Capítulo 18. La caja de Pandora

___ fue la primera en despertarse. Observaba con detenimiento el paisaje que le daba el reino de Arabasta. Hogares, tiendas y, más allá, el propio desierto. Ella cerró los ojos dejando que la brisa caliente acaricie con suavidad su rostro. No le importaba quemarse un poco, no lo suficiente para no dañar su cutis. Miró hacia adentro viendo a los dos Mändras durmiendo con suma tranquilidad. Era la primera vez que veía a Doflamingo sin gafas. Él era atractivo a los ojos de cualquier mujer.

Toda la noche estuvo pensando en las palabras que le dedicaban los Elegidos al acabar el coito. Palabras provenientes en su idioma, pero que tenían un significado. Eran parecidas cuando su padre le cantaba aquella canción de cuna. Todo se estaba volviendo confuso para la joven que intentaba buscar respuestas.

Con mucho sigilo tomó sus ropas y la capucha para salir de aquella habitación. Ella decidió dar una vuelta por el lugar a ver si encontraba algo interesante. Un libro, tal vez. Los libros suelen esconder muchos secretos. Debería ir a una biblioteca. Ahí encontrará la información que necesitaba. Pero antes necesitaba asegurarse que ninguno de los Mändras estaba despierto para continuar con su camino.

Todos estaban dormidos porque sus mentes estaban en blanco.

___ se despidió de la recepcionista y salió del lugar. Una fragancia dulce inundó sus sentidos. Comida típica del lugar. Le dio algo de hambre, así que decidió comprar algo para desayunar, mientras ponía rumbo hacia la biblioteca. El vendedor le informó que no estaba lejos, solo tenía que caminar tres kilómetros. La peli-(c/c) agradeció humildemente. Le dije que no era complicado encontrarlo porque el edificio era enorme y se destacaba por su techo en forma de cúpula color verde.

Pues sí, lo encontró con mucha facilidad. Ella se adentra en el lugar teniendo mucho cuidado en no mostrar su antebrazo. La biblioteca estaba llena de Hörrox porque se enteraron de que aquel grupo fugitivo se encontraba aquí. Debería tener mucho cuidado y tener todos los sentidos activos.

La joven se quedó dudando a cual estantería ir. Tuvo la suerte de aprender el lenguaje de este planeta con mucha facilidad porque no era nada complicado. Sección “historia”. Ahí encontrará información acerca de Hall Lókë, aunque no mucha porque los Mrak habrán ocultado todo inventándose una gran mentira para que todos temieran a la Gran Dragona. En cada libro contaba la misma historia, pero en diferentes versiones. Hall Lókë debe encontrar a los Mändras y “casarse” para obtener un gran poder descomunal y derrotar al Dios del planeta Panx. Esa era la historia que conocía. Una vil mentira creada por esos monstruos.

Su olfato se agudizó, conociendo un olor muy familiar. Desde el hueco donde sacó uno de los libros visualizó a uno de los Hörrox que les atacó, cuando estaban en aquel río de la selva.

Momonga.

Pero no estaba solo. Estaba acompañado por otros dos nombres y en su abrigo portaba un símbolo que significaba «Almirante». Deben ser los superiores de Momonga. Uno de ellos tenía una mirada despreocupada, piel morena y pelo estilo afro. El otro portaba unos colores llamativos de color amarillo y unas gafas de sol. Tenía pinta de que eran fuertes esos tipos.

—¿Tenemos noticias? —preguntó el hombre de las gafas.

—Negativo, Kizaru-sama —respondió Momonga a modo de respeto a su superior.

—Está claro que Hall Lókë es escurridiza.

—Estarán escondiendo sus mandalas —habló el otro tipo—. Al menos sabemos qué aspecto tiene —dice, con un cartel en la mano.

«Mierda, esto no pinta nada bien», pensó la chica. Debía darse prisa en buscar el libro para irse de ahí. No quería que esos tipos sospecharan de ella y la atrapen. Entonces, con cierta desesperación, encontró uno que tenía información acerca del Siglo Vacío. Este tenía que ser clave. Se puso de puntillas tomando el libro en sus manos y se acercó hacia el mostrador para que la bibliotecaria lo registrara.

Sus oídos y su olfato estaban atentos si se acercaban esos hombres que estaban detrás suya. Solo suplicaba que la bibliotecaria se diera prisa. Y así fue. Agradeció a la anciana y se marchó sin levantar ninguna sospecha.

Si volvía al hotel, probablemente la siguieran por tener un aspecto sumamente sospechoso. Entonces decidió sentarse en un banco donde había sombra y empezó a leer detenidamente.

El libro cuenta un poco los relatos del Siglo Vacío. Una época dura para los habitantes del planeta Panx. Cuenta sobre la historia de unos seres que conquistaron el planeta y se desconocía el paradero de estos. Algunos cuentan que eran los Mrak y Hall Lókë fue una de ellas. Ella nació con la marca del dragón en su antebrazo. Con su poder eligió a diez mortales que fueron marcados por un mandala para derrotar al dios de aquel entonces.

Sí, esto tenía cierto parecido a lo que le contó aquel Mrak del volcán.

Prosiguió con la lectura.

La misión de Hall Lókë era liberar a los habitantes del planeta Panx del gobierno de ese dios que estaba siendo controlado desde las sombras por los Mrak. Estos seres, al saber que una de su raza los traicionó, decidieron maldecirla. Cada dos siglos hacían acto de aparición una nueva reencarnación. Dios, Gran Dragona o Elegidos. Todos ellos tienen un cometido. Había una historia detrás. Solo aquellos que eran capaces de descifrar los poneglyph custodiados por todo el mundo encontrarán la verdad.

En este libro encontraron todos los poneglyph y se estudió adecuadamente, pero faltaba uno por resolver que se encontraba en unas ruinas de Arabasta. Estas piedras escritas eran las causantes de guardar todo este secreto y el Gobierno prefirió esconderlo por órdenes del dios. Pero solo faltaba la clave para acabar con la maldición de Hall Lókë y el dios. Si algún día alguien encuentra este libro, el último manuscrito se encuentra al norte de Arabasta donde fue enterrado el primer rey de este reino.

___ terminó de leer porque el libro era pequeño y en sus hojas solo escribía poca cosa y más dibujos. Esto era una manera para disimular un poco el contenido y que una persona inteligente pudiera descifrarlo perfectamente. La chica vio esas ruinas antes de entrar al reino. Su cabeza giró para ver aquellas dunas altas. Tenía que salir de la ciudad para volver a encontrarlas.

La chica tomó rumbo hacia las murallas de la ciudad teniendo cuidado de no pasar al lado de los Hörrox. Todo el mundo salía y entraba al reino, así que no tenía ninguna dificultad. Se comportaba de una manera normal para no levantar sospechas. Ya estaba a punto de salir, pero se detuvo completamente porque vio a uno de los almirantes aproximarse. Era el tipo de pelo afro que miraba con despreocupación a su alrededor. Esto no pintaba bien.

Él tenía un cartel con su imagen. Si paraba a su lado, lo más probable era que la parara y le pedirá que se quite la capucha. Tendrá que buscar otra forma de salir. Subir por las murallas y saltar. Entonces se metió en uno de los callejones para llegar a la pared más próxima. Usó su olfato para saber donde estaban los Hörrox. Esperó unos segundos para luego pasar y subir por unas escaleras siendo lo más sigilosa posible.

¡Lo consiguió! Salió del reino. Ahora era ir directamente a las ruinas para buscar aquel manuscrito de piedra. No será nada fácil encontrarlo, pero era la única manera de saber lo que estaba pasando. Por fin, obtendrá la respuesta que andaba buscando. Tardó bastante debido a que las dunas eran difíciles de subir cuesta arriba y que sus zapatos se llenaran de arena. Cuando llegó a la cima vio las ruinas que construyó el primer rey de Arabasta. Ahí estará su tumba.

El libro decía que había una entrada para acceder a las ruinas, pero estaba bien escondida. Solo los descendientes del primer rey saben perfectamente dónde está. Esto le llevará mucho tiempo. Buscó en los rincones más incógnitos que pudiera existir. Nada. No había nada sospechoso. ___ se quedó mirando a una estatua que representaba al primer rey. El sol poco a poco se levantaba para dar la bienvenida completamente al día.

Ojalá sus antepasadas le dieran una pista, sobre todo, la primera. Volvió a leer el libro detenidamente para ver si encontraba alguna pista. Hubo una frase que le llamó la atención: «Los ojos del sol representan la verdad ante todo».

El sol. Alzó la mirada hacia el sol con los ojos entrecerrados para comprender un poco la situación. Cada vez que ascendía, la bola de fuego creaba una sombra en la estatua y visualizaba una especie de piedra en la corona que brillaba un poco. Miró hacia atrás fijándose que esa pequeña luz marcaba un sitio en concreto. ___ se aproximó al lugar para empezar a retirar la arena en las piedras y vio una marca de una esfinge. Su mano se colocó en la piedra y escuchó un clic.

El suelo empezó a abrirse, mostrando un pasadizo secreto. ¡Bingo! Una sonrisa surcó sus labios sintiéndose orgullosa de su investigación. La chica empezó a bajar por las escaleras y, cuando llegó, las antorchas se encendieron automáticamente. El olor a polvo inundó su olfato. Era normal, este sitio llevaba mucho tiempo sin ser descubierto. Sus pies se movieron con cautela porque no estaba segura si habrá trampas en la tumba. Se sentía una verdadera exploradora.

El túnel era largo, pero ya estaba viendo una pequeña luz. Una habitación grande visualizó y ahí estaba la tumba del primer rey junto con el poneglyph. Vaya, nunca se imaginó que fuera grande. Se acercó lentamente para apoyar los dedos en aquel manuscrito sintiendo un poder un tanto diferente. Pero un problema, no entendía este idioma antiguo. Esto era grave. Ni siquiera el móvil servía en este planeta y mucho menos que comprenda este idioma.

—Vaya, llevaba mucho tiempo averiguando el paradero del último poneglyph, pero no me imaginé que alguien se me adelantara.

___ se dio la vuelta por escuchar femenina. Era una mujer de tez blanca, ojos azules cristales, cabello negro y una sonrisa la mar de siniestra. ¿Quién era ella?

—¿Quién eres?

—Soy arqueóloga. Mi nombre es Nico Robin, la última superviviente de mi pueblo y la única que puede leer estos manuscritos.

—¿De verdad? —preguntó con la ceja alzada.

—Veo que tienes el mismo libro que yo. —Robin le mostró la portada del suyo. Era igual—. He hecho investigaciones de los poneglyphs que se estudiaron porque quería verlos más de cerca, pero este era el que faltaba por descubrir.

¿Debería confiar en ella? ¿Y por qué no se percató de su presencia? Esa chica era sumamente extraña, pero si era capaz de entender el idioma, entonces no tendría opción que dejar a la chica a hacer su labor. ___ se hizo a un lado dándole permiso y Robin amplió más la sonrisa aproximándose.

—Encantada de conocerte, Hall Lókë.

—¿Cómo sabes…?

—Tengo cierta habilidad que me permite escuchar todo —rio la muchacha—. Además, estás con alguien a quien conozco y he hecho trabajos sucios con él.

—¿Con quién? —Ya te entró curiosidad.

—Sir Crocodile.

Eso no te lo esperabas.

—Veamos. Los poneglyphs anteriores contaban la verdadera historia del planeta Panx. Unos seres oscuros llamados Mrak resurgieron de las tierras subterráneas de nuestro planeta. Su intención es conquistar toda la galaxia, sin embargo, uno de ellos se reveló autoproclamándose como la primera Gran Dragona.

—Y ella escogió a diez hombres para otorgarles una parte de su poder.

—Veo que estás atenta a la historia.

—Me enfrenté a un Mrak y me contó una parte —confesó. Robin la miró con mucha intriga.

—Eso significa que todavía existen.

—Sí, pero torturando a mis antepasados —continuó explicando—. Ellos representan una maldición que convierte a las Hall Lókë anteriores en monstruos y en prisioneras, cuando las asesinan para que no tengan oportunidad de seguir con el propósito de acabar con el dios. Yo maté a cinco liberándolas de su maldición.

—Pero ¿por qué echar una maldición, si ellos mismos pueden acabar con Hall Lókë?

—Tal vez porque no pueden y necesitan la ayuda de un dios. Hasta pienso yo que Enel es un dios falso siendo controlado por los Mrak.

—Yo pienso lo mismo —confirmó—. Los Mrak no pueden aparecer físicamente ante los mortales, entonces usan a una marioneta para hacer el trabajo sucio. Esconder su paradero.

—¿Todo esto conmigo y con Enel tiene algo que ver? ¿Hay una conexión?

—¿Por qué lo preguntas?

—Cada antepasada tenía que matar al antepasado de Enel. ¿Qué conexión hay? —preguntó de nuevo—. Mis preguntas cada vez no tienen respuesta. Y por cada Mrak que destruyo, mis sueños se vuelven más esporádicos mostrando mi pasado.

—¿Puedo preguntarte que te muestra? —Robin quería indagar un poco.

—¿Por qué quieres saber?

—Porque soy la única que puede descifrar este poneglyph. Ya eché un vistazo visual y hay una palabra que no me está convenciendo mucho.

Era una completa desconocida, pero tal vez sea la clave de todo. Tenía que confiar en ella. No veía malas intenciones. No era un Hörrox. Ambas buscaban la verdad absoluta.

—A mi padre —respondió—, pero su cara estaba borrosa, como si no pudiera recordar cuál era su rostro.

Robin no dijo nada. Simplemente sacó una libreta y un bolígrafo de su pequeña mochila, y empezó a escribir y a leer detenidamente el manuscrito. ___ estaba un poco nerviosa porque no estaba segura de que representaba este poneglyph. Era la clave de todo. La morena estuvo un rato investigando hasta que terminó por fin.

—Increíble. Es por eso que…

—¡¿Qué?! ¡¿Qué has descubierto?!

—El primer dios fue un Mrak —dijo Robin.

—¡¿Cómo?! ¿Me estás diciendo que maldijeron a su propio dios?

—Pero no era un dios cualquiera. El padre de toda su raza. Era considerado por nuestros antepasados como un dios bueno y considerado, que escuchaba las súplicas. También un padre amoroso por sus hijos.

—No… No puede ser —le estaba costando un poco creer.

—Pero sus hijos se rebelaron, menos una. La princesa Mrak. Ella decidió tomar el rol como la primera Gran Dragona y necesitó la ayuda de diez reyes mortales para acabar con el mal que se avecinaba —estaba explicando sin dejar de mirar el manuscrito—. El dios Mrak se unió también por el amor que sentía hacia su hija. Sin embargo, la batalla acabó mal debido a que uno de ellos, llamado el brujo Mrak creó una maldición en sus propios familiares convirtiéndolos en enemigos mortales. La princesa Mrak fue sellada en un árbol blanco junto con los reyes, mientras los Hörrox de aquella época los quemaba y, cuando eso sucedía, uno de su raza aprovechó para entrar en su corazón y que la oscuridad la devorase para siempre.

—Por eso nadie lo vio. Por eso nadie se atrevía a acercarse a aquel bosque maldito porque pensaban que había una bruja. Era la propia princesa. —Todo estaba encajando.

—El dios Mrak, en cambio, le arrancó su corazón que portaba felicidad y amor. Pero antes de morir, ambos pronunciaron unas palabras que los propios Mändras escucharon y quedaron grabadas en su memoria. Era una forma de reencarnar una y otra vez, y la misión de los Elegidos era recitarla para que la siguiente Hall Lókë recordase.

___ estaba sospechando que palabras se refería Nico Robin. Solo quería estar segura de ello. Se acercó un poco más a la morena.

—¿Qué palabras son?

—Son palabras antiguas. Parece una especie de canción. Dice: «Rïtsuka. Hëlek. Laïka. Ürushea. Mïnern. Körosh. Kayärk. Gërsëk. Mürok. Häsark».

Todo el cuerpo de ___ estaba temblando. Siete de diez palabras le resultaban familiar. Eran las mismas palabras que les decía los chicos a la hora de finalizar el coito. Robin prosiguió.

—Significan: «Te protegeré, mi princesa. Seré tu escudo. Te amaré por siempre. Devora mi corazón y seré tuyo por siempre. Mi amor será tuyo. Tu amor estará presente en mí. Nuestro amor estará unido por unos hilos. Que tus palabras despierten mi corazón. Despertaré y recordaré tu amor. Repite la melodía con amor».

Todo se volvió oscuro para ___ porque, cuando recitó Robin esas palabras, cayó al suelo desmayada completamente. La morena se dio cuenta de ello y se puso a su lado para comprobar su pulso. Estaba viva, pero no entendía qué estaba pasando. Sin embargo, de reojo vio a unas cuantas personas entrar en la tumba.

Hörrox.

🐉🐉🐉🐉

___ abrió los ojos dándose cuenta que no estaba en la tumba y todo a su alrededor le parecía grande. Se miró sus manos pequeñas al igual que sus pies. ¿Otra vez este sueño de niña? Desde que Robin dijo esas palabras todo se puso muy negro. Entonces vio a un hombre delante suyo. Por su estatura era su padre. Se acercó con mucha felicidad y abrazó su pierna.

Él se agachó para abrazar a la pequeña y levantarla del suelo. Los dos estaban viendo el atardecer. Todavía tenía su rostro borroso, pero se podía ver su sonrisa y su cabello cubierto por esa gorra. La pequeña tocó con timidez su mejilla y él desvió la mirada hacia ella para dedicarle una sonrisa.

¿Por qué esas palabras la afectaron demasiado? ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué volvió al mundo de los sueños? ¿La primera Gran Dragona le estaba mostrando una gran verdad?

—¿Ocurre algo, pequeña?

Ahora su voz le resultaba tan familiar, como si lo hubiera escuchado hace un par de semanas atrás. ___ desvió un poco la mirada, indecisa qué hacer exactamente. Apretó los puños con fuerza y miró a su padre con mucha decisión repitiendo esas palabras extrañas.

Rïtsuka. Hëlek. Laïka. Ürushea. Mïnern. Körosh. Kayärk. Gërsëk. Mürok. Häsark.

No sucedió nada. Solo provocó que su padre se quedara extrañado ante esas palabras, pero rio divertido ante el intento de su hija en hablar en otro idioma.

—Veo que mi hija quiere inventar su propio idioma.

Qué vergüenza. Su padre ahora pensará que estaba loca. Cerró los ojos para olvidar el suceso de antes, pero cuando los volvió a abrir, todo su mundo se congeló. El rostro de su padre ya era visible ante sus ojos. No recordaba que sus lóbulos de las orejas eran largos, debido a que estuvo mucho tiempo poniéndose pendientes pesados. Su nariz era fina, pestañas largas y sus ojos eran de color azul cielo.

—Enel.

—Sí, ese es mi nombre —rio—. ¿Por qué estás llorando?

Las lágrimas se apoderaron de su pequeño rostro. Todo este tiempo se estuvo preguntando qué le pasó a su padre. Su memoria no quería recordar. No. No era por eso. Los Mrak impusieron una maldición tanto a ella como a Enel como a sus antepasados. A quien tenía que enfrentarse era a su propio que fue secuestrado para convertirse en un dios falso. Nunca murió. Solo desapareció.

—¡Papá! ¡Al fin te encontré! ¡Papá!

🐉🐉🐉🐉

___ volvió a abrir de nuevo los ojos encontrándose la situación de Robin enfrentándose a los Hörrox. La mujer era capaz de invocar cualquier parte de su cuerpo, ya sea inmovilizar o matar a sus enemigos, pero no estará por mucho tiempo. Pero también unas figuras atrás que vinieron al rescate. Los Mändras. Se percataron de que estaba en peligro y corrieron con mucha prisa para rescatarla.

La joven se levantó aún con lágrimas en los ojos. Ya descubrió la gran verdad, gracias a las palabras que pronunció Robin. Volvió a su niñez para ver el verdadero rostro de su padre. Todo este tiempo era Enel. Desapareció a causa de los Mrak porque ambos estaban unidos como padre e hija. Esa canción que le cantaba eran las palabras recitadas del dios y de la princesa para reencarnar y encontrarse de nuevo para detener el plan maligno de toda la raza.

___ apretó los puños con rabia no creyendo que los Mrak los estén utilizando como conejillos de indias. No les importaba sus sentimientos. Solo querían obtener poder. Una gran fuerza estaba despertando con todo su ser. El poneglyph de detrás suyo estaba reaccionando a esa aura.

—Veo que Hall Lókë ha despertado. —El hombre llamado Kizaru estaba muy cerca de ella—. Deberías congelarla Aokiji.

«Mierda, ¿cómo pasó por alto?», se preguntó Robin mirando hacia atrás.

—¡___, corre! —gritó Paulie desde la lejanía.

—¡No vais a tocar a mi futura prometida!

—¡Mi lady!

—Se acabó, Hall Lókë —susurró Aokiji alzando su mano dispuesto a lanzar un rayo congelante.

—¡Esto no ha acabado! —rugió cual dragona. Sus ojos cambiaron a unos de reptil y su piel resaltaba escamas—. ¡Sé la verdad! ¡Aquel a quien llamáis Dios es solo un hombre usado por unas sombras que no tienen sentimientos! ¡Hall Lókë nunca fue vuestra enemiga! ¡Siempre han sido los Mrak! ¡Ellos son la plaga que hay que exterminar! ¡El poneglyph me reveló la luz, la respuesta que yo buscaba en todo este tiempo! ¡Ahora yo os revelaré la luz!

Cuando dijo eso, el manuscrito empezó a brillar con más fuerza inundando aquella sala. Todos los presentes se quedaron cegados ante aquel brillo. Nadie pudo escapar de aquello, pero eso fue una manera de ayudar en revelar la verdad. Recuerdos de un Mrak que siempre estuvo apoyando a su hermana y a su padre fue quien escribió todos los poneglyphs esperando a que la futura Hall Lókë descrubriese la gran verdad.

Este murió en manos de sus hermanos por todo lo que hizo. Ellos ordenaron, a través del dios, a los Hörrox destruir el pueblo de Ohara donde estaba la información del Siglo Vacío. Ninguno sobrevivió salvo Nico Robin quien obtuvo la copia de aquel Mrak que se lo entregó a su madre antes de morir.

La luz se disipó y poco a poco todo el mundo abrió los ojos un poco confusos con la situación. Cada soldado de los Hörrox cayó, intentando pensar con claridad lo ocurrido. Toda esa información que recibieron de sus cabezas los dejó anonadados. Los Mändras también estaban afectados ante la situación. Fue una revelación de golpe.

—Entonces fuimos engañados —pronunció Momonga.

—Esto no va a gustar muchísimo a nuestros líderes —dijo Kizaru incorporándose poco a poco.

—¡Escuchadme! —gritó ___—. ¡Tenemos que unir nuestras fuerzas para acabar con los Mrak! ¡Solo así podemos salvar vuestro hogar! ¡Los Hörrox deben unir sus fuerzas!

Los dos almirantes se miraban entre sí. Aokiji se levantó de su sitio también. Su mirada fija en la chica y soltó un suspiro pequeño.

—Venid con nosotros a nuestro cuartel para anunciar a nuestro superior.

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