Capítulo 12. Hëlek
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
Otro buen baño en la terma con la mirada fija en la gran montaña. Aún se preguntaba si había derrotado completamente al Mrak que custodiaba ahí. Y la gran duda era si aquí estaba una de sus antepasadas. Debería tener lógica como las dos veces anteriores. Este era diferente. Un suspiro largo salió de sus labios intentando de estar lo más relajada posible y no pensar más en ello. Cuando volvieron al pueblo Katakuri mencionó que al día siguiente debían marcharse para seguir con su objetivo, pero ___ no estaba convencida. Irse no era una de las mejores opciones.
Al cerrar sus ojos recordó otra escena con su padre. Ella estaba en la bañera jugando con un patito de goma, mientras que él la bañaba con mucho cuidado. De vez en cuando también jugaba con ella, aunque ___ siempre hacía alguna travesura, mojarlo es un ejemplo de ello. Su padre nunca se enfadaba. Solo le decía: «no hay que mojar el piso que tu madre se enfada». Y ___ no le importaba porque solo era una niña que solo quería estar más tiempo con su padre. Lo quería. Era su héroe.
Y ahora lo echaba de menos.
¿Por qué estos recuerdos se avivan cada vez más? ¿Significaban algo? A lo mejor era una manera de intentar recordar su rostro aún borroso. Pensar mucho le daba un quebradero de cabeza. Será mejor salir del baño termal e ir al cuarto con los chicos. Oh, sí, aún tenía pendiente en matar a Doflamingo por pedirle ese tipo de habitación tan lujoso y enorme. Uno queriendo intentar no llamar la atención y venía uno y lo estropeaba.
Salió del agua cogiendo la toalla para enrollarlo en su cuerpo y caminó hacia el vestuario para secarse bien y ponerse un albornoz. Estos al menos eran un poco más largos que los baños termales de aquella vez, aunque eso no implicaba que Paulie se pusiera a decirle: «¡ponte algo de ropa, mujer!». Que hombre tan tímido, pero eso le hacía ver tierno. Una sonrisilla tonta se le escapó de sus labios. Y no olvidemos que estuvieron a punto de hacerlo, pero él era todo un caballero.
Piel seca. Cabello aún mojado, pero se acordó que había un secador. Se dañaría el pelo, era verdad, pero era su única salvación. Así que se colocó el albornoz y fue un poco más hacia la zona de los lavamanos y los espejos. No había nadie, perfecto para hacer un poco de escándalo. Estuvo a punto de tomar la máquina de secar, sin embargo, sintió un escalofrió recorrerle por toda la columna vertebral que, por instinto, se giró para ver si había alguien. Nadie. Juraba oler una presencia con un olor casi fétido. ¿El Mrak? No, imposible.
—___ te estás volviendo una paranoica.
Ahora ignoró sus instintos y se centró en encender el secador. El calor que emanaba era gratificante y peligroso también si lo mantienes muy cerca del cuero cabelludo. Iba realizando pequeños movimientos con las manos para que se secara más rápido su cabello. Odiaba esos momentos cuando se le enredaba y tenía que deshacerse de esos nudos. ¿Dónde había un cepillo cuando más lo necesitaba?
Al terminar el proceso, lo colocó en su sitio y se miró un momento al espejo. Se notaba la diferencia cuando uno se secaba el pelo con una herramienta y cuando lo dejas deshumedecerse a lo natural, aunque este último tardaría la vida. Ya todo listo, salió de la zona termal de las mujeres y, cuando giró a la derecha para ir directamente hacia la habitación, se encontró a cierta persona esperándola en el pasillo con la espalda apoyada en la pared.
El hombre más cobarde que pudiera existir en la faz de la tierra o, en este caso, en el planeta Panx: Spandam. ¿Qué hacía ahí? A ___ le entró la curiosidad por lo que se aproximó. Se fijó que él también llevaba consigo un albornoz. Eso significaba que se tomó un baño. Normal. Ambos estaban cubiertos completamente de las heces de los murciélagos que habitaban en esa cueva tan horrible. Ahora olían de maravilla, eso pensaba.
—Te has dejado un pequeño resto en el pelo —dijo ___ como una broma.
—Ya esa broma me la hicieron antes —gruñó—. Estuve como media hora viendo cada mechón de mi pelo.
—Normal, tienes el cabello medianamente largo y con alguna que otra ondulación.
—¿Y tú no has tenido complicaciones?
—Sí, sobre todo en la parte de atrás. —Miró un momento al baño termal de los hombres—. ¿Y el resto?
—Se fueron directamente a la habitación.
—¿Y no te esperaron?
—Yo les dije que siguieran —comentó, mirando hacia otro lado—. Quería... ver si va todo bien ahí dentro.
___ parpadeó unas cuantas veces sorprendida ante el comentario de Spandam.
—¿Eso es señal de preocupación o de perversión?
—¡No soy como Donquixote! —exaltó con las mejillas coloradas.
—Yo solamente te pregunto, hombre —contestó con tranquilidad.
Spandam chasqueó la lengua aún con esa tonalidad en su rostro. Ahora pensándolo nunca lo había visto de esa manera. Avergonzado y que mostrara esos signos de interés y preocupación. ¿Será por lo que le dijo antes cuando enviaron al Mrak al infierno? ___ ladeó la cabeza hacia otro lado con vergüenza y decir tal estupidez. Sin embargo, sus ojos volvieron a fijarse en él. Un tipo temerario que solo le importaba él mismo y nadie más. Un cabrón sin escrúpulos, pero un cobarde.
Aparte de todo eso, su rostro era como un oso panda que solo necesitaba ser mimado y cuidado por alguien. Y la máscara aportaba algo de belleza. Bueno, tampoco quería imaginarse como era antes. Seguramente que feo de cojones. Sentía curiosidad en muchas cosas de este personaje.
—¿Solo querías eso, Spandam?
Al realizar esa pregunta él se movió un poco, incómodo. El nombrado la miró un momento antes de responder.
—Y también quisiera saber si... ¡Ah, olvídalo! —se rindió con facilidad.
—¡Eh! A mí no me vas a dejar con la intriga. Escúpelo o te daré un puñetazo —advirtió.
—¡Si te gustaría ir a una habitación a solas conmigo! —gritó con los brazos alzados para protegerse la cabeza.
Su instinto como Hall Lókë ya estaba dándole señales de que iba a decir algo así, pero necesitaba oírlo por su propia boca. Sí, él no se había olvidado de ese momento de vida y muerte. ___ le dijo que le recompensaría de alguna manera. Era un Mändra. Su destino es estar con Hall Lókë al igual que los otros.
—Claro, ¿por qué no?
El peli-morado se sorprendió ante la respuesta.
—¿Estás... segura?
—Te dije que te iba a recompensar de algún modo, ¿no?
Y el silencio reinó en el pasillo con esos dos mirándose mutuamente. Spandam no se esperó aquella respuesta por lo que sus músculos se relajaron completamente sabiendo que ___ no le mentiría. Ya se lo demostró unas cuantas veces, incluyendo aquel suceso en el volcán. El hombre se separó de la pared, una manera de decirle que se movieran para ir a la recepción y preguntar si había posibilidad de tener una habitación libre.
A ambos le latía el corazón a cierta velocidad sin control alguno. Los dos estaban nerviosos. Por cada paso que daban, era una señal de lo que estaba a punto de suceder. El olfato de ___ no le engañaba. No tardaron mucho en llegar a la recepción y Spandam preguntó. Esperaba que diera un no por respuesta, pero fue todo lo contrario. La recepcionista le entregó una llave dándole las pequeñas indicaciones para llegar allí. Iba a pasar ese momento. Ellos lo sabían perfectamente.
Bien. Ir al pasillo de la derecha, contar treinta puertas que se encuentran a la izquierda y el número treinta y uno era su cuarto. La tensión se cernía aún más. Un poco y sus corazones se les sobresalía de la boca. ___ estuvo a punto de decirle que lo dejasen porque a lo mejor esto era demasiado, sin embargo, recordó quien era en realidad. La Gran Dragona debe acostarse con los Elegidos para que obtuviera más poder y derrotar al dios del planeta Panx. Si se negaba, era posible que la posibilidad de hacerlo sería de un uno por ciento.
Puerta número treinta y uno. Ya estaban enfrente. Las manos de Spandam comenzaron a temblar, imposibilitando de meter la llave en la cerradura. Una gota iba resbalando en la sien de ___ porque ella estaría igual. Después de muchos intentos lo metió finalmente y abrió. Las luces del interior se encendieron automáticamente y poco a poco iban entrando, observando el ambiente. Ventanales grandes que daban acceso al patio con unas vistas espectaculares de la montaña, una gran cama tamaño normal -no como la otra-, lámparas llamativas, una alfombra y un baño amplio a mano derecha. Esto sí que era una habitación normal y corriente.
Escuchó la puerta tras de sí mirando de reojo al responsable. Spandam estaba intranquilo y nervioso. Hacerlo con Hall Lókë era uno de sus objetivos principales como Mändra. Y pensar que no tendría ninguna posibilidad con ella porque los otros eran mejores que él, hasta diría que Lucci era mucho más macho y peligroso.
Los dos se miraron mutuamente averiguando el siguiente paso. Este silencio era tan mortífero como cualquier veneno de una serpiente o de un escorpión. De un momento, ___ desvió la mirada notando sus mejillas ruborizarse un poco y no era la única. Por Dios, esto era demasiado incómodo.
—¿Te puedo preguntar algo? —habló la joven finalmente.
—Ya que estamos...
—¿Qué te pasó en la cara?
El hombre se tensó ante aquella pregunta. No le quedaba más opción que contarle la verdad porque estaba seguro que ___ lo tocaría para saberlo.
—Un niñato de mierda me golpeó la cara con un rifle. Me rompió unos cuantos dientes y me destrozó gran parte de la cara. Le tengo demasiado rencor.
Y un escalofrío sintió que agachó la mirada. ___ le agarró de la mano queriendo ver ese momento. La joven vio a un Spandam totalmente diferente de rostro mostrando su gran nariz marrón y el peinado hacia atrás. Se burlaba de cada uno de ellos por ser inferiores a él al pertenecer a los Hörrox. Todos lo odiaban. ¿Quién podía soportar a un ser tan vil y despiadado como él? El peli-morado estaba buscando un tesoro por la orden superior de los caballeros y les pidió capturar al responsable.
Encontraron a uno. Un hombre pez llamado Tom que solo era un mísero carpintero en Water 7, el hogar de Paulie. Dos niños se querían entrometer, pero los Hörrox no les dejaban el paso. Sin embargo, uno de ellos se las apañó para esquivarlos, cogió un arma y golpeó bestialmente a Spandam. Esto provocó que el peli-morado odiara tanto a ese chico y a todos de su alrededor. Ahí fue cuando su padre se dio cuenta de lo débil que era y le ordenó a que se uniera al grupo de Lucci para que aprendiera de él.
—No has cambiado nada. Sigues siendo el mismo —añadió ___.
—Eso me importa poco. —Apartó la mano de golpe sintiéndose incómodo—. Así aprendí a las malas.
—Pero porque te enteraste que eres un Mändra por parte de tu padre.
—No indagues...
—Ya lo vi todo, Spandam. Tu padre te enseñó ser así para desconfiar de la gente porque formas parte de algo que no deseabas. Ser un hombre ruin te convierte en alguien malvado y más aún cuando formabas parte de los Hörrox. Querías ignorar lo que eres, pero cada vez que te desnudas y ves tu mandala, te das cuenta que no puedes huir de ello. Debes cumplir con tu objetivo. Y eso conlleva a defraudar a tu padre.
No negaba que todo lo que decía era verdad. Spandam no recordaba cómo fue su niñez antes de que su padre le golpeara y le dijera quien era en realidad. Spandine intentó por todos los medios en ocultarlo ante los ojos de los Hörrox. No se fiaba de nadie. Todos le iban a traicionar. El único amigo que tuvo fue Funkfreed. Él le aceptaba tal y como era. Da igual si fuera débil o no.
—¿Sabes? En mi opinión, la máscara te favorece mucho.
Ese comentario le sorprendió mucho a Spandam que no se lo estaba creyendo. Una mentira. Una vil mentira. No obstante, el rostro de ___ mostraba todo lo contrario. Pacífico y con una pequeña sonrisa en sus labios. Él volvió a tomar su mano con desesperación para ver esta falsedad. Y se llevó una grata sorpresa.
—¿Te creías que te iba a mentir, Spandam?
—Yo... ¡Por si acaso!
—Que poca confianza tienes conmigo. Si lo hubiera sabido, te hubiera dejado caer en la lava.
—¡Haberlo hecho! Yo sobro en este grupo estúpido.
—¿No quieres ser un héroe?
—Ya estoy dudando si serlo o no —se sinceró.
—Tu antepasado no opinaría lo mismo —aclaró.
Esta mujer no se rendía. Lo notaba en su mirada y en su tono de voz. No negaba que le transmitía confianza. No muchas mujeres le hacían sentirse de esa manera. Las repudiaba al igual con los niños, pero ___ era tan diferente al resto. No estaba seguro si era porque venía de un planeta diferente al suyo o por el mero hecho de que ella formaba parte de una leyenda.
Lo único que tenía claro era que su tacto era suave y cálido. Sus emociones se conectaron al momento. Como hizo ___, él indagó un poco sus pensamientos. Una preocupación rondaba. Una imagen de un hombre se visualizaba, pero su rostro se veía borrosa como si no pudiera recordarlo. Muy extraño todo. Miró directamente a los ojos de la peli-(c/c) que estaba con la mente distraída y la mirada perdida. Un momento muy doloroso para una joven en no recordar a su figura paterna.
—Tienes suerte —añadió ___—. Al menos sabes quién es tu padre...
—... Y tú llegarás a averiguar quién era el tuyo.
Qué raro, ¿no? Viniendo de él. Tal vez será porque sus emociones y pensamientos estaban conectados, y le estaba dando mucha pena. Muy lógico esa parte. Una caricia en su mejilla derecha hizo que reaccionara y alzara un poco la cabeza. Ambos estaban a escasos centímetros de rozar los labios del otro. Estaban ahí en medio de una habitación reclamando que alguno se sentara y disfrutara porque era una oportunidad única. Y Spandam no lo perdió. Besó a la joven Hall Lókë sintiendo una gran descarga por toda su columna vertebral.
Era cierto lo que dijeron el resto. Esto era muy diferente a una caricia o una palmada. Más sentimientos encontró que ni era capaz de describir. Él iba a separarse, pero ___ se lo impidió agarrando con firmeza la bata. Una forma de advertirle que no lo hiciera. No obstante, se alejaron un poco para recuperar un poco de oxígeno a sus pulmones. Las mejillas de la oji-(c/o) ardían con demasiado fervor porque ya se estaba acalorando. Spandam lo notaba. Se acercó nuevamente no para besarla, sino aspirar el aroma que desprendía su piel. Olor a margarita mezclada con su esencia natural.
___ lo abrazó, acariciando esos cabellos revoltosos notando su esponjosidad y un poco descuidados, incluso sus dedos se enredaban entre ellos. La pobre estaba de puntillas porque era pequeña a su lado. Un hombre despiadado podía llegar a amar, pero con el debido tiempo posible. No era nada fácil. No lo era. Y un gemido soltó cuando sintió una pequeña mordida en su yugular. La atracción era irresistible y más aún cuando solo les cubría una prenda. Las manos de Spandam exploraron sin pudor alguno su cuerpo escuchando más suspiros muy cerca de su oreja.
Eso aumentaba más su virilidad que gruñó por lo bajo no creyendo lo que estaba a punto de suceder. No tuvo remordimiento en empujarla de golpe hacia la cama. La espalda de ___ tocó el colchón blando y miraba con sorpresa ese comportamiento. No le dio tiempo de decir algo porque sus labios se volvieron a sellar de forma salvaje. Los Mändras no eran capaces de controlarse cuando se trataba de la Gran Dragona. Ellos sacaban su lado alfa para demostrar su ego y que podían satisfacerla. Poco a poco ___ se estaba excitando por la forma que la estaba tratando. Sus brazos inmovilizados al igual que todo su cuerpo porque él estaba encima. Eso demostraba que no era para nada débil.
Ella se quedó inmóvil en su sitio dejando vía libre a Spandam. No hacía falta decirlo por palabras. Solo el acto fue suficiente. El peli-morado volvió a centrarse en la yugular dejándole una pequeña marca de chupetón, pero no lo suficiente porque tenía conocimientos sobre qué pasaría si se sobrepasase. No quisiera llevarse un buen susto por su culpa. Sus manos volvieron a recorrer su cuerpo intentando memorizar cada rincón. Una piel aterciopelada. No era comparable a la suya un tanto áspera por los malos tratos que sufrió.
___ no se quedaba atrás. Deslizaba las suyas por la espalda del hombre por encima de la bata e incluso la apartaba un poco para tocar sus hombros. En un momento dado la lujuria estaba ahí y sería un pecado ignorarlo. La chica se sonrojó demasiado al notar una pequeña presión en su vientre. La virilidad de Spandam estaba reaccionando a sus gemidos y a sus caricias. Por inercia rodeó su cintura con las piernas para sentirlo más de cerca.
El peli-morado apartó un poco la abertura de la prenda para apreciar perfectamente sus pechos y devorarlo con devoción. No tuvo vergüenza alguna en morder y succionar un pezón, mientras que con el otro jugueteaba con sus dedos pellizcándolo. Más gemidos salían de la boca de la chica retorciéndose de placer, incluso estaba llorando por las emociones que estaba sintiendo en ese mismo instante. Su mente estaba en blanco. Solo se limitaba a centrarse en la lujuria.
Un camino de besos y lametones hizo el hombre ya deshaciendo de la bata dejándola completamente desnuda a su merced. Hall Lókë era realmente hermosa para sus ojos. Debía sentirse orgulloso de tenerla bajo su cuerpo y gimotear por cada caricia que le proporcionaba. Un dedo posó en su ombligo descendiendo lentamente y percibiendo la reacción de la chica. Su vello corporal se erizaba a cada momento. Le estaba gustando esa respuesta. Hasta que se detuvo en el monte de venus quedándose pensativo si proseguir o no. Era una tentación que no se podía ignorar.
Acercó el rostro al suyo, pero no las intenciones de besarla sino de colocar su cabeza entre el cuello y el hombro para seguir aspirando ese dulce aroma. Y ___ soltó un gemido cuando los dedos de Spandam aprisionaron su clítoris comenzando a estimularla. «Demasiada húmeda», pensó el hombro no resistiendo en morder aquel hueco. Lo dijo porque sus falanges no paraban de resbalarse, haciendo una simulación de querer entrar o no.
—No... seas cruel conmigo —tartamudeó.
—¡Oh! Yo ya nací cruel.
Esa era la parte que más odiaba. Jugar con ella cuando se le apeteciera. Una tortura sin igual. Peor que la muerte. Nunca se debe jugar con una mujer cuando se trata de sexo desesperado. Pero Spandam le dio el gusto a la chica metiendo uno en su interior. Demasiado cálido. Tanto que en cualquier momento no podrá resistir mucho más. En cambio, ___ abrazó con más fuerza al hombre sin dejar de gemir descontroladamente. La respiración se volvía más agitada por cada invasión y espasmo que recibía su cuerpo.
No obstante, decidió estar igualada con él apartando un poco la bata y estimular su miembro ya despierto. Digamos que no era tan grande como el resto, pero tenía un tamaño adecuado para ella. Al peli-morado se le escapaba algún que otro gemido manteniendo los ojos cerrados centrándose en el placer. Les importaba poco si alguna persona los escuchaba. Estaban concentrados en estimular al otro. Se sentía bien. Demasiado bien.
El sudor era inminente en ambos. Desconocían por cuanto tiempo estaban así, pero el deseo y la emoción era tan grande que no querían parar. Sus sentimientos estaban bailando alrededor de un fuego intenso que aumentaba cada vez más. Spandam ya estaba desesperado en sentirla y una voz escuchó diciéndole: «hazlo». Hall Lókë lo estaba invitando. Muy difícil de rechazarlo.
Ambos se volvieron a unir a un beso intenso difícil de extinguir, mientras que ___ notó aquel miembro entrar en su cavidad ya húmeda. Un vaivén comenzó, pero era algo tosco como si Spandam no pudiera controlar sus instintos y ella no se quejaba. Al ser la Gran Dragona podía resistir cualquier cosa y más cuando ya estaba acostumbrada a estos movimientos tan erráticos. Por un momento pensó que la cama se iba a romper, pero lo dejó a un lado importándole poco. Y más aún si alguien los escuchaba.
Dos personas con algo casi en común. Uno apaleado por su padre por ser lo que era y tratándolo como basura, y otra tenía un padre amoroso que no tenía imagen de su rostro. La oscuridad nubló el juicio a Spandam y ___ era la luz que disipaba todo mal. Curaba, siendo inconsciente, el corazón de aquel hombre cruel y despiadado. Eso cambiará un poco su comportamiento manteniendo su compostura de siempre, es decir, seguirá siendo un cobarde con un poco de valor.
—¡Hëlek!
Pronunció esas palabras que provocaba que ambos llegaran al clímax total. ___ arañó sin querer la espalda de Spandam y este aguantaba como todo un campeón. Los dos recuperaban el aire al estar extasiados por esta sensación. El peli-morado se apartó de ella quedándose a un lado de la cama. Esto se consideraba a hacer ejercicio.
—No me... preguntes su significado... —exhaló.
—¿Por qué? Tengo que saberlo.
—Yo ya sé el significado de esos cuatro. El mío es honestamente ridículo y no tiene ningún sentido.
—Dímelo y seré yo quien decida si tiene sentido o no. ¿O quieres que lea tu mente?
Esta mujer tenía lo suficiente como enfrentarse a cualquiera. Imponía. Más que Lucci. Spandam rodó los ojos no teniendo más opción y miró a un lado avergonzado:
—Seré tu escudo.
___ abrió los ojos con sorpresa. No imaginó que esa palabra le correspondiese a él. Si fuera Katakuri, lo aceptaría.
—¡¿Ves?! Ya estás diciendo que ese tal Charlotte le pegaría aún más.
—Bueno... a ti también te pegaría por lo resistente que eres —confesó—. Y lo digo porque estás muy acostumbrado a que te den palizas —rio bajito.
—Que graciosa —farfulló.
—¿Crees que vuestras palabras significarán algo? No en el sentido de lo que sintáis, sino para la batalla. Es como si fuera un hechizo o algo por el estilo.
—Los ancianos no nos contaron nada de eso. Ni siquiera nuestros antepasados sabrán —confesó.
La joven oji-(c/o) tendrá que indagar un poco más, aparte de saber el motivo de los Mrak y porque maldijeron a sus antecesores. Cuando giró la cabeza hacia la derecha se encontró a Spandam dormido, rendido por esta sesión nocturna. Sí, era mejor descansar para seguir con la misión. Al cerrar sus ojos, una voz empezó a llamarla por lo que se levantó de la cama. Era la misma voz que escuchó en el interior de la montaña.
Sus ojos se oscurecieron a causa de una magia negra que era irrompible. Tomó la bata para vestirse y salir de aquel cuarto con un pensamiento bien claro: ir de nuevo al volcán.
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