6
La incertidumbre de aquella noche me acompañó por varios días. Ya había pasado una semana desde que Maverick trató de advertirme sobre el peligro que era el « diablo rojo » pero aún ni siquiera conocía quién se ocultaba tras el apodo de « diablo blanco ».
Cómo rutina seguí mis mandatos... En ningún lugar al que acudía logré ver de nuevo aquellos ojos siniestros, pero a escondidas del resto, preguntaba sobre Blake a Catalina, mi nueva acompañante en mis tareas y acciones de caridad, pues ella afirmaba que Blake asistía a horarios contrarios a los míos, y que no mantenía conversación con ningún miembro de la comunidad. Muchas veces, pasaba su tiempo en la asociación en compañía de los niños huérfanos que llenaron su estómago de pasteles coloridos, cosa que alegra a la asociación, y por supuesto, a los niños.
Catalina y yo caminábamos hacia la Iglesia, llevando en mano prendas de segunda mano que fuimos recolectando de distintas asociaciones.
Si hay algo que no podía disimular, era mi atención ante los nervios de Catalina.
— Heather, ¿puedo hablar con sinceridad contigo? Quiero decir... ¿Podríamos mantener una conversación privada, sin que se enteren nuestros superiores?
Sus ojos cafés buscaban desahogarse.
— Claro, adelante. Yo te escucho.
— Gracias... Es que no puedo estar tranquila después de... Bueno. Mi cumpleaños será en un par de días, y mis padres me obligaron a casarme con el que iba a ser el esposo de Maddison.
— ¿Qué? Cómo pueden hacer eso?
Una sonrisa se formó en su rostro. — Gracias por entenderlo, es que todos parecen verlo lógico.
— No, no lo es. Es una situación muy complicada para ti.
— Lo sé, siento que estoy haciendo algo indebido... No es mi lugar, no quiero compartir anillo de compromiso con el que iba a ser el esposo de mi amiga.
Catalina trataba de contener las lágrimas, pero sus ojos inyectados en sangre no podían disimular el tormento en su interior.
— Ojalá estar en tu lugar. — Soltó. Quedé petrificada. — Puedo ver cómo lo miras... Y solo pienso en que... Ojalá poder mirar a alguien de esa forma, sin sentirme obligada a forzar algo que no siento.
— ¿A quién? — Pregunté, arqueando mis cejas.
— ¿Cómo que "a quién"? — Soltó una leve sonrisa. — Al igual que tú, me pregunta por ti cuando me ve. No le dirige la palabra a nadie, no parece estar cómodo cómo cuándo fuiste con él a la asociación. Seguro cuándo al fin Dios una vuestros caminos...
— No. No. No. Claro que no lo hará, querida Catalina... Porque aquella vez que fui junto a él, junto a Blake Werner, fue por un compromiso de nuestros padres.
Solté, cogiendo el aliento suficiente para luego volver al tema y preguntar:
— Lo miraba normal, ¿no?
Catalina comenzó a actuar de forma dramática al compás de su discurso. — Juraría que era una mirada de una película de romance y drama dónde aparece una escena en cámara lenta, pétalos rosas por los aires y un piano acompañado de un violín.
— Ya, yo creo que ves muchas películas.
— Yo creo que también. — Soltó un suspiro. — Aún así, ¿dijiste que no es tu prometido?
— No. Es mi vecino.
— Entonces, juraría que era una mirada de una película de romance prohibido y acción dónde aparece una escena en cámara lenta, ocultados bajo la luz de la luna llena y-
— ¡Y nada! — Le interrumpí. — Creo que debería dejar de preguntarte por él.
— Lo dices cómo si lo fueses a hacer. — Dijo de morros.
— Es que no está bien. Oculta cosas y me llama la atención. No creo que sea algo más que se asemeje a tus películas.
— Bueno, tienes la oportunidad de conocerlo. Valorará tú atrevimiento cómo un caballero y compartiréis sentimientos.
— Eso desde luego que no. "No puede sentir". — Afirmé, imitando las comillas con mis dedos.
— Espera, espera, espera, espera... — Catalina se colocó frente a mi, boquiabierta. — ¿Te dijo que no podía sentir? Oh, por mí Señor... Eso es en toda regla un "hazme sentir".
— Catalina... — Dije, colocando mi mano en su hombro para volverla a poner en su sitio. — Creo que tienes un concepto muy distinto a lo que es realmente Blake Werner.
— Bueno, no soy Heather Clark para saber la parte real que Blake Werner le brinda.
Si tan solo la supiera...
El silencio reinó durante un par de minutos, en los cuáles Catalina cambió por completo su expresión, envolviéndose en la tristeza.
— Hay algo que me acompaña, y se me hace inevitable no pensar en ello. No puedo soltarlo.
— ¿El qué?
— Cuando Maddison se incorporó en la comunidad de nuevo, tras sus semanas estando ausente. Traté de hablar con ella a pesar de todo el esfuerzo que dedicaba. Porque ella aseguraba no querer saber nada de mí. Pero sé que mentía. Éramos muy unidas, y en sus ojos solo podía ver temor. Ella me soltó que moriría, así sin más, y se fue. Al día siguiente volví a preguntarle y esa vez fue la última que pude hacerlo, su respuesta fue que Craven nunca perteneció a nuestro Señor, si no al diablo rojo, y ella lo conocería pronto, porque sería quién la mataría.
Y cómo si me hubiese contagiado su pánico, quedé en silencio asimilando sus palabras. — El diablo rojo... No te dijo algo más sobre él, ¿verdad?
— Sí. Dijo que es quién el lidera el juego macabro, y que no está solo, es más, nosotros somos sus peones, desde los vivos, hasta los que por sus manos ya han muerto.
***
Sus palabras me persiguieron todo la tarde. Me encontraba en mi habitación en compañía de Miku, en casa había silencio absoluto, pues había llegado la hora de yoga de mamá, y papá estaba haciendo unos recados. Digamos que era mi hora de calma.
Admiraba tras la ventana la naturaleza que envolvía a nuestro poblado, sus bosques, el canto de las aves...
Mentira.
A quién iba a engañar, la realidad era que mi atención la recibía la mansión de Craven.
La desesperación por conocer lo oculto me consumía hasta provocarme insomnio. Sabía que él podía darme señales, pero, ¿podría seguir las señales de alguien como Blake Werner? Y sí siguiéndolas, ¿sólo me encontraba al vacío?
Algo en mi interior me impulsaba a aventurarme hacia su búsqueda. Quería conversar con Blake, lejos de advertencias, aunque hablar con él ya era un riesgo que estaba dispuesta a tomar. Él sabía la verdad, y yo anhelaba conocerla.
Así que, una vez decidida, tras agarrar el aliento suficiente, salí de casa evitando ser vista a través de las ventanas de mi hogar.
Comencé a correr sosteniendo con una mano mi vestido, y con la otra, una bolsa que guardaba las prendas de Blake. Toqué el timbre de la entrada del jardín, y al instante las puertas se abrieron.
Nerviosa, caminé por el largo jardín hasta tocar la puerta de la mansión.
— ¿Heather? — La puerta se abrió, y tras ella, me encontré con sus ojos esmeraldas. Arqueó sus gruesas cejas y apoyó su mano sobre el marco de la puerta, cómo si me prohibiera adentrarme en su hogar. No había que descartar que el padre de Blake: Darek Werner, compartía la misma mirada imponente que su hijo. — ¿Ocurre algo?
— No. Nada, Sr. Werner. Quería darle algo a Blake, ¿está en casa?
Mantenía su sonrisa en silencio al tiempo que llevó su mirada a la bolsa que sostenía en mis manos, luego, volvió a mis ojos. — Ahora mismo no está. No sé dónde se habrá metido. Pero, puedo dárselo yo sí lo deseas. — Se ofreció, alzando su mano hasta la bolsa, pero retrocedí un paso.
— Prefiero dárselo personalmente. — Le mostré una dulce sonrisa. — Los mandatos de nuestra comunidad acabaron hace un par de horas, ¿cree que puede estar en la Iglesia aún?
— No lo creo, Dark no está aquí y en la Iglesia no aceptan lobos.
Asentí con la cabeza antes de despedirme con amabilidad, pero al darle mi espalda, podía sentir su mirada clavada en mí.
— Creía que presentarse en el hogar de otros debía ser en compañía de tú familia. No digo que me moleste tú presencia, pero creo que no deberías estar aquí. ¿No es así, Heather?
Y tenía toda la razón.
— Sí. — Confesé, dirigiendo mi mirada a la suya. En su rostro podía ver su sonrisa torcida. — No me malinterprete, pero a veces me gusta tomarme la libertad de hacer lo que deseo, y no lo que me ordenan.
Darek me mostró una sonrisa divertida, y antes de cerrar la puerta de su hogar, me guiñó un ojo.
Salí de la mansión de Craven, dejando que la suave brisa desordenase mi cabello suelto. Sostenía la bolsa en un profundo suspiro al tiempo que volteaba mi cabeza de un lado a otro tratando de encontrarle. A unos cuántos metros lejos de mí, estaba aquel animal correteando a toda velocidad persiguiendo a una liebre. Y cómo si hubiese encontrado a mi objetivo, corrí tras de él, hasta que se adentró de nuevo en el bosque.
Confundida, me replantee adentrarme en él, y sin darme cuenta, ya estaba dentro del bosque, corriendo hasta encontrar a aquel lobo de ojos de colores diferentes. Pero en mi alrededor solo habían árboles y más árboles que cubrían los rayos del sol. Solté un suspiro antes de voltear mi cuerpo hasta la salida, pero para mi sorpresa ahí estaba Dark, frente a mí, observandome.
— Aquí estás. — Le mostré una sonrisa y decidí inclinar mi cuerpo hasta él para acariciar su abundante pelaje, a pesar de que quizá podría llevarse mi mano consigo de un bocado. — ¿Dónde está tú dueño?
Mi corazón se aceleraba con más frecuencia cuándo casi mi mano ya casi alcanzaba la cabeza de Dark.
Mis ojos se abrieron de par en par, y cómo si el frío envolviera mi cuerpo, quedé inmóvil al sentir una respiración en mi cuello.
— Bu.
Solté un grito de terror antes de caer de culo en el pasto. Al elevar mi mirada, mientras mi pecho subía y bajaba acelerado, pude ver de nuevo su mirada heterocromática alrededor de su cabello negro, acompañada de una sonrisa divertida. — ¿Siempre tienes que caer en mis pies?
Le mostré una sonrisa falsa antes de colocarme en pie. Blake vestía con prendas deportivas: una camisa de compresión de color blanco que se ajustaba a su figura atlética, y unos joggers negros acompañados de unas converse altas negras. Estaba de brazos cruzados, sudando cómo si hubiese corrido una maratón, en su oído podía ver su airpod que desde lejos te permitía escuchar rock.
— ¿Qué quieres, Heather? ¿Por qué estás aquí?
— Dijiste que cuándo quisiese verte usase tú ropa cómo excusa. — Alcé mi mano hasta mostrarle la bolsa. — Así que, te he traído tú ropa.
Le regalé una sonrisa que se desvaneció al instante, pues, por primera vez, pude ver un destello en su mirada heterocromática acompañada del sonido de su risa y de una suave brisa que desordenaba su cabello oscuro, el cuál caía sobre los lados de su cabeza.
Wow... Parecía una descripción de una de las películas de Catalina.
— Bien. — Dijo, la sonrisa no desaparecía de su rostro. — Imagino que el interrogatorio no tardará en comenzar.
— ¿Cómo lo sabes? — Pregunté en un tono sarcástico.
— ¿Por qué vendrías a verme, entonces? — En mi rostro trataba de erradicar respuesta alguna mientras me sumergía en un profundo silencio. — No tienes por qué responder, porque no hay ninguna otra respuesta después de desaparecer por completo. Aunque, estabas tardando en hacerlo.
— Fue por obligación. — Blake comenzó a caminar, dándome las espaldas, mostrándose ofendido ante mi ausencia. — Además, ¿no es lo que querías? ¿Que me mantuviese alejada de ti?
— Debes hacerlo. — Su voz sonaba lejana, así que corrí tras él. Siguiendo sus pasos.
— ¿Entonces por qué te molestas?
Blake se encogió de hombros, indicándome un "no sé" sin palabra alguna. Continuaba su camino con las manos en sus bolsillos.
— ¿Por qué te molestas? — Le repetí, agarrando su brazo, frenando sus pasos.
Su mirada me estudió por instantes, reaccioné de inmediato y aparté mi mano de su fuerte brazo. Su silencio me incomodó durante segundos, pero no me rendí, mantenía el contacto visual esperando su respuesta.
— Que debas hacerlo no significa que es lo que quiera que hagas. — Soltó, llevando su mirada a la mía.
Le brindé una sonrisa alegre, pues parecía disgustado consigo mismo, cómo si siguiese órdenes que le privaran de compartir emociones, experiencias... Quizá crea que no puede sentir, porque nunca tuvo la oportunidad de conocer a alguien que le hiciese experimentar nuevas emociones. Cómo si se sintiese disgustado porque mi presencia tiene un objetivo detrás: conocer la verdad, y no conocerle a él.
— Bien, entonces seamos amigos. — Me coloqué frente a él, frenando su paso. Él me mostró una mirada confundida, observando mi mano esperando una respuesta por su parte. — Por sí no lo sabes, ahora es cuándo tienes que darme la mano.
Pues de alguna manera, mi curiosidad hacia él era igual de grande que las preguntas que envuelven a Craven en un poblado misterioso.
Arqueó sus cejas, de nuevo cruzó sus brazos llevando sus ojos de colores diferentes de mis pies a mi cabeza. — ¿Me traerás pasteles de colores? — Preguntó, media sonrisa se formó en su rostro acompañada del hoyuelo en su mejilla.
— ¡No! — Coloqué mis manos sobre mi cintura en forma de taza. — ¡Son para la Iglesia! No puedo hacer eso.
— Mm. Vale. — Soltó frío, apartándome de su camino cómo si tratase de un maniquí antes de continuar caminando, dejándome a sus espaldas.
— Vale, vale. — Seguí sus pasos alzando mis manos. — Te traeré algunos...
— Bien, — Se volteó hasta estar frente a mí, ofreciéndome su mano. Coloqué mi mano sobre la suya y con una sonrisa estrechamos nuestras manos. — amigos.
Blake continuó caminando, y yo seguía sus pasos.
— ¿Puedo? — Pregunté, señalando su auricular. Su mirada me estudió por segundos antes de compartir su música conmigo.
Mi sonrisa se desvaneció cuándo su música penetró en mis tímpanos. Contuve la calma a pesar de que los gritos, la guitarra eléctrica y un coro celestial parecían el ambiente de un ritual satánico. ¿Cómo puede mostrarse tan sereno escuchando tanto ruido? Quizá para mí, fuese ruido, quizá para el fuese un sentimiento, y es que la canción era un constante bucle de sus letras que contaban el hogar que era la oscuridad para un niño humillado por la luz. Un niño incapaz de hacerse visible para su alrededor, y solo lo hizo posible causando temor. Un niño que a su oído la insania le susurraba quiénes eran los monstruos a los que temer, y en vez de temerles, hizo que temieran de él.
— Veo que Dark, el bosque y tú sois uno. ¿Te gusta mucho, verdad?
Cabizbajo, los mechones de su cabello oscuro cubrían su mirada, su respiración se volvía agitada cómo si algo hubiese hecho acto de presencia en su mente. — En casa siempre estaba aquella voz de fondo recordándome que era un monstruo. Esa misma voz, cuando no le daba miedo mirarme a los ojos, me leía libros para dormir y uno de ellos decía que los monstruos vivían en el bosque. Entonces, cuando me hirió, cuando vi su mirada de terror al verme, me aseguré de que mi lugar estaba en el bosque. Huí, y me tumbé en el suelo boca arriba, mirando la luna en silencio. Entonces conocí a Dark. Desde ese día, se volvió mi lugar de huida y Dark mi compañero de escapada.
El ambiente sereno desapareció por completo, la melancolía se llevó ante su llegada el canto de los pájaros, y solo quedó el sonido de nuestros pasos.
— Y esa voz... ¿Era la voz de tú madre?
— Sí. — Respondió, frío.
Está vez, la canción hacía acto de referencia a la cómoda compañía de la muerte. Y tratando de volver a ver los colores a mi alrededor, cambié de tema.
— ¿Me prestas tú teléfono un momento? Es que quiero poner una canción que me gusta.
Él no le dio importancia, me ofreció su teléfono y tras ello me metí en una aplicación de música, en nuestros auriculares compartidos comenzó a sonar: Heart Busel, de la banda The Drums. Una canción con ritmo alegre. Comencé a tararear el comienzo en espera de la letra, Blake mantenía el mismo rostro inexpresivo. ¿No era buena idea cambiar del rock metal al indie? Quizá solo lo estaba incomodando más, ¿estaba empeorando el ambiente?
Conforme comenzó la letra, decidí montar mi propio concierto, y me coloqué ante él, fingiendo que su teléfono era mi micrófono, cantando la letra con una gran sonrisa mientras Dark, de nuevo me rodeaba ante mis gestos bruscos. — Oh, I feel the ocean in my head! Oh, the pressure's rising and my heart beat's speeding... — Ni aún con todo mi esfuerzo me regalaba una sonrisa, así que comencé a señalarlo, dándole más volumen a la música. — For you. For you...
Oh, siento el océano en mi cabeza
Oh, la presión está aumentando y mi corazón late a toda velocidad
Por ti, por ti.
Mi espectáculo se arruinó cuándo Dark pasó cómo una flecha ante su velocidad, siguiendo a algo de color verde que apenas podía descifrar de que se trataba, y tras su carrera, impactó contra mis piernas y caí sobre el pasto, con Dark a mis espaldas.
Desde luego, que no servía para animar.
Pero para mí sorpresa, pude escuchar sus carcajadas. Es más, cubría su rostro con sus manos y ante tanta risa, primero me sentí ofendida, luego me comencé a reír con él por haber conseguido mi propósito.
Se cruzó de brazos, de nuevo podía ver aquel destello en su mirada.
— Está oscureciendo, creo que será mejor que volvamos a casa los cuatro.
— ¿No sabes contar o qué? — Bufé.
— Claro que sí... Uno, — se señaló a sí mismo, — dos, tres — me señaló a mí, y luego a mi cabeza, — y cuatro. — por último señaló a Dark.
— ¿Qué? — Llevé mi mano a mi cabeza, y en vez de acariciar mi cabello, acaricié una textura suave y babosa, tras ello, un Croac, hizo que la risa de Blake volviera. — No... — Y cómo si el sapo que había en mi cabeza me estuviese afirmando que era real, volvió a dejar su Croac cómo respuesta.
Así que esto era lo que seguía Dark.
El trayecto de vuelta a casa fue un descanso ante lo que me impacientaba a cada momento. Compartíamos música, mientras le contaba lo agotada que había sido esta semana, acompañados del cielo arrebolado y del lobo negro que se sabía de vuelta el camino y seguía su paso mientras se distraía ante cualquier animal o insecto que aparecía ante él.
Conversar con Blake era algo complicado, pues a veces se mostraba distante y quería acomodarse en su propio silencio. Como si su carga social desapareciese por momentos, pero sería algo a lo que debería acostumbrarme si quería acercarme a él.
Antes de llegar a casa, le hice saber que volvería con sus preciados pasteles de colores, así lo usaría de excusa para compartir más tiempo con él.
Una vez en casa, ese sentimiento tan alegre se desvaneció por completo al dirigir mi mirada a los rostros de mamá, papá, Eleanor y Freya Young. Los rostros de ambas, derramaban lágrimas cómo ríos y pude entender que lo que estaba a punto de descubrir, era algo que sabía.
— Heather, — La voz de papá aceleró mis latidos. — ¿Dónde estabas? — Caminó hacia mí, de nuevo aquella mirada impulsiva. — ¿No te quedó claro lo que hablamos o qué?
— Basta, Jordan. No es momento de discusiones. — Ordenó mamá, consolando a la madre de Maddison Young. — Heather, la señora Young y su hija están aquí porque...
— ¡Mi marido, mi pobre marido! — Exclamó Eleanor, en sus manos sostenía una chaqueta de cuero ensangrentada que en varias ocasiones la había visto en Maverick.
Papá caminó hasta llegar a mi vera, y en mi oído susurró:
— Maverick Young ha estado ausente durante una semana, y acaba de ser encontrado. — Cogió aire antes de continuar. — Su cadáver... Ha sido encontrado. Al igual que su hija, se ha suicidado.
— Entonces, cuándo el próximo ataúd lleve el cuerpo de Maverick, silenciado a través del suicidio... Verás, que tú realidad es una utopía causada por los que sí pueden ver.
Las palabras de Blake Werner reinaron sobre mi silencio, está vez, acompañadas de un: "Te lo dije"
Avancé hasta llegar a Freya, sus ojos eran acompañados por ojeras violáceas y lágrimas cristalinas. Jugueteaba con su vestido combatiendo con sus nervios de alguna manera, y sin decir palabra alguna incliné mi cuerpo hacia al suyo, envolviéndola en un fuerte abrazo.
— Ha ocurrido... Ha ocurrido. — Susurraba Freya en mi oído. — Dijo que el diablo rojo lo mataría. Tenemos que hacer algo... Tenemos que hacer algo, no tenemos tiempo.
— Freya. — Dije, agarrando sus brazos. — ¿Sabes algo qué yo no sepa?
— La primera ronda terminará en tres días. Al finalizar la ronda, todos los peones del diablo rojo ocuparán sus tumbas... Pero... — En su rostro cubierto de lágrimas apareció una sonrisa de oreja a oreja, está vez me abrazó con mucha más fuerza entre risas alegres. — Tranquila, Heather... Estoy feliz... Porque la siguiente ronda, la ganará el diablo blanco. El verdadero juego, la verdadera justicia... Está a punto de comenzar.
— ¿Quién te ha dicho todo esto? — Me alejé de ella hasta encontrar su mirada. — ¿Cómo sabes todo eso, Freya?
— Porque lo he conocido. — Susurró, alegre. — El diablo blanco... He conocido al tercer miembro.
— ¿Qué? ¿Son tres?
Freya asintió.
— Ellos están aquí, en Craven... Han estado observando sus movimientos, y ahora es su turno de arrasar.
Aquí la canción que canta Heather:
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
Nota de la autora
¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿Tenéis alguna teoría o sospecha? Os leo.
👀
Jolie
❤
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