Capítulo 10. Sueños y cucarachas

Mucho tiempo sin tomarse un descanso en el balneario. La única vez fue en ese momento cuando estuvo a punto de hacerlo con Paulie. Y estaba sola. Era preferible así porque descubrirían quien era ella. Desde que llegaron a este lugar Donquixote no ha parado de decir cosas absurdas, como, por ejemplo, hacer una orgía. Ya. Como si los otros lo quisieran.

Todo este tema de Enel la estaba afectando. Debe seguir creciendo tanto física como emocionalmente. Y ahora tocaba el turno de los Mrak. Dos criaturas, se enfrentó. Eran el mal encarnado. ¿Quiénes eran? ¿Por qué desean que Hall Lókë no rompa la maldición? Algo estaba pasando en el planeta Panx y la única forma es descubrirlo por su cuenta con la ayuda de los chicos. Diez hombres con un mismo propósito. Si se acostara con todos ellos su poder se incrementaría, pero también su relación con ellos.

Sus ojos se desviaron hacia el tatuaje del dragón. De todas las mujeres que pudieran existir le tocó a ella. Debía haber una conexión y no la encontraba. Eran muchas dudas que surgían en su cabeza. Metió todo su cuerpo en el agua recibiendo el calor de las termales y no duró mucho tiempo. Relajamiento puro y duro. Había cero preocupaciones. «Mejor retirarse antes de que venga alguien», se planteó, saliendo del agua con mucho cuidado porque las piedras resbalaban.

Fue al vestuario para sacar las cosas del vestuario y empezó a escuchar voces en el exterior. Sus orejas de dragona eran muy finas. Con rapidez cogió la toalla y secó lo más pronto posible para ponerse la bata que las mangas eran largas, perfectas para ocultar el tatuaje. Y por poco la descubren. No quisiera que los Hörrox llegasen acá porque interrumpirían su paz. No miró a ninguna mujer, tan solo se limitó a salir cuanto antes y volver a su habitación. Su cueva. Su protección. Bueno, menos la parte en que tenía que compartir con los Mändras, aunque ya estaba acostumbrada.

No tardó en llegar al cuarto y sus ojos se agrandaron cuando vio toda la sala llena de plumas sueltas y las cosas patas arriba. ¿Qué coño había pasado? Buscó con la mirada al responsable de todo esto. Spandam sostenía en su mano una almohada y con una cara de horror. Sí, era el único que estaba aquí. Ya el resto desconocía donde estaban.

—¿Se puede saber qué demonios está pasando?

—Hay una asquerosa cucaracha.

Con solo oír eso, todo su cuerpo se estremeció. Odiaba ese insecto. Prefería mil veces las arañas u otro tipo de bicho. A causa de la noticia que le dio el cobarde se puso paranoica. No iba a dormir esta noche.

—¡¿Por qué no la has matado?!

—¡¿Y qué crees que estoy haciendo?! ¡No sé cómo son las cucarachas de tu planeta, pero aquí son escurridizas!

¿En serio tenía que colaborar para matarla? No le quedaba más opción. La única herramienta útil para acabar con esos insectos era con su pantufla. Así que se quitó una teniéndola como arma.

—No pienso acostarme en el suelo hasta matarla.

—Ya somos dos.

La cosa se dificultaba porque no había visión inminente de donde estaba. ___ temía en pisarla con el pie desnudo y gritar a pleno pulmón. Las cucarachas tenían la habilidad de esconderse para no ser encontradas. Eran idénticas a los mosquitos, pero estos eran peores porque te picaban y luego se escabullían. Spandam abrió las puertas de los armarios sacando todo lo que encontraba. No había rastro. ¿Dónde estaba?

El olfato de ___ no podía distinguir el olor del insecto porque ni quería saberlo. O sea, imaginarse el olor asqueroso de alcantarillado del bicho le daba náuseas. Con solo pensarlo le daban ganas de vomitar. Sus oídos estaban alertas por si escuchaba esas patitas moverse de un lado para otro. Otro escalofrío. ¡Joder! Esto era desesperante. Ni en sus peores sueños se imaginó que una cosa como esta llegara a suceder.

Y las puertas para acceder al cuarto se abrieron. El resto apareció y se quedaron mudos y pasmados por el espectáculo que estaban viendo: Spandam con una almohada y ___ con una pantufla. Cracker y Doflamingo no evitaron reírse, hasta que la joven los miró con ojos de asesina.

—¡No os burléis, malditos!

—¿Puedo saber...? —Paulie iba a preguntar, pero fue interrumpido por ambos casi mata cucarachas.

—¡Hay una cucaracha!

—¿Y montáis este espectáculo? Que ridículo —comentó Crocodile.

—¡A mí me dan asco esos insectos! ¡No voy a poder dormir!

—Vamos, relájate, ___ —habló Kaku con un tono suave.

—¡¿Cómo voy a estar tranquila sabiendo que ese bicho asqueroso es capaz de entrar en una de mis ojeras y poner huevos?!

Sí, definitivamente estaba histérica. Más que Spandam. El otro estaba intranquilo, pero tampoco se pondría de esa manera. De pronto, un golpe en el suelo alarmó a todos. Un cuchillo pequeño con forma de cruz estaba incrustado en el mármol. Era el cuchillo de Mihawk. Tomó el mango Taka no Me y lo levantó, mostrando el insecto muriéndose lentamente y la punta del arma estaba chorreando de esa sustancia blanca y viscosa. La cara de ___ era puro poema.

—¿Contentos? —cuestionó Crocodile buscando un habano para fumar.

Ambos asintieron, relajados.

—Bueno, ahora sabemos con qué molestar a Hall Lókë.

—No lo hagas, Cracker —aconsejó Katakuri.

—¡Hazlo y te dejo sin huevos! —lo amenazó.

—Estate tranquila, ¿sí? —le aconsejó Paulie—. Nadie te va a molestar poniendo una cucaracha en la almohada.

—¡No des ideas, desgraciado!

Mihawk abrió la ventana para deshacerse de la cucaracha muerta. Y cuando lo hizo alzó la mirada creyendo a ver visto algo porque los arbustos se movieron. Sus ojos dorados, como un halcón, nunca le traicionaban. Sin embargo, no salió porque seguramente será un pobre animal asustadizo. Así que cerró la ventana poniendo el seguro.

—Y otra cosa: ¡ponte algo decente! —gritó Paulie, muy rojo como un tomate.

—¡Acabo de regresar del balneario, estúpido!

—¿Por qué? Si está muy bien así —dijo Doflamingo con una sonrisa pervertida en sus labios.

—Lo que pasa que este idiota es muy vergonzoso.

—Cracker, para ya.

El único que no estaba atento a la conversación era Lucci porque estaba algo nervioso. Sus sentidos de leopardo le advertían que debían marcharse, aunque no estaba muy seguro el motivo. Era mejor dejarlo estar antes de provocar cierta preocupación en el ambiente.

—Ya está bien —cortó la conversación Smoker—. Todos estamos cansados y tenemos que dormir para recuperar fuerzas para mañana.

—Estoy de acuerdo —dijo Katakuri.

—De acuerdo, pero que nadie se acerqué a mí —advirtió la joven buscando en su mochila el ropaje para cambiarse.

—Que aburrida eres —hablaron al unísono Doflamingo y Cracker.

En serio, esos dos estaban buscando ser golpeados por Hall Lókë. La cama era grande por lo que ___ empezó a distribuirla como pudo con almohadas enormes que encontró —o sacó en este caso Spandam en busca de la cucaracha— en el armario. Al resto le pidió limpiar y colocar los muebles en su sitio. Tampoco deseaba que los dueños del balneario se llevaran una sorpresa desagradable, aunque Doflamingo le comentó que eso se encargaba las sirvientas.

«Mujeriego de mierda», le tocó la mano para que captara el mensaje a través de telepatía y él simplemente rio. De verdad, no sabe cómo puede aguantarlo. Ya todo listo, fue la primera en acostarse porque estaba realmente molida y quedó k.o. por completo.

🐉🐉🐉🐉

Y los sueños volvieron. Ella de niña columpiándose con mucha fuerza para tocar el cielo con los pies y con atrevimiento saltó, haciéndose mucho daño en las rodillas. Lloró y lloró, buscando atención. Que la auxiliaran. Y siempre aparecía él. Su padre. Un verdadero héroe. Y aún no podía ver su rostro. Él le dedicaba muchos mimos para que estuviera tranquila y sanó su herida con Betadine y una tirita de osos tiernos.

___ era feliz con él. Su héroe.

Pero el sueño cambió. Ahora ella se encontraba en la cama al despertar por un ruido proveniente en la cocina. No supo exactamente que eran esos murmullos. Un niño siempre tendrá curiosidad en saber lo que pasaba. Salió de la cama y caminó de puntillas hacia la puerta abriéndola lentamente para no formar escándalo. El ruido se intensificaba. Provenía de abajo. Caminó un poco hasta llegar a las escaleras y quedarse en el primer escalón.

Quiénes provocaban ruido eran sus padres. Estaban peleando por algo o por alguien. Ella si tenía recuerdos de su madre, cómo era su rostro, pero con su padre era todo lo contrario.

—Nuestra hija se merece que su madre esté ahí y no yéndose de fiesta con sus amigas y con hombres vulgares.

—Esos hombres son mis amigos también, (nombre indescifrable).

¿Qué? No entendió lo que dijo su madre. Lo dijo en otro idioma.

—Oh, claro. A mí no me engañas, Raki. Ese grupo de gente son más que amigos.

—¿Por qué no me crees?

—¡Porque no soy nada estúpido! La prioridad número uno es nuestra hija.

—¡¿Me estás diciendo que soy una mala madre?!

—Es lo que estoy viendo con tus actos estúpidos.

—¡No tengo culpa de que la niña te prefiera a ti!

Verlos discutir le dolía en el alma. Y todo era por ella. La pequeña ___ volvió a su cuarto con unas cuantas lágrimas resbalar en su rostro. ¿Por qué su madre no la quería? El comportamiento de su mamá era como esos niños que la veían rara. O los profesores que pensaban que sus padres le tatuaron el brazo y por eso llamaron a la policía para denunciarlos por malos tratos. Y en realidad no encontraron indicios de ellos, sino que ___ nació con ello.

Se acostó en la cama con un gran dolor en el pecho y quería seguir llorando. Deseaba no ser una carga para sus padres. Y al rato la puerta se abrió dejando verse una figura grande. Ella se giró para no ver a su padre. No deseaba que la viese llorar, pero él era muy inteligente. Tanto que se sentó en su cama para acariciar sus cabellos (c/c).

—Sé que nos estabas escuchando —susurró—. Estás confusa porque hay ciertas cosas que aún no puedes comprender. Pero quiero que sepas que tu mamá y yo te queremos. Eres la hija que siempre quisimos. Una niña con un tierno corazón y una gran sonrisa deslumbrante. Prométeme que seguirás manteniéndolo, aunque haya días grises que te derrumben.

___ se dio la cuenta para mirar a su padre con los ojos hinchados de tanto llorar.

—¿Y tú me prometes que no te irás?

—Te lo prometo.

🐉🐉🐉🐉

Los ojos de ___ se abrieron de golpe. Otro sueño. Otra incógnita. ¿Eran señales? Muchas dudas surgían en su cabeza. Se daba cuenta que los sueños se intensificaban aún más, como si quisieran comentarle algo. No sabía que pensar.

La luz de la luna llena se colaba en las ventanas y podía observar a los muchachos durmiendo con tranquilidad en la gran cama. Algunos con un pie en la cara del otro. Otros babeando o roncando. Pues sí que estaban todos cansados.

De pronto, un cosquilleo extraño recorrió por todo su cuerpo. Se sentía extraña. No sabría como definirlo. Entonces un mal pensamiento pasó por su cabeza. Solo deseaba que no fuera lo que estaba pasando. Dio unas pequeñas palmadas al aire para que las luces se encendieran y, con todo el valor del mundo, destapó sus sábanas. Horror se reflejó en sus ojos. ¡Estaba cubierta de cucarachas! Gritó a pleno pulmón despertando a todos de golpe.

—¡¿Ahora qué?! —vociferó Cracker de malhumor.

—¡Cucarachas! ¡Hay cucarachas en mi cuerpo!

—¡Hostia puta!

Cuando Cracker se levantó para ayudarla su mano aplastó algo viscoso en el suelo. Agachó la mirada encontrándose unos cuantos bichos muertos. Cosquilleos por su abdomen y pectorales lo alertaron. ¡Él también estaba cubierto! Y no era el único.

—¿Qué coño está pasando? —Smoker estaba muy confuso.

—¡Quitádmelas! ¡Quitádmelas! —sollozó ___.

Los únicos que no tuvieron problemas fueron Smoker y Crocodile al ser hombres Äkuma de elementos, pero el resto se les dificultaba las cosas, aunque la habilidad de Katakuri era una única, pero era pegajosa y los bichos se quedaban pegoteados ahí. Entonces el miedo de ___ la invadió tanto que todo su cuerpo se envolvió en llamas matando a los pequeños insectos. Eso provocó que el resto huyera y salieran despavoridas hacia la ventana que estaba abierta. Alguien tuvo que abrirla.

Mihawk corrió hacia ella porque sería su gran oportunidad para capturar a la persona o criatura que vio en los arbustos. Y cuando lo hizo una sombra estaba saltando por los muros del balneario yendo hacia las montañas. No le dio tiempo a visualizar que era. Ahora su mayor preocupación se centraba en ___ que estaba en el suelo llorando de miedo. Una chica con carácter, pero con una debilidad hacia las cucarachas.

—Ya pasó. Ya se fueron —intentó calmarla Kaku.

—¡Pensé que me iban a comer! —exclamó Spandam con horror en sus ojos.

—Las cucarachas no comen humanos —aclaró Paulie—. Lo único que no entiendo es ese comportamiento hacia nosotros. Se supone que son insectos escurridizos, que no les gusta la presencia de seres como nosotros.

—Creo que alguien nos observaba —habló Mihawk recibiendo la atención de todos—. He visto una sombra trepar por la muralla.

—¿E iba hacia la montaña? —preguntó Lucci recibiendo un sí por parte de Taka no Me—. Me lo sospechaba.

—¿Por qué dices eso? Este sitio me lo conozco muy bien. No tiene nada de raro.

—Eso es lo que tú dices, Donquixote. Mi olfato no me engaña. Aquí está pasando algo turbio y creo que alguien nos lo está advirtiendo.

—¿Un Mrak? —susurró Katakuri.

___ dejó de llorar al escuchar ese nombre. Si era así, era posible que estaban en el sitio adecuado para buscar a su antepasada y liberarla de la maldición. La pregunta era donde estaba y cómo era. Al fondo de la ventana visualizó la gran montaña. Estuvo un buen rato así hasta que recibió una pequeña quemazón en la zona de su tatuaje. Ese acto significaba algo. ¡Claro! ¡Tendrá que estar en el interior de la montaña! ___ tomó sus cosas con rapidez saliendo por la ventana, como si fuera una ladrona que entró para robar y escapar.

—¡¿Qué coño estás haciendo?! —gruñó Smoker no gustándole ese comportamiento.

—Tenemos que ir a la montaña.

—¿Sabes para que sirven las puertas, bruta?

—¿Y tú quieres que alguien sospeche? Además, ese tipo que vio Mihawk habrá dejado algún rastro y no lo pienso perder de vista —añadió, alejándose de la ventana y saltar hacia la muralla.

—Esta mujer me saca de quicio —comentó Smoker no quedándose atrás.

—Es Hall Lóke, ¿qué te esperabas? —añadió Doflamingo, divertido.

Cuando saltó al otro lado de la muralla, no visualizó ninguna pisada. No obstante, un olor nauseabundo llegó a sus fosas nasales y se quejó demasiado. Esto le recordó un poco a aquel lago, incluso en el árbol. Olor a muerte. Tendrá que soportarlo para llegar hasta el responsable. Caminó sin esperar a los chicos porque sabía de sobra que la seguirían. Quien la viera se reiría porque se comportaba como un perro. Olfateando el suelo o el aire para diferenciar los aromas de la tierra y de las personas.

Sus orejas no paraban de escuchar pasos minuciosos y temía que fueran las cucarachas o algo peor que eso. Pero no debía tener miedo. Esta vez necesitaba centrarse en el sospechoso que huía en el acto. Entraba por los callejones de las casas intentando no hacer ningún ruido para despertar a los aldeanos. Vamos a ser sinceros, creo que se estaba perdiendo un poco. O el ser estaba jugando a las escondidas. Algo no estaba cuadrando.

Se escondió en la pared asomando la cabeza lentamente pudiendo visualizar esa figura que vio Mihawk. La criatura se percató de su presencia y volvió a huir. ___ gruñó por lo bajo dándose cuenta que no era nada estúpida. Fue tras ella. No iba a permitir que escapara así sin más. Por cada paso que daba, se alejaba del poblado metiéndose en el bosque frondoso que cubría el lugar. La criatura corría más rápida que ella. No podía permitirse perderla de vista.

De pronto, se detuvo de golpe dándose cuenta que se metió en un lugar desconocido. Estaba ella sola rodeaba de árboles tenebrosos que parecían estar vivos. Además, perdió de vista a los chicos. Esto le pasaba por no esperarles, pero si lo hacía perdería el rastro.

«Hall Lókë».

Alguien la llamaba. ¿Su antepasada quizá? ¿Será la criatura que vio? Escuchaba ramas romperse a su alrededor y los troncos de los árboles crujir. Una amenaza se estaba aproximando. Miraba a su alrededor encontrando alguna señal. Cosquilleo sintió en sus pies y se atrevió a agachar la mirada. Grave error. Gritó como una posesa al ver esas odiosas cucarachas.

—¡Dejadme en paz!

Los propios bichos se quedaron en el suelo fértil y ¿la estaban mirando? Que mal rollo. Y más aún con esas diminutas antenas moverse de arriba abajo. La cara de __ era puro espanto. Una de ellas empezó a moverse en círculos como si quisiera decirle algo. Una voz idéntica a la que escuchó. ¡¿No me joder que era la cucaracha?!

—Dime, por favor, que no eres tú quien me habló.

Otra vez hizo el mismo movimiento escuchando un sí. ¡Se iba a morir en ese instante!

«Ella te espera».

Y la cambió por completo al escuchar eso. ¿Ella? ¿Su antepasada? Más cucarachas surgieron entre las hojas secas y formaron una línea. Un camino que tenía que seguir. ___ sería la última ser humana en fiarse unas cucarachas. Sin embargo, sería la única posibilidad para llegar hasta la antigua Hall Lókë. Con todo el miedo absoluto empezó a caminar, teniendo cuidado de no aplastar a esos insectos del demonio. Se dio cuenta que la estaban guiando hasta la montaña.

Un búho escuchó ulular en los árboles. Sus ojos amarillos brillaban en la oscuridad observando a su próxima víctima. ___ aprovechó la ocasión para hablar con él pidiéndole que buscase a los chicos. No estaba segura con tanto bicho de por medio. El ave prendió vuelo hacia el cielo obedeciéndola. Sus ojos serán capaces de avistarlos.

Y el camino se abrió, dando paso a un lugar despejado y enfrente una gran cueva. Temía un poco lo que se podía encontrar porque sus guías estaban en el interior. No sabía si esperar a los chicos o atreverse a entrar. Esperaba que esto no fuera una trampa de los Mrak. Vamos, ___, no seas cabezona y espera unos minutos. Ellos lo harían. Muy bien, la chica decidió sentarse en una roca mediana cruzando las piernas y los brazos amortiguando así un poco el frío.

Las cucarachas no le paraban de decir que entrase de una maldita vez. Ellas no eran nada. Solo unas criaturas horrendas que no debían haber existido. Y no les haría caso. Bueno, lo hizo antes, pero esta vez era diferente. ¿Cómo sabes que la cueva no se va a cerrar? ¿Y si era una trampa? Todo era posible. Un ulule escuchó, alzando la vista hacia los árboles. Era el mismo búho que vio antes. Eso significaba que encontró a los chicos. Efectivamente. El primero en salir era Cracker que estaba lleno de ramas en sus cabellos. Su cara era de pocos amigos.

Bueno, comparado con la de Smoker o la de Paulie que fueron los primeros en acercarse a punto de echarle la bronca.

—¡Como vuelvas a correr sin esperarnos, te vamos a amarrar en un árbol para que aprendas la lección! —Y ella se adelantó, imitando la voz de Smoker.

—No era precisamente la idea, pero me vale.

—¡Eres impulsiva, mujer! ¿Qué hubiera pasado si te hubieras echo daño?

—Lo peor de todo que me pudiera pasar es que me dé un paro cardíaco por atreverme a seguir a las cucarachas —dijo, señalándolas.

—¿No las odiabas? —preguntó Crocodile con un tono de intriga.

—Sí, y te puedo asegurar que me dio un tremendo escalofrío al escuchar sus vocecitas en mi cabeza diciéndome que cierta persona me está esperando ahí dentro.

—Al menos nos esperaste.

—Yo no me atrevería a entrar ahí con esta plaga.

Katakuri observó detenidamente la cueva queriendo averiguar lo que pudieran encontrar en su interior, pero su gran habilidad no le permitía ver más allá de lo que estaba viendo en el presente. Al ser de noche y ver esa fila de cucarachas daba un mal rollo tremendo. Ya se imaginó a la pobre ___ saltar por los aires.

—Bueno, ya que estamos todos pues es mejor entrar.

—Agarren a Hall Lókë y al cobarde por si una cucaracha se les pone encima.

—¡Cuidadito con lo que dices, Charlotte! —exclamó Spandam.

¿Se encontrarán a la antepasada o a un enemigo con un malhumor de perros? 

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