Capítulo 11. La trampa del Mrak
La pobre ___ no podía aguantar esas patitas corretear por todos lados. Odiaba a muerte las cucarachas. Y que estos miserables insectos le estuvieran diciendo un montón de cosas pues la ponía nerviosa. Si los Mändras estuvieran en su lugar la comprenderían perfectamente. Bueno, quien estaba de su parte era Spandam. Todos se atrevieron a entrar en la cueva por sospecha de que hubiera algún enemigo, sobre todo, si era un Mrak esperándolos. Solo deseaba acabar pronto y que esto terminase de una vez por todas.
Uno de los insectos —que supongamos que era el líder— los guiaba en el interior de la cueva, pero advirtiéndoles de que no bajasen la guardia. A Katakuri le resultaba sospechoso todo esto. Y no era el único. El primero de ellos era Lucci teniendo sus instintos activados por si hay algún movimiento indebido. Recordemos que era un Äkuma capaz de transformarse en un hombre leopardo.
El olor del ambiente era nauseabundo, como si hubieran pasado un montón de vacas a excrementar por la zona. ___ se detuvo un momento porque no podía soportar el olor, incluso se tuvo que tapar la boca con la mano intentando amortiguar las ganas de vomitar. Y, de pronto, todo su vello corporal se erizó cuando pisó algo asqueroso con sus pies. Poco a poco bajó la mirada y su cara mostró horror absoluto.
—¡Qué asco! —exclamó—. ¡Estoy pisando mierda de un animal!
—Esto es una cueva. Es normal que haya Chiropteras —informó Kaku cubriendo su nariz con la chaqueta.
—¿Chiro qué?
—Un animal mamífero con alas y orejas grandes. Algunos son frugívoros, otros insectívoros...
—¿Cómo lo llamáis en vuestro planeta? —preguntó Paulie aventurándose en meterse en el lago de caca, donde llegaba hasta sus rodillas.
___ analizó un poco la información que le dio el chico de la nariz cuadrada. El único animal que se le ocurría era el murciélago. ¿En serio que estaba pisando mierda de este animal pequeño? ¡Esto era peor que verlo en la propia televisión!
—No me puedo creer que esté pisando heces de murciélago.
—¿Murciélago? ¡Pff! Que nombre más estúpido —dijo Cracker. La suerte de su estatura era que solo llegaba hasta la pantorrilla.
—Anda que el vuestro. ¡Y no pienso meterme ahí!
—Vuestra amiga la cucaracha está ahí. —Mihawk señaló con el dedo en la pared donde el nombrado insecto hacía todo lo posible por pasar porque también las zonas rocosas estaban cubiertas de esa putrefacción.
—¡No es mi amiga! ¡No tengo culpa de que sea la única en escuchar esa asquerosa cucaracha! ¡Y del resto de insectos que pudiera haber!
—Respira hondo —le aconsejó Katakuri—. Este sitio no nos gusta a todos. Entonces tenemos que avanzar para salir de aquí cuanto antes.
—Estoy de acuerdo con Charlotte —habló Crocodile—. Y reservad aire. Nos estamos adentrando en un sitio donde no hay suficiente oxígeno y nos pudiera dar un golpe de calor.
Cierto. Eso también lo escuchó en la televisión, en la radio, incluso lo leyó en un libro acerca de las cuevas. Eran tubos volcánicos que aún no eran explorados y que el oxígeno no llegaba. Bueno, no quedaba más remedio que caminar en ese río asqueroso. ___ puso una cara de desagrado completamente, pero tenía que resistir. Por el bien común. Sus orejas de dragona se agudizaron al escuchar pequeños sonidos agudos que provenían del techo. Murciélagos o, como dirían los Mändras, los Chiropteras. Al menos estos no eran grandes.
De hecho, a ___ le encantaba un tipo de murciélago: el zorro volador. Ese animal era grande en comparación para los otros, pero le encantaba por ser pacífico y amante de las frutas. De niña siempre quiso tener uno. Sin embargo, no tuvo esa ocasión porque ese animal tenía muchas bacterias y no era plan ponerse mala, o que era preferible que estuviera en la naturaleza. Hasta soñó tener su propia piscina y con unos cuantos delfines. Pero eso sería ser cruel y egoísta por su parte.
Sus manos las tenía pegadas al cuerpo. Ni se atrevía a tocar las paredes por puro asco. Ya estaba notando el calor asfixiante que mencionó Crocodile. Su propia piel traspiraba en búsqueda de refrescarse. Al paso que iban nunca saldrían con vida de ahí. Todo esto se estaba siendo imposible para el grupo. Solo deseaba salir de ahí cuanto antes.
De pronto, un nuevo olor llegó a sus fosas nasales. Uno muy distinto al de ahora. ¿Aire? Imposible. Se suponía que esto era una cueva sin fin. No obstante, al fondo, vio una pequeña luz a lo lejos. Por cada paso que daban se hacía más grande. Una salida. Era lo más probable que fuera eso y no otra cosa.
No tardaron mucho en llegar y ___ se sorprendió porque estaban en el corazón del volcán, pero en vez de encontrarse lava había flora alrededor. Unas flores extrañas de color azulado que brillaban a la luz de la luna. Valió la pena mancharse los pantalones, soportar el olor a caca putrefacta y escuchar a la cucaracha decirle «es por aquí». Iba a dar un paso, pero unos hilos finos la detuvieron y miró al responsable.
—Un momento, Hall Lókë. Tengo la sospecha de que esto no es real —habló Doflamingo.
—¿Por qué lo dices?
—¿Salimos de una cueva llenos de mierda para encontrarnos con este sitio bonito? ¿No te parece sospechoso?
Bueno, era cierto. No era nada normal encontrarse con algo así. ¿Y si de verdad esto era una trampa? ___ buscó con la mirada a la cucaracha o intentaba escuchar los pasos de ese insecto. No la veía. No la escuchaba. ¿Dónde estaba? No era posible que se hubiera ido así sin más. De repente, sintió como algo o alguien los empujó a todos por el precipicio y la imagen de las flores se convirtió en la lava. ¡Era una ilusión!
Katakuri reaccionó a tiempo empleando su mochi para sujetar en cualquier roca y agarrar a Cracker. Su hermano agarró al otro. Y así sucesivamente formando una cadena humana. Un poco más y la joven terrícola iba a tocar la lava caliente. Lo peor de todo era quien le agarraba era Spandam, el hombre más débil del grupo.
—¡Como me sueltes, te vas a acordar de mí! —gritó.
—¡Pues que se den prisa! ¡No aguantaré mucho más!
La joven peli-(c/c) miró a su alrededor intentando buscar una alternativa. A su derecha visualizó una plataforma que les serviría estar ahí.
—¡Katakuri! ¡¿Puedes intentar abalanzarnos hacia la derecha?! ¡Hay una plataforma!
—¡Haré todo lo posible! ¡Pero no podré hacerlo solo!
—¡Vale! ¡Haré todo el esfuerzo posible!
Ella era la única que podía poner los pies sobre la pared rocosa porque los otros estaban agarrados a una pierna o a un brazo. Katakuri era la fuerza y el apoyo y ella el impulso. Esto iba a ser como en las películas de Hollywood. ___ caminó dos pasos hacia la derecha, luego dos pasos a la izquierda. Siguió así con el movimiento dando pasos más grandes. Quería asegurarse en llegar a su objetivo. Si fallaba, esto sería su fin. Confiaba plenamente en sus piernas, en su impulso y, por supuesto, en Katakuri. Ahí vamos. Tres, dos, uno... ¡Saltó!
Se agarró firmemente al filo de la cornisa implorando no resbalar. Usó toda la fuerza posible para elevarse y estar a salvo por lo menos. Un suspiro salió de sus labios aliviándose un poco, pero no lo suficiente porque faltaba el resto. Ahora le tocaba el turno a Spandam.
—¡Ah, no! ¡No pienso hacerlo!
—¡Tienes que hacerlo, cobarde! —exclamó Cracker.
—¡¿Y si la palmo?!
—¡Un Mändra menos de que preocuparme!
—¡Eres un hijo de puta, Charlotte!
—¡Yo te cogeré, Spandam! —gritó ___—. ¡No dejaré que el más cobarde y débil del grupo muera en la propia! ¡Eso no está dentro de tu currículum!
—¡¿Qué significa eso?!
—¡Que te mereces morir siendo reconocido como un héroe que morir aquí!
Unas palabras grandes y directas. Spandam emitió un quejido dándole la razón a la muchacha. Hizo el mismo procedimiento que ___. Colocó los pies e iba abalanzándose y rezando en no caerse. ¡Saltó! La chica le prometió que lo iba a agarrar y así lo hizo. Cumplió su promesa. El peli-morado besaba con alegría el suelo por seguir vivo. A más de uno no le hizo mucha gracia.
—¡Hall Lókë! ¡Detrás de ti! —gritó Smoker.
La chica se dio vuelta viendo una sombra haciendo acto de aparición. La voz le resultó familiar, pero se volvió un poco más grave. Sus ojos era puro espanto porque estaba viendo a la criatura más horrible y que se convirtió en una realidad. Una cucaracha humanoide asqueroso que no paraba de babear por su boca y apestaba.
—Es hora de morir, Hall Lókë —dijo a modo de susurro—. No puedes seguir existiendo en este mundo.
—¡¿Tú eres esa maldita cucaracha?!
—Es mi naturaleza. Los Mrak tenemos la habilidad de transformarnos en ciertos animales que nos representan y, en este caso, yo represento tu peor pesadilla.
Ya le hubiera gustado que fuera un caballo espeluznante. Sus instintos de dragona se activaron cuando la criatura saliva en dirección a ellos. Empujó a Spandam para no recibir tal ataque. Y menos mal porque era corrosiva. La roca se corroía con mucha facilidad. Esto no era bueno. No lo era. Y más teniendo al cobarde a su lado que no podía hacer gran cosa. Tan solo sacar su espada-elefante llamado Funkfreed.
Miró de reojo viendo a los chicos trepar por ellos mismos para llegar a la otra cornisa. ___ tenía que pelear por su cuenta hacia esa criatura porque no le quedaba de otra. Empleó el aliento de fuego para repelerlo o matarlo. El Mrak no se movió de su sitio, más bien lo recibió y cuando desapareció el efecto, aún seguía de pie y vivo con una sonrisa torcida que daba grima.
—Estúpida. ¿Nunca has oído escuchar que las Blattodeas pueden sobrevivir a bombas nucleares? Incluso pueden vivir muchos días si le decapitan la cabeza.
—Con razón las repudio —comentó.
—¡Seré recordado como un héroe! ¡Funkfreed, ataca!
Spandam sacó su espada y el filo de esta se alargó dando forma a un elefante enfurecido dispuesto a asestar un gran golpe. Sin embargo, el Mrak emprendió vuelo esquivando el ataque del animal y se posó en uno de sus cuernos. Funkfreed se tensó al tener esa criatura horrible muy cerca de su rostro. Temblaba de miedo. Era igualito a su dueño. La cucaracha humanoide estuvo a punto de escupirle, pero un despiste fue suficiente para que ___ lo arañase cual reptil furioso.
El pobre elefante se relajó y con su trompa tocó la cabeza de Hall Lókë para agradecer su ayuda. ¿A quién no le agradaba los elefantes? Si eras bueno con ellos, ellos lo serán contigo. Pero aún era pronto para bajar la guardia. El Mrak aún seguía vivo con ganas de acabar con esto. Sus ojos blancos sin vida daban mucho miedo. Su boca se abrió tanto que era capaz de engullir a una persona en cuestión de segundos. Sus dientes eran pequeños, pero afilados dispuestos a desgarrar cualquier pedazo de carne. Y sus antenas no paraban de moverse a un lado, como si estuviera perdiendo el control.
___ tenía que activar el Mezame para esta ocasión, pero ningún Mändra estaba en peligro. Bueno, podíamos decir que el resto del grupo estaba intentando sobrevivir en escalar a la cornisa que se sujetaba Katakuri y poco más. Además, tenía de por medio la lava que estaba detrás suya. Un movimiento en falso y podía caer perfectamente. Ella tenía que idear un plan para acabar con la bestia.
Un momento, si el Mrak estaba aquí significaba que su antepasada también. Ellos eran una especie de maldición que impedía que las Hall Lókë fuesen liberadas. ¿Dónde? Esa era la cuestión. Una gota de sudor resbalaba en su sien por el calor que emanaba ese lugar. Era el infierno. Un sitio idóneo para combatir contra el mal y para morir en el intento.
—No sois rivales para mí —anunció, mientras un aura oscura iba rodeando su cuerpo de insecto—. La misión debe cumplirse con éxito y no toleraremos que sigas avanzando, Hall Lókë.
¿Por qué? Seguramente que el enemigo no será capaz de decirle la verdad. Solo retrasar las cosas. El Mrak volvió a escupir muchas veces para dar de lleno a la joven, pero ella era mucho más rápida y sus instintos se agudizaron. Se alejaba para que no diese a Spandam. No deseaba que lo hiriese por su culpa.
«¿Ya estáis seguros?». Habló telepáticamente a los Mändras que tenían conexión con ella.
«Sí, estamos todos», informó Kaku viendo la situación.
«¿Tienes alguna idea de qué hacer?», preguntó Smoker.
«No lo sé. Este enemigo es más complicado de lo que parece. Al ser una cucaracha asquerosa no tiene debilidades».
«¿Y no puedes rugirle o algo para que caiga a la lava?», sugirió Cracker.
La lava. Se fijó que el Mrak estaba casi al borde del precipicio. Una única opción. La opción que le sugirió el peli-violeta. Pero para que surtiera efecto tendrá que idea un plan. Y la única persona que estaba ahí para ayudarla era Spandam. Pero ¿cómo acercarse a él? Esa cucaracha la estaba oliendo con sus antenas capaces de percibir cualquier feromona a su alrededor. Olor. Olor putrefacto.
Miró a sus pies aún cubiertas de las heces de los murciélagos y apestaba a horrores. Oh, no. Una mala idea se le cruzó por la cabeza. «Esta será la primera y última vez que hago esto», pensó. Apoyó las manos en la zona cubierta para cubrirlas y luego esparcir el olor por todo su cuerpo. Unas ganas le dieron de vomitar, pero aguantó cual campeona. Con eso ya era suficiente. Se estaba arrepintiendo, pero no tenía más opciones. Un paso realizó a la derecha. Otro paso. No desvió la mirada en el Mrak.
Este movió sus antenas intentando olerla. No la encontraba.
—¿Dónde estás, Hall Lókë? Es imposible que hubieras desaparecido así sin más.
¡Bingo! Un punto para ___. Corrió hacia Spandam y se paró en seco enfrente de él y estuvo a punto de dar un chillido para decirle que no se acercara, pero la chica le hizo un gesto de que se callase. Su mano tocó la de él teniendo cierta conexión íntima y hablasen telepáticamente.
«Tenemos que tirarlo a la lava».
«¿Tenemos? Tú dijiste bien claro que soy el más débil».
«Somos los únicos que estamos aquí enfrente de la criatura. Escúchame, tengo un plan y no te va a gustar mucho. Si te fijas, el Mrak no me detecta. Tendrás que hacer lo mismo».
«¡Ni de broma pienso untar mi cuerpo en mierda!», chilló mentalmente.
«¡A mí tampoco me agradó la idea y mírame!», lo fulminó con la mirada. «Estamos a una situación crítica y necesito tu cooperación. Y haz lo mismo con Funkfreed».
El peli-morado chasqueó la lengua no teniendo más opción que hacerlo. Se tuvo que tragar su propio orgullo. Se quejaba mentalmente y ___ aún lo escuchaba en su cabeza. Lo ayudó para que la tarea sea más fácil. Ahora sí que la criatura se estaba molestando.
—¡¿Qué demonios estáis haciendo?!
«¿Y el plan es?».
«Que Funkfreed lo golpeé enfrente y después yo haré el remate completo», explicó.
«¿Y si se da cuenta?».
«Lo dudo mucho. Las antenas de los insectos son sensibles a los olores».
«Espero que sepas lo que haces porque esto no es buena idea».
«Si ganamos, te recompensaré de alguna manera», dijo. Entonces, los ojos de Spandam se fijaron en ella y ella hizo lo mismo.
«¿De alguna manera? ¿Eso incluye...?»
—¡NI SE TE OCURRA! —gritó lleno de furia Cracker porque lo estaba escuchando todo y no era el único.
—¡Por una vez en la vida: dejad de leer mi cabeza! —les echó la bronca.
—¡Ya estoy perdiendo la paciencia! —exclamó el Mrak.
Unas patas adicionales salieron de su cuerpo y estas podían extenderse hasta los sitios más lejanos a él. De nuevo, ___ tuvo que empujar a Spandam porque esas articulaciones iban directas hacia ellos. Era su gran oportunidad.
—¡Ahora, Spandam!
—¡Funkfreed, ataca!
La espada-elefante volvió a extenderse, haciendo lo que le pidió ___. La criatura no se dio cuenta de la cercanía que recibió un gran impacto en su estómago. Los colmillos de marfil de Funkfreed atravesaron la coraza de la bestia. Y eso no era todo. ___ apareció para asestarlo un buen puñetazo en el rostro mandándolo por los aires y que cayera hacia el precipicio, hacia la lava.
Un bicho como él no podría sobrevivir a eso. O eso esperaba porque ya se imaginaba cualquier cosa. Se acercó un poco hacia el acantilado buscando indicios de vida de la bestia. La lava la engulló por completo. ___ no sabría si estar relajada. Este asunto la estaba matando.
—¡Menos mal! —suspiró aliviado Spandam que cayó al suelo.
—Yo no estoy tan segura...
—¡¿Qué criatura sobreviviría a la lava?!
—Uno que tocase la moral a más de uno —añadió.
De repente, vio una cuerda proveniente de arriba. Paulie los estaba esperando a que subieran y que estuvieran a salvo. Obviamente, dejó al cobarde Spandam subir porque no quería escuchar sus quejas y sus lamentaciones. Antes de escalar, escuchó una voz llamarla. El tono de voz era la misma que el Mrak, sino uno distinto. Una voz dulce y aterciopelada capaz de cautivar a cualquier ser vivo. Pero ¿de dónde provenía?
De nuevo la llamó y su cabeza se giró hacia el acantilado. No podía ser que proviniese del río de lava. ¿Y si era posible? ___ soltó la cuerda para caminar hacia el borde estando hipnotizada. No escuchaba nada. Ni siquiera a los chicos que la estaban llamando. Solo era ella y la voz. Ya estaba ahí. Un paso más y podría saltar. Un pie alzó a punto de hacerlo. Caerá en el precipicio para ser engullida. No obstante, unas cuerdas la detuvieron y la alzaron con tal rapidez que no le dio tiempo a reaccionar.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?!
___ despertó del trance que tuvo que parpadear dos veces porque no comprendía porque la estaba gritando.
—¿De qué hablas? Estaba a punto de subirme a la cuerda.
—Pues veinte ojos han visto que te ibas a tirar a la lava —refutó Paulie, ya enojado.
—¡¿Qué?! ¡No digas estupideces! —gritó, deshaciéndose de la cuerda.
—Espera, Paulie —lo calmó Kaku—. Hubo un momento en que no podíamos escuchar los pensamientos de ___. Como si un poder extraño la estuviera controlando.
—Afirmo lo que dice el narizotas —dijo Cracker con la mano alzada, jurando la verdad.
No estaba entendiendo nada lo que estaba sucediendo. Si era verdad que hubo un momento en que una parte de su memoria no recordaba nada. Sus ojos se clavaron nuevamente en el borde del acantilando queriendo averiguar lo sucedido. Mihawk dijo que era mejor marcharse antes de que la cosa empeore.
Sí, necesitaba un descanso después de todo esto. ¡Y un buen baño urgentemente!
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