15
KORA WALKER
Mi padre aparcó el coche con destreza y me llamó la atención con una dulce sonrisa —Luces preciosa, hija mía — dijo, sacándome de mis ensoñaciones.
—Gracias —expresé, mientras tomaba mi carpeta — . Aunque no era necesario que te tomaras la molestia de llevarme al trabajo.
Dirigí mi mirada a la suya, tratando de encontrar algún rastro de cambio en ese ser despreciable que solía ser. Aunque se esforzara por mostrarse diferente, no podía encontrar ningún refugio en sus ojos. Por más que intentara verlo de otra manera, seguía viendo a la misma persona que alguna vez fue.
Justo cuando me disponía a salir del coche con total determinación, con un gesto rápido y firme, él me agarró del brazo.
—Espera un momento, Kora — dijo mientras buscaba en su bolsillo. Finalmente, sacó una caja roja de terciopelo y me la entregó — . Aquí está, ponte esto — me dijo.
Con curiosidad, tomé la caja entre mis manos y la abrí lentamente, expectante por descubrir su contenido. Para mi sorpresa, allí yacía un colgante, una cruz de un negro profundo.
Sus ojos, implorantes y llenos de anhelo, se clavaron en los míos, buscando encontrar alguna señal de perdón y esperanzas. Como si su alma suplicara por un atisbo de confianza en medio de su mirada inquisitiva. Mientras acariciaba la cruz entre mis dedos, sentí un peso en mi corazón y una bruma de pensamientos nublaron mi mente.
De repente, me encontré sumergida en una profunda reflexión. Era evidente que deseaba que encontrara un refugio espiritual en la religión, algún tipo de protección divina — De esta manera... Estarás bajo la protección de nuestro señor y estarás a salvo de cualquier daño que pueda causarte aquel pecador.
Con un suspiro de rendición, asentí lentamente, entregándole una pequeña dosis de mi confianza al colocarme el collar. Aunque no sabía qué camino tomaría en mi búsqueda espiritual, acepté aquel regalo como un símbolo de la importancia que tenía en su vida.
Le aseguré que todo estaría bien, mientras me despedía de él. Con paso decidido me dirigí hacia la entrada del imponente internado, sintiendo una mezcla de emoción y nervios. El viento acariciaba mi rostro y el crujir de las hojas bajo mis tacones creaba una melodía que me evocaba a nuevas aventuras. Observé cómo las majestuosas columnas de la entrada se alzaban ante mí, imponiéndose con su grandiosidad y recordándome el privilegio y el peligro de estar allí. Con cada paso, mi corazón latía con más fuerza, lleno de esperanza y determinación. Sabía que el camino que estaba por recorrer no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío que se presentara. Así, con la seguridad de que todo estaría bien y con una dosis extra de valentía en mi interior, me sumergí en el mundo que me esperaba más allá de esa imponente puerta.
Con una confianza palpable, avanzaba con paso firme, emanando una sensación de seguridad y tranquilidad en cada uno de mis movimientos. Mi atuendo era impecable, cuidadosamente seleccionado para transmitir elegancia y sofisticación. En ese momento, llevaba puesto un vestido negro de corte clásico, adornado con exquisitos detalles de encaje floral negro en las mangas. Mi melena negra, sedosa y brillante, caía con suavidad a ambos lados de mi rostro, enmarcándolo de forma elegante. Con determinación y firmeza, ingresé a la sala de reuniones, donde me esperaba el respetado director, el Sr. McCall, quien era conocido por su exigencia y capacidad de discernimiento.
—Buenos días, señorita Walker — pronunció un hombre mayor, de apariencia distinguida y una imponente vestimenta, lujosa y cuidadosamente seleccionada, así como la evidencia de varias carpetas con nombres diferentes colocadas ordenadamente frente a él, dejaban en claro que se trataba del director del prestigioso internado de Wagner. Su voz era suave y persuasiva, transmitiendo un aura de autoridad y confianza —Me llamo David McCall, y tengo el honor de ocupar el puesto de director en este destacado internado. Permítame expresar mi más sincero agrado al saber que ha decidido unirse a esta comunidad, ya que no todos tienen la capacidad de hacerlo. Estoy convencido de que usted es una candidata excepcional para ocupar este puesto.
—¡Oh! El honor es mío, por tener frente a mí al director de esta maravillosa institución — exclamé con una suave inclinación y una sonrisa radiante que causó que el jefe se ruborizara.
— Permítame explicarle, Srta. Walker, cómo se organiza la distribución de los psiquiatras en nuestra institución. El proceso es bastante sencillo y tiene en cuenta la experiencia y especialización de cada profesional . Los psiquiatras de más alto nivel son asignados a pacientes provenientes de un distrito de grado 4. Estos médicos cuentan con amplios expedientes y una amplia experiencia en el tratamiento de casos complejos. Son considerados los líderes en nuestra institución.
+ Por otro lado, tenemos a los psiquiatras de nivel intermedio. Aunque no tienen expedientes tan extensos como los de nivel superior, ellos se especializan en áreas específicas, lo que los convierte en profesionales altamente competentes en determinados trastornos mentales.
+ Estos médicos están disponibles como sustitutos en caso de que sea necesario cubrir la ausencia de un miembro de alto nivel.
+ Los psiquiatras que aún no tienen expedientes trabajan en nuestra oficina de preparación, ubicada en el piso 0. Ellos están en la etapa inicial de su carrera y están adquiriendo experiencia bajo la supervisión de nuestros especialistas más experimentados. Esto nos asegura que cuenten con los conocimientos y habilidades necesarias para un trato adecuado de los pacientes en el futuro.
+ En cuanto a la ubicación de los médicos, los pisos 1, 2 y 3 están destinados al resto de los psiquiatras de nuestra institución. Estos profesionales, aunque no ocupan puestos de liderazgo tan prominentes como los de nivel superior, son altamente capacitados y cuentan con la experiencia necesaria para brindar un cuidado de calidad a nuestros pacientes.
Nuestra conversación se llevó a cabo en su despacho, donde estábamos sentados frente a frente. El ambiente era sereno y profesional. Mientras me hablaba, mi jefe se mostraba seguro de sí mismo y sus palabras fluían con claridad.
Asentí con atención, tratando de captar cada detalle de la información que me estaba transmitiendo. Hice contacto visual con él para demostrar mi interés y compromiso en comprender a fondo sus instrucciones y consejos.
—Si tiene interés en descubrir cada distrito, puede solicitar amablemente a mi asistente que se encargue de brindarle una guía de acompañamiento — señaló hacia atrás, un hecho que me desconcertó y me sacó de lugar. Al girarme, me vi cara a cara con un joven imponente de estatura elevada, cuyos ojos, de un cautivador tono grisáceo, se asemejaban a los míos. El color de su cabello, de un soberbio café, caía en cascada a los lados de su rostro a la altura de sus ojos. Sus brazos, en una postura cruzada, realzaban aún más el ajuste perfecto de su traje que delineaba su musculatura. Una sutil y enigmática sonrisa adornó su rostro cuando me examinó minuciosamente de pies a cabeza — Si no tienes intención de examinar cada distrito, sería prudente que el caballero deje de entrometerse en lugares donde no es bienvenido.
El jefe continuó hablando, causando que el joven rodara los ojos y saliera de la sala.
—Perfecto, aquí tienes el expediente del paciente D226. Te insto a que lo examines minuciosamente, ya que en una hora tendrás tu sesión con él. Te dejaré a solas para que puedas concentrarte. ¡Buena suerte! Volveré cuando se cumpla el tiempo mencionado — con una sonrisa en su rostro, la persona salió de la habitación, dejándome completamente sola en la sala.
A medida que mis ojos pasaban por las palabras impresas en el papel, una inquietud crecía en mi interior.
Darek Hale, un hombre de 25 años con un diagnóstico de trastorno psicopático. El término por sí solo ya era suficiente para generar cierto temor y desconcierto. Sin embargo, era el adjetivo "manipulador" el que resonaba en mi mente una y otra vez, haciendo que mi corazón latiera más rápido.
Como cualquier profesional de la salud, tenía la responsabilidad de mantener una actitud objetiva y sin prejuicios al leer los expedientes de mis pacientes. No obstante, era difícil no dejarse llevar por las emociones que surgían al leer sobre una persona con un trastorno de este tipo. El historial de Darek estaba lleno de experiencias problemáticas y conflictivas, lo cual corroboraba su perfil manipulador.
Mientras avanzaba en la lectura, una pregunta empezó a martillear mi cabeza: "¿Por qué no hay fotos suyas?". Era una cuestión que parecía insignificante a primera vista, pero que despertaba mi curiosidad y alimentaba la intriga. La falta de imágenes de Darek Hale en su expediente daba paso a la incertidumbre y me hacía preguntarme qué era lo que trataba de ocultar.
Mi mente empezó a divagar, formulando diferentes teorías sobre el motivo detrás de esta ausencia de fotografías. Podría ser que Darek hubiera tenido problemas legales en el pasado, o tal vez simplemente no le gustaba ser fotografiado. Sin embargo, a medida que avanzaba en mis suposiciones, me daba cuenta de que estaba dejando volar mi imaginación sin fundamentos sólidos.
Me encontré analizando minuciosamente los adjetivos negativos que resaltaban en el expediente de Darek. Fue en ese instante que me di cuenta de que estas simples palabras no podían definir por completo a un ser humano y que detrás de cada diagnóstico existía un mundo complejo y único. Consciente de mi rol como profesional de la salud, mi principal objetivo era comprender y tratar a mis pacientes de la manera más óptima, brindándoles el apoyo y las herramientas necesarias para su recuperación.
Sin embargo, mi enfoque profesional se desvanecía con cada nuevo descubrimiento. ¿Por qué? La respuesta era tan sencilla como inquietante: no soy una psiquiatra, sino una espía. Mi tarea era escudriñar en lo más profundo de la vida de Darek, desentrañar sus secretos y descubrir sus motivaciones. No podía permitirme el lujo de verlo como un simple paciente con problemas de salud mental, sino como un objetivo de investigación.
—Señorita Walker, ¿está lista? — El timbre de la voz del director resonó en mis oídos, provocando que mi cuerpo se sacudiera de sorpresa.
— Sí, estoy lista — respondí.
Sin embargo, ¿estaba verdaderamente preparada para esto?
Por supuesto, soy Kora Walker y puedo enfrentarme a cualquier desafío.
Acompañé al Sr. McCall hacia el ascensor que nos llevaría al distrito de los pacientes de grado 4. A medida que nos acercábamos, podía escuchar los susurros de mis compañeros, quienes parecían estar debatiendo sobre mi capacidad para enfrentar esta desafiante tarea.
— Enfrentarse a un paciente tan grave solo llevará al caos absoluto.
— Es muy probable que su vida se extinga en tan solo un día.
— Es improbable que logre sobrevivir a esto.
El director y yo subimos en el impecable elevador, con el corazón palpitando de anticipación por lo que me esperaba al llegar a nuestro destino: el distrito 4. Las puertas se cerraron con un chasquido y el ascensor comenzó a ascender suavemente. Mientras el suelo bajo nuestros pies desaparecía rápidamente, la emoción se apoderaba de mí.
Después de unos momentos, las puertas del elevador se abrieron, revelando el corredor de acero pulido frente a nosotros. Siguiendo al director, atravesé los interminables pasillos. Cada puerta que pasábamos era de un oscuro metal resistente, aumentando la sensación de misterio en el aire.
Lentamente, las cifras grabadas en las puertas comenzaron a cambiar a medida que avanzábamos. D223, D224, D225... El sonido cálido y animado de los pasillos se transformaba en un silencio inquietante, solo interrumpido por el eco de nuestros pasos resonando en el aire tenso.
De repente, el director se detuvo frente a una puerta en particular, marcada como D226. Una extraña corriente de emoción y aprensión recorrió mi cuerpo mientras el director sacaba una clave de su bolsillo y la insertaba en la cerradura de la puerta. El clic de la cerradura al abrirse resonó en el pasillo.
—Espero que haya tenido la oportunidad de familiarizarse con las reglas y regulaciones, Srta. Walker — realizó un gesto elegante para invitarme cortésmente a pasar. Aunque mi corazón latía aceleradamente por la anticipación y los nervios, no pude evitar sonreír tímidamente y aceptar su invitación, cruzando el umbral y adentrándome cautelosamente en el intrigante espacio.
La habitación parecía sumida en una penumbra, solo algunos destellos de luz lograban colarse por una pequeña ventana ubicada en la parte superior de la pared. En medio de ese ambiente sombrío, se hallaba el paciente, sus extremidades exhaustas yacían sujetas a las duras cadenas que lo aprisionaban a la pared. Su boca, ahogada por una mordaza, le impedía emitir cualquier sonido. Con paso lento y tembloroso, me acerqué cautelosamente a su lado, consciente de que cada paso podría alertarlo. Mis manos temblorosas se acercaron a la mordaza, que parecía causarle un terrible malestar al atrapar su voz. Con cuidado, como si mi toque pudiera liberarlo de su padecimiento, desaté la mordaza y la retiré con suavidad. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando recuperé la distancia que nos separaba.
Me presenté con voz temblorosa, queriendo ocultar mis nervios mientras inclinaba la cabeza, fingiendo que le prestaba atención a mi carpeta —Soy Kora Walker, tu nueva psiquiatra.
—¿Te han comentado alguna vez que es considerado una falta de educación hablar sin sostener la mirada, Kora Walker? — sus palabras resonaron en el silencio de la habitación, interrumpiendo el aire de tranquilidad que nos envolvía. Era imposible ignorar esa voz profunda y penetrante que hizo que mi piel se erizara de inmediato.
Mis ojos escudriñaron el horizonte en busca de su mirada. Cuando finalmente encontré esos ojos color esmeralda, sentí cómo la intensidad de su mirada me envolvió, atrapándome en un mar de emociones. Sus facciones, meticulosamente dibujadas, realzaban su innegable perfección — Veo que tienes una lista interminable de delitos que te coloca en el ojo del huracán. ¿Cuál de todos fue el que desencadenó tu encierro en los muros de esta institución?
La pregunta le pareció divertida, lo que provocó que frunciera el ceño momentáneamente. Sin embargo, en su rostro comenzó a dibujarse una sonrisa atractiva y traviesa —Robé algunas chuches de un bazar.
Un gesto serio se dibujó en mi rostro, aunque tal vez tratando de ocultar una leve sonrisa, reminiscente de la enigmática expresión de la Mona Lisa. Inhalé profundamente, dejando escapar un suspiro antes de proseguir con lo que tenía que decir.
—Es revelador que te encuentres confinado en las habitaciones de grado 4; esto arroja ciertas conclusiones acerca de tu personalidad. Además, resulta impactante que hayas perpetrado el asesinato de tu recién asignada psicóloga — pronuncié, tratando de transmitir firmeza mientras mantenía mi mirada inquebrantable en la suya.
—Se autodenominan como profesionales de alto nivel, pero en realidad se trata de individuos que confinan a sus pacientes en un sombrío y angosto espacio conformado por cuatro paredes. Los privan de su voz al colocarles mordazas y restringen sus movimientos al atarles las manos. Y como si esto fuera poco, los someten a preguntas sin sentido, como si el simple hecho de cuestionar su propio juicio fuese suficiente para alterar la realidad. Sin embargo, lo que no comprenden es que al final, es el propio paciente quien logrará cambiar el juicio de ellos. Me resulta incomprensible por qué has decidido recurrir a Wagner para tratar a un psicópata. ¿Acaso no existe otra alternativa para acabar con uno mismo que no deba ser puesta en mis manos?
—Lamento decepcionarte, Darek — aseguré, sus ojos esmeraldas no se apartaban de los míos — , pero tengo que decirte que tus intentos de manipulación no funcionarán conmigo. Puedes creer que eres alguien supremo en esta institución llena de juicios distorsionados, un Dios Pero en realidad, eres igual que el resto de las personas encerradas en estas habitaciones. Ahora sí, comencemos.
—¿Dios? —comenzó a reír de forma siniestra y despiadada, como si se burlara de la idea misma —Digamos que no me considero como tal, aunque... ¿Sabes qué es curioso? Me he percatado de que cada vez que me acerco sigiloso hacia alguien atrapado en mi oscuro sótano, empuñando un arma mortal, esos seres desvalidos comienzan a orar suplicantes... Me hace cuestionar si realmente soy algo más poderoso, algo divino —su risa retumbó por toda la habitación, llenándola de un aire macabro y tenebroso, como si hubiera revelado el chiste más perturbador del universo. Pero en un abrir y cerrar de ojos, su semblante cambia repentinamente a una seriedad inquietante.
Me dirigí a la persona frente a mí, con una mezcla de enfado y desprecio en mi tono de voz —Eres alguien con un trastorno psicopático; una persona que ha sido encerrada por asesinar a aquellos que representan a la justicia, así como por haber matado a sus propios padres cuando tenía tan solo doce años. Pero déjame aclararte algo: no eres un ser divino, solo eres un psicópata que juega a serlo —mi frustración se hizo evidente cuando continué mi discurso —¿Acaso no te das cuenta de lo vulnerable que eres estando atrapado en esta habitación? ¿No te das cuenta de que no eres más que un Don Nadie?
—Está bien — respondió, despreciando mis palabras de arrepentimiento — . Sigamos adelante. Pero... ¿podrías acercarme ese vaso de agua? — suplicó con los ojos, apuntando hacia un vaso de cristal y una botella que estaban detrás de mí. Me di cuenta de que tenía los labios secos, lo cual era comprensible después de verlo amordazado. Me levanté sin apartar la mirada de él y serví agua en el vaso. Volví a mi posición original, sosteniendo el vaso en mi mano —¿Qué estás esperando para darme el agua? — preguntó, intentando levantar sus muñecas encadenadas — No puedo hacerlo solo, a menos que me liberes.
No cuela, Darek.
—Simplemente acerca el vaso a mis labios, ¿no te das cuenta de que no puedo moverme? Han pasado casi veinticuatro horas sin que tome nada — me aproximé lentamente hasta que nuestros rostros quedaron frente a frente. Extendí mi mano hacia adelante, agarré el vaso de agua y lo acerqué a su boca.
Repentinamente, en medio de un estallido de ira, él tomó el vaso con su boca y lo lanzó bruscamente hacia su derecha, haciendo que se fragmentara en numerosos pedazos de cristal. Me invadió el susto y traté de alejarme, pero él logró agarrar el collar que mi padre me había regalado. Con una fuerza descomunal, arrancó el collar de mi cuello con su boca, acercándonos peligrosamente, con nuestras bocas a escasos centímetros de distancia.
—Nunca hubiera imaginado que alguien estuviera dispuesto a vender su vida para atenderme, pero de alguna manera, tú decidiste venir hacia mí. Era casi imposible ignorar el hecho de que compartes apellido con él —su voz resonó en el aire, grave y profunda, evocando en mí una sensación repetitiva a cuándo la escuche por primera vez: mi piel se erizó al instante, impulsada por una oleada de emociones. Observé su cabello negro, tan intenso como el mío, que enmarcaba su rostro de una manera enigmática. Pero no podía ignorar su mirada, tan radiante y llameante como esmeraldas brillantes, que se mantenía fija en mis ojos grisáceos, creando una conexión instantánea —A simple vista, tus rasgos son tan similares a los suyos que resulta difícil descartar que seas pariente de él. Pero lo que más me sorprende es tu habilidad para mentir, es como si llevaseis la mentira en la sangre, y debo admitir que te queda bien tu profesión de espía en el Centro Nacional de Inteligencia, pero, es irónico que trabajes en un lugar que se supone está lleno de personas informadas y conocedoras de los secretos que el mundo esconde, cuando en realidad, tú no tienes ni la más mínima idea de lo que te rodea, Kora. ¿Crees que soy quién buscas? Te advierto de antemano que estás frente al diablo equivocado.
—¿Qué? — me limité a decir, mi cuerpo se petrificó al darme cuenta de que conocía el origen de esa información, pero ¿cómo era posible que estuviera informado? — No tienes la menor idea de lo que estás diciendo.
El insistente timbre del ascensor resonaba en mis oídos, rompiendo el silencio que reinaba en la habitación. Cada sonido era como un latigazo en mi cabeza, recordándome que el tiempo se agotaba. Los pasos decididos, firmes, se acercaban cada vez más, llenando el espacio con una presencia imponente.
Mi corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho. Aunque evitaba mirarlo directamente, podía sentir su aliento caliente acariciando mi cuello, enviando inquietantes escalofríos por toda mi espalda.
Sin embargo, con una determinación férrea, me aparté de él a toda velocidad. Mis pies se movían rápidamente, recuperando la distancia que aún nos separaba. Mi mente estaba llena de pensamientos confusos, una mezcla de angustia y anticipación. Sabía que no podía dejarme llevar por esa atracción, que debía mantenerme a salvo.
—Día quince de septiembre del 1995, Ritterburg, Alemania. ¿No querías conocerme? Adelante, hazlo de una vez por todas.
De repente, una voz me llamó desde el otro lado de la puerta metálica. Era David McCall, el director de la institución. Sin perder tiempo, sus dedos rápidos y precisos pulsaron la combinación en el teclado para abrir la puerta. El sonido del mecanismo al desbloquearse resonó en mis oídos, indicando que el acceso estaba ahora permitido.
—Descubrirás los fuertes vínculos que conectan nuestro pasado, Kora — su voz estaba cargada de una mezcla de exigencia y desafío mientras sus labios se curvaban en una sonrisa llena de misterio.
Nota de la autora
Hola, hola. ¿Qué les ha parecido el capítulo? Os leo. 🕵🏻♀
¡Gracias por leerme!
Jolie.
❤
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