Capítulo VIII: El pasado de Dracule
Tashigi y ___ han entablado amistad durante este viaje. La joven ya no se siente tan sola, teniendo a una chica en su viaje. La verdad es que ve en la espadachina alguien con quien puede confiar; aunque, ella es un Hörrox, al fin y al cabo. Sin embargo, no debe dudar de ella, al igual que con Smoker que parece ser que está atrás junto con los otros. Menos Rayleigh quién es el guía. No saben cuál es su próximo destino y que enemigos se encontrarían, pero, como dijo el ermitaño, hay que apresurarse para que Hall Lókë cumpla con su deber.
Durante todo su trayecto, ___ se dirigió hacia los chicos para pedirles disculpas por lo sucedido a lo que ellos aceptaron. Es normal que se haya puesto así, debido a que en su planeta no están acostumbrados a tener estos rituales, ¿o sí? Sienten curiosidad por ese planeta. Debe ser limpia, pensaban. Quién está muy distraído es Mihawk. Algo ronda en su cabeza una y otra vez. Sus ojos se desvían a los árboles o mirando a la nada. Tal vez está pensando cual es la siguiente cuidad que se van a encontrar, ya que él es un explorador que busca nuevos enemigos que le superen.
Escucha como ___ corre, adelantando al ermitaño, como si hubiera visto algo. Todos la siguen porque no quieren perderla de vista. Hasta que visualizan una gran roca con varias marcas de guerra. La joven no pudo evitarlo en tocarlo con la yema de sus dedos. Son frescas. Eso significa que el causante de eso no debe andar muy lejos. Así que tienen que tener los ojos abiertos. Los ojos, como halcones, de Mihawk se clavan en la piedra. Pequeños recuerdos se apoderan en su cabeza. El pasado está volviendo a la vida y con más fuerza. Los cierra lentamente para recordar del porqué todos le llaman: Taka no Me o el mejor espadachín del mundo.
En unas tierras lejanas, se podía escuchar los gritos de unos niños que entrenaban día y noche, para intentar perfeccionar sus habilidades con la espada. El pueblo no siente miedo porque esos serán los futuros guerreros de su país. Sin embargo, había un niño que estaba maldito. Todos lo señalaban con el dedo porque era un peligro para la humanidad. Y eso poco le importaba al chico, tenía un propósito en la vida. Quería convertirse en el mejor espadachín del mundo. Pero, para ello, debía entrar en la academia y que todos le aceptasen. Sus padres le habían abandonado al descubrir lo que era. Tuvo que sobrevivir en las calles para conseguir comida y sobrevivir al frío. La gente de ese pueblo no sienten ni la más mínima vergüenza.
El chico estaba ante las puertas de la academia. Su mirada era la más pura decisión. Solo tenía 6 años, pero está decidido. Desde la lejanía, observaba como esos niños se entrenaban y ahí le inspiró en tomar esa decisión. Con mucha valentía, tocó la puerta varias veces, esperando a que alguien le respondiese. No hubo respuesta. Alzó la mano para volver a tocar; no obstante, las puertas se abren y hace acto de presencia un hombre. Un hombre con una mirada de lo más relajada posible. En esa postura, da entender que es el maestro de ese lugar. El chico hace acto de reverencia, a modo de respeto.
—Sensei, por favor, quiero entrar en la academia —dijo, en su voz se determina que no tiene miedo.
El maestro se colocó las gafas admirando al chico moreno. Podía ver, a través de su aura, una persona amable y que no haría daño a nadie. Él sonríe complacido—. Entra, por favor.
El pequeño miró con asombro al maestro y vio que dio la vuelta para entrar en la escuela. El chico dudaba si entrar o no, pero cuando el hombre se detuvo, como si estuviera esperándole, ahí captó el mensaje. Tragó saliva y caminó siguiendo los pasos del maestro—. Sensei, no tengo dinero como para pagar las clases —confiesa.
—Eso no importa. —El asombro y la confusión se reflejaba en el chico—. Lo que importa es que me demuestres en la prueba el valor y el coraje que tienes. Que eres capaz de no rendirte ante situaciones peligrosas.
Solo asintió con la cabeza, respetando la decisión de su futuro maestro. Al llegar al dojo, los niños de su edad lo miraban. Algunos con asombro y otros con miedo. No podían creer que el diablo esté en la academia.
—Por favor, preséntate.
—Mi nombre es Dracule Mihawk. —Hace una leve reverencia hacia todos.
—Dracule realizará una de las pruebas, donde se determinará si se merece entrar en la academia o no.
Los estudiantes solo sonríen porque saben que aquel chico nunca se superará la prueba. Necesitará mucho valor y paciencia. Mihawk analizó detalladamente los rostros de cada niño, pero él no muestra emoción alguna. Su mirada refleja la seriedad que uno puede tener; sin embargo, detrás de esos ojos llamativos hay dolor. Aquel hombre coloca su mano en la espalda del chico para que entrase en la arena y se pusiera de rodillas. El moreno no sentía miedo alguno, si tiene que recibir algún tipo de castigo por haber nacido maldito. Y, para su mayor sorpresa, vio que le entregan una katana de madera y enfrente suya, tenía al maestro.
«¿La prueba es derrotarle?», pensó el chico que se incorporó, sujetando con firmeza el arma que le dieron. El hombre, conocido también como Koshiro, se pone en posición de defensa esperando a que el chico diese el primer paso. Mihawk no dudó en ningún momento y comienza a atacar al maestro con todas sus fuerzas, no temiendo en hacerle daño; sin embargo, éste lo esquiva perfectamente y le da un buen golpe en la cabeza, causando que el chico se quejara. Pero no lloró. Simplemente miró sin emoción alguna hacia Koshiro y blandió de nuevo, para volver a atacarlo.
Ese hombre lo esquivó nuevamente, pero no esperó que el niño reaccionará tan rápido y dé un golpe en la pierna de Koshiro. Los niños estaban con la boca abierta no creyendo que alguien maldito acababa de golpear al maestro. Él sonrió al ver que Mihawk tuviera una capacidad rápida de aprendizaje. Los golpes se vuelven más fuertes que nunca. Los dos esquivaban cada ataque del otro. Y, finalmente, Koshiro terminó el combate, haciéndole un traspié al chico y colocó la punta del arma ficticia en su pecho. El joven moreno solo cerró los ojos aceptando la derrota. No le aceptarán en la academia.
Por su parte, Koshiro cambió su rostro serio a uno relajado. Una sonrisa se destacó en sus labios y estiró su brazos, para ayudar a Mihawk levantarse. Él aceptó, cogiendo su mano y se levantó, sacudiendo sus ropas algo rotas, debido a que no tiene suficiente dinero como para comprar.
—Tienes mucho potencial, Dracule —confiesa Koshiro—. Es por ello, que debo decirte que estás dentro.
Los niños e, incluso los adultos, estaban con la boca abierta, no creyendo que el maestro del dojo hubiera decidido en darle la oportunidad al chico—. Muchas gracias, Koshiro-sensei. —Mihawk hizo una reverencia, agradeciendo que lo haya aceptado.
Todos no daban crédito ante las palabras de Koshiro. Nadie no se creerá que el chico maldito, sea uno de los espadachines que protegerán la aldea. Dracule Mihawk es un Mändra, una persona de la mar de peligrosa para ojos de cualquiera. Por eso nadie se atrevió a hablarle y sus padres le abandonaron por tener un hijo que traerá el desastre a la humanidad si se encuentra con Hall Lókë. Sin embargo, el primer hombre a quien no le teme es su maestro y el chico se lo agradeció eternamente.
Años pasaron, y el moreno mejoró en todas sus técnicas acabando a todos los estudiantes. Los adultos le consideran un genio en el arte de la espada. Es normal, Mihawk es una reencarnación de uno los antiguos Mändras que siempre deseó ser el mejor espadachín del mundo, y con un objetivo claro: servir a Hall Lókë y morir protegiéndola con su vida. El niño podía escuchar los murmullos de su ancestro diciéndole que el momento llegará, pero aún no está preparado. Necesita entrenar cuerpo y mente, para ello necesitará la ayuda de su maestro.
Un espadachín puede romper cualquier cosa con solo concentrarse. Mihawk pudo cortar en dos piedras, hojas, árboles... Solo le faltó cortar a la mitad el los materiales más sólidos y duros que hay en este planeta. Entrenaba día y noche, perfeccionando su postura y su agilidad en el combate. El chico nunca se rindió en ningún momento. Si hay un obstáculo, él siempre lo superará. Da igual el enemigo, él encontrará la respuesta para derrotarlo. En sus horas de soledad, se miraba el tatuaje de su antebrazo derecho. Se preguntaba una y otra vez que es lo que le esperará en la vida. ¿Será alguien reconocido y valorado en un futuro? Nunca lo sabrá.
Dracule Mihawk, a la edad de los 16 años, ya siendo un adolescente, decidió marcharse de la academia porque ya aprendió lo suficiente y necesitaba explorar el mundo para conocer nuevos enfrentamientos. Koshiro aceptó la decisión de su alumno. Se sentía orgulloso de ver el gran progreso de Mihawk durante estos años, hasta diría que es fue el mejor alumno que tuvo en mucho tiempo. Deseó con todas sus fuerzas que aquel muchacho consiguiera du propósito y que su destino se cumpla.
El camino era largo y peligroso, donde Mihawk se enfrentó a innumerables enemigos que se interponían en su camino. Ninguna persona, ya sea espadachín lo no, podía enfrentarle. Todos le temían cada vez que él pisaba algún pueblo o ciudad. Las criaturas de bosques, desiertos, etc., no se enfrentaban a él.
En uno de sus viajes, interceptó a la lejanía una pequeña iglesia abandonada y un escalofrío recorrió por su cuerpo, como si hubiera estado ahí. Sus ojos extravagantes no veían más allá de aquellas paredes ruinosas. Caminó en dirección hacia el lugar y sus dedos rozaron con duda al pomo, y abrió la puerta, creando un leve chirrido. Mihawk entró, donde las pisadas resonaban en aquella madera mugrosa. Las vidrieras que se reflejaban en el techo, simbolizaban la llegada de Hall Lókë al planeta junto con los Mändras. El moreno tenía la mirada clavada en cierta espada que blandía uno de ellos.
Y sus ojos captaron cierto objeto. Su vello corporal se erizó por completo al ver esa espada. Se le considera como una de las Espadas de Grado Supremo o conocidos como Saijō Ō Wazamono. La Yoru estaba enfrente de sus narices. Un arma que es capaz de cortar cualquier material si el poseedor tiene la fuerza y la voluntad suficiente como para dominarla. Si él la obtiene, se le considerará como alguien peligroso en el planeta Panx. Se acercó con pasos lentos hacia la espada afilada, ya teniéndolo cerca. Desde esa distancia, podía notar el aura que desprendía ese arma. Con determinación, extendió su brazo y sus dedos tocaron la punta del soporte. Todo su cuerpo se tensó al instante, como si ese poder hubiera traspasado por sus venas.
«Un espadachín no escoge la espada, sino es la espada a quien escoge al espadachín», esas palabras del maestro resonaron en su cabeza. ¿Esa señal que obtuvo significaba que la espada lo eligió? Cogió el mango y la retiró de su sitio, alzándola lentamente para ver su majestuosidad. Estaba claro que es una Espada Negra con un gran poder en su interior. Y de un movimiento rápido, lo baja, y, en cuestión de segundos, las paredes de esa iglesia se rompen dejando un gran corte limpio y sereno. Y no solo eso, también los árboles y más allá, donde rondan los cinco kilómetros de distancia entre el espadachín y la cortadura.
—Sois una maravilla —confesó Mihawk, posó su frente en el mango tocando una de las gemas—. Te ofrezco mi fuerza, a cambio de que des la tuya. Tú y yo seremos imparables.
El filo de la espada brilló a modo de respuesta, aceptando en colaborar con Mihawk. Él esbozó una sonrisa, complacido ante la idea. Colocó el arma en su espalda y caminó al gran agujero provocado por la espada y siguió su ruta.
El poder de la Yoru es abismal que con un solo filo puede cortar hasta un hueso de alguna criatura. La gente llamó a Mihawk como Taka no Me, debido a sus ojos. Extravagantes como las de un halcón. Y no solo por eso, sino también porque tiene la vista de uno, capaz de ver a sus presas a cinco kilómetros a la redonda e incluso más. Nadie ha podido huir de sus garras y más cuando se trata de un espadachín con una espada poderosa.
Dos años después desde que consiguió la espada y le proclamaron como un espadachín poderoso, se encuentra ahora mismo en un pueblo tranquilo. Las personas ni siquiera se han molestado en preguntarle, ya que estaban acostumbrados a recibir forasteros de tierras lejanas. Mihawk disfrutaba de su noche en un bar con una copa de vino. La sensación de aquella bebida era fascinante que no pararía de beberlo una y otra vez. Pero su disfrute fue interrumpido por unas risas provenientes a su derecha. Echó un vistazo y vio a cierto pelirrojo con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Qué le hace tanta gracia?
—Veo que has llegado demasiado lejos como para estar aquí.
—¿Os conozco de algo? —preguntó con educación, sin cambiar su expresión.
—No, pero yo a ti sí, Taka no Me. —El chico alzó un poco su sombrero de paja mirando a Mihawk—. Muchos no paran de hablar de tu fuerza monstruosa y más con esa espada que tienes en la espalda. —Echó una pequeña visualización al arma.
—Soy un hombre que siempre busca a alguien más fuerte que yo. Sin embargo, me he encontrado con gente más débil que yo y eso hace que pierda las esperanzas.
—¿Y por qué no te enfrentas a mí?
—No me voy a enfrentar a un borracho como vos —dijo eso al ver la cerveza.
—Estoy tan cuerdo como tú. —Sonrió aún más, mostrando que no tiene miedo ante el moreno.
Es la primera vez, en mucho tiempo, que vio a alguien sin temor en sus ojos. Debe de estar loco para querer enfrentarse a quien le consideran un Mändra. Aunque, tal vez, haya encontrado un digno rival. Ahora fue él quien esbozó, divertido en ver lo que es capaz de hacer el pelirrojo—. Como vos queráis, señor...
—Shanks. Akagami no Shanks.
Por muy extraño que sea, a Mihawk se le erizó el vello con solo escuchar ese nombre. Es como si ese chico le diera un mal presagio. No obstante, a él le encanta el peligro y no dudó en aceptar el desafío. Ambos jóvenes salieron fuera del pueblo para no molestar a los aldeanos. El moreno blandió la Yoru mientras que el pelirrojo blandió el suyo, es una espada normal y corriente. «¿Con eso piensas ganarme?», otra victoria estaba asegurada para Mihawk. Sin embargo, nunca esperó que Shanks tuviese una fuerza tan monstruosa casi igualatoria a la de él. No temió a enfrentarse a él y a la espada. Esta vez, si que encontró a un digno rival. Está vez disfrutaría de esta batalla.
Los rumores de las batallas de Shanks contra Mihawk se extendieron por todo el planeta Panx, advirtiendo que esos dos rivales eran tan fuertes que en el combate, todo a su alrededor se destroza debido a sus habilidades de espadachines. Las peleas entre ambos se ha convertido en su pan de cada día. Hasta diría que su enemistad cambió y se han convertido en grandes amigos, con diferentes personalidades.
Sin embargo, todo eso cambió. Hubo un accidente para Shanks y ahora Mihawk no tenía interés en enfrentarse al pelirrojo. Akagami perdió su brazo izquierdo, a causa de salvar a un niño. El moreno no estaba conforme ante la decisión del pelirrojo.
—Mihawk aún puedo seguir luchando. —Él intentaba con todas sus fuerzas en convencer al moreno.
—Sin un brazo sois inútil.
—Que orgulloso eres.
—Sabéis perfectamente que no me enfrento a gente débil. Tú y yo éramos invencibles, pero ahora es diferente —dijo, dándole la espalda a su amigo.
—Bueno, veo que al final has conseguido tu objetivo. —Esto desconcertó a Taka no Me, que mira de reojo a Shanks—. Al derrotarme, ya te consideras como el mejor espadachín del mundo.
Los ojos del moreno se agrandan al escuchar esas palabras. Ahora él obtiene ese título, sin ni siquiera derrotar al pelirrojo. Se giró bruscamente y sujetó con firmeza la camisa de éste—. ¡No me merezco ese título porque no os he derrotado!
—Te lo mereces porque es tu sueño.
—¡Mi sueño es convertirme en el mejor espadachín del mundo derrotando a todos aquellos a que les considero los más fuertes!
—Ya no hay nadie más fuerte. Y como tú dices, ya no sirvo para nada con un solo brazo. —Shanks esbozó más la sonrisa tan tranquilo.
Mihawk chasqueó la lengua molesto que suelta la camisa de éste. Posó la mano en sus sienes, buscando alguna forma de calmar su consciencia. No podía creer que su amigo y, al mismo tiempo, rival haya perdido el brazo por salvar a un crío que no sabe cuidarse por sí solo. Shanks es demasiado bueno para esas cosas. Y agradeció que ayudase al chico, pero no sacrificando su brazo bueno.
—Mihawk —lo llamó—, yo me tengo que ir porque tengo asuntos que resolver en las tierras lejanas de Grand Line —comentó el pelirrojo—. Si ves a Hall Lókë, ¿me prometes que la protegerás?
—¿Por qué queréis que proteja a la Gran Dragona?
—Porque eres un Mändra —le recuerdó el chico—, y gente como tú debe cumplir su propósito.
—Yo nunca he querido ser un Elegido. La gente de mi pueblo me consideraba como un ser maldito —explicó Mihawk con los brazos cruzados.
—Sé que es duro y aceptar que eres uno de ellos. Sin embargo, tu antepasado tuvo esa espada, y la Yoru pudo notar quien es su verdadero dueño. —Señaló el arma—. Este mundo necesita unos héroes que lo salven. ¿No crees que estás predestinado en encontrarla y casarte con ella para derrotar al mar que acecha en nuestro planeta? —Odia admitirlo, pero las palabras de Shanks solían ser sabias cuando quisiese—. Mihawk, cuida a Hall Lókë.
Y es así es como Dracule Mihawk, conocido como Taka no Me, se convirtió en el mejor espadachín del mundo, y lo más novatos desean enfrentarse a él para arrebatarle el título.
Esos recuerdos siempre estarán ahí en su mente. Suspira levemente aún manteniendo los ojos cerrados. Sin embargo, todo cambia cuando escucha a ___ gritar con fuerza, y su instinto de espadachín y Mändra se activa. La chica está en peligro ya que una bestia la está persiguiendo. Paulie utiliza sus cuerdas para tener a la bestia, pero es grande y fuerte. Smoker, por su parte, salva a la chica gracias a su habilidad, cogiéndola para que el monstruo no la ataque. La Hörrox Tashigi iba a atacar; sin embargo, Mihawk se le adelanta blandiendo su espada y corta sin dificultad la cabeza de aquella criatura. Se ha despistado, pero será la última vez.
—Tú deja de provocar a los animales, ¿quieres? —le riñe Smoker, como si fuera su padre.
—¡¿Y yo que sabía que esa roca era un animal?! —grita furiosa, pero aún más cuando escucha a Rayleigh reírse—. ¡No tiene puta gracia!
—No, pero en cómo te enfadas sí —confiesa—. Como se nota que debes entrenar, ___.
El moreno mira con seriedad la conversación guardando su espada. No obstante, siente la mirada de Tashigi que parece impresionada ante el gran poder del espadachín—. He oído hablar de ti, pero nunca pensé tener enfrente al mejor espadachín del mundo.
No hace comentario alguno, solo se digna en cruzar los brazos mirando a la chica que seguía gritando como una loca. «Cuida a Hall Lókë», las palabras de su amiga resuenan en su cabeza. Él la cuidará como Mändra que es y demostrar a todos que él y sus compañeros no están malditos y no son un peligro para los habitantes del planeta.
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