Capítulo 9. Balneario Jungla

¿Cuándo fue la última vez que vieron al Rayleigh y al grupo? ¿Una semana? Ya ___ perdió la cuenta porque ella y los chicos seguían avanzando por la densa selva. Lo que más odiaba eran los mosquitos. Las hembras chupa sangre. Ya estaba harta de aplastarlos con la mano para que la dejasen tranquila y volvían para joderla. Menos mal que, de momento, no se encontró con ningún insecto gigante. Bueno, menos uno que se asustó tanto que trepó por el árbol por miedo absoluto. Un gusano gris inofensivo que pasó de largo.

De verdad, algún día la matarán si ve a una cucaracha gigante o una araña agresiva y venenosa. ¿Por qué existían? Prefería mil veces a las abejas y a las mariposas que no hacían ningún tipo de daño. Criaturas que aportaban un granito de arena al planeta. Ya estaba acostumbrada a tomar descansos en un sitio desconocido y dormir en el suelo, pero echaba de menos su cómodo colchón y que podía dormir a la bartola, como si nada.

Una noche tuvo un sueño extraño y, a la vez, familiar. Ella era misma, pero muy pequeña. Tendría unos cinco años y jugueteaba sola en el parque columpiándose muy alto para tocar el cielo con los pies. Se atrevió a saltar, pensando que amortiguaría la caída y no fue así. Sus piernas flaquearon, haciéndose un gran daño en la frente. Lloró y lloró, esperando a que alguien acudiera a su auxilio. De repente, unos brazos enormes rodearon su pequeño cuerpo para luego acariciar su rostro consolando su llanto. Un hombre joven había acudido a su llamada. Su rostro estaba borroso y ella dijo:

«Papá».

Sus ojos se abrieron de golpe despertando de aquel sueño. Papá. Mucho tiempo sin pronunciar esas palabras en sus labios. Él desapareció, sin dejar rastro alguno. Y que no recordara como era su rostro era frustrante. Ni siquiera su madre tenía fotos de él. ___ lo recordaba sin rostro. El hombre sin rostro. El hombre sin nombre. ¿Quién era? ¿Cómo era él? Tantas preguntas sin ninguna respuesta.

No cayó en la cuenta que ya amaneció y era hora de volver a caminar. Fuego chispeante escuchó muy cerca y se encontró a Katakuri y a Mihawk despiertos. Al menos le tenía a ellos. El pelinegro alzó la mirada al sentir a alguien moverse y le ofreció un plato de comida caliente. Agradeció, asintiendo la cabeza.

—¿Has dormido bien? —preguntó Katakuri.

—Sí. Bueno... más o menos.

—¿Qué le preocupa, mi lady?

—Todo, aunque principalmente no recordar cómo era mi padre —confesó—. Sé que él existió en mi vida porque tengo pequeños recuerdos. Pero me frustra no recordar como era su rostro. Se crea una imagen borrosa cada vez que lo intento.

—Para serte sincero en mi familia teníamos un montón de padrastros que mamá no los incluyó en nuestra familia —dijo el peli-granate—. Hay algunos que recuerdo y otros no. A mi verdadero padre no lo conozco y no me hace falta saberlo.

—Yo sí porque era cariñoso conmigo. Cuando los niños se metían conmigo, él estaba ahí diciéndome: «Nunca hagas caso a esos niños porque ellos no saben lo especial que eres. Eres mi pequeña dragoncita». —Al decir eso, echó un vistazo al tatuaje que la representaba—. Él me aceptó tal y como soy.

—Eso es ser un buen padre, mi lady.

—Lo sé.

Un sentimiento llamado dolor imposible de curar. Olvidar un ser querido era uno de los pecados más grandes que puede cometer el ser humano. Y no tenía culpa. Algo o algún recuerdo que la atormentó lo retenía. ¿Cómo olvidar del hombre que estuvo ahí siempre? También estaba su madre, pero él era el pilar de todo. Sus ojos (c/o) miraban con devoción al fuego hipnotizada por el baile de sus llamas. Hall Lókë ya tenía una debilidad: no recordar a su padre.

Escuchó movimiento atrás suyo. El resto se estaba despertando de su gran sueño. La cara de Kaku mostraba preocupación hacia ella porque estaban conectados. Los pensamientos de ___ eran compartidos. Quien no se inmutó de su sitio era Cracker. Como dijo Katakuri, ellos tuvieron un montón de padrastros y desconocían quien eran sus verdaderos padres porque Big Mom no los incluía. Solo eran hombres que servían para procrear nuevos herederos y crear una gran familia.

—Tarde o temprano lo volverás a volver —habló Kaku rompiendo el silencio—. Estoy seguro de ello.

Los chicos, menos Cracker, Katakuri y Mihawk, no estaban entendiendo a lo que se refería el joven Mändra. Esto de no estar conectados a Hall Lókë los mataba por dentro. Sin embargo, había cierto individuo que no estaba para nada preocupado. Smoker, en realidad, guardaba un secreto que siempre lo supo ___. Ese primer momento, desde que tuvieron relaciones sexuales, ya estaban unidos porque él dijo esa palabra en su mente.

🐉🐉🐉🐉

___ tuvo un duro entrenamiento con Rayleigh que no se podía mantener de pie. Respiración agitada y gotas resbalar su rostro. El ermitaño admiraba con orgullo el progreso de la joven. Se lo tomaba muy en serio, tanto que no le importaba entrenar con los Mändras y aprender nuevos trucos. Desde una posición lejana, Smoker la observaba, recordando esos duros momentos cuando entró en el Ejército de los Hörrox. Huyendo de una vida que no le correspondía y ahora le tocaba formar parte de ella.

La peli-(c/c) se alejó un poco para respirar con mucha tranquilidad y él aprovechó la ocasión de aproximarse. Su cuerpo estaba magullado por las palizas que recibía del hombre mayor y no parecía importarle. Ya estaba acostumbrada porque ella practicaba un deporte que un día le mencionó y que lo olvidó al día siguiente. Smoker le ofreció una cantimplora llena de agua pura que hirvió Tashigi en su momento. La chica se lo agradeció enormemente casi vaciándola. No le importaba. Había más.

—¿Puedo hablar contigo de una cosa? —le preguntó, recibiendo una mirada de intriga.

—¿Sobre cómo ganarle?

—Ya quisieras —rio bajito. Luego puso su rostro de siempre, duro y firme cual piedra—. Es sobre lo nuestro.

—Ah, ¿quieres follar de nuevo conmigo para decir la palabra? —A esta chica se le ocurría un montón de cosas, pero no iba a culparla.

—Ya lo hice.

Paró en seco con la cantimplora en una posición que no cayese el agua. Sus ojos hermosos, tan bellos a los ojos de Smoker, le miraban con cierta confusión. Sí, esa era la cara que se le iba a poner. Ya lo sospechaba.

—Siempre estuvimos conectados. La verdad es que no me atreví a decirlo en voz alta porque la palabra es... demasiada vergonzosa.

—O sea, ¿me estás diciendo que fuiste el primero? Es decir, en decir la palabra, pero sin decirlo. ¡Ay! Que lío.

—Los Mändras no tenemos la necesidad de decirla en voz alta. Cuando llegue al orgasmo uno puede decirlo como lo hicieron esos dos o como yo.

___ movía la cabeza de un lado para otro para comprender muy bien la información. Oh, vaya. Entonces, desde su mente, pudo saber cómo fue el encuentro sexual con Cracker. Pero no parecía importarle poco.

—¿Y te atreverías a decírmelo?

—No —dijo, secante.

—Que cobarde eres. Seguro que es algo bonito.

¿Cobarde? Smoker era de todo menos eso. Él sería primero en plantar cara ya sea enemigo o su superior. No le gustó para nada que pensara eso sobre él. La rojez de su rostro llegaba hasta sus orejas no creyendo que debería hacerlo, pero era la única manera de dejarla en ridículo. Acercó su cara a su oído para susurrarle:

Ürushea.

Un escalofrío recorrió por todo el cuerpo de ___ reaccionando a esa palabra. «¿Qué significaba?», se preguntó.

«Devora mi corazón y seré tuyo por siempre».

Unos segundos estuvo ausente para analizar de nuevo. Entonces no aguantó la risa poniéndolo más colorado al ex Hörrox, que mordió con más fuerza los puros.

—¿Por eso no quería decírmelo? Pero si es muy lindo —se burló.

—¡Cállate!

🐉🐉🐉🐉

«Mocosa del infierno». Se estuvo riendo de ello todo el tiempo dejándolo en ridículo. La mejor opción era estar callado, pero ___ no era idiota. Se daría cuenta en cualquier momento. Al verla tan mal no tuvo más remedio que acercarse y mostrarle cariño a su modo: posar la mano en su cabeza a modo de aprecio y que no se preocupara demasiado. Eso la reconfortó mucho que esbozó una pequeña sonrisa y susurró un «gracias». ¿Debería matarla por dejarle en evidencia siempre?

—Dejemos a un lado la parte tierna, por favor —gruñó Crocodile.

—¿Qué pasa? ¿Tienes celos? —preguntó Doflamingo con esa sonrisa socarrona creyéndose superior a todos ellos.

—Eres insoportable.

—Yo solo comento lo que veo —ríe.

—Yo solo quiero saber a dónde vamos ahora —espetó, encendiendo un puro—. Este sitio es enorme y no lo conozco muy bien.

—Raro de ti porque viajas mucho al igual que yo. —El hombre de tres metros se puso de pie caminando con mucha tranquilidad en la zona de acampada—. Estoy casi seguro que nos estamos acercando a un pueblo. No recuerdo exactamente el nombre, pero es un pueblo bonito y llamativo, dedicado a los balnearios.

—¿Un balneario en medio de la selva? —Paulie no se lo creía.

—Todo es posible. Y seguro que la pequeña Hall Lókë también cree posible.

No iba a mentir. Desde que llegó al planeta Panx todo lo que se encontraba se volvía realidad. En la Tierra esas posibilidades eran nulas. Había proyectos, sí, pero nunca salían a la luz o rechazados por los gobiernos de cada país. Aquí las cosas eran diferentes. ___ asintió con la cabeza afirmando lo que dijo Doflamingo.

De repente, escuchó unas alas revolotear por la zona y alzó la cabeza encontrándose a la paloma blanca de Lucci posarse en el hombro de su dueño. Ella empezó a gorgojear, hablando con la chica porque era la única que la entendía. Vaya, que información tan interesante.

—¡Doflamingo tenía razón! —exclamó la joven poniéndose de pie de golpe—. ¡Hay un pueblo muy cerca donde estamos nosotros y hay un montón de puestos de balnearios!

—¡¿Cómo?!

—No puedo creer que el Rey de Dressrosa supiera sobre el paradero de ese sitio —habló Spandam temiendo lo peor y su vida.

—Por eso soy el rey.

—No te pongas orgulloso por tener un título, pajarraco.

—¡Hattori, guíanos!

La paloma gorgojó de nuevo abriendo sus alas para emprender el vuelo. ___ corrió tan rápido como pudo para coger sus cosas y seguir al ave. Los otros fueron detrás de la joven para no perderla de vista. Y algún que otro no deseaba estar en esa selva por más tiempo porque, en cualquier momento, una bestia los atacaría y no tendría piedad alguna. Hattori volaba no muy alto esquivando cada rama que se le cruzaba de su camino. Y dejó de hacerlo al posar sus patas en una señalización.

___ se colocó a su lado no apartando su vista en ella hasta que giró la cabeza al frente asombrándose mucho. Un pueblo enorme que albergaba un montón de casas de tejado rojo y paredes blancas. Los restaurantes se les diferenciaba por tenerlas de color canelo. Los balnearios se situaban atrás de una gran montaña volcánica representando un gran edificio con farolas y adornos decorativos junto con una pancarta con el nombre de "Balneario Jungla". Curioso el nombre. Debía ser una empresa muy poderosa.

La joven estaba absorta e hipnotizada al ver tal belleza. Mira que en la Tierra había sitios impresionantes y seguramente que habrá más en este planeta. El atardecer de aquí debía ser impresionante. No esperó un segundo que bajó por aquel camino de escaleras que construyeron los aldeanos para recibir a los turistas. Esto no se veía todos los días. Observaba con detenimiento a la gente con una sonrisa en sus labios y dándole la bienvenida. Personas amables con un gran corazón.

Sus pies se movieron por sí solos queriendo explorar un poco más. Probar esos platos típicos del pueblo, relajarse en los balnearios... ¡Estaba en el paraíso! Y se paró en seco porque unos niños aparecieron entre una de las casas jugando al pilla pilla. Menos mal que no se topó con ellos y que hubiera un accidente. No desearía encontrarse a una madre enfurecida. Este pueblo estaba vivo. Sobrevivían a base de restaurantes y del gran balneario. Entonces recordó lo sucedido con Paulie que se sonrojó abruptamente.

—Tuviste oportunidad y no lo aprovechaste.

La voz de Cracker resonó atrás suyo y giró 90º para encontrarse a los chicos, sobre todo al peli-morado echándole la bronca al pelirrubio que estaba más rojo que un tomate.

—¿Quieres callarte la maldita boca?

—Pero, oye, a lo mejor las estrellas se alinearon y te están dando esta oportunidad.

—¡Cállate!

De verdad, a veces a ella le daban ganas de meterlo un periódico en la boca porque era demasiado directo. Un «¡oye!» gritó Cracker no gustándole mucho la idea. Lucci se puso al lado de la joven analizando el entorno. Mucho ambiente. Ningún Hörrox. Todo esto le daba muy mala espina.

—Deberíamos seguir caminando —informó.

—¿Y perderte todo esto? Mira que eres aburrido —dijo ___ adelantándose un poco más.

—Sabes quién eres y esta gente te puede delatar —susurró a modo que ella lo escuchase.

—Si no llamamos la atención todo estará bien.

Ella siempre estaba buscando el lado bueno de las cosas. El moreno no le quedó más opción que callarse porque, por una parte, ___ tenía razón. Si no muestran sus tatuajes, no pasará nada. Sin embargo, no era buena idea aproximarse al balneario porque ahí sí que estarían perdidos. Y no parecía que le importaba mucho.

—Déjala —le recomendó Doflamingo—. Es joven y tiene ganas de explorar este sitio. Nosotros no podemos impedírselo.

—Hasta que llegue lo peor. —Smoker no andaba con chiquitas.

—No podemos relajarnos —recomendó Katakuri—. El enemigo está presente en nosotros y estoy seguro que en este sitio nos encontraremos a uno.

—¡Están esos tipos llamados Mrak!

—¡Shhhh! Spandam no alces la voz —la advirtió Kaku.

—Aún no sabemos quiénes son —informó Mihawk—. Solamente sabemos que no desean que lady destruya la maldición.

—Y la pregunta del millón es cuántas más. —Crocodile ya se estaba cansando de todo esto.

—¡¿Queréis dejar de hablar y venir?!

___ ya les llamó la atención. Cuando se enfadaba, era una mujer peligrosa y con mal carácter. Era mejor no enfurecerla, aunque a más de uno le daba mucha gracia y eso lo convertía en una diversión más. La chica sentía ganas de hospedarse en el balneario, por lo menos descansar los pies hasta el día siguiente. Un baño relajante le vendría bien, así se quitaría toda la suciedad encima. Todo recto. Ese era el camino.

Las puertas estaban abiertas para dar bienvenida a los nuevos inquilinos y se sorprendió aún más. El espacio era tan grande que ahí cabría perfectamente un elefante. Muebles caros y lujosos, lámparas de telaraña colgadas en el techo, un mostrador limpio sin ninguna mota de polvo y tres señoritas para atender a los futuros clientes. Otra vez se quedó impactada y no parecía que iba a parpadear hasta que una de ellas se aproximó a ella, despertándola del trance.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla?

—Oh, perdona. He flipado con la decoración de este sitio —se disculpó.

—No es la única que nos lo dice. Hay mucha gente que viene aquí para... ¡Oh, Doflamingo-sama!

El pelirrubio de tres metros se aproximó e inspiró el sitio recordando grandes momentos. ___ ya sospechaba que él era un cliente habitual.

—¡Bienvenido de nuevo!

—Gracias —agradeció, metiendo la mano en su camisa para entregar una especie de tarjeta—. Somos once personas y necesitamos un cuarto. Y, si es posible, una grande.

—¿Una grande? ¿Compartida? —La recepcionista estaba sorprendida, incluso se puso muy roja teniendo malos pensamientos.

—Exactamente. ¿Es posible?

—Se lo miraré en un momento. —Se retiró un momento.

—¿Una habitación grande?

—A lo mejor aprovechamos ese momento para tener una orgía —susurró con una sonrisa lasciva.

—¡Yo no voy a tener una orgía con todos ustedes! —alzó un poco la voz. No demasiado para que no cantara mucho. La recepcionista volvió.

—Tiene suerte, Doflamingo-sama. Tenemos uno disponible.

—¡Genial! ¡Son buenas noticias!

—Síganme, por favor.

Una cosa estaba clara: nadie de este lugar sabe quiénes eran realmente. Hall Lókë y Mändras escondidos en un sitio apartado a la mano de Dios. Como se dijo anteriormente, el lugar era enorme capaz de meter a cualquier bestia gigante. ___ aún estaba molesta por ese comentario tan absurdo que hizo el Rey de Dressrosa. Además, no todos estarían de acuerdo en tener relaciones con ella con todos ellos en medio. Cracker ya explicó que si, eso ocurriría, pues el Mändra más fuerte tendría mayor ventaja.

La recepcionista los llevó al fondo del pasillo donde había unas puertas gigantes casi de palacio. La joven las abrió con una llave y se hizo a un lado para que lo observaba detenidamente. La cara de ___ brillaba con devoción. Armarios gigantes, adornada por dos lámparas de telaraña. A mano derecha se encuentra el baño. Y... un momento. Su rostro cambió por completo al ver que solamente había ¡una cama enorme que ahí perfectamente podían caber veinte personas! Esto era una broma.

La chica se retiró, dejando a los invitados a que disfruten de su gran velada. Definitivamente, hoy iba a matar a alguien. El primero en correr, saltar y acostarse en el colchón mullido fue Cracker. Estaba más gusto que una perdiz. Ya la idea de quedarse ahí no era buena.

—Es bastante espaciosa —irrumpió el silencio Paulie.

—Prefiero mil veces que cada uno tenga su propia habitación.

—Que aburrida eres, Hall Lókë. —Doflamingo se colocó atrás suyo—. ¿Seguro que no quieres divertirte con nosotros?

—Otro comentario más y te escupo fuego —amenazó.

—¿Sabes? ES preferible que estemos todos juntos —comentó Crocodile recibiendo una mirada asesina de la chica—. Y no en el sentido en que tú piensas. Lo digo por si alguno le pasase algo y reaccionamos rápido.

—Qué aburridos —bufó Donquixote.

Quien estaba intranquilo con todo esto era Lucci. Siempre tenía el instinto de supervivencia activada por si ocurría algo improvisto. Él estaba al lado de la ventana observando de reojo la montaña. Se decía así mismo que había algo oculto.

¿Un Mrak tal vez? 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top