ONLY
¿Saben la importancia que tiene un corazón completo?
De forma simple, el corazón se divide en dos, una mitad se encarga de llevar la sangre con oxígeno a todo el cuerpo, y la otra mitad recibe la sangre con dióxido de carbono, que va a los pulmones, se limpia, y vuelve al corazón, para llevarlo al cuerpo de nuevo y regresar un par de latidos después, para repetir ese ciclo continuamente.
¿El problema con los que tenemos medio corazón?
La sangre con oxígeno y la sangre sin oxígeno se mezcla, porque no hay una división entre cada mitad, haciendo que tenga menos oxígeno en sangre de lo normal, lo que no me permite hacer muchas cosas, ya que debo estar en un estado tranquilo todo el tiempo, nada como actividad física, o sobre esfuerzos, cargo todo el tiempo con una piel pálida, ojeras y labios azules, y un gran estado de cansancio.
Soy susceptible al sol, al calor, y quizás con solo caminar un rato ya me falta el aire, mi cuerpo se hace torpe y he llegado a desmayarme.
En resumen, mi sangre no se limpia bien, por lo que no tengo mucho oxigeno, y si mi corazón se acelera este baja aún más.
¿Lo peor que podría pasar? Nada muy lindo, un paro cardíaco y mi casi segura muerte.
Es difícil revivir medio corazón.
Pero el verdadero peligro está en que mi cuerpo no recibe oxígeno, y muero de a poco si no recibo oxígeno urgente, así ayudo a regular el dióxido de carbono de mi sangre.
Viví dieciséis años con medio corazón, hablar de mi condición en tiempo presente se me hizo una costumbre, todavía no la pude superar.
Mi realidad actual es que soy un joven muy normal de diecinueve años, y estoy vivo gracias a la mejor persona del mundo.
Lee Heeseung.
Él me dio su corazón.
Les contaré cómo empezó todo.
Incluso antes de nacer, los doctores ya sabían de mi condición, es algo que puede verse en ecografías, así que estaban preparados para atenderme en cuanto naciera.
Apenas tenía pocas semanas cuando fue mi primera operación, la cual nunca entendí muy bien, pero no me ayudaba de por vida, era sólo temporal, sólo para mantenerme con vida para la siguiente operación, que tampoco podía curarme.
Ese era otro tema, muchos niños con mi condición no sobrevivían más de unos pocos años, ni siquiera llegan a la pubertad.
Estaban esperando que diera lo mejor de mí y pudiera romper ese destino, pero no gastaríamos de más en mí para ayudarme.
Vivía de una operación hasta que ya algo cambiara y tenía que ir a otra para mantener todo funcionando.
A los seis años me operaron por segunda vez del corazón, y fue cuando conocí a Lee Heeseung, y en ese momento lo que menos se me ocurriría era que estaba frente a mi salvador.
Su madre era enfermera, en ese mismo hospital, y me había visto con ojos curiosos por los pasillos, hasta que había juntado algo de valor para hablar conmigo.
—Hola, soy Lee Heeseung.
—Jaeyun —le había dicho simplemente, no tenía ganas de hablar con nadie, mi pecho dolía y estaba cansado, como siempre.
Sus brillantes ojitos me miraron con curiosidad.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó con inocencia.
Yo suspiré con cansancio, no quería hablar de mis sufrimientos.
—Tengo medio corazón —dije—. Y tienen que arreglar mi otra mitad.
Y a pesar de que Lee Heeseung era dos años mayor que yo, tenía esa inocencia, esa pureza, esa ignorancia, que yo había perdido entre hospitales, así que ladeó su cabeza, sin entender.
—¿Qué pasó con tu otra mitad? ¿Te la robaron? ¿Te la rompieron?
Yo negué, sonreí un poco, por toda su inocencia.
—Nunca tuve —dije sin más, y lo ví hacer una
mueca.
—Eso es triste... —dijo—. Si quieres, puedo darte mi mitad.
Si en ese momento hubiera sabido que harías mucho más, Hee.
Ese fue nuestro comienzo, y continuaron los días en el hospital y continuaron sus visitas.
Me trajo juguetes, juegos de mesa, y miles de cosas más para pasar el tiempo, recuerdo poco y nada, fue hace mucho tiempo, pero hay cosas que se me grabaron en la memoria.
Como aquel día en que tocó mis labios con sus suaves dedos, acariciando con suavidad mis azulados belfos.
—Tus labios son muy violetas —dijo—, y algo fríos.
En ese momento no conocía del todo bien mi condición, así que no podía simplemente explicar como lo hice al principio, no sabía que era por la falta de oxígeno.
—Y tu piel es muy blanca también —continuó, sus dedos pasaron a mis mejillas, acariciándolas—. Siempre estás frío, Yun.
Si supiera que en realidad sentía calor por su tacto, que sentía más cosas que me hacían entibiarme más por dentro y por fuera, creo que se habría asustado si en realidad yo estaba más frío que aquello.
En otra ocasión, uno de mis últimos días en el hospital, vino con un sobre en su mano, que me extendió con una sonrisa.
"De Lee Heeseung, sólo para Sim Jaeyun" decía al frente, y al abrirlo había una cartulina roja recortada en forma de corazón.
—¿Puedes quedarte con mi corazón, Yun? —preguntó con algo de timidez.
Ya ni recuerdo qué respondí, pero recuerdo haber llorado por largo rato.
Heeseung era la mejor persona del mundo.
Pasaron años antes de volver a encontrarlo, cuando había tenido que ir de urgencia al hospital para que me colocaran oxígeno, en ese momento tenía doce años, él catorce y seguía allí, en ese hospital.
Sentado en una camilla, con los tubos que iban hacia mí nariz, lo escuché tocar la puerta.
Al principio no lo reconocí, había cambiado mucho, y era de esperarse, no era el mismo niño de ocho años.
Su mirada estaba más fría, estaba casi tan pálido como yo, su cabello era de un pulcro azabache, pero me sonrió tan como niño, tan lindo, que no pude evitar corresponderle.
—Ha pasado tiempo, Sim Jaeyun —dijo.
Y su voz... Ah, su voz, tan profunda, algo ronca, grave, totalmente encantadora.
—Heeseung —sólo pude decir su nombre, él se acercó a mí, se sentó junto a mi lado y me habló tan bien, tan tranquilo, que volví a sentirme el mismo niño que era.
Aunque desde ese momento comprendí que te quería, que te quería mucho, no como amigo, esa palabra se quedaba corta por todo el cariño que te tenía.
Lo sigo queriendo, aunque ahora tengo la palabra que en ese momento dudaba.
Yo amo a Lee Heeseung.
Y lo amé con mi medio corazón también.
Esa ocasión fue nuestro reencuentro, y de allí no paramos de vernos.
Él venía a casa, yo iba a la suya, pasábamos fines de semana juntos, leyendo, hablando y, por desgracia, entre hospitales también.
Recuerdo nuestro primer beso, fue para mi cumpleaños, cumplía catorce, él tenía dieciséis y fue de la manera más tonta e infantil que podría pensar.
—Cierra los ojos, Jaeyunie, te daré mi regalo —dijo, sonriendo como idiota.
Y yo obedecí, se acercó rápido tomando mi mentón y uniendo sus labios con los míos, besando de forma fugaz pero intensa, su agarre impidió que me escapara.
Nunca soporté las sorpresas, eso no fue la excepción.
Lee Heeseung hacía mi medio corazón enloquecer, y eso no era bueno, fue cuestión de minutos para que el oxígeno le faltara a mi cuerpo y tuviera que ir al hospital para respirar oxígeno por largo rato, recuperando mi pulso.
Y volvió con expresión apenada a mi habitación del hospital.
—Casi me matas —le dije—, idiota.
—¿Valdría la pena morir por un beso?
No pude responderle, porque mi respuesta era más un "Sí" que un "No", y más si consideraba que Lee Heeseung me había besado.
Nos costó varios besos más tomar el ritmo para no tener que ir al hospital siempre, hasta que nos acostumbramos.
Eso nos tomó unos meses.
Y luego no pudimos pasar de eso.
Directamente, no podíamos ni acercarnos a tener una relación sexual, con sólo calentarnos un poco mi corazón se iba a mil, y el oxígeno en sangre se iba, y terminamos de nuevo en el hospital.
Tuve un pre-infarto.
Y quise morirme, pero sólo para no ver sufrir a Heeseung.
Y le dije.
Que estaba cansado de vivir así, sin poder hacer nada, sin vivir del todo, sin poder hacer lo que quería.
Quería un fin o un nuevo comienzo, pero la idea más factible era la primera.
No había muchas salidas de la enfermedad, o transplante, cosa que era casi imposible de conseguir, o muchos métodos quirúrgicos que no se sabría si servirían.
Recuerdo que una vez intenté suicidarme.
Fue luego de una discusión con Heeseung, donde mi corazón se agitó y fuimos hasta el hospital de nuevo.
Cerré la llave del oxígeno, dejé que la sangre llena de dióxido de carbono recorriera mi cuerpo y matara todo lo que me quedaba, sintiendo como mi medio corazón comenzaba a latir más lento con los segundos.
No llegué ni a desmayarme, sólo bastó para que Heeseung me viera, mis ojos ya estaban yendo hacia atrás y el mundo me daba vueltas, mi cuerpo estaba pesado y ya no respondía, no entendí nada de lo que me gritó, pero abrió la llave del oxígeno, llamando a gritos a la enfermera.
Estuve cerca, mi pulso había bajado a casi cincuenta y cinco latidos por minuto, aunque estaba lejos de mi cometido.
Para una muerte segura debía bajar a cuarenta.
Él lloró a mi lado, me dijo un montón de cosas lindas, y yo no pude evitar sentirme mal, también
rompí en llanto.
Le pedí que me dejara, casi le rogué.
Tenía tantas ganas de hacer tanto con él como él tenía conmigo, pero no podíamos, eso significaría una muerte casi segura, y le pedí que fuera con una persona que le diera lo que yo no podía.
Pero Heeseung era conocido por no dejar nada y no lo haría conmigo.
—Mi corazón es tuyo, Jaeyun —susurró—. Te pertenece sólo a ti, y si mueres, mi corazón muere también. ¿Qué no entiendes?
Heeseung siempre fue tan malditamente bueno.
Y así llegamos a mis dieciséis años.
Heeseung me había dado su corazón, y me había salvado de mí mismo.
Ese año ya estaba en mis últimas, necesitaba una operación milagrosa para seguir viviendo, había superado la expectativa de vida de las personas con mi condición.
El oxígeno ya no servía, directamente vivía de las transfusiones, y había quedado postrado en una camilla casi las veinticuatro horas del día, casi los siete días de la semana, con suerte, podía salir del hospital un par de días, pero no aguantaba más de tres sin sangre nueva.
Estaba más frío que antes, mi piel era azulada y muchas veces ni siquiera podía levantarme de la cama de lo pesado que sentía el cuerpo.
Recuerdo que Heeseung lloraba cada vez que me veía así.
Yo lloraba cuando él no veía.
Mi cuerpo estaba muy podrido por la falta de oxígeno durante tantos años.
Estaba muriendo.
Y esta vez yo no quería.
Así que me sometí a la que sería mi última operación.
Heeseung estuvo a mi lado la noche anterior, me abrazó, me repitió cuanto me amaba miles de veces y con millones de palabras distintas, y con la mañana, y el comienzo de la operación ya no pude verlo.
La anestesia tampoco me dejaba preguntar.
Desperté lo que sentí como años después, pero sólo habían sido unas cuantas horas.
Estaba solo.
Miré alrededor y sólo encontré un llamativo papel color rojo, reposando en mi regazo.
Al tomarlo noté que tenía forma de corazón, tardé un poco más en ver las letras en este, leyendo con torpeza.
"Ahora tienes un corazón completo"
—Lee Heeseung.
El castaño le mostró con emoción su escrito a su novio, el de pelo negro lo leyó con tranquilidad, sonrió mucho, encantado con las palabras.
—¿Qué opinas? —preguntó el menor.
—Está hermoso, amor —dijo, con toda la honestidad—. Pero... Por cómo lo escribes, parece que yo te dono mi corazón y muero. Sabes que tienes mi corazón, pero no en un sentido tan... Literal. Y yo sí estaba a tu lado después de la operación —añadió, ofendido.
El castaño rió un poco.
—Lo sé, pero así me parece más interesante —se excusó, encogiéndose de hombros.
El mayor rió junto a él, dejó un beso en sus labios.
Su novio tenía esas ganas de dramatismo que no podía explicar, pero lo dejaba ser.
Después de todo, todo su corazón le pertenecía, y no había lugar para juzgarlo.
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