XVII. No me convierto en la pirómana suprema

HALCYON.

capítulo diecisiete.

❝No me convierto en la pirómana suprema.❞

El señor Chase los dejó cerca del edificio en el que vivían los Jackson. Keva se llevó a Rohaan a un lado mientras Annabeth hablaba con su padre por la ventana del coche, sin querer entrometerse. Durante el curso había pasado suficiente tiempo en la casa de los Chase como para familiarizarse con la familia, pero raras veces había sido capaz de ver al padre. Según Annabeth, su padre se pasaba la mayoría del tiempo encerrado en su estudio. Según Matthew, el señor Chase le estaba construyendo un tanque en su estudio para finalmente ser capaz de ganarle a Bobby en sus juegos (la señora Chase opinaba de manera muy diferente). A Keva, francamente, no le interesaba lo suficiente como para compartir más de unas pocas palabras durante las comidas ("¿puede pasarme ese plato de ahí?" y "gracias"). Solo sabía su tumultuosa historia con su hija por boca de Annabeth, y no quería acercarse a algo así ni con un palo de tres metros.

—¿Aquí es donde vive el hijo de Poseidón? —Rohaan entrecerró los ojos—. No sé porque me lo imaginaba lleno de conchas marinas.

Keva lo miró de soslayo.

—Sí, me pregunto porque.

Giró su mirada hacia el edificio. Guiándose por uno de los e-mails de Percy, los Jackson vivían en la quinta planta. Desde ahí se podía ver la ventana que daba a una habitación. Keva sopesó las posibilidades de meterse por la ventana y darle a Percy un susto de muerte.

—Ni lo pienses —dijo Annabeth. Cuando se volvió hacia ella, Keva pudo ver el coche del señor Chase desapareciendo por la calle.

—¿Pensar qué? —respondió inocentemente—. Solo te estaba esperando.

Annabeth no parecía convencida en absoluto, pero no replicó. Puso sus manos en sus caderas y miró hacia arriba, cerrando un poco los ojos ante la luz del sol. Quizás si le rezara a Apolo el tipo le bajaría un poco el brillo. Lo dudaba.

—¿Entonces qué hacemos? —inquirió Rohaan—. ¿Esperamos hasta que el chico salga a tirar la basura para secuestrarlo?

—No vamos a secuestrar a nadie, Rohaan.

—Pero tú me secuestraste a mí.

Keva rodó los ojos. Honestamente, su día no había ido como tenía previsto. El plan era irse con Annabeth y Rohaan por la mañana, recoger a Percy, preguntarle si sabía algo sobre el campamento e irse pitando hacia Long Island. Entonces unas empusas aparecieron de la nada e incendiaron el campo de fútbol. Keva está segura de que tanto ella como Rohaan están siendo expulsados en estos momentos. Hizo un puchero. Lo peor es que dejaron sus maletas en casa. ¿Qué pasa con sus pantalones favoritos? ¿Acaso nadie piensa en su ropa? Drew lo entendería.

—Yo voy a hablar con Percy, tú —dijo Annabeth, señalando a Keva con un dedo muy juzgón—, intenta no prender fuego a Nueva York.

—¿Esperas que nos quedemos esperando mientras tú vas a acosar a Percy mientras se cambia? Ya sabía yo que tan santurrona no podías ser, chica búho.

Annabeth farfulló.

—Yo no... ¿qué? Tú... —espetó, poniéndose su gorra de los Yankees y desapareciendo en lugar de contestar. Keva podía ver sus pisadas sobre el pavimento húmedo acercándose a las escaleras de incendio.

—Es toda una acosadora —le informó a Rohaan. Él asintió en silencio.

Mientras Annabeth se convertía en una stalker pervertida, Keva sacó las pocas monedas que llevaba encima y decidió que sería mejor aprovechar para llamar a su tío que perder el tiempo. El teléfono público sonó unas tres veces antes de que su tío lo cogiera.

—¿Keva? —susurró, como si estuviera en medio de una reunión importante en una película de espías.

Keva frunció el ceño.

—¿Puedes reconocer mi respiración acaso?

Michael la ignoró.

—Eres tú —suspiró con alivio—. ¿Dónde diablos estás? ¿Sabes lo preocupado que me tenías? Me llaman de la nada a casa diciendo que prendiste fuego al campo de fútbol y entonces desapareciste llevándote a Rohaan con una chica, ¡casi me dan tres mil ataques!

—¿Por qué todo el mundo piensa que fui yo la que prendió fuego al campo de fútbol? —se quejó. A su lado, donde estaba pateando piedras mientras esperaban, Rohaan soltó una risotada. Keva le sacó la lengua—. ¿Y por qué parece que secuestré a Rohaan? ¡Él vino voluntariamente!

—Mentiras y difamaciones —exclamó Rohaan acercándose a la cabina.

Keva tapó la parte superior del teléfono por un momento.

—Voy a matarte —susurró, volviendo entonces a la conversación—. Perdona, había un gato callejero. Lo importante aquí es que yo no tuve nada que ver con lo del campo de fútbol... técnicamente.

—Un estudiante jura que te vio lanzando cuchillos a una chica, ¿de qué va eso?

¿Así que el estudiante vio el cuchillo pero no al monstruo sediento de sangre al que se lo lanzaba? Solo su suerte es tan mala.

—¿Un espectáculo improvisado de cuchillos? —trató. Su tío estaba siempre muy interesado en el mundo de dioses y monstruos hasta el momento en el que llegaba a su puerta. Nunca lo decía, pero su cara la primera vez que vio a Keva limpiarse sangre y suciedad de su ropa en el baño a las diez de la mañana lo dijo todo. Hubiera sido más fácil si estuviera asustado por si mismo, sin embargo, Keva era la que le preocupaba y ella no podía hacer nada al respecto. Su mundo había sido así por tanto tiempo que no se le había pasado la cabeza como sería verlo desde la perspectiva de un mortal. La decisión de su tío de enviarla derechita a una psicóloga tras escuchar todo por lo que pasó su sobrina durante su misión fue prueba suficiente. La terapia había estado bien, mejor cuando vio quien sería su terapeuta. Jessica, que había sido la consejera de la cabaña de Hermes cuando Keva llegó al campamento antes de marcharse de vuelta al mundo mortal, estaba más que capacitada para comprender los problemas de Keva. Quizás no tanto sobre el tema de su complicada relación con su madre - la reina del Inframundo, pero se sentía bien tener a alguien que no se espantaba con cada detalle de su vida como mestiza. Entiende a su tío, de verdad que sí, ella también lo pasaría fatal si fuera una mortal con un familiar medio dios continuamente en peligro sin ser capaz de hacer nada. El problema es que ella es ese familiar medio dios, y no es una parte de su vida que pueda dejar atrás. Escenas matutinas extrañas en el baño incluidas.

—Keva.

Suspiró.

—Aparecieron dos empusas de la nada —explicó, decidiendo que era mejor no entrar en detalles sobre las empusas. Si le contaba a su tío que beben sangre al hombre le daría un sofoco y tendría que colgar para llamar a una ambulancia en Oakland—, tienen como... ¿Fuego como pelo? No sé, una cosa muy rara. Básicamente el campo acabó en llamas y justo entonces llegó Annabeth, así que nos fuimos pitando antes de que llegara la policía.

—¿Entonces dónde estáis ahora?

—En Nueva York.

—¿¡En Nueva York?! —gritó Michael. Keva se apartó el teléfono del oído con una mueca.

—Me diste permiso.

—Sé que lo hice, pero... —Se quedó pensando en una respuesta por unos segundos antes de resoplar. Keva casi podía verlo pasándose una mano por la cara con exasperación—. Supongo que no estoy acostumbrado a todo esto de la vida rápida de un semidiós.

—No pasa nada, tío —le dijo en un tono suave—. No me lo tomo a mal.

Realmente no lo hacía. Después de todo lo que le había hecho pasar, los años en el campamento lejos de Oakland, que a su tío le tomara un tiempo adaptarse a los cambios en la vida de Keva era la menor de sus sorpresas. Solo deseaba ser capaz de hacer algo más (Jessica tiene muchas cosas que decir sobre eso).

—¿Estáis todos bien?

—Hmm —afirmó—. Ni un rasguño.

Al menos eso cree.

—Keva, yo... —La voz de su tío sonaba dudosa, pero ella no dijo nada. Quizás sería mejor dejar que pensara lo que quería decir en vez de interrumpirle y seguir evitando la conversación—. Sé que no soy ningún semidiós, o un profesor medio caballo con más de mil años o algo así, pero puedes confiar en mí. No quiero decir que siempre vaya a saber que hacer, porque desde que volviste he tenido más claro que nunca que sabes más sobre este mundo que yo. Solo que... si necesitas algo, cualquier cosa...

—Te llamaré —prometió.

—Te quiero, niña —murmuró, como si decirlo más alto haría que la escena se rompiera en pedazos—. Recuerda volver a casa.

Keva apretó los labios.

—Yo también te quiero. Mientras tengas la puerta abierta para mí, siempre volveré.

Podía oír la respiración entrecortada de su tío, y la risita que soltó para despejar el ambiente cargado, aclarándose la garganta ruidosamente. Sin poder evitarlo, Keva se unió a la risa.

—Bueno, tampoco es que seas Keanu Reeves (que tus dioses bendigan a ese hombre)...

—Amén —corearon. Los maratones de películas se habían vuelto una tradición en la casa de los Rose.

—Pero supongo que bastarás.

Keva sonrió.

—Soy la luz de tu vida.

Si hubiera un sonido para cuando la gente rueda los ojos, lo estaría escuchando en ese momento.

—Sí, sí, lo que tú digas. Ve a salvar el mundo, yo iré a encargarme de profesores histéricos y de la señora Lewis, que, por cierto, está mucho más tranquila de lo que se esperaría alguien en esta situación. Quiere que le digas a Rohaan que encontrará la manera de enviarle sus maletas y poner cámaras por todo el campamento si no se come sus verduras.

—Se lo diré —contestó, alzando la vista cuando Rohaan llamó su atención, apuntando en la dirección de Annabeth, que caminaba hacia ellos con su gorra en la mano—. Tengo que irme.

—Está bien —dijo Michael, y aunque su tono sonaba reticente, no parecía tan preocupado como al principio—. Cuídate, ¿vale?

—Yo siempre. Y tú sigue comiéndote tus verduras, ¿vale? Nada de McDonald's cada semana.

Colgó antes de poder escuchar su réplica.

—¿Y Percy?

Annabeth se sonrojó hasta las orejas.

—No conseguí hablar con él —masculló, y ahora no sabía si estaba roja por vergüenza o enfado por tener que atrasar su plan—. Se está preparando para ir a la escuela, hay que seguirle y pillarle a solas.

Rohaan silbó, impresionado.

—Realmente sois unas acosadoras.

Ambas le dedicaron miradas molestas. Rohaan se calló.






Cuando Keva pensaba en como sería la vida de un hijo de Poseidón en el mundo mortal, lejos de la protección del árbol de Thalia, no se la imaginaba tan monótona. Sofocando un bostezo contra la curva de su codo, miró con cautela hacia las puertas de la Escuela Preparatoria Meriwether, deseando haber dormido las horas necesarias la noche anterior. En ese momento se sentía muerte en pie, y hablando de sus pies, los sentía doloridos de toda la caminata que Annabeth les había hecho tomar. ¿Por qué podía Percy tomar el tren y ellos no? Claro, ni Keva ni Rohaan tenían algún regalo chulo como el de Annabeth, pero podrían haberse escondido entre los otros pasajeros perfectamente. Como si pudiera escuchar sus pensamientos vía dolor de pies conjuntos, Rohaan refunfuñó bajo su aliento. A la chica búho, los dioses la bendigan, no podía importarle menos.

—Moveos —siseó, abriéndose camino entre la multitud de estudiantes. Percy les había cogido bastante ventaja en el tren, y a Annabeth no le hacía ninguna gracia.

Keva y Rohaan compartieron una misma mirada de cansancio, pero empezaron a pasar entre el alumnado a codazos. Los profesores eran muy estúpidos o demasiado negligentes, porque ni siquiera pestañearon al ver a tres personas desconocidas recorriendo los pasillos a toda prisa. ¿Acaso sus estudiantes son tan imbéciles? Prefiere no saberlo. Cuando encontraron el aula de Percy (tras varios intentos fallidos y el entusiasmo preocupante de Rohaan por meterse en los archivos de la escuela para fisgonear), Keva se puso de puntillas para mirar por la pequeña ventana de la puerta. Al encontrar fácilmente la mata de descuidado cabello oscuro de Percy, Keva dejó escapar un suspiro de alivio.

—Lo encontré.

Rohaan vitoreó en silencio. Keva no podría decirte si Percy se veía diferente, pero parecía estar mejor. No en un estado constante de peligro durante su misión, ni de desesperación por su madre. Al principio, Keva no había estado tan segura sobre la decisión de Percy de regresar al mundo mortal. Si ella tiene problemas como hija de una diosa menor, la vida de un hijo de Poseidón sería como el infierno en la tierra. Sin embargo, estaba bien, vivo y aparentemente ileso. No descansando bien, aparentemente, porque parecía que estaba a punto de quedarse dormido en su escritorio. El chico sentado a su derecha lo sacudió para despertarlo, aunque lo hizo con tanta fuerza que Percy casi se da de bruces contra la mesa. La clase se quedó en silencio por un momento, pero los estudiantes rápidamente se echaron a reír después de que la maestra les dedicara una mirada y decidiera ignorarlo. El chico parecía estar disculpándose, porque Percy estaba intentando apaciguarlo, probablemente diciendo algo como "está bien" o "le puede pasar a cualquiera". Es un bonachón cortito de entendederas a veces. Ella soltó una pequeña risa, que rápidamente se apagó cuando se fijó bien en su compañero de escritorio. Era tan alto que uno podía darse cuenta hasta al verlo sentado y agarrotado, con unos hombros muy anchos y una figura crecida que le hacía parecerse más a un hombre adulto pagando la manutención de dos hijos de un matrimonio anterior que un adolescente en una clase de Sociales. Y resultó que tenía un ojo. Solo uno.

—También encontré a su amigo.

Debió haber algo en su voz, porque Annabeth la apartó a un lado sin dicer ni una palabra y miró por la pequeña ventana ella misma. Cuando se giró hacia ellos, fue como si se hubiera enfermado en menos de un segundo.

—Tenemos que sacarlo de aquí.

Entonces se fue sin decir nada más. Keva podía notar la mirada confusa de Rohaan en ella, pero no sabía como explicar de buena manera que la mejor amiga de Annabeth, la prima del chico al que habían ido a buscar, había sido asesinada de manera brutal a los doce años por unos monstruos de la misma especie del supuesto amigo de Percy. Ni siquiera estaba segura de querer explicarlo. Había sido honesta con Rohaan sobre los peligros que conlleva ser un semidiós, como es prácticamente tener todos los problemas pero ninguno de los aspectos positivos de su parte divina. Lo cargante que es, los monstruos y los padres desinteresados cayendo en su lugar como piezas perdidas de un rompecabezas. Trata de no parecer demasiado amargada, y realmente no lo está. Su madre no ha hablado con ella desde el verano pasado, pero ¿acaso está enojada por eso? ¡Por supuesto que no! Está completamente bien respecto a ese tema, sin importar la opinión profesional de Jessica. Ella está genial, estupenda incluso, en serio. Solo que no en ese momento, porque el idiota de Percy Jackson al parecer se echó a un cíclope como mejor amigo nada más perderle de vista. ¿Cómo no ha podido darse cuenta? Tiene ganas de entrar en el aula y hacer uso de su amenaza sobre la lanza, pero eso llamaría la atención del cíclope. Y, francamente, ya ha tenido bastante subidón por hoy. Si pueden marcharse sin prenderle fuego a otra escuela, mejor (nota del futuro: las cosas nunca van como ella quiere).

Annabeth aún seguía por ahí cuando el timbre sonó. Keva y Rohaan se apresuraron en levantarse de las paredes contra las que se habían apoyado mientras esperaban, el pasillo rápidamente llenándose de gente otra vez. Vio a un grupo de chicas riéndose en su dirección, pero no tenía tiempo de preguntarse si era porque lucía como alguien que acababa de escapar de un incendio (conjetura correcta, y también, qué grosería), porque entonces vio a Percy saliendo de su aula, el cíclope siguiéndolo de cerca. Apretó los labios, ¿acaso no había manera de pillarlo solo? Se niega a llegar tan lejos como para hacerle una emboscada en el baño (aunque si es necesario, está dispuesta a sacrificar a Rohaan).

—Todavía está con el gigante ese —informó Rohaan como si no estuvieran viendo lo mismo—, ¿qué hacemos? Espera, ¿son cosas mías o al tío ese le falta un ojo?

Keva lo ignoró, decidiéndose por acercarse un poco más a la puerta del aula. Había que intentarlo.

—Percy —masculló—. Psssh, Percy.

Percy alzó la vista con el ceño fruncido y Keva estaba preparada para hacer señales de fuego si hacía falta, pero justo entonces un grupo pasó por delante. Juró por lo bajo y se dispuso a pasar entre los alumnos, sin embargo, antes de poder hacer nada, un montón de chicos cruzaron el pasillo y lo arrastraron hacia el gimnasio. Juró otra vez.

—Tenía solo un ojo, ¿verdad? No estoy loco, ¿cierto? Keva, dime que no estoy loco.

Keva estaba demasiado ocupada ahogando un grito de frustración en sus manos como para contestar.






Por supuesto que algo malo tenía que pasar mientras buscaban a Annabeth, por supuesto. Esa es la suerte que tienen.

—Si alguien me echa la culpa de este incendio también me volveré loca —murmuró antes de salir corriendo hacia el gimnasio tras Annabeth.

Cuando llegaron, el gimnasio estaba en llamas, luciendo como una especie de deja vu salido del incidente en Oakland. Keva temía llegar al campamento oliendo como si fuera una fumadora compulsiva de cuarenta y cinco años a este punto. Rohaan la agarró del brazo mientras se adentraban entre alumnos gritando e intentando abrir las puertas.

—¿Esto lo hizo el tío ese de un ojo?

Keva arrugó la nariz, pero antes de que pudiera contestar, alguien más lo hizo por ella.

—¡Bueno! —dijo una voz—. Soy el único en pie. Voy a tener carne de sobra. Hasta para llevar una bolsita a mis Ricuras...

La voz venía de un gigante de dos metros y medio de altura que sostenía una bola de bronce en una de sus manos, sus brazos tatuados por completo ni siquiera cediendo lo más mínimo bajo la presión. Keva sintió temor ante la idea de que fuera contra Percy, pero entonces el monstruo (porque eso no podía ser humano) se giró. Siguiendo su trayectoria, se encontró mirando al cíclope, que parecía haber sido lanzado contra la pared trasera. El golpe había sido tan fuerte que la pared se había agrietado e incluso desmoronado en parte, sin embargo, el cíclope seguía vivo. Porque esa es la suerte que tienen, ¡genial! Al menos el gigante parecía dispuesto a cambiar eso.

—¡Espera! —gritó entonces Percy—. ¡Es a mí a quien buscas!

Keva chasqueó la lengua.

—¿Este tío va en serio? —masculló. ¿Ahora creó la organización Protege A Tu Monstruo Vecino? Por los dioses, no hay quien pueda dejarlo solo.

El gigante sonrió con crueldad.

—¿Quieres morir tú primero, joven héroe?

¡Pues eso parece! Keva se dio la vuelta para mirar a Rohaan directamente.

—¿Viste por donde se fue Annabeth?

Él negó con la cabeza, sus ojos fijos en la escena frente a ellos. Annabeth se había echado a correr antes que ella, pero Keva no podía verla por ninguna parte.

—Quédate aquí.

Rohaan no tuvo tiempo de decir ni una palabra antes de que Keva se adentrara de nuevo entre el humo, esperando que al menos sirviera para esconderla. Con el colgante fundiéndose en sus manos, ella se detuvo justo detrás del gigante. Apuñalar a alguien por la espalda no es su movimiento preferido, pero el tipo es un monstruo enorme con una bola de metal en sus manos. No piensa arriesgarse, muchas gracias. No con Percy a unos metros de distancia haciendo exactamente lo que le dijo a Rohaan que nunca hiciera. Cómo odia el complejo de salvador.

—Se acerca mi almuerzo —dijo el gigante, echándose a reír. Levantó el brazo para lanzar el proyectil, y Keva atacó. Observó con una especie de fascinación mórbida cómo la hoja de su daga rasgaba la carne con tanta facilidad como si fuera mantequilla. Ella había usado su daga contra otros antes, pero nunca tan cerca. Era un espectáculo extraño.

El cuerpo del gigante se volvió rígido. Keva podía sentirlo en la empuñadora de su daga, entonces el sonido de la bola cayéndosele de la mano. Mientras el monstruo bajaba la vista hacia su estómago, ella arrancó de vuelta su daga con fuerza.

—Uf —murmuró, y estalló en una llameante nube verde.

Keva tuvo que aguantarse la tos. Entre la humareda y los monstruos explotando en llamaradas no hay quien tenga un descanso. Pronto, el humo empezó a disiparse, y Keva se encontró con la mirada desconcertada de Percy. Se quedaron en silencio por un momento, hasta que uno de sus compañeros se acercó lentamente a Keva, parpadeado como si la estuviera viendo a través de una pantalla.

—Ésta es la chica... La chica...

Keva no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero sí sabía una cosa: no está de humor para tonterías.

—Apártate de mi camino antes de que te destripe —dijo, jugueteando con su daga como si se lo estuviera planteando. El chico se marchó con prisa.

Percy seguía callado. El gimnasio estaba en llamas mientras los estudiantes seguían gritando y corriendo en todas direcciones. Entre todo el ruido, pudo oír el aullido de las sirenas y una voz confusa por megafonía. Cerca de las ventanillas de emergencia, Rohaan miraba sobre su hombro hacia la figura de Annabeth, que parecía haber estado ahí todo ese tiempo aplastada entre la multitud de adolescentes chillones.

—Keva... —balbuceó Percy—. ¿Cuánto tiempo llevas...?

—Más tiempo del que desearía —respondió mientras llevaba su collar de vuelto a su cuello—. No había manera de pillarte solo para hablar contigo, no sabía que eras tan popular.

Por alguna razón, Percy enrojeció.

—La sombra que he visto esta mañana... Ay, dioses. ¿Estabas mirando por la ventana de mi habitación?

Debía parecer majara sonriendo en medio de todo ese desastre, pero Keva no pudo evitarlo. Se echó a reír.

—Eso mejor díselo a la acosadora de turno, yo no tuve nada que ver —contestó. Que sí, oye, había pensado en gastarle una broma, ¿pero acaso lo había hecho? En su mente sí—. Ya sabía yo que...

—¡Allí! —gritó una mujer. Las puertas se abrieron con un estallido y un grupo de adultos entró de golpe.

Justo en ese momento, Annabeth y Rohaan llegaron hacia ellos.

—¿Tú dónde estabas? —preguntó Keva.

Annabeth frunció el ceño como si estuviera disgustada con el mundo.

—Yo... —se detuvo por un momento—, realmente odio a los adolescentes.

Keva estaba de acuerdo.

—Chicas —titubeó Rohaan con nerviosismo—, creo que es hora de ahuecar el ala.

Si hay algo que a Keva le guste menos que una panda de adolescentes gritones, es un grupo de adultos en una situación de emergencia. Annabeth asintió.

—Te espero fuera —le dijo Annabeth a Percy, agarrando a Keva y Rohaan mientras hablaba—. Y a él también.

Señaló al cíclope, que seguía sentado con aire aturdido junto a la pared, y le lanzó una mirada de repugnancia.

—Será mejor que lo traigas.

—¡Qué dices! —se asombró Percy.

—¡No hay tiempo! —exclamó Annabeth—. ¡Date prisa!

Se puso su gorra de béisbol de los Yankees y se desvaneció en el acto. Hay algo muy extraño en ser arrastrada por una fuerza invisible, pero Keva no tuvo la oportunidad de quejarse. Compartiendo una mirada con Rohaan al otro lado de Annabeth, los tres saltaron por el agujero de la pared que daba a la calle sin mirar atrás.







📍 hola gente 🛐 perdona por actualizar tan tarde hhh. quería terminar el capítulo ayer, pero justo entonces me pusieron la vacuna y mi brazo dolía un montón lol. hoy todavía duele, solo que no tanto. así que decidí aprovechar y aquí estamos, love that for me. tenía varias cosas que quería decir en esta nota, aunque ahora no me acuerdo de nada 🤷‍♀️ siempre desastre nunca indesastre.

📍 en fin!! ya tenemos al señorito hijo del dios de los váteres de vuelta. se le ha echado de menos (it's me, siempre lo estoy echando de menos. percy jackson = serotonin boost). y a tyson!!!!!! mi niño que se merece todo lo bueno en este mundo, my bad por hacer que keva desconfíe de ti but it is what it is. también está jessica!! he escrito sobre ella antes en el primer acto, y tenía muchas ganas de reintroducirla como la terapeuta de keva. pensé en hacerlo en otro acto, quizás durante la maldición del titán. sin embargo, en mi mente no había manera de que michael escuchara todo el desastre sobre la misión de su sobrina y la traición de luke y lo dejara estar así como así.

📍 en plan...

keva: me uní a una misión suicida porque una sombra que ha estado en mis sueños básicamente toda mi vida me dijo que lo hiciera, y durante esa misma misión me encontré con la profesora de piano barra furia que intentó matarme de pequeña, ¿te acuerdas? también conocí a mi madre, y al final la misión fue bien y todo. ah, sí. el chico que era como mi hermano mayor resultó ser un traidor que se alió con el señor del tiempo. ¿te hablé ya de los muros de escalada con lava?

michael:

📍 estoy segura de que hay cosas que quería decir de las que me estoy olvidando, pero qué se le va a hacer. si me acuerdo las añadiré a la nota cuando me decida por editar este capítulo ig. ahora sí, adiós y cuidaos mucho <3 buen día.

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