infierno. Pero pensar en que tuvieron que enfrentarse a esos horrores… Calynn se había unido a la Legión por una razón y podía ver, mientras pasaba en medio de los sobrevivientes con sus rostros perplejos e inertes, de los niños con ojos llorosos y tristes, que no estaba haciendo un cambio. No podía protegerlos y jamás podría.

Se hundió tanto en sus pensamientos que no se dió cuenta cuando chocó con un pequeño cuerpo, volteó rápidamente y sujetó los hombros de una niña para así evitar una caída.

—Lo siento, no te vi, estoy un poco apresurada, ¿estás bien? ¿estás lastimada? —preguntó soltando sus hombros y analizando si necesitaba ayuda. Era una niña rubia, de bonitos ojos celestes casi glaciales, llevaba su cabello sujetado en un moño y la miraba como si hubiera visto un fantasma. Calynn, al ver que no respondía, se inclinó ligeramente hasta ella y volvió a poner la mano izquierda en su hombro—. ¿Estás sola?

Entonces una electricidad corrió entre ellas y entumeció la lengua de Calynn, la niña en cambió no la vió, su imágen se difuminó como una tiza en agua y frente a ella apareció otra persona, otra mujer con una sonrisa y aquellos ojos inconfundibles. Perturbada se alejó del tacto al igual que la mano de la pelirroja, y solamente ahí pudieron volver a respirar.

—Estoy bien —se apresuró en responder, Calynn asintió aturdida, tragó saliva sin entender que había pasado y por un momento olvidó a qué venía.

—Si necesitas algo puedes acercarte a un soldado de la Legión, ellos podrán ayudarte —apuntó sujetando la mano que la había tocado, la niña asintió en agradecimiento y Calynn aprovechó para alejarse. La sensación de entumecimiento fue desapareciendo poco a poco pero no pudo darle nombre. Trató de no darle mucha importancia, pues había cosas más graves de las que preocuparse.

Con el ceño fruncido recorrió los pasillos, desviando a las personas dormidas o descansando, cuestionándose qué pasaría con sus vidas de ahora en adelante. Se detuvo por un momento, el pasillo era iluminado por la luz del sol que se filtraba por los arcos de las ventanas, dejaba ver con claridad cómo los cuerpos se acumulaban y los cuervos volaban encantados por el festín que se darían, la hierba bailaba al ritmo de la brisa, al igual que las capas de la libertad, destrozadas y mordidas, dejando el hedor metálico de la sangre en el aire. Cerró los ojos con fuerza y pasó la mano por su rostro, respirando fuertemente. Sintió un tirón débil por su capa que la obligó a alejar su mano, cuando abrió los ojos vió que el pasillo había vuelto a la normalidad y solo estaban los sobrevivientes.

Soltó un suspiro confundida hasta que volvió a sentir el mismo tirón, tragó saliva y miró hacía un costado encontrándose con ojos azules familiares, el aire volvió a ella a la vez que se dejaba caer de rodillas.

—Armin, estás bien —confirmó en voz alta mientras lo envolvía entre sus brazos como si fuera una madre preocupada. Tal vez era lo que Armin también necesitaba cuando recostó su cabeza sobre su hombro. Calynn se alejó para ver si se encontraba herido y volvió a respirar una vez comprobó que estaba sano—. ¿Dónde están los demás? —preguntó, cómo si algo le dijera que estarían a salvo también.

—Eren y Mikasa están por aquí, Eren está… —dejó las palabras al aire y una expresión de preocupación cruzó sus facciones infantiles, Calynn esperó lo peor—. Su madre…

Calynn pudo entender a lo que se refería, acarició la mejilla del niño con cariño antes de ponerse de pie.

—Llévame con ellos.

Armin asintió y tímidamente tomó su mano para guiarla, el peso de los hombros de Calynn fue haciéndose ligero porque al final ella siempre esperaba lo peor, de esta forma podía controlar sus sentimientos y la sorpresa no la cegaba. Así fue siempre, pensando desde que era niña que algún día su padre iba a morir y eso fue exactamente lo que pasó. No quería que nadie volviera a pasar por eso, empero se daba cuenta mientras más pasos daba, que Carla Jaeger había muerto, al igual que cientos de padres y niños más.

Vió a Eren sentado sobre una pequeña sábana, mirando la cadena que colgaba de su cuello, tenía el ceño fruncido. A su lado, Mikasa comía una rebanada de pan que seguramente se habían estado repartiendo entre los tres. Armin los llamó a ambos para llamar su atención, Eren soltó el collar y se puso de pie, seguido de la niña. La pelirroja no dudó en adelantarse hasta ellos para envolver a ambos en un abrazo, se sintió como si su corazón volviera a latir. El ojiverde se aferró a ella, enterrando sus uñas por la capa que caía por la espalda de la soldado, aferrándose a las alas de la libertad.

Entonces Calynn vió un sendero, pisadas gigantes machacando el suelo teñido de rojo, el cielo se fracturaba en miles de pedazos y caían como piezas de dominó. Escuchó gritos, lamentos y huesos romperse, oyó el llanto de un bebé y monedas cayendo al suelo. Vió ojos dorados, verdes, grises y azules. Entonces volvió a verlo, al hombre de pelo largo que la había sacado de la lluvia aquel día fúnebre y sintió su garganta abriéndose. Fue cuando oyó el sonido de un disparo que la sacó de sus pensamientos y sintió el abrazo de Mikasa. Se alejó con un jadeo, escuchando a lo lejos un cristal rompiéndose que solo había llegado a sus oídos.

El abrazo, cierto, había encontrado a sus niños a salvo. Como un papel débil y la euforia en su corazón, pensó, ¿cómo llegó hasta ahí? Eren abrió los ojos al verla y rebuscó entre sus bolsillos algo desconocido.

—Te sangra la nariz —apuntó Mikasa, la pelirroja parpadeó llevando sus dedos hasta los orificios de su nariz, viendo indudablemente como la sangre salía a borbotones. Levantó la cabeza buscando en sus bolsillos algún pañuelo.

—Lo siento, creo que estoy un poco exaltada —murmuró con la cabeza arriba, sus ojos viendo el techo de cemento y ladrillo. Bajó la mirada cuando sintió que estaba mejor, la excusa era muy buena porque era verdad que se encontraba bastante estresada y preocupada, al menos eso era lo que ella creía—. Me alegro de verlos, siento no haber estado ahí para ustedes.

Eren bajó la mirada, tratando de ocultar el deseo dibujado en sus ojos, aquel que le indicaría a la pelirroja que sí hubiera querido que estuviera con ellos. Tal vez ella sí hubiera tenido el valor de matar al titán antes de que alcanzara a su madre y… pero no tenía sentido decirlo ahora. Calynn suspiró desordenando su cabello, sonriendo hacia los tres para intentar darles un poco de apoyo.

»Deberán tener hambre, vengan conmigo, les conseguiré una mejor comida. —Se puso de pie para guiarlos hasta donde estaban sus compañeros.

Esta vez, cuando tocó el hombro de Eren, no pasó nada. O al menos ella no se dió cuenta. Calynn pensó en aquel recorrido, que desde este momento estaban por su cuenta y prometió estar para ellos en el futuro.

Pero en el mundo donde vivían, los desafortunados no tenían opción y no podían hacer una promesa de ese tamaño sin tener consecuencias.

OMG HOLA HAPPY HALLELUJAH DAY !!

un capítulo sin levi perdón pero eso es porque en el siguiente se vienen cositas, igual creo que ya deben saber que la historia está mucho más centrada en el lore de snk, tengan paciencia 🙏🏻

en fin, quiero leer teorías !!! acá pasaron muchas cosas, díganme sin pena a equivocarse.

espero les haya gustado, ¡nos leemos!

mag.

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