Capítulo 19. Un ejército

Esa luz que desprende aquella piedra llegó a los rincones del mundo. Eso incluía a la fortaleza dónde vivía Enel. Ese ser a quien se consideraba un dios abrió los ojos de golpe. Todos los recuerdos de ___ renacieron. Ella era su hija. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Por qué estaba peleando con ella? Unas cuantas lágrimas resbalaron por su rostro dándose cuenta el monstruo que se convirtió bajo las órdenes de los Mrak.

Todo lo que vivió fueron imágenes falsas que crearon esos seres antiguos. Ellos manipularon su mente pensando que él nació en el planeta Panx siendo elegido para gobernar. Todo fue una falsa.

Los verdaderos recuerdos florecían poco a poco. Su pequeña ___. Ella era todo para él. Su madre no se pasaba todo el tiempo cuidándola porque era una pérdida de tiempo, pero para Enel era todo lo contrario porque aprendía mucho de ___ y ella de él. Eran dos ángeles que se complementaban entre sí. Y recordó aquel suceso.

Una luz blanca hizo acto de aparición en la terraza de su casa despertando su atención. Su intriga creció bastante porque no estaba seguro si era peligroso o no. Lentamente se levantó de la cama para dirigirse hacia el pasillo e ir directamente a las escaleras, no sin antes echar un vistazo a su niña durmiendo. Estaba bien. Todo tranquilo. Luego continuó, ya llegando a la terraza.

Se preguntó si esto era una invasión de alienígenas porque la forma de ese aro de luz era bastante curiosa. Enel extendió su brazo averiguando si se quemaba. Era una sensación agradable. Poco a poco iba entrando y echó una mirada hacia arriba a ver si encontraba algo, pero todo fue tan rápido que no le dio tiempo a reaccionar.

Estuvo años y años siendo torturado por los Mrak. El brujo le decía una y otra vez cuál era su misión, pero él se negaba a convertirse en un títere de ellos. Sin embargo, la magia de esa especie era tan poderosa que todos sus recuerdos se borraron. Enel se convirtió en el nuevo dios del planeta Panx portando consigo en su espalda tambores unidos por un aro y un bastón indicando su grandeza. Todos le temían.

Enel cayó al suelo impactado con toda la información que vino de golpe. Sus manos temblaban y las llevó hacia atrás para tocar aquel aro. No fue un sueño. Todo fue real. Era un dios con un objetivo: matar a Hall Lókë. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que matar a su hija?

—Parece que la verdad ha salido.

Sus ojos azules miraron hacia adelante. El brujo estaba ahí de pie sin ningún tipo de emoción alguna. Era difícil descifrar por la máscara que portaba. Enel apretó los dientes furioso, tomó el bastón y se iba levantando poco a poco.

—Vosotros… sois unos malditos manipuladores —habló—. Durante todos estos años, no he tenido la oportunidad de ver a mi hija crecer. —El bastón empezó a emitir descargas eléctricas mostrando el enfado de un dios—. ¡No os lo perdonaré nunca!

—Tendrás que dejar de lado esas emociones absurdas —le aconsejó.

—¡Lo que yo siento no es absurdo! ¡Pagaréis por todo el daño que habéis hecho!

—Yo no lo haría. Fuimos nosotros quienes te hemos proporcionado ese poder y podemos quitártelo sin ningún problema.

—¡Entonces lo aprovecharé al máximo!

Los tambores se electrificaron a causa del bastón. Enel estaba a punto de atacar, pero todo fue invano. Todo se volvió oscuro. Un frío intenso inundó los sentidos a Enel. Esta sensación ya la conocía antes. Un fuerte dolor de cabeza surgió a lo que él gritó con fuerza intentando todo lo posible en tranquilizarlo.

—¿Te recuerdo quiénes somos? Somos la propia oscuridad que gobernará esta galaxia patética. Todos necesitamos ser gobernados por seres superiores como nosotros. Tú, solo eres un peón y te necesitamos para acabar con esto. La décima Hall Lókë debe morir para abrir la puerta para que la oscuridad caiga completamente.

—¡No… lo… permitiré! —mascullaba.

—No eres nadie sin nosotros, Enel —informó—. El hechizo de nuestra hermana y padre debe romperse.

—¡¿El… hechizo?!

—Aparte de reencarnar una y otra vez mediante palabras absurdas, hay un límite —continuó—. Son diez palabras igual a diez Hall Lókë. Lo que significaba que si matamos a la décima, todo acabará. ¡Y los Mrak podemos gobernar todo sin que nadie se interponga en nuestro camino!

Enel intentaba todo lo posible para lanzar un ataque, pero el dolor era tan inminente que era una misión imposible. El brujo Mrak se acercaba lentamente hacia el hombre y agarró su cabeza haciendo presión para que sufriera aún más.

—Solo un poco más, Enel. —La oscuridad de alrededor empezó a entrar en el cuerpo del nombrado—. Solo debes cumplir una misión: matar a Hall Lókë.

Enel lucha internamente para que aquella masa llena de odio y sufrimiento no entrase más, pero esa oscuridad era diferente al resto. Era un hechizo creado por el brujo, en caso de emergencia. El cuerpo de Mrak iba entrando lentamente. Su intención era dominar su alma. Cuando lo hizo, toda la figura de Enel empezó a dar forma a una criatura horrenda con dos cuernos y escamas de dragón. Sus ojos azules cambiaron a unos rojos de sangre. Él empezó a reírse macabramente.

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Arabasta era una de las bases principales de los Hörrox. ___ y el resto fueron acompañados por esos soldados. Todos y cada uno de ellos miraban con curiosidad a ese grupo. Desde que descubrieron la gran verdad empezaron a respetar a la Gran Dragona. Ya no la veían como un enemigo, sino una salvación para el planeta. ___ se preguntaba si su padre estaba bien. Esos Mrak eran unos miserables por jugar con todos los sentimientos.

Aokiji y Kizaru guiaron al grupo hacia una carpa, donde estará su superior. Este tenía el pelo afro moreno, una barba notoria y larga en trenzas y unas gafas de vista. Tendrá que ser el cabecillo de los Hörrox. También había un hombre corpulento, pero este estaba dormido en una silla. Y el siguiente le daba mala espina a ___ por su cara arrogante. Tendría que ser un tipo que le iba a caer muy mal.

—Bienvenidos —saludó el hombre—. Mi nombre es Sengoku. Ya Smoker y los otros me conocen bastante bien.

Cuando los nombró, ___ echó un vistazo hacia los chicos. Ellos estaban con la espalda inclinada hacia adelante a modo de respeto. Sí, era una persona muy importante. Luego no se esperó que ese hombre llamado Sengoku se arrodillara delante suya.

—Sentimos todo lo sucedido. No sabíamos que estábamos siendo engañados.

—... Una disculpa no basta —aclaró ___ apretando con fuerza los puños—. Casi morimos a causa de vuestro grupo. ¿Cómo puedo perdonar a los Hörrox por causarme sufrimiento y a los Mändras?

—Tiene razón. No merecemos su perdón, pero podemos hacer algo —dijo Sengoku—. Ahora sabemos quien es el verdadero enemigo, gracias al poneglyph.

Ahora se acordó.

—¿Dónde está la chica llamada Robin?

—No te preocupes. Ella está en una zona segura —aclaró—. Durante generaciones estuvo prohibido descifrar esas piedras, pero veo que era necesario para revelar la verdad.

___ estaba agradecida por todo lo que hizo esa mujer. Se fijó que Crocodile no se esperaba reencontrarse con la morena. Por lo que entendió, eran colegas porque cada uno tenía cierta destreza. Robin en descifrar los manuscritos y Crocodile, en su momento, el poder de ser el salvador de un reino que era Arabasta. Sí, se enteró de toda la noticia cuando tuvo el coito con él.

—¡Yo no me fiaría! —habló el tipo rudo—. ¡Como uno de los almirantes de los Hörrox no puedo permitir que Hall Lókë se salga con la suya!

—Akainu, tú has visto lo mismo que nosotros.

—¡¿Y si es una trampa?!

—Yo tambiéna lo dudé —dijo Aokiji—, pero estaba ahí y lo sentí en mis propias carnes.

—Lo mismo digo —defendió Kizaru—. Es difícil que esa piedra nos engañase. Aunque la señorita tuvo mucho valor en demostrarnos la verdad.

Akainu chasqueó la lengua viendo que sus compañeros no le daban la razón. El instinto de ___ le decía que no era un buen tipo. Deberá tener mucho cuidado con ese personaje.

—Desconocemos cuándo será el enfrentamiento de esos seres llamados Mrak —prosiguió Sengoku—, pero me imagino que no estarán con los brazos cruzados. Estarán ideando un plan.

—A mí quién me preocupa es mi padre, a quien todos considerais vuestro dios —se sinceró.

—Haremos todo lo posible en salvarlo. Ah, se me olvidó mencionar que encontramos a vuestra bestia junto con el resto.

¿Bestia? Solo había una criatura así. ___ usó su telepatía para comunicarse con la criatura y salió directamente de la tienda. Escuchó gritos de los Hörrox horrorizados por la presencia de la bestia alada que miraba con desprecio a esos individuos. No paraba de gruñir con cierta molestia.

—¡Trico!

La criatura escuchó el nombre de ___ y sus ojos rosas cambiaron a su tono natural. Trico corrió hacia su amiga con mucha felicidad. Empujó con suavidad el cuerpo de la chica y empezó a lamer y hacer sonidos de alegría absoluta. Ella no paraba de reír. Hacía muchísimo tiempo que no lo veía. Intentaba todo lo posible en abrazar la cabeza de la bestia.

—Me alegro de verte, Hall Lókë.

—... ¡Rayleigh!

—Hemos hecho lo que nos pediste, pero, como ves, la gente no quería hacernos caso —continuó hablando, mientras se acercaba y apoyaba las manos en los hombros de la chica—. Pero, finalmente, hemos conseguido un ejército enorme.

—¡Me alegro de verte! —No se contuvo en abrazar al hombre mayor que correspondió sin ningún problema.

—¡___-chan!

—¡Tashigi!

—Menos mal que estáis bien —dijo la morena, siendo acompañada por Monet y por Vergo.

—Yo también me alegro de veros.

El resto de Mändras se acercaron. El grupo acaba de reunirse. Todos sanos y salvos. Era una alegría para ___. La chica nunca perdió la esperanza en volver a encontrarlos, pero nunca pensó en estas circunstancias.

—¿Estás lista para la guerra? —preguntó Rayleigh.

—... Sí, pero aún nos queda por rescatar a unas cuantas.

—¿Sabes lo que pienso? —habló Crocodile—. Que los Mrak no son idiotas. Seguramente las estarán escondiendo en algún lugar.

—O los tengan ellos —prosiguió Paulie.

—... Las usarán para la guerra —pronunció ___.

Todos se pusieron tensos, menos el resto que no estaban entendiendo mucho. Claro, no sabían nada sobre sus aventuras. ___ les iba explicando brevemente todo el acontecimiento. El grupo liderado por Rayleigh estaba asombrado, menos Trico que se acostó y dio un gran bostezo para dormir. Sin embargo, todos sus sentidos se agudizaron y empezó a gruñir. Sus ojos se tornaron de color rosa notando una presencia maligna.

Por alguna razón, ___ lo notó también que alzó la cabeza para ver que era. Un destello se vio en el cielo y se aproximaba con mucha rapidez hacia la base de los Hörrox. Alguien gritó: «¡despejen la zona!». Todos obedecieron. Esa cosa se estrelló en el suelo destruyendo unas cuantas carpas y creando un gran agujero. Todos estaban curiosos de saber que era realmente.

La primera fue ___ quien bajó, resbalando por toda esa tierra destruida. El humo impedía que se viera, pero se desperdiga poco a poco. Una especie de pelota pesada tenía pegada un papel. La chica no dudó en agarrar y leer el contenido del mensaje. Era una advertencia de los Mrak. Atacarán en dos días el reino de Arabasta y conseguirán su gran objetivo. Esto no era bueno.

La joven salió con prisa del agujero para acercarse al almirante de la flota y entregar la nota. Este lo leyó detenidamente y su rostro se endureció considerablemente.

—¡Escuchadme todos! ¡En dos días, estos malnacidos atacarán el reino de Arabasta! ¡Tenemos que unir fuerzas con Hall Lókë y el resto del grupo para detenerlos! ¡La oscuridad no gobernará nuestro planeta! ¡Debemos protegerlo cueste lo que cueste!

Todos gritaron, estando de acuerdo ante las palabras de Sengoku. ___ miró hacia el cielo preguntándose si Enel estaría bien, pero tenía un mal presentimiento. Se llevó la mano a su pecho notando cierta presión en el corazón.

«Aguanta, papá. Tu hija ha venido a salvarte».

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