Capítulo XIX. Garras de leopardo

A la mañana siguiente, los pájaros cantan dando la bienvenida al nuevo día. Ronquidos se escuchan en el cuarto de los Mändras; aún siguen durmiendo de su sueño plácido. Los rayos del sol se cuelan a través de las persianas, despertando a Paulie; se mueve de un lado para otro, molesto de la luz. Abre lentamente sus párpados mirando con sueño a su compañero Mihawk que duerme aún, sosteniendo su espada por si atacan. «En algún momento, me matará», piensa Paulie con una gota en la sien. Estira sus brazos donde truenan sus huesos; una sensación de alivio recorre por su cuerpo. Alza su cuerpo a modo de sentarse y sigue mirando a su alrededor, viendo a todos tranquilos; serenidad es lo que refleja en sus rostros.

No obstante, cierto Mändra despierta de golpe sudando a mares como si hubiera tenido una pesadilla. Sus manos descansan en su cabeza, reteniendo sus cabellos y con la mirada perdida. Cracker no tuvo un buen sueño o eso es lo que piensa él. Su cuerpo se sobresalta al sentir las manos de Paulie posarse en su hombro a modo de que se relajara.

—Lo que has soñado, ya pasó —aclara el rubio.

—Paulie… tengo el presentimiento de que ___ no está aquí.

Esas palabras fueron suficiente para que el carpintero saliera corriendo de la sala y se dirige hacia el cuarto de Hall Lókë. Abre con prisa la corredera y grita un «joder», despertando a todo el mundo.

—¡¿Dónde está Smoker?! —pregunta él.

—¿No estaba vigilando a Hall Lókë? —Aparece Monet con cara de sueño.

—¡No está! ¡Ni tampoco ella!

—Ni Tashigi —habla Vergo ya de vuelta porque ha inspeccionado toda la casa.

—Seguramente que Hall Lókë ha despertado y quiso dar una vuelta con ellos. —Monet está tranquila.

Los Mändras no lo están. Katakuri mira a su hermano que está tenso. Sus ojos muestran miedo e intranquilidad; él sabe dónde está ___. Toma los hombros de su hermano para que hablase cuanto antes porque desconocen que es lo que le puede pasar a ella.

—___ está con los Hörrox —habla, finalmente, recibiendo la mirada de todos—. Y no con cualquier Hörrox. —Unas gotas resbalan por su sien—. Está con Rob Lucci.

.
.
.
.

Desconoce cuantos días lleva dormida; pero parece una muerta viviente sin poder moverse. ___ abre los ojos notando el ambiente un tanto extraño, no parece estar en el reino de Totto Land. Ni siente a Paulie a su alrededor o a Smoker, que fue el último en estar con ella. «Perdóname», esas palabras surgen en su cabeza una y otra vez, no entendiendo bien. Sus largas pestañas tocan sus propios párpados; su cabeza se mueve de un lado para otro buscando algún punto de referencia. Posa las manos en la cama haciendo un esfuerzo de incorporarse; todo le duele, aún no está recuperada del todo por aquella pelea con Big Mom. Escucha la voz de Cracker muy lejos desde su posición y Smoker está cerca; pero algo anda mal.

Es una habitación grande con una cama amplia; las cortinas son como el velo del vestido de una novia, blancas que dejan pasar los rayos del sol; una gran lámpara de araña; unas cuantas velas aromáticas; dos grandes armarios de madera de roble bañado por barniz, y un escritorio amplio con una silla. Sus pupilas se clavan en el mueble donde hay un abrigo blanco; sus oídos se agudizan al escuchar un leve aleteo de algún tipo de pájaro. Sigue el ruido y sus ojos se agrandan al ver una paloma un tanto familiar para ella. «Esa paloma es de…», hace todo lo posible para levantarse y largarse de ahí; sin embargo, la gran puerta se abre dejando entrar al hombre que menos esperaba ver. El rostro del moreno refleja serenidad y seriedad, algo que no le gusta para nada a la chica.

—Veo que has despertado —comenta con pasos ligeros en dirección hacia la cama—. Te traje algo para comer.

—No tengo hambre —escueta ella desviando la mirada.

Lucci deja la bandeja en la mesita que hay al lado de la cama; Hattori aprovecha para volar y colocarse en el hombro de su dueño. Preguntas surgen en la cabeza de ___: ¿cómo ha llegado aquí? ¿Este es el fin de Hall Lókë? Preguntarle a él no sería buena idea. Lucci es un peligro; es como el mismo veneno o, peor aún, un depredador que está listo para cazar. Ojos oscuros como la oscuridad misma recorren el cuerpo de la chica, encogida por su mirada; es una presa fácil y que saciará su sed de placer. La excitación que recorre en el cuerpo del hombre no es comparado cuando mata por puro placer. Hace tiempo que no se deleitaba con un cuerpo joven y ella es la responsable de todo.

Sin ningún tipo de permiso, se sienta en la cama notando la lejanía —aunque imposible— de la chica. Está frágil, no tiene fuerzas como para moverse. Presa fácil es lo que ven sus ojos de depredador que solo quiere jugar. Extiende su brazo hacia la bandeja, tomando la tetera para llenar el vaso de té verde; delicioso olor para sus fosas nasales y pudo escuchar un leve suspiro de gustación.

—¿Dónde están los Mändras? —Ahí va la pregunta.

—Lejos de nuestra posición.

—¿Los mataste?

—No, más bien uno de ellos os traicionó y os entregó a mí. Pobre Smoker, su destino va ser trágico cuando en Marineford. —La mirada de ___ es confusa cuando le entregó la taza—. Será ejecutado como Mändra y por ocultarlo ante los Hörrox.

«Por eso escucho ese lamento», él fue el primero en acostarse con ella, dando entender que había rechazado su vida como caballero. Pero todo fue una mentira para los ojos de ___ que hasta le duele el corazón. Cabizbaja, no siente emoción; no se atrevió a tomar el té en ningún momento. La cercanía de Lucci le produce asco porque es un hombre injusto y hará cualquier cosa en dañar a alguien.

—¿Dónde estamos?
—En Enies Lobby.

—He retrocedido —comenta ella apretando los puños con fuerza.

—Pero para bien. Te hemos detenido para que no sigas por ese camino tan trágico.

—¿Trágico? ¡¿A esto le llamas trágico?! ¡Sí estoy en el planeta es porque me necesitáis y no para estar encerrada!

—Eres una amenaza para cierta persona que no debe ser nombrada.

—¿Ah, sí? ¿Quién? ¿Un Dios?

Los labios de Lucci se curvan de desaprobación cuando ___ pronunció esa palabra. Ya sabe el secreto que todos están ocultando; la amenaza es alguien considerado un deidad. Escuchó historias que los dragones se enfrentan a estos seres para demostrar que realmente ellos no son los verdaderos gobernantes de esta tierra; que ellos no deben doblegar en otras personas; que no son superiores a nadie. La joven muchacha aprieta más los puños, deseando verle la cara por hacer tal cosa; sin embargo, no midió su fuerza lo suficiente porque rompió la zona, manchando las sábanas de esa sustancia. Se alivia que no se haya cortado debido a que es Hall Lókë y su piel es como las escamas de un dragón.

Los ojos de Lucci se clavan en la gran mancha que se ha formado y esa zona está la pelvis de la chica. Sus deseos más impuros surgen en la cabeza del moreno; pero debe controlarse. Si se atreve a tocarla con las manos desnudas, ella descubrirá que es un Mändra. Piel blanca como la misma nieve, mostrando su gran pureza; labios perfectos para morderlos; rostro angelical como la de una niña pequeña, y ojos grandes que llaman su atención. Él se levanta para quitar la manta que la cubra, con mucha rapidez; ella solo da un grito de sorpresa al ver lo que ha hecho el mayor. No tiene pantalones puestos; solo unas míseras bragas que cubren su ser más íntimo. Hace todo lo posible en cerrar sus piernas para que no se viera nada.

Una sonrisa curvilínea aparece en los labios del moreno, viendo que la chica hace todo lo posible para que su flor más puro se revele. Sí, esa camisa que le puso le queda demasiado bien. Él es un asesino en serie que disfruta matando; pero no puede negar que haya visto a muchas mujeres y que ninguna le haya complacido. Tiene un raro fetiche que no todas comparten y puede que ___ le complazca. Hattori vuela yendo al otro lado de la habitación; sabiendo perfectamente que es lo que va a ocurrir. Lucci se coloca encima de la muchacha, asustándola y toma sus muñecas con firmeza; el contacto fue mutuo. Las pupilas de ambos se dilatan y ella tiembla al tener enfrente a un Mändra.

—Tú eres…

—Debía de ser un secreto, pero ya no lo es —comenta pausadamente—. Hall Lókë, deberías estar muy agradecida en ser cuidada por mí.

—Que te den. ¿Dónde está Smoker? —No esperó recibir una cachetada bien fuerte en su mejilla. Lucci toma su barbilla con firmeza para que la mirase.

—Tenme respeto, Hall Lókë. —Su mirada se vuelve fría y déspota—. Y en cuanto a él, está en una mazmorra junto con Tashigi. Está recibiendo una gran paliza por ser un Mändra.

—¡Tú también lo eres, bastardo!

—Pero yo nunca traicionaría a la justicia. —Una de sus manos descansa en su cuello fino, comenzando a apretarlo con firmeza—. Ahora sé una buena Kitten, y dale a Daddy tu mayor gemido de miedo.

«¿Qué demonios?», sus sentidos de dragona se activan no gustándole mucho lo que ha dicho Lucci. Su cuerpo débil y frágil hace todo lo posible para deshacerse del sujeto; pero él emplea más la fuerza y un gemido ahogado se le escapa. Esto al muchacho le gustó demasiado que un gruñido de puro placer se forma en su garganta; la nuez se mueve provocado por el sonido. Puede sentir todas las emociones de la chica; miedo y placer, eso hace que se excite aún más.

—Lucci —le llama—, ¿qué quieres? —Ya le cuesta respirar.

—Que calmes estas ansias que tengo de follarte. Desde que te vi por primera vez, no he parado de soñar contigo. Debajo de mí; tiritando de miedo; gimiendo para mí, y más en mi forma Äkuma.

—¿Forma Äkuma? —No le ha gustado como ha sonado eso.

—Hay varios tipos de Äkuma. Unos que nacen para controlar la naturaleza; unos tienen habilidades extrañas como el mochi, y otros pueden transformarse en animales o en sus formas híbridas.

—¿Qué?

—Lo que has oído. —Su dedo índice descansa en la barbilla de la chica y lo va recorriendo lentamente, casi arañando—. Soy un hombre leopardo —comenta mientras se lame el labio superior; miedo es lo que siente la joven.

—Ni se te ocurra tocarme. —Da una orden; pero un gemido se le escapa de sus labios cuando Lucci pellizca con fuerza sus pezones.

—Tú no das órdenes al Daddy, Kitten. Tú debes obedecerme.

Iba a recriminar ella; no obstante, es imposible ya que el hombre tapa su boca con la mano. Escucha en su cabeza: «No me hagas enfadar, Kitten. Te puedo asegurar que no dudaré en dejarte marca, sabiendo en las condiciones que te encuentras». Desea llorar de inmediato; pero no quiere enfadar al moreno, esa mirada lo decía todo. No hay que jugar con fuego con Rob Lucci porque te puedes quemar con facilidad. El hombre felino explora con ansias el cuerpo de la chica; esa piel suave como la lana demuestra que es un pequeño cordero que será devorado por el depredador. En sus pantalones cuelgan unas esposas que no duda en utilizarlas para esposar las muñecas de la chica; pero inmovilizándola completamente, atada en la cama para que no se mueva.

Su mano desciende lentamente; probando con sutileza esa piel blanca. Sus dedos llegan a la fina tela de sus bragas, metiéndola lentamente hasta llegar al pequeño botón. Lo tortura con leves pellizcos mientras visualiza cada expresión que da la joven. ___ no quiere satisfacerle sacando gemidos; mueve las piernas a modo de desaprobación. Y una mordida de Lucci recibe en su cuello ahogando un jadeo y los dedos de él se deslizan, metiéndose en la entrada. Ella se remueve nuevamente impidiendo a que siguiera; sin embargo, esas articulaciones comienzan a moverse con bastante rapidez, no dejando que la chica se acostumbrara a ellas.

—No hagas eso, Kitten —decir esa palabra le provoca escalofríos a la joven—. No me hagas enfadar; aunque me gustaría castigarte, no es plan.

—¡Qué te den, Lucci! ¡Si tantas ganas tienes de matarme, hazlo!

Las cejas del moreno se curvan no gustándole mucho el tono que ha empleado la chica. Gira sin remordimiento a la joven y baja completamente sus bragas, para luego azotar su trasero con fuerza. Un sonido fuerte y desgarrador fue suficiente—. Vuelve a emplear ese tono en mí, y te aseguro que el próximo azote no será agradable.

—No soy una niña pequeña —solloza mordiendo la almohada.

—Para mis ojos sí. —La vuelve a girar como si fuera una muñeca de trapo y vuelve con su labor de antes—. Esa mirada lo dice todo y lo estoy disfrutando mucho. —Está a punto de morderla nuevamente; sin embargo, la juerga termina cuando escucha a alguien entrar por la puerta obligando a que detenga su juego—. ¿Qué ocurre?

—Disculpe la interrupción, Lucci-san; pero tiene una llamada urgente del almirante Kuzan.

Escuchar ese nombre hizo que toda la piel del hombre leopardo se erizase; suelta a ___ liberándola—. No te vayas a ningún lado; no tienes escapatoria en Enies Lobby —le advierte y se retira del cuarto, dejando a la muchacha a solas.

Lo maldice por tratarla de esa manera, como si fuera un bebé. Le dan ganas de escupirle en la cara y que la dejase tranquila; al menos un caballero llegó y salvo la situación. Escucha que Hattori está ahí, a modo de vigilancia por si ella intenta escapar. No le hace nada de gracia que la paloma esté ahí. Ahora se pregunta cómo estará Smoker y Tashigi; sobre todo, él. Smoker nunca la traicionaría. Tal vez no tuvo más opción; tuvo miedo ante algo y por ello la vendió ante los Hörrox. No está enfadada con él, lo comprende. Cierra los párpados con un único pensamiento en la cabeza:

«No estoy enfadada contigo».

«Me alegra saber eso».

Esboza una pequeña sonrisa al sentirlo dentro de su cabeza. Ahora debe buscar la manera de salir de aquí cuantos antes y liberar a sus amigos, y reunirse con los demás.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top