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H E A T H E R

La ceja de Blake se elevó, reflejando el mismo grado de confusión que yo estaba experimentando. —¿De verdad no sabes quién es?

—No, — aseguré, colocando los libros en la estantería — ¿qué ocurre con él?

Observé cómo su rostro pasaba de la completa confusión a una expresión seria, como si hubiera resuelto un enigma mentalmente.

—Ya veo, fue cosa de Gray — me resultaba nauseabundo escuchar su nombre, de inmediato sentí un malestar en el estómago. Tener que compartir mi espacio con Blake se había convertido en algo aún más doloroso — . Siento que hayas tenido que cruzarte con mi tía, su actitud es simplemente despreciable, y me atrevería a decir que es así la mayoría del tiempo. No hay palabras suficientes para describir lo egoísta y manipuladora que es. Parece disfrutar enormemente al ver el sufrimiento de los demás, no hay límite que no esté dispuesta a cruzar para lograrlo.

—¿Tú tía? — repetí, sorprendida — ¿Eres su sobrino?

—Sí — contestó frunciendo el ceño. Pude notar el ligero parecido que tenía con aquella mujer, pues no recordaba que la familia Werner compartía una belleza etérea — ¿qué habías pensado?

—Yo... — con rapidez me volteé frente a la estantería, escondiendo mi sonrojo en mi rostro — Nada.

La vergüenza se apoderó de mí, al darme cuenta de que había malinterpretado aquel encuentro. Además, me golpeó aún más duro la continua avalancha de amenazas que había estado recibiendo por parte de Catalina durante toda la mañana, a pesar de que él no le daba ninguna importancia.

—¿Nada? — pude percibir cada pequeño sonido de su aproximación. El suelo cedió bajo el peso de sus pies al avanzar sigilosamente hacia mí. Con cada paso que daba, el suave crujido resonaba en mis oídos, incrementando mi ansiedad. Su perfume comenzó a envolverme, como una caricia invisible que acariciaba mis sentidos. Sus manos suaves y reconfortantes se posaron delicadamente sobre mis brazos, transmitiendo una sensación de protección y ternura. Luego, se inclinó hacia adelante. El contacto de su cuerpo con el mío fue como un abrazo invisible, el cual desencadenó una avalancha de emociones en mi interior. Mi piel se erizó al sentir el roce de sus labios en mi cuello y su aliento cálido acariciando mi piel. Aquel simple gesto hizo que el tiempo se detuviera por un instante, creando un momento de intimidad eterna entre nosotros. — , ¿y por qué no me miras a los ojos y me vuelves a responder?

—Vale — reuní toda mi fuerza para girarme y encontrarme frente a él, permitiendo que nuestras miradas se encontraran — . Blake... No puedo ir a ninguna parte sin que me persiga el recuerdo de aquel beso, ni con la esperanza de encontrarme contigo de nuevo. Sé que es un problema, porque quizá pienses qué es una locura, pero me siento incómoda cuando recibo afecto de alguien a quién debería brindarle mi amor, pero, me es imposible. Me esfuerzo por no confrontar la realidad de tener que forzar algo que no siento en mi corazón, pero contigo... ¡No sé! Me sentí desmoronada, hasta hace unos momentos, cuando pensé que tenías a alguien a tú vera qué recibe aquel lado afectivo de ti. No sé cómo deshacerme de está sensación, pero tampoco quiero hacerlo, a menos que tú lo pidas, a menos que me asegures que esta atracción no es mutua... Entonces, le pondré fin a esto.

El suspenso colgaba en el aire, como una espesa niebla que amenazaba con envolvernos por completo. Mi corazón latía desbocado en mi pecho, la incertidumbre y el miedo se apoderaron de mí, y una ola de terror se extendió por todo mi cuerpo. ¿Habría sido un error revelarlo todo?

Observé detenidamente sus ojos, esos ojos que eran el reflejo más puro de su alma. En ellos, podía ver aquel destello que provocaba fuegos artificiales en mi interior. Era como si estuviera analizando cada palabra que había salido de mis labios, tratando de encontrar una respuesta adecuada a esa confesión que acababa de salir de la oscuridad de mi corazón. Sus pupilas se dilataron, y parecían expandirse como si trataran de absorber todo el brillo que emanaba de su mirada.

El silencio persistió, inquebrantable como una estatua de mármol. Cada segundo que transcurría se volvía más insoportable. Quería escuchar su voz, necesitaba que rompiera ese silencio y me dijera que todo estaba bien. Pero él permaneció allí, inmóvil, sin pronunciar una sola palabra. ¿Qué estaba pasando por su mente en ese preciso instante? Me había dejado en un abismo de incertidumbre, donde no había escapatoria.

¿Había arruinado todo? Me sentía atrapada en un torbellino de emociones contradictorias, mientras la ansiedad me consumía lentamente.

—Debería... — susurré, mi voz se quebró — Continuar con mis tareas.

Una palabra no dejaba de resonar en mi cabeza, como si estuviera atascada en un bucle sin fin:

Payasa, payasa, payasa...

Con determinación por abandonar el almacén con la rapidez de una flecha, desvié la mirada de la suya y di unos pocos pasos antes de que su mano agarrara mi brazo, deteniendo de inmediato mi avance.

—Heather, — su voz grave llenó el ambiente. Volteó su cuerpo hasta colocarse frente al mío — me confundes. Y no sé si realmente esa es la palabra para describir qué me haces conocer partes de mí que sólo existen cuándo estoy contigo. — hizo una breve pausa, delatando la tormenta emocional que se agitaba en su interior. Sus ojos brillaban con una mezcla indescifrable de tristeza, ira y frustración. Había algo en él que le impedía desahogarse. Como si el acto de exteriorizar sus sentimientos fuera su peor enemigo, una debilidad a la que se resistía con todas sus fuerzas.Esa lucha interna, ese deseo de liberación contenido, lo desquiciaba aún más. Sus labios se apretaron en una delgada línea, su mirada se desviaba hacia el vacío mientras sus pensamientos parecían desordenados. — Aquel beso... Sólo pienso en el momento en que vuelva a suceder.

Me ruboricé aún más con su confesión, y pude sentir su nerviosismo mientras soltaba esas palabras que parecían pesarle tanto. Decidí acercarme un poco más, eliminando cualquier espacio que quedara entre nosotros. Con cautela, puse la palma de mi mano en su pecho, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, a punto de estallar —¿Y si ese momento es ahora?

Mi pregunta brotó de forma automática. Aquello fue lo que le impulsó, lo que parecía esperar. Sus brazos envolvieron mi cintura y sus labios se posaron sobre los míos, desatando una intensa pasión que recorría mi cuerpo como un fuego avivado. Cada suave caricia que dibujaba en mi espalda parecía encender chispas en mi interior, alimentando el fuego que ardía entre nosotros. Su beso era suave y apasionado, con un anhelo compartido de que aquel momento mágico se extendiera por una eternidad. No pude evitar llevar mi mano hacia su espeso cabello zafiro y enredar mis dedos en sus hebras sedosas. Aquel gesto provocó que sus brazos me sostuvieran con mayor firmeza, como si no quisiera dejarme escapar. Su beso respondió a mi pregunta sin necesidad de palabras, revelando la irresistible y mutua atracción que nos unía en ese momento.

Sí, sí... Debe de estar por aquí — la puerta se abrió, rompiendo el hechizo de nuestro beso. En ese instante, Catalina entró y sus ojos se abrieron de par en par al presenciar la inesperada escena ante ella. Con un gesto que recordaba a la icónica pintura "El Grito", sus manos se aferraron a su rostro con desconcierto. Los tres nos quedamos allí, inmóviles, examinándonos mutuamente en un silencio incómodo. — ¡Virgen santísima! — exclamó Catalina, como si acabara de presenciar la aparición De Dios en el pequeño y angosto almacén de la asociación.

—¿Todo bien, Catalina? — la voz de Ashton se aproximaba, y con rapidez me liberé de los brazos de Blake.

—¡Todo genial! Aquí no está... — Catalina respondió, manteniendo sus ojos abiertos de par en par. — , sigamos buscando — continúo, antes de cerrar la puerta del almacén dejándonos sólos de nuevo.

Exhalé un suspiro profundo, sintiendo cómo el alivio recorría todo mi cuerpo, y entonces volví a encontrarme con los ojos penetrantes de Blake

—Tengo que marcharme — aseguré.

—¿Qué te parece una escapada sin que está vez nadie trate de asesinarnos? — preguntó, sus manos volvieron a rodear mi cintura.

—Déjame pensar... — con un gesto de duda, llevé mi dedo a mi barbilla mientras reflexionaba. Acto seguido, tomé varios libros de considerable peso y los deposité sobre sus manos — Coloca el resto de libros en la estantería y aceptaré. — aseguré con una sonrisa maliciosa antes de abandonar el lugar.

Al salir del almacén, la escena que vi me dejó impactada.

— ¡Tiene que estar por aquí, lo que ocurre es que le gusta mucho jugar a las escondidas! — al cruzar nuestra mirada, Catalina hizo girar inmediatamente a Ashton, manipulando sus movimientos como si fuese un títere y posicionándolo frente a una mesa— ¡Mira, asómate debajo de la mesa! Heather, ¡¿estás bajo la mesa, verdad?!

Después de un momento cargado de tensión, me senté junto a Catalina y comenzamos a hablar. Sus ojos estaban llenos de desconcierto, esperando ansiosamente una explicación de lo que había presenciado. Mientras tanto, Ashton nos contaba con admiración su popularidad en su otra comunidad. Sin embargo, Catalina ya lo había callado en más de una ocasión, sustituyendo su nombre por Narciso.

Mientras caminaba de regreso a casa, una sensación agridulce me invadía al darme cuenta de que no me encontraba con Blake. Por un lado, me entristecía no verle, pero por otro, sentía un tímido alivio. El viento fresco acariciaba suavemente mi rostro y desordenaba mi melena pelirroja, creando un juego de sensaciones en mi piel. La melodía de los pájaros, sin ser interrumpida por ningún otro sonido, llenaba el ambiente de una calma reconfortante, aliviando todas las tensiones acumuladas en mi interior. Hasta que el teléfono volvió a temblar en mis manos, devolviendo la tranquilidad a su esencia y desencadenando un torrente de terror en mi ser cuando me encontré con la impactante imagen de Catalina en el chat de aquel completo desconocido bajo un mensaje;

Ven a la catedral, ahora.

La ansiedad me carcomía por dentro de una forma tan intensa que no me permitía siquiera reflexionar sobre la sabiduría de acudir sola a la catedral para reunirme con aquel individuo desconocido. Sin embargo, a pesar de los temores y las dudas, mis piernas seguían avanzando. El pulso acelerado, la respiración agitada y el sudor perlado en mi frente eran testigos de la vertiginosa carrera que realicé hasta encontrarme frente a las majestuosas puertas de aquel sagrado edificio.

Las imponentes puertas de madera tallada, con su impecable diseño gótico, parecían desafiar a cualquier intruso con su hermosura y solidez. Un intrincado juego de detalles religiosos adornaba cada centímetro de su superficie, y la sobrecogedora altura del arco de entrada imponía respeto a todo aquel que se atreviera a cruzarlo.

Mi impaciencia y la urgencia por conocer a aquel extraño desconocido, me empujaron a enfrentar las barreras físicas y emocionales que amenazaban con detenerme. Con manos temblorosas, hundí mis dedos en el metal frío y antiguo de los tiradores de bronce. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al entrar en contacto con aquellos objetos centenarios, testigos mudos de innumerables historias.

Un crujido metálico y una ligera resistencia manifestaron la intención de las puertas de mantener su enigmático interior oculto. Pese a ello, me aferré con determinación a los pomos y, con un último esfuerzo, di un fuerte empujón. Las pesadas hojas de madera se abrieron lentamente, dejando escapar un suspiro ancestral que parecía resonar por todo el recinto.

La penumbra del interior de la catedral se extendía infinita ante mis ojos. La escasa luz natural que se filtraba a través de los vitrales multicolores creaba un ambiente místico y sombrío. Mis pasos resonaban en el suelo de madera, interrumpiendo el ámbito de silencio sepulcral que envolvía el lugar. Cada paso me acercaba más a mi destino. La inmensidad del espacio sagrado parecía aumentar con cada paso, envolviéndome en una mezcla de fascinación y misterio.

Mis emociones se agolpaban en mi pecho mientras observaba a esa figura solitaria sentada en las bancas de la imponente iglesia. Con cautela, avanzaba hacia ella, sintiendo cómo los nervios recorrían cada fibra de mi ser. Sin embargo, mi curiosidad superaba cualquier miedo que pudiera experimentar en ese instante.

Mi mirada se posaba en sus prendas, las cuales emanaban un aura mística, envueltas en un oscuro y enigmático manto. No pude evitar fijarme en su sombrero, aquel que confirmaba mis sospechas, alimentando esa inquietud latente en mí.

Cada paso que daba hacia su dirección se volvía más pesado, como si una fuerza invisible quisiera disuadirme de acercarme. El corazón, palpitante y acelerado, parecía querer escapar de mi garganta, mientras mis manos sudorosas buscaban desesperadamente algún punto de apoyo.

En un silencio rígido, tomé asiento junto a él, procurando mantener la prudencial distancia que me permitiera escapar si se presentaba la necesidad. Mi atención se dirigió hacia su rostro, aquel que se encontraba oculto bajo su sombrero de color negro. Mi corazón se detuvo súbitamente cuando él, con un gesto inesperado, se despojó de su sombrero y me permitió contemplar su rostro por completo. La atmósfera se volvió aún más densa, como si el tiempo se hubiera detenido. Apenas podía respirar, embriagada por ese halo de misterio que la envolvía. Por un momento, sentí que todo el universo estaba contenido en ese encuentro fugaz, donde el presente y el pasado convergían en un inquietante punto de encuentro.

Mi vista se cruzó con la suya, y en ese preciso instante, pude sentir el escalofrío recorriendo mi columna vertebral. Sus ojos, grisáceos, profundos e enigmáticos, parecían reflejar toda la sabiduría del universo,

Su cabello, enmarcando su rostro de manera perfecta, era de un hermoso tono castaño que contrastaba de manera sutil con el magnetismo que emanaba de sus ojos. Sus rasgos, perfectamente simétricos, denotaban un equilibrio inigualable. Sus pómulos levemente pronunciados añadían un toque de masculinidad a su belleza y su nariz recta y bien proporcionada realzaba aún más ese aura de perfección.

Allí estaba él, una figura enigmática y desconocida, portador de secretos guardados en las sombras. Pero lo que más llamaba la atención era su sonrisa maliciosa, que parecía jugar a la perfección con el aura de misterio que le rodeaba.

No podía evitar sentir una extraña familiaridad al observarlo durante unos segundos. Era como si esos rasgos tan particulares estuvieran grabados en lo más profundo de mi memoria. Pero... ¿Dónde los había visto antes? ¿De dónde provenía esa sensación de conocimiento previo?

Nota de la autora

Una nueva pieza en este rompecabezas.
Pero, parece que esta pieza de ojos grisáceos y sombrero negro no es alguien nuevo para Heather... ¿Quién es realmente aquel desconocido? 🕵🏻‍♀️

¿Qué os ha parecido el capítulo? Os leo.

🎩

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