Capítulo 8. El ser de la oscuridad

Olor a excrementos y muerte inundó sus fosas nasales. Para amortiguar el olor tuvo que taparse la nariz con la manga de su camisa. Un olor nauseabundo que daban ganas de vomitar. Ya estaban en la cima de la montaña donde un lago negro los esperaba. Este lugar estaba maldito por aquella magia extraña que aún desconocía el motivo. La altura era prominente. Cualquiera que se acercara al borde caería a causa del musgo negro. No verdad, negro como el carbón. ___ buscaba algún indicio de un árbol o algo por el estilo, pero solo veía el lago y una tierra seca.

—Este sitio me está provocando náuseas —comentó Spandam tapándose la nariz.

—¿Y ahora qué? —preguntó Paulie.

—Eso intento saber —respondió la chica—. Con el árbol fue distinto porque era el guardián del lugar, pero aquí no sé qué poder está dormido.

—¿Y si tiramos una piedra y lo averiguamos?

—No creo que sea buena idea, Cracker —añadió Katakuri viendo a su hermano coger una pequeña piedra.

El joven Charlotte lo ignoró completamente y la lanzó hacia el centro del lago esperando que algo o alguien resurgiera de las entrañas. Unos segundos. Un minuto. No pasó nada. ___ tuvo que rodear un poco a ver si encontraba algún indicio de marca o señal. Pero no había nada. Recuerdos divagan en su cerebro viendo esos muñecos que decoraban todo el bosque a modo de advertencia. Realmente quería saber cómo derrotar la maldición. Necesitaba una señal. Una voz. Esa sustancia negra no ayudaba a ver su reflejo en el agua. Con valentía aproximó su mano al filo de la orilla y menos mal que sus sentidos estaban agudizados porque la apartó cuando la sustancia cobró vida a punto de cogerla.

Estaba claro que era aquí donde deberá romper la maldición, pero ¿cómo? Si mete su cuerpo no podrá huir de las garras de la bestia que dormita en las profundidades. No había nada que la indicaba. Una voz. Un suspiro. Solo ella y la maldición. Entonces no le quedaba más opción que sacar a la Gran Dragona que llevaba en su interior. Se colocó en una posición firme, mientras su abdomen se encogía, aspirando todo el aire posible en sus pulmones. Cuando llegó a tal punto que no podía más exhaló fuego por la boca hacia el lago.

Un grito de un monstruo escuchó no gustándole demasiado lo que estaba haciendo ___. Su debilidad era el poder de Hall Lókë, como ocurrió en el bosque. La joven finalizó porque se quedaba sin aire fijándose que la sustancia negra que cubría el agua se apartó, dejando ver la claridad del lago. No todo estaba perdido. Había esperanza. Sin embargo, nunca esperó que eso provocara que el espíritu de la maldición apareciese y la agarrase del cuello. Los Mändras se dieron cuenta de ello y acudieron su rescate, pero la viscosidad de aquella esencia se los impidió, agarrándolos con firmeza. Los Äkuma tenían una debilidad: el agua.

___ intentaba todo lo posible para zafarse del agarre. Era inevitable. La criatura, aún cubierta por la sustancia, hacía acto de aparición. Un monstruo de lodo negro cubierto por una calavera de cabra. Lo único visible de él eran sus ojos rojos y unas manos capaces de desfigurar el rostro de sus presas. La peli-(c/c) se estaba quedando sin aire. Solo se limitaba a ver a su atacante. El monstruo del lago, como lo llamó ahora, estaba furioso por el repentino ataque de su rival.

Hall Lókë, morir —susurró su nombre cual viento que sopla.

—Yo no voy a morir —aclaró.

—No puedes romper la maldición de los dioses. Ya has roto una. No consentiré que lo hagas con esta.

—¿La maldición de los dioses? —repitió.

—Eres muy joven todavía para comprenderlo todo. Tu existencia debe terminar con otra maldición de los Mrak. Maldición que te enterrará a ti y a los Mändras.

La joven no estaba entendiendo nada. ¿Quiénes eran los Mrak? ¿Por qué hacían esto? ¿La maldición de los dioses? Muchas dudas surgieron en su cabeza. O intentaba recabar dicha información ya que su cerebro no estaba recibiendo suficiente oxígeno. Se estaba quedando sin aire. Iba a morir ahí mismo. De repente, una cuerda golpeó a la criatura que la soltó de golpe y ella se agarró del cuello, mientras tosía con fuerza y recuperaba el aliento. Alzó la vista encontrándose a Paulie sujetando la cuerda.

La criatura del lago rugió muy cabreada. Movió sus dedos siendo un títere obligando el agua a presionar más el cuerpo del pelirrubio. Sin embargo, no se esperó que ___ se atreviese a morder su mano cual dragona que era, impidiendo que su deseo se cumpla. El sabor era asqueroso, pero valía la pena salvar a los chicos. No iba a permitir que su misión fallase por un ser que ni siquiera conocía. La criatura, que se hizo llamar un Mrak, la apartó con su otra mano dándole un zarpazo con sus garras afiladas.

Sangre corría por su mejilla. Y no era suficiente. Aún tenía fuerzas para seguir peleando sola porque los otros no podían. Inhaló aire de nuevo para atacar con fuego de nuevo. El Mrak fue más rápido e invocó el lago para que no realizara su próximo ataque. Lo único que no sabía que ella fue entrenada por Rayleigh para prevenirlas. ___ los esquivó a tiempo y escupió fuego. El ser se ocultó bajo el agua no queriendo recibir esas llamas purificadoras. Aunque sea su debilidad no era lo suficientemente poderoso como para destruirlo.

Esa criatura estaba jugando con ella. Muy lista. No iba con rabia como el anterior enemigo. Esto era más personal. También buscaba la manera de que soltara a los chicos, pero por más que lo intentaba él aparecía para impedirlo. No era para nada idiota. Sabía las intenciones de Hall Lókë. La joven ignoraba la herida de su mejilla, pero no negaba que la estaba quemando por dentro. Ese ataque ya lo vio antes. Su antepasada recibió algo similar. Ese ser quería hacer lo mismo, pero se suponía que quien la atacó era el antepasado de Enel. ¿Qué estaba pasando?

_Se acabó, Hall Lókë.

El fin se aproximaba. Olía un peligro que se avecinaba. Sus pies estaban listos para moverse con rapidez. El Mrak alzó los brazos, mientras hablaba palabras extrañas que uno no podía descifrar. Era la misma muerte, pensó ___. El líquido negro del lago se elevó para formar una especie de lanza gigante para atacarla. Se juró no rendirse y no lo hará en este mismo instante. Lo derrotará. Lo destruirá. Liberará a su antepasada. Ese era su objetivo principal. Era su mayor deseo.

Cuando la criatura estuvo a punto de atacar una ráfaga de luz lo cegó por completo y su ataque se desvaneció. Estaba gritando de dolor y de rabia por caer en una trampa tan básica. A ___ no le afectó. Y se dio cuenta que aparecieron diez sombras alrededor del lago. Por su poder y por su olor diría que eran los antepasados de los chicos. De nuevo acudieron a su ayuda. La joven giró un poco la cabeza hacia la izquierda y ahí estaba su ancestro. Sus plegarias fueron escuchadas.

Los Mändras volvieron a tomar los cuerpos y espíritus de sus descendientes porque ellos mismos no estaban físicamente preparados para atacar a Mrak. La prisión de agua se rompió liberándolos completamente y formaron un círculo. La criatura ya supo lo que iba a pasar. Rugió con fuerza para deshacer ese gran poder, pero no hubo ningún resultado. Solo un poder tan grande podía destruirle. La unión de ancestros y descendientes era irrompible. Estaba acabado. Su magia no podía contrarrestarla.

___ sintió la mano de su antepasada coger la suya aportándole toda su fuerza para acabar con el mal del lago. Con la oscuridad. La sangre de Hall Lókë corría por sus venas. El fuego atravesaba por todo su cuerpo sintiendo un gran ardor en su pecho. Tanto que daban ganas de escupirlo. Y así lo hizo. Ambas dragonas liberaron un lanzallamas de rojo y naranja quemando por completo al enemigo. La criatura gritaba de dolor y corría de un lado para otro para pagar el fuego, incluso invocó al agua y no obtuvo respuesta. La magia de la Gran Dragona acabó con él. Acabó con la oscuridad del lago.

Poco a poco la sustancia negra iba desapareciendo dejando ver, por primera vez en mucho tiempo, la claridad del agua. Limpia como la seda. ___ cayó de rodillas un tanto rendida, mientras que los chicos volvían a retomar sus cuerpos. Aún no estaban acostumbrados que unos espíritus entrasen sin ningún tipo de consentimiento. Pero se acabó. Este lugar ha sido liberado por la maldición de la criatura. La joven vio a su antepasada reunida con los otros. Ya no era un ser de agua, sino una humana normal y corriente, pero que formaría parte del lago.

—¡Espera! —gritó, ya atreviéndose a meterse en el agua sin tener miedo—. Dime que está pasando. ¿Quién es ese Mrak? ¿Qué es la maldición de los dioses? Tú tienes que saber algo.

—Al igual que tú lo desconozco —respondió—. Es la primera vez que escucho algo así.

—Pero tú has estado más tiempo aquí junto con la primera, ¿no?

—Y eso no implica que yo sepa algo. Desconozco si las demás saben algo con respecto a la maldición. Lo único que sé es que tú, Hall Lókë, debes romperlo para que la luz domine el planeta Panx.

No obtuvo más respuestas porque desapareció junto con los Mändras siendo absorbidos por el agua puro del lago. Todo esto se estaba volviendo muy confuso para ___. ¿No se suponía que tenía que derrotar a Enel? Ahora se encontraba con un enemigo mucho más poderoso: los Mrak. Ella miró a los chicos preguntándose si sabían algo.

—No preguntes algo que no sabemos —respondió Smoker—. También estamos confusos.

—¿Y los ancianos no os ha contado algo?

—No paraban de contar que los Hörrox deben destruir a Hall Lókë y los Mändras por ser una amenaza. El único que podía salvarlos es Kami. Y siempre volverá una más para derrotarlo y que la oscuridad envolviese nuestro planeta —comentó Crocodile.

—Y nosotros dudamos sobre ello. —Katakuri sacudió sus ropas—. Los habitantes de nuestro planeta temen a Kami y dicen esas cosas para no darle la espalda.

Una forma de persuadir el enemigo. Pero ¿y si ella era la mala después de todo? No. Su antepasada le dijo que debía liberar la luz del planeta. Entonces lo que estaba haciendo era lo correcto. No estaba haciendo daño a nadie, sino destruir aquello que estaba perjudicando a los habitantes. Luego cayó en la cuenta que el resto del grupo no estaba, sin embargo, un ser alado apareció del cielo aterrizando a donde estaban ellos. El resto estaba a salvo de las garras de los Hörrox gracias a la ayuda de Trico. El gran animal no dudó en aproximarse a ___ para averiguar que estaba bien.

La chica agradeció a la criatura acariciando su gran morro para que estuviera tranquilo. Era fiel a ella y a nadie más. Ellos tenían una conexión especial. Lo supo desde que la bestia la llamó desde aquella torre abandonada en Water 7. Sin embargo, su mente estaba en otra cosa, en lo sucedido de hoy y en el bosque. Esa situación era su misión junto con los Mändras. No le dio tiempo a reaccionar porque Trico, con su boca, agarró sus ropas para colocarla en su lomo y bajar de aquella montaña junto con el resto del equipo.

No había rastro de los Hörrox. Ni de aquel hombre que le gustaba cumplir sus misiones. Se marcharon o seguramente estarían escondidos en los arbustos para atacarlos sin cesar, pero no era así porque Trico ya hubiera gruñido y sus ojos se tornarían de color rosa. Ya en tierra firme todos se bajaron de la bestia a salvo de la peligrosidad del lago.

—Ray-san —llamó al ermitaño—, quiero que tú y el resto no nos sigáis.

—¿Qué? —Esa propuesta lo extrañó.

—No pienso abandonar al joven amo —respondió con dureza Vergo.

—Sé que tú y Monet no queréis dejar a Doflamingo, pero lo que está pasando tiene algo que ver conmigo y con los chicos. El bosque, ahora en el lago... No quiero que penséis mal, pero sois una carga para esta misión. Quiero saber lo que está pasando. A qué enemigo nos estamos enfrentando.

—¿No es Kami el enemigo de Hall Lókë? —preguntó Tashigi, ya muy confusa.

—No. Mientras estábamos, arriba la bestia que protegía el lago dio un nombre: Mrak —habló Smoker para que su compañera supiera el motivo de la decisión de ___.

—Nunca lo he escuchado.

—Por eso tiene algo que ver conmigo y con los chicos —repitió la chica—. Ese ser no quiere que salvemos el planeta y me gustaría saber el porqué. ¿Yo realmente soy la enemiga junto con ellos? ¿Enel es el salvador? Pensé que tenía las cosas claras al llegar aquí, pero cada vez me crean más dudas de quien soy y qué hago aquí.

—Eres Hall Lókë —aclaró Rayleigh—. La elegida para salvar el planeta Panx y "casarte" con uno de los Mändras para otorgarte poder y derrotar a Kami. El dibujo que tienes te representa. Eres lo que estaba esperando los habitantes del planeta. No obstante, entiendo que estés confusa por este nuevo enemigo y entiendo que quieras ir tú sola junto con los chicos. Tú eres la Gran Dragona y, si esta es tu decisión, entonces lo aceptaré.

___ agradeció enormemente que el anciano lo haya aceptado.

—No sé cuanto tardaremos, pero si quisiera pediros el favor de reunir un ejército para derrotar a Enel.

—¡¿Estás loca?! —gritó Spandam.

—Yo creo que ya está loca de por sí, cobarde —manifestó Doflamingo con una sonrisa torcida típica de él.

—Estoy de acuerdo con Spandam. —Paulie apoyó las manos en los hombros de la joven para que lo mirase—. Nadie querrá unirse a ti por miedo a Kami.

—Si alguien se revela ante un dios no dudarán en matarlo —dijo Crocodile sin expresión alguna en su rostro.

—Deberían dejar de temer a un dios que es egocéntrico. En esta última visión que vi de mi antepasada, un antiguo dios la mató e hizo esto. No sé si invocó a ese Mrak para poner una maldición en el lugar. Lo único que sé es que yo no seré derrotada por Enel y que la historia se repita. Seré la última Hall Lókë que romperá esta especie de maldición. Y yo creo que vosotros estaréis de acuerdo conmigo.

Esa pregunta se la hizo a los Mändras que se miraron entre sí. Ya ellos sufrieron ante la discriminación de su pueblo por ser el Elegido de la Gran Dragona a causa de su mandala. El pueblo no dudaría en entregarlos a Kami para que hiciera un sacrificio. Por ello, unos prefirieron esconderse del resto del mundo u otros ser uno más, pero escondiendo aquello que los representaba. Luego miraron a Katakuri quien era el más viejo del grupo. Sí, era el cabecilla de los Mändras por su gran poder a diferencia de los otros.

El hombre de ojos granates observó a cada uno y después a ___. La mirada de la joven representaba valentía y determinación. Estaba dispuesta a derrotar al dios cueste lo que cueste. Él suspiró suavemente y asintió con la cabeza aceptando la verdad. Si morían en el intento, otra generación aparecerá y sufrirá las mismas consecuencias que ellos. Destruir esta maldición era lo mejor.

—Viendo que ya habéis tomado la decisión, os sugiero ir a un sitio que seguramente tendrá esa respuesta que tú buscas, Hall Lókë.

—Ah, ¿sí? ¿Dónde?

—Ohara.

—¿La isla del conocimiento? —preguntó Lucci.

—¿Lo conoces?

—Los Hörrox lo conocemos demasiado, Kitten. Es un lugar donde guarda la historia del planeta Panx desde hace 5.000 años. Allí habitan muchos arqueólogos.

—Genial y otra cosa: ¡no me llames Kitten, descarado! —exclamó muy cerca de su oído y él no se inmutó de su sitio.

—En el sexo te gustará que te llame así.

—¡Eh! ¡Ni se te ocurra tocarla! —gruñó Cracker no gustándole la idea. Ya tenía suficiente que Smoker y Kaku se acostaran con ella.

—Bueno, como iba diciendo —interrumpió Rayleigh—, como dijo Lucci, ahí seguramente tendrán información de los Mrak.

Sí, era un buen sitio para empezar. Entonces sintió un pequeño cabeceo chocar en su espalda y se giró para encontrarse a Trico que la miraba cual cachorro miraba a su madre. Era señal de que quería ir con ella a lo que ___ esbozó una pequeña sonrisa.

—Lo siento, Trico. Eres demasiado grande para que nos acompañe, sin embargo, estate atento por si necesitamos tu ayuda para cualquier cosa.

La bestia emitió un gruñido de conformidad por la decisión que tomó la Gran Dragona. Y todo dicho, el grupo se dividió porque ___ no deseaba que su misión se atrasara. Las únicas personas que sabían donde estaba la isla de Ohara eran Smoker, Lucci, Kaku y Spandam. Primero debían pasar por un pueblo y así descubrir a que dirección ir porque en medio de esta selva junto con el río les era imposible, ya que el guía fue Rayleigh.

Solo esperaba que lo que hacía era correcto.

🐉 🐉 🐉 🐉

En un lugar muy lejano, un dios observaba todos los pasos de Hall Lókë desde el cielo. Ya vio como derrotó a los dos espíritus de la maldición y que su poder estaba creciendo por cada liberación. Esto era un mal presagio. Su misión era detenerla, pero era demasiado orgulloso y juguetón para hacerlo. Quería que la chica obtuviera el máximo poder para enfrentarse a ella y así demostrar que ningún ser podía derrotarle.

Enel se encontraba sentado en su trono con mala gana mordiendo una manzana, mientras unas plebeyas lo abanicaban. Él fue elegido por sus antepasados para gobernar este planeta caótico. La maldad se apoderó de ella y él solo deseaba protegerla de aquellos que interrumpan la paz. Ya ni recordaba como llegó ahí. Cómo llegó a ser un dios. Solo se limitaba a escuchar voces en su cabeza que le decían lo que tenía que hacer. ¿Su consciencia quizá? Ya ni él estaba muy seguro.

Tan solo tenía un simple objetivo: matar a la Gran Dragona. Su mantra le estaba avisando del siguiente movimiento de la chica. A cien kilómetros se estaban dirigiendo a un pequeño pueblo donde ahí custodiaba otra maldición. Esta era un poco más poderosa que la anterior. Iba a dar el siguiente mordisco, pero se detuvo porque sentía una presencia atrás suya. Les dijo a las plebeyas que se marcharan, que lo dejasen solo. Solo tardaron un minuto para retirarse y estar a solas del ser que poco a poco aparecía.

Una criatura humanoide que vestía ropas viejas creadas por algún árbol fuerte y antiguo. Cada paso que daba un sonido de cadenas de huesos chocaba una entre otras. Un pequeño golpeteo en el suelo creado por un bastón. Su rostro era una calavera con forma de dragón ya que tenía cuernos. Su poder era tan grande que hacía estremecer a cualquiera, incluso a Enel. Este solo le miraba con desaprobación que bufó por lo bajo.

—¿Qué quieres? ¿No ves que estaba tomando un tentempié?

Hall Lókë se está haciendo más fuerte y tú solo te limitas a comer —susurró la bestia haciendo aparecer un ojo blanco para mirar al dios del planeta.

—Porque no estoy para nada preocupado. Tú y tus amigos podéis acabar con ella sin ningún problema.

—Te recuerdo que quien debe matarla eres tú. Eres Kami. Eres la persona más indicada para destruirla.

—¿Y si quiero que os mate y así poder enfrentarme a ella en su poder máximo?

La criatura rugió no conforme a la respuesta de Enel. Las farolas se apagaron porque un viento atroz entró en la sala y el dios se estaba dando cuenta que olía a muerte. Sonidos raros, como si un chamán estuviera invocando, escuchó. Provenía de la propia criatura que no estaba de humor a lo que alzó los brazos a modo de rendición.

—Vale, vale. Se me olvidaba que eras el Mrak más poderoso de tus hermanos y no te gustan las bromas.

—Sabes que soy capaz de arrebatarte la vida sin piedad. No eres inmortal, Enel —advirtió—. Nosotros, los Mrak, te escogimos a ti porque tus antepasados nos lo dijeron. Nosotros tuvimos la esencia de tus antepasados y te lo dimos a ti. Si sigues jugando porque crees que eres superior a nosotros, estás muy equivocado.

—¿Fuisteis vosotros? Ya de eso ni me acuerdo —dijo.

—Es tu decisión dejar que Hall Lókë sea más fuerte, pero te advierto que estás cometiendo un grave error. Hay que matarla. Hay que arrancar su corazón.

El Mrak iba desaparecieron no dejando ni un tipo de rastro, pero una cosa dijo antes de marcharse:

«Hall Lókë debe ser engullida por la ira de los Mrak».

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