4
El sacerdote se despidió tras el elogio fúnebre. El ataúd dónde descansaba el cuerpo sin vida de Maddison permanecía oculto bajo la tierra y la losa de mármol en la que se reflejaban los rayos de sol.
Ni un rostro de los que se presentaron en el velorio tomó lugar ante el funeral, pues ahora sólo rondaban los rumores de « el despreciable acto de Maddison Young ante nuestro salvador », además de « la falta de respeto va en la sangre de los Young ». Por tanto, ante su lugar de descanso eterno tomábamos lugar los Young, mi padre y yo.
Los Young no se atrevían a cruzar miradas con nosotros. De vez en cuándo sentía una mirada disimulada por el rabillo del ojo, cómo si nuestra presencia les resultase incómoda, cómo si se tratase de un compromiso asistir al funeral...
Eleanor Young, la madre de Maddison, mantenía su mirada en su marido, Maverick, que arrodillado ante la losa de mármol derramaba sus lágrimas cristalinas sobre ella. Freya, la hija menor de los Young, miraba hacia el suelo perdida en sus pensamientos, hasta que desvió su mirada miel hacia la mía.
— Permanece en este lugar, Heather. Los Young pueden reaccionar ofensivos. Recuerda el comportamiento de Maverick Young la mañana de ayer. — Dijo papá prohibiendo mi aproximación hacia el lugar de descanso de Maddison. Y tras coger aliento suficiente, se dirigió hacia la señora y el señor Young.
Inquieta, decidí mirar hacia las afueras del bosque. En mi mente volvieron a transcurrir los hechos de ayer, pues aquella cena con los Werner solo alimentó más mi curiosidad hacia ellos. ¿Qué le ocurre a Azael? Su mirada grisácea parecía temer de mi familia, de mi presencia. Y tras aquel ataque de pánico — que para Blake parecía ser algo reiterativo— , pude ver ante mi huida, cómo el chico de ojos grisáceos abrazaba a su hermano mayor en desesperación, y él... Blake, con los brazos de Azael rodeando su abdomen, no se atrevía a devolverle el abrazo, es más, hasta podría decir que le parecía extraño.
— ¿Estás triste? — Una voz aguda sonó a mis espaldas, curiosa volteé mi cuerpo hacia ella. — ¿O finges estarlo? Es que nadie siente pena por mi hermana.
Su mirada miel trataba de analizar algo en mi rostro. Su cabello dorado era largo y lacio, cómo el de su hermana. Era cómo si pudiese ver a Maddison antes de caer en un abismo del que no pudo escapar. Era cómo si pudiera ver a la Maddison de dieciséis años.
— Lamento que el poblado no se muestre compasible ante la pérdida de tú hermana. Yo... Yo sí siento pena. — Está vez mi voz se volvió un susurro que Freya logró escuchar. — Y impotencia.
— Yo creo, — ella se colocó de puntillas, su rostro estaba frente al mío mientras analizaba de cerca mis ojos esmeraldas. — qué tienes miedo.
— Sí. — confesé. — Maddison también tenía miedo, y predijo su muerte. Dicen que fue un suicidio, ¿crees que tú hermana haría algo así?
Freya volvió a colocar sus talones en el suelo, su pecho bajaba y subía acelerado. — ¡Es que no fue un suicidio! Papá lo sabe, ¡él lo vio! Y nadie le cree. ¡Nadie cree la verdad que vio en las cintas!
— ¿Cintas? ¿Qué cintas?
— Las cintas de vídeo que grabó Maddison antes de morir.
— Y... ¿Sabes que decía en ellas? ¿Lo sabes?
Freya meneó su cabeza de un lado a otro. — No. No lo sé. Papá no puede mostrar esas cintas a nadie más, es una orden del diablo blanco.
— ¿Qué? ¿Qué has dicho? — Pregunté, a pesar de haberlo escuchado a la perfección. — ¿Diablo blanco?
— Sí. Era el salvador de Maddison... Al menos eso decía ella, todas las noches oraba para él.
— ¿Y dices qué le ha prohibido a tú padre compartir las cintas? ¿Es una deidad? ¿Es humano? ¿Quién es el diablo blanco?
— Es humano, ambos son humanos.
— ¿Ambos?
— Sí, son dos. Ambos forman al diablo blanco.
— Esto... ¿Sabes qué oraciones le dedicaba Maddison?
— Era una única oración. Pero, no la recuerdo bien... Aunque cómo yo a veces le lanzaba almohadas porque me molestaba su murmullo escribía la oración en su diario.
— Oh... Entiendo.
— Puedo conseguir la oración. Puedo arrancar esa hoja del diario, mi padre no se dará cuenta
— ¿De verdad? Eso estaría genial. — Oculté mi entusiasmo en una postura firme. — Claro, si es lo que tú deseas y si no trae consigo malas consecuencias.
— ¡Heather! — Papá caminaba hacia mí dando fuertes pisoteadas, alejándose de los Young, enojado. Su mano agarró con fuerza mi brazo, y sin tiempo a alcanzar su velocidad, me llevaba a rastras consigo. — Nos vamos. Nos vamos de aquí.
— ¿Qué ocurre?
— Jordan... ¡Jordan! ¡No lo entiendes! ¡No estás del lado correcto! — La voz de Maverick me causó escalofríos.
Una vez en el coche, papá no se atrevía a responder mis preguntas. El trayecto de vuelta a casa era dominado por la inquietud y la incerteza.
— ¿No piensas contarme qué ha ocurrido? — Pregunté con ansía de explicaciones.
— No. Lo único en lo que debes pensar ahora es en tú compromiso con Ashton. Está noche será la cena, ¿recuerdas? Debes de darles una respuesta a la familia Miller.
Asentí con la cabeza en silencio. Ya en casa, para mi sorpresa, estaba él ahí. Sentado, trajeado y con aquel aura misteriosa que le envolvía junto a sus poderosos ojos heterocromáticos. Pero más sorpresa fue, que Miku estaba tumbado patas arriba sobre sus piernas mientras que su mano acariciaba su suave pelaje naranja. — ¿Blake?
— ¡Al fin llegas! Blake te ha esperado un largo tiempo. Su hermano menor no pudo venir, no se encuentra bien. Será mejor que te cambies de vestido, no debes hacer luto. — Ordenó mamá llevando su mirada a mi vestido negro. — Acompáñame.
Fui a sus espaldas, brindándole una mirada confundida a Miku, pues, no suele llevarse bien con la mayoría de las personas. Ni siquiera se acerca a mis padres.
El vestido negro cayó al suelo. Sobre mi cuerpo desnudo me coloqué un largo vestido blanco, mi favorito, pues parecía un vestido de la época medieval, mi cabello ondulado caía sobre mis costados y alcanzaba la altura de mi cintura. Viéndome frente al espejo podía pensar en Mérida, pero la única rebeldía que he cometido ha sido escuchar a escondidas canciones de Britney Spears y de Lady Gaga, además de irrumpir en la mansión de los Werner para salvar a Miku...
— ¡Señor! — Dijo mamá, boquiabierta.
— Es bonito, ¿verdad?
— ¿A dónde crees que vas? Ahora mismo te atas el cabello en una coleta, y ese vestido... Desátate algún lazo de él, se ajusta mucho a tú cuerpo.
Desató los lazos de mi vestido antes de cepillar mi cabello.
— Te recuerdo que está noche tenemos una cena con tú futuro esposo y...
— ¿Futuro esposo? ¿Hablas por ti? Porque yo aún no decidí nada.
Con cólera , tiró de mi cabello hacia atrás y luego se excusó culpando al cepillo. — Hablo por ti. Tú padre y yo hablamos por ti, y es que está noche sin opción alguna aceptarás. Es por tú bien, Heather. Ya nos lo agradecerás.
— ¿Por mí bien? — Rápido me alejé de ella, enojada. — ¿O por el vuestro? Claro, siempre miráis por vosotros, es más, habéis estado esperando este momento toda vuestra vida. Que vuestra hija os saque de la miseria vendiéndose a un Don Quién.
Ella caminó hasta a mí, posó su mano sobre mi mejilla escondiendo su enojo a través de una sonrisa maliciosa. — Debes enseñar a Blake, su padre nos ofrecerá una cantidad de dinero aceptable. Y eso, quiere decir, que solo debes enseñarle las pautas. No establezcas confianza alguna con él, no le hables de cosas externas y si él lo hace, hazlo callar, o se ignorante. ¿Entiendes? No puedes faltarle el respeto a tú esposo.
Nuestro sendero comenzó hace unos minutos. Parecíamos un retrato de una pareja dándose a la fuga. Éramos un notorio contraste. Blake parecía un caballero oscuro con una mirada cansada, cómo si hubiese vuelto de una insufrible guerra, a su lado, caminaba ocultando mis manos por unos guantes blancos de seda que a penas se veían por los volantes en las mangas de mi vestido, también de color blanco. Ambos caminábamos frente al cielo arrebolado. Manteníamos un profundo silencio que ninguno se atrevía a irrumpir, pero a Blake no le parecía importar, se sentía cómodo en él, mientras yo me ahogaba en mis propios pensamientos. De algún modo, me sentía prisionera.
— Oye, raro.
— ¿Monja?
Entonces, me coloqué frente a él caminando de espaldas con una gran sonrisa.
— Si tú salvador te pone en tú destino un compromiso... Algo así... Em... Algo tan duradero de lo cual no te puedes separar tan fácilmente, y si lo haces, recibirías el odio de todos tus seres queridos y de los que ni siquiera conoces... Si aceptas ese compromiso te sientes prisionera, pero si no lo aceptas también. ¿Qué harías?
— Se supone que las lecciones las dabas tú... — Una sonrisa torcida se formó en su rostro, entonces, rasqué mi nuca con una sonrisa avergonzada antes de volver a su vera, siguiendo el trayecto.
— « No establezcas confianza alguna con él, no le hables de cosas externas y si él lo hace, hazlo callar, o se ignorante. ¿Entiendes? No puedes faltarle el respeto a tú esposo. »
Supongo que Blake solo sigue la orden de su padre, ni siquiera querrá mantener una conversación.
— La pregunta en realidad es... — Su voz grave pero al mismo tiempo suave, volvió a formar mi sonrisa. — Si es tú salvador, ¿por qué te condenaría? ¿Por qué aceptarías ser prisionera?
— ¿Harías lo imposible por tú padre? — Pregunté, su mirada heterocrómatica se encontró con la mía, sus ojos se veían más claros, reflejados en ellos el arrebol del cielo.
— ¿Harías lo imposible por tú Dios?
— Sí, lo admiro y pagaría cualquier mal por mi señor.
— Entonces... Sí, lo admiro y pagaría cualquier mal por mi padre.
— Incluso... ¿Forzarías amor hacia un desconocido?
Por primera vez, escuché su risa. Por instantes, su aura oscura se desvaneció. — No puedo forzar lo que no siento y lo que nunca podré sentir.
— Pero quizá, con el tiempo... ¿Lo sientas?
— Eso es imposible.
— ¿Por qué?
— Porque soy incapaz de sentir.
— Pero te has reído hace unos momentos, te he escuchado. No eres tan raro, ¿ves?
Me mostró una sonrisa de boca cerrada y llevó sus ojos claros hacia los colores vivos del cielo: rojizos, amarillos y anaranjados... Un cielo celestial al que admirar, pero sin ser consciente, yo lo estaba admirando a él. Compartiendo su silencio.
Una vez frente a la organización perteneciente a nuestra Iglesia, le advertí a Blake que debía ser agradable con todos los niños en su interior. Pues, era un día especial en el que los niños huérfanos y necesitados de Craven se reunían en nuestra asociación para asistir a una gran comida, y tras ella, podían participar en una actividad: hacer cupcakes para los demás niños que no pertenezcan a Craven que estén en su misma situación.
Dentro de la asociación, una oleada de niños vinieron hacia nosotros regalándonos sus abrazos.
Cómo pude, traté de regalar mis abrazos, mientras que a mis espaldas, Blake no sabía siquiera cómo reaccionar — se veía que el contacto físico no era lo suyo — , pero mantenía la paciencia a pesar de que un niño lo trepase cómo si fuese un árbol.
— ¡Bien, veamos que pastelitos habéis hecho! — Dije caminando frente a la gran mesa.
— ¡Señorita Heather, Liam ha tocado mi pastel con las manos sucias! — Dijo un niño de cabello rubio que apenas alcanzaba la altura de mis rodillas.
Mientras un sermón leve cayó sobre Liam, quién me miraba apenado jugueteando con sus dedos, sentí mucho movimiento a mis espaldas, es entonces cuándo noté que Liam estaba rojo de contener la risa. Centré mi mirada en el reflejo del gran jarrón de cristal sobre la mesa y pude ver a Blake haciendo gestos bruscos con sus manos, pero mi enojo aumentó cuándo con mi larga melena, fingía tener un bigote pelirrojo. — ¡Blake!
— ¿Heather?
— Un momento chicos... — Dije antes de agarrar la corbata de Blake llevándolo conmigo lejos de los niños, colocando mis manos en forma de taza. — ¡No puedes burlarte de mí mientras le hago concienciar a un niño sobre sus actos!
— Para aquel niño eras una sombra de tres metros con garras. Casi llora. — Dijo señalando a Liam. — Y ahora no para de reír.
Y así fue, al voltearme Liam imitaba los gestos de Blake mientras todos los niños se reían a carcajadas.
— Sí, pero... — Traté de decir, pero la voz de Catalina sonó a mis espaldas.
— Hola, hermana. — Dijo dándome una leve reverencia. Catalina era miembro de nuestra comunidad al igual que muchos otros, han acudido a la asociación para cumplir con sus mandatos. — Hola, hermano. — Está vez le dio una reverencia a Blake, y me miró anonadado, entonces le di un codazo como señal de que imitase su movimiento.
Blake obedeció ocultando una risa maliciosa.
— Oye... Quería preguntarte algo pero que se mantenga en privado. Mis padres me castigarán si se enteraran... — Ella jugaba con su cabello oscuro, nerviosa.
— Sí... — Quise seguir hablando, pero Blake se alejó de mi vera, volviendo con los niños.
— Es sobre Maddison, en la comunidad se ha prohibido nombrarla. Es más, los señores Young han sido expulsados de ella. Ahora son... Una sombra en Craven, todos los ignoran. Quería preguntarte... ¿Cómo está la hermana Freya? Me preocupa mucho, y rumoran que sólo acudió tu familia al funeral.
— Pues... Ella está bien, su rostro parecía en mejor condiciones que el de sus padres. Lo está tomando con serenidad. — Dije y ella soltó un suspiro de alivio.
Tras una agradable conversación, volví a la realidad y lo que vi me dejó impactada, de tal manera, que hasta metafóricamente se me cayó la mandíbula al suelo. Todos los niños rodeaban a Blake, quién estaba sentado en una silla siendo obligado a comer pasteles coloridos sin poder respirar, pero es que, ¡él lo estaba disfrutando! En su rostro habían múltiples birutas de colores y cómo si su estómago fuese un agujero negro, él seguía comiendo pasteles.
Cómo si fuese una escena dramática de una telenovela corrí sujetando la falda de mi vestido, la oleada de niños dejó un camino libre para llegar a Blake. — ¡No, no, no! ¡Son para la Iglesia! ¡Blake, déjalo ya!
— Uno más.
— ¡Qué lo sueltes! — Dije salvando el pastel que iba a ser devorado.
***
— Me duele al caminar. — Dijo, frotando su abdomen.
— Te aguantas. — Mascullé, enojada, todos los túpers que llevabámos en nuestras manos estaban casi vacíos.
Nos adentramos en la Iglesia, Blake imitaba los movimientos de los miembros y hablaba con correspondecia, cómo uno más de nosotros ante el resto. Le hice saber lo necesario de nuestro poblado, él se mantenía en silencio asintiendo con la cabeza.
A las afueras de la Iglesia, preparados para volver a casa, una voz inquietó mi cuerpo. — ¿Heather?
Ambos nos volteamos, ahí estaba Ashton. Vestía con un traje blanco acompañado de una pajarita dorada que combinaba con su cabello rubio. Sus ojos celestes fulminaron a Blake, pero, aclaró su garganta, desviando su mirada de él, cuándo noté en su mirada heterocrómatica aquella oscuridad que reveló la noche en la que caí en su piscina, su aura volvía a ser tan notoria y imponente.
— Él... Es Blake, hijo del Sr. Werner, mi nuevo vecino. Nos pidió si podíamos ayudarlo a conocer las pautas de Craven.
— Un placer, mi nombre es Ashton Miller, yo también me incorporé hace unos días a Craven. Un lugar muy agradable, ¿verdad?
Blake asintió con la cabeza en silencio, parecía gozar del temor que trataba de contener Ashton. Quiso sacar algún tema de conversación, pero la mirada de Blake atravesaba su cuerpo.
— Solo... Quería decirte que deseo mucho que llegue la noche. Esta cena significa mucho para mis padres, pero, no quiero que te sientas más presionada, así que les advertiré de que sus palabras no sean tan pesadas para ti. — Agarró mi mano y posó un suave beso en mis nudillos. — Nos vemos luego, Heather.
Luego, llevó su mano a la de Blake, ambos se dieron un apretón de manos que hasta a mí me incomodó y tras ello, pusimos rumbo a casa en un largo silencio. De nuevo, perdida en mis pensamientos.
« Se acercó a mí con rapidez, intenté gritar pero su mano cubrió mi boca impidiendo que lo hiciera.
—¿Quieres enfrentarte a mí, Heather?»
Sus palabras volvieron a mi mente. ¿Cómo es que conocía mi nombre?
— Aquella condena a la que te referías... — Dijo, llevando su mirada a la mía. — ¿Se apellida Miller?
— Sí. — Confesé. — Aunque quizá esté agravando la situación, quizá no sea malo conmigo. Quizá...
— Quizá te estés impulsando por lo que es visible. Por la apariencia, por las palabras. Quizá estés cumpliendo el sueño de alguien más, de tús padres, de sus bolsillos. Quizá quieras hacer amena la situación pensando en lo peor que podría ser. Quizá no te des la importancia que debes darte...
Y tras ello, volvió a mantener el silencio. Cómo si mi subconsciente hubiese tomado la palabra a través de Blake.
Pude ver cercana la mansión de Craven. Ya habíamos llegado a muestras casas.
— Quizá tengas razón, quizá no la tengas, quizá me digas porque conocías mi nombre. — Solté, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro.
— Porque te conozco. — Dijo, haciendo desaparecer la distancia entre nuestros cuerpos, llevando su dedo índice a mi barbilla, obligándome a elevar mi mirada para encontrarme con la suya. — Te conozco más de lo que crees, más de lo que sabes. Conozco lo que aún desconoces y algún día conocerás... Sé todo de ti. Sé que sientes curiosidad hacia mí, y... ¿Sabes lo peligrosa que es tú curiosidad hacia mí? Tan... Tan peligrosa, que lo único que deberías hacer es agradecerme por no mostrarte la oscuridad que tú curiosidad ansía por conocer. Porque si la conoces, si realmente me conocieses, Heather... No volverías a ver mis ojos, sino la mirada de lo que me persigue día tras día y me consume cada noche. Así que, no hagas nada por entenderlo, por encontrarlo, por satisfacer tu afán. Porque entonces me verás, verás lo que siempre habrás querido conocer... Y te perseguirá hasta el final.
Retrocedió unos pasos, sumida en el terror, observé cómo se dirigía a la entrada del gran jardín.
— Buenas noches, Heather Clark.
Su sonrisa torcida fue lo último que contemplé antes de que volviera a casa, junto a su lobo. Quedando en el centro de la sombría calle.
Nota de la autora
Los Werner... Un compromiso a ciegas...
Y una oración, que nos llevará al diablo blanco.
Aunque, lo bueno tan sólo está por comenzar.
🖤
Jolie
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