II. Conozco al hijo del dios de los váteres

HALCYON.

capítulo dos.

❝Conozco al hijo del dios de los váteres.❞

A Keva Rose le gustaría decir que se prestó voluntaria a cuidar del nuevo campista herido, a llevarle un vaso de ambrosía, siquiera a mostrarle el campamento. Spoiler alert: no lo hizo. Es decir, sí, obviamente se interesó por el joven semidiós que había logrado derrotar a un minotauro, ¿quién no lo haría? Había llegado de la nada con un protector a su lado y uno de los monstruos más famosos de la mitología griega a su espalda, más aún, lo había vencido. Se había desmayado nada más llegar al Campamento, pero bueno, eso es completamente entendible tras tanto shock en relativamente poco tiempo (¡y no lo digo por lo que me pasó a mí, Travis, cállate o te cuelgo otra vez de cabeza!), ¿cierto? Lo habían llevado inmediatamente a la enfermería, un lloroso sátiro (su protector, supuso Keva) siguiéndoles de cerca. El relato del mestizo que había logrado derrotar al minotauro se propagó por el Campamento Mestizo como pólvora, los cuchicheos eran muchos y no había persona que no se preguntara como lo había conseguido (o cómo robarle el cuerno del minotauro, lo cual era un tema recurrente entre los críos de Hermes, bien lo sabía ella, lo que tienen de traviesos no lo tienen de silenciosos cuando quieren). Mientras, el nuevo campista se reponía en la enfermería. Ella había sonsacado es decir, pedido— información a los hijos de Apolo, pero no había mucho que contar, y si lo había, Keva no podía comprender nada de su jerga médica ("una contusión no es jerga médica, Keva", "qué vas a saber tú"). Lo que se sabía venía del sátiro lleno de culpa que no paraba de sollozar por los rincones: su nombre era Percy Jackson y había viajado hasta el Campamento Mestizo con él y su madre cuando se encontraron con el minotauro. El sátiro no dijo ni mu sobre los métodos de "Percy Jackson" contra el minotauro, pero enmudeció y lloró incluso más fuerte cuando mencionó a la madre del semidiós.

Que sí, oye, saber que la madre de ese pobre chico había muerto realmente le tocó el corazón, y puede que eso hubiera debido impulsarla aún más a intentar ayudarle en la enfermería. Ya, bueno, intenta decirle eso a Meera Johnson. De la noche a la mañana, hubo un cambio visible en la campista. La mañana tras la llegada del nuevo campista, Meera por poco la arrojó de su cama y la llevó al campo de entrenamiento a rastras. La había mantenido ahí hasta que un hijo de Atenea acudió para acompañarla a sus clases. Huelga decir que no pudo prestar mucha atención a sus clases de griego ese día, las agujetas deberían ser una tortura en el Hades. A la mañana siguiente, lo mismo. Horas después, agotada y planteando hacerse amiga de las náyades definitivamente, Keva alzó la vista hacia Meera, preguntándose no por primera vez como lograba lucir descansada tras fatigosos entrenamientos.

—Meera —Keva exhaló—, tú sabes que te quiero casi tanto como a las costillas a la barbacoa —ignoró la mirada ofendida que le envió la mayor—, pero si me haces entrenar más creo que prefiero hacerme amiga de las arpías. En serio, ¿a qué viene esta obsesión? Normalmente me dejarías dormir hasta las 1 y me ayudarías a esconderme de Luke cuando se pone en plan entrenador personal.

Meera suspiró, masajeando su muñeca como si eso le diera todas las respuestas que Keva necesitaba.

—Siento que algo se aproxima —murmuró, una inusual expresión preocupada mostrándose en su rostro—, algo grande. No sé qué es ni por qué está pasando ahora, pero no puedo quitármelo de la cabeza. Nunca había sentido algo así.

—¿Estás intentando quitarle el trabajo al oráculo? No creo que a Apolo le haga gracia.

Meera bufó.

—No quiero tener nada que ver ni con ese fósil ni con su oráculo.

Keva parpadeó.

—Mejor no le digas eso a los de la cabaña siete.

—Déjalo, ese no es el tema en cuestión aquí —La joven la señaló con su dedo índice y Keva tragó saliva. Nada bueno puede pasar cuando Meera se pone en modo serio—. No sé lo que va a pasar, pero lo que sí sé es que debes seguir entrenando —Miró a su alrededor—. ¿Por qué no vamos ahora al campo de arquería?

—Meera —lloriqueó la niña mientras la otra semidiosa la arrastraba hacia los campos de arquería—, ya te he dicho que los arcos y yo no nos llevamos bien. ¿Sabes la guerra de Troya? Nada que ver, nuestra enemistad la supera.

—¿Cómo vas a "llevarte bien" con los arcos si ni siquiera lo intentas? —La joven semidiosa suspiró—. Primero no te llevas bien con los arcos, después empiezas una enemistad con las espadas, ¿acaso hay algo en la armería del campamento que no tenga consciencia suficiente para que le desagrades?

Keva hizo un puchero. No es su culpa que lo único que se le da bien sea la jardinería y los concursos de comida (nadie le gana a comer fresas, menos los gemelos del señor D, quizás).

—Las dagas no están tan mal.

Meera se rascó la frente y suspiró, de nuevo. Eso es algo que la gente suele hacer mucho alrededor de ella, qué curioso. A lo mejor es que tienen demasiado aire dentro y buscan alguna manera de expulsarlo, ¿quién sabe?

—Algo pequeño y rápido, podría funcionar. Pero entonces tú —la señaló con una flecha, Keva chilló y se escondió detrás de la diana. Meera se rio entre dientes— tendrás que ser igual. Pequeña ya lo eres, así que no será difícil. Puedes ser escurridiza cuando quieres, así que simplemente debemos trabajar esto.

—Quieres matarme. Es eso, ¿no? Te has pasado al lado oscuro y pretendes asesinarme mediante entrenamientos y no dejarme pedir costillas a la barbacoa en la comida.

—Por última vez, costillas a la barbacoa no son un desayuno apropiado, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? Necesitas una dieta equilibrada. Quiero mantenerte sana y con vida, pequeño demonio, no matarte. Si te quisiera muerta ahora mismo estarías saludando a los fantasmas de los campos de Asfódelos.

—¿Los campos de qué?

—Olvídalo. Ahora levanta el culo, vamos a buscarte una daga en la armería.







Keva se escabulló lo más pronto que pudo, aprovechando el momento en el que Meera se volteó con la idea de seguir buscando para escapar de la armería. No la culpes, ¿quieres? Meera la ha tenido corriendo y entrenando hasta sus límites y más allá durante horas. Lo único que quiere ahora es una buena noche de sueño y leche de fresa, no necesariamente en ese orden. Arrastrando sus pies hacia la cabaña once, Keva maldijo en griego antiguo cuando se dio de bruces contra una persona en la entrada.

—¿Y tú quién eres? —espetó, lo que sonó más... brusco de lo que esperaba.

Brillantes ojos verdes devolvieron su mirada y ella alzó una ceja. No lo reconocía, por lo que debía ser un nuevo campista. Su expresión despistada y confusa no podía haberlo delatado más si lo intentara.

—Uh... —titubeó.

Keva intentó no rodar los ojos, sé amable, sé amable. Pero realmente solo podía pensar: "genial, otro chico corto de entendederas más, como si no tuviera suficiente con los Stoll". Se resistió de mirar al cielo y gritar "¿por qué yo?". De pronto, una hija de Atenea intervino:

—Percy Jackson, esta es Keva Rose —dijo Annabeth Chase, dirigiéndose al chico mientras la señalaba—. Keva, este es Percy Jackson, el nuevo campista.

Oh, ohhhh. Tenía que haberlo visto venir.

—Así que tú eres el domador de bestias, ¿eh?

Percy Jackson parecía querer que la tierra lo tragara.

—¿Qué?

Annabeth suspiró.

—En fin, que estoy aquí para enseñarle la cabaña en la que se quedará —Miró al nuevo campista—. ¿Y bien? Vamos.

El pobre chico tropezó al entrar por la puerta y Keva tuvo que aguantar la risa, los demás campistas no fueron tan amables. Ella podía ver a Ellie escondiendo su sonrisa tras su mano, la mayoría ni siquiera lo intentaba. Nadie dijo nada, y aunque el chico parecía avergonzado, no lucía molesto. Seguramente debía estar acostumbrado a ser el nuevo. Keva no conocía la experiencia, pero muchos de los mestizos hablaban de la cantidad de escuelas de las que habían sido expulsados. La vida de un semidiós en pocas palabras.

Annabeth anunció:

—Percy Jackson, te presento a la cabaña once.

—¿Determinado o por determinar? —preguntó Keva desde el umbral de la puerta.

El nuevo no parecía saber que decir, pero eso fue suficiente respuesta para ella: otro indeterminado. Genial. Annabeth confirmó sus sospechas y todo el mundo se quejó. No había persona en la cabaña de Hermes que no supiera lo que un campista por determinar significa, y aunque los integrantes de la cabaña once estaban siempre dispuestos a hospedar semidioses, nadie quería tener que estar incluso más apretado. Ya parecían más un centro de evacuación que una cabaña de campamento.

Luke se acercó hacia ellos, mostrando su amable sonrisa de líder de cabaña.

—Bueno, campistas. Para eso estamos aquí. Bienvenido, Percy, puedes quedarte con ese hueco en el suelo, a ese lado.

Keva miró hacia el sitio que indicaba y sonrió. Por su propio bien (y el de sus bolsillos) esperaba que Percy Jackson fuera reclamado por su padre pronto. Nadie quiere dormir cerca de las manos rápidas de Moisés, a no ser que te conozcas bien los escondites para resguardar tus objetos valiosos. Percy Jackson no parecía conocer nada más que su propia confusión e incomodidad.

—Éste es Luke —intervino Annabeth, un ligero tono rosa pintando sus mejillas, pero pronto su expresión volvió a endurecerse al darse cuenta de que la estaban observando—. Es tu consejero por el momento.

—¿Por el momento? —preguntó el nuevo campista. Keva no pudo evitar sentirse mal por él, bien sabe ella lo que es despertarse en lo que parece un mundo completamente nuevo, sola y con un ser querido perdido. Pero mi tío no está muerto, se recordó a sí misma. No era justo comparar su pérdida con la de Percy Jackson. La pérdida temporal de su normalidad familiar en Oakland no tiene nada en comparación con la muerte definitiva de su madre. Y es solo algo provisional, se prometió hace años, porque algún día volverá con su tío. Algún día probará que es digna y capaz de protegerse en el mundo exterior, lejos de la protección del árbol de Thalia.

—Eres un por determinar —aclaró Luke, sacando a Keva de sus pensamientos bruscamente—. Aún no saben en qué cabaña ponerte, así que de momento estás aquí. La cabaña once acoge a los recién llegados, todos visitantes, evidentemente. Hermes, nuestro patrón, es el dios de los viajeros.

Y por eso están llenos hasta el tope, se dijo Keva. Porque "no saben en qué cabaña ponerte", porque "debes ser reclamada", porque "una suposición no es suficiente", porque "a tu madre no le importas lo suficiente como para levantar un dedo por ti". La amargura era un continúo nudo en su garganta, imposible de tragar, incapaz de desenredar. Las distracciones eran efímeras e inútiles, todas se iban con el carro del sol y volvían con la luz de la luna proyectando sombras en la cama que había tomado hace años, intratables tinieblas en su mente. La vida en el Campamento Mestizo no era mala, pero ella se empezaba a dar cuenta de que la existencia de un semidiós era únicamente una alargada lista de preguntas por responder. Y el destino les daba la espalda. El destino no habla por ti, se dijo animándose, ¿por qué necesitarías sus respuestas cuando tienes tu propia voz? Keva sonrió para sí misma, sabiendo que el desconsuelo de años no desaparecería en un suspiro, pero disfrutando el instante de una mente clara. La cara de Percy Jackson dándose cuenta de que viviría en una cabaña llena de ladrones empedernidos contribuyó a su estado de ánimo.

—¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? —preguntó.

—Buena pregunta —respondió Luke—. Hasta que te determinen.

—¿Cuánto tardará?

Días si tienes suerte, pensó Keva, riendo junto al resto de campistas. Pronto Percy Jackson se daría cuenta de su situación, quizás tenían en sus manos un optimista – o, se dijo mirando a los campistas indeterminados del fondo de la cabaña, otro mestizo lleno de inútil furia justa hacia su pariente divino.

—Vamos —dijo Annabeth—. Te enseñaré la cancha de voleibol.

Percy parpadeó.

—Ya la he visto.

Keva tuvo que esconder su cara en sus manos, sus hombros temblando por su risa.

—Vamos —masculló Annabeth, agarrando la muñeca del nuevo campista y arrastrándolo fuera, con la risa de los campistas a sus espaldas.

Suspirando, Luke dio un paso al frente.

—Bueno, ya está bien. Suficientes risas a costa del nuevo campista por hoy, ¿vale? Moisés, Ellie, Brandon y Holland conmigo. Los demás a lo vuestro. Más os vale que cuando vuelva nada esté destrozado – o en llamas —Su líder de cabaña salió, seguido por los rostros infelices de los campistas que había nombrado. Bien merecido lo tenían por haberse escaqueado del entrenamiento, ella tuvo que practicar tanto con Luke como con Meera, alguien debería darle un premio. Un buen descanso y costillas de barbacoa por un mes bastarán.

Suspirando y sintiéndose hambrienta de la nada, Keva se desplomó en su colchón, chillando y poniéndose de pie al instante cuando sintió un pinchazo en su espalda. Miró hacia la chincheta bajo su sábana, respiró profundamente, apretó sus puños, contó hasta veinte. Exhaló.

—¡Connor Stoll!







—Aquí no le dan a una un respiro —gruñó Keva, partiendo una flecha entre sus dedos mientras salía del campo de arquería a pisotadas. Escapaba del entrenamiento de Meera solo para ser acosada por Connor y sus incesantes bromas, lo bueno es que Luke no estaba de por medio para evitar una confrontación. Los demás campistas de la cabaña once sabían que era mejor no meterse de por medio en cuanto las plantas empezaban a moverse, así que nadie movió ni un músculo cuando una enredadera creció alrededor del torso de Connor hasta sacarlo a la fuerza de la cabaña.

Keva sabía muy bien que había conseguido un pequeño grupo de mestizos curiosos siguiéndola mientras llevaba a un Connor gritón por el campamento, pero no le prestó atención. En su mente solo había una cosa: venganza y costillas a la barbacoa. Bien, dos cosas. Seguramente había atraído la atención del director de actividades, y estaba segura de que se llevaría la bronca del siglo por parte de Luke y Meera cuando se enteraran de lo que había hecho, pero pocas cosas le habían dado alguna vez tanta satisfacción como atar a Connor Stoll a una diana con enredaderas en medio del entrenamiento de la cabaña siete. Por supuesto, había procurado que sus enredaderas evitaran que alguna flecha le llegara directamente. Es vengativa, no sádica. Estaba segura de que el susto valdría lo suficiente, no era necesario llegar al daño físico. Aunque las chinchetas... En fin, que, dejando daños aparte, Keva se sentía feliz consigo misma en ese momento. Había prometido vengarse tanto de Travis como de Connor y aunque conociéndolos esto seguramente solo iniciaría una guerra de toma y daca, su daca había sido – dicho con toda humildad – alucinante. A ver qué pueden hacer ellos únicamente con enredaderas y su imaginación – ok no, olvida eso. Sus pensamientos serían espeluznantes.

A Keva casi le dio un ataque cuando escuchó una voz hosca gritando tras ella:

—¡Pero bueno! ¡Un novato!

Keva gimoteó, masajeándose la frente con exasperación, porque conocía muy bien esa voz. Clarisse La Rue había llegado después que Keva, así que estaba muy feliz de declarar que nunca había tenido que pasar por su rito de iniciación, pero sí había visto a muchos campistas que sí lo habían experimentado. Miró hacia atrás, Percy Jackson está en un buen lío. Porque allí estaba, aún junto a Annabeth Chase, avanzando hacia ellos estaban Clarisse y otras tres chicas. Sus hermanas, asumió.

—Clarisse —suspiró la hija de Atenea—. ¿Por qué no te largas a pulir la lanza o algo?

—Fijo, señorita princesa —repuso Clarisse—. Para atravesarte con ella el viernes por la noche.

Keva soltó una risa, apoyándose contra una pared. Esto se iba a poner interesante y ella no pensaba perdérselo.

Erre es korakas! —chilló Annabeth. Keva apenas podía aguantar la risa, hay algo con las maldiciones en griego que las hace mucho mejores por alguna razón.

—Os vamos a pulverizar —respondió Clarisse, pero no parecía muy segura de lo que decía. Keva no la culpaba, ella se alegraba de estar en el bando de la cabaña de Atenea. En su humilde opinión, la cabaña once son mucho ruido y pocas nueces en el tema de la estrategia y planificación de batalla. Eso sí, no hay nadie mejor para distraer. Los destrozos de los Stoll como claro ejemplo—. ¿Quién es este alfeñique?

¿Alfe-qué? Keva miró hacia Percy Jackson, simplemente parado ahí sin decir ni una palabra. Le daba curiosidad saber de qué pasta está hecho, la mayoría en su situación ya estaría intentando salir de la conversación por todos los medios.

—Percy Jackson —dijo Annabeth—. Ésta es Clarisse, hija de Ares.

—¿El dios de la guerra?

—¿Algún problema?

—No —contestó el nuevo campista—. Eso explica el mal olor.

Oh, ohhh. Keva miró hacia Clarisse, ahora sí se va a poner bueno.

—Tenemos una ceremonia de iniciación para los novatos, Prissy —gruñó más que habló Clarisse.

Y vaya que la tienen, Keva se estremeció al recordar el mal olor de los nuevos campistas volviendo a la cabaña.

—Percy.

—Lo que sea. Ven, que te la enseño.

Keva se mordisqueó el labio, ¿debería intervenir? Se había prometido ser al menos amable con el chaval después de oír lo de su madre, pero tampoco quería encontrarse de bruces con el lado malo de una hija del dios de la guerra.

—Clarisse... —la advirtió Annabeth y Keva dio un paso atrás. Bien, que la chica lista se encargue de esto.

—Quítate de en medio, listilla.

Annabeth se quitó de en medio, Keva parpadeó. Bien, quizás no. Percy Jackson le entregó su – ¿eso era un cuerno? Quizás podría cogerlo prestado... No, niña, concéntrate. Keva se acercó trotando hacia ellos e inmediatamente el grupo miró hacia ella, la niña se paró de golpe.

—Clarisse —sonrió ella, levantando las manos como si quisiera decir que llega en son de paz—. ¿Por qué mejor no dejamos al nuevo en paz y nos vamos a tomar unos batidos?

La hija de Ares alzó una gruesa ceja rubia y Keva supo que era una batalla perdida.

—Mejor dejamos los batidos y la guerra de almohadas para después, clon enano de Poison Ivy. Tengo un novato al que pulverizar —Clarisse miró hacia el nuevo campista y mostró una sonrisa realmente siniestra, agarrándolo de pronto del cuello y arrastrándolo hacia los lavabos.

Keva suspiró, quizás debería pensar en un epitafio para el pobre novato. Annabeth, quien estaba de repente a su lado, la miró confundida.

—¿Por qué interviniste? Normalmente te quedas apartada y te quejas del mal olor.

Keva hizo una mueca, porque sinceramente, ni ella sabía porque había intentado que Clarisse lo dejara en paz. Simplemente tenía la sensación de que Percy Jackson era importante. Llámalo instinto, llámalo ilusión, llámalo ver cosas donde no las hay. Pero ella había aprendido a confiar en su instinto, y su instinto le decía que el joven mestizo traería cambios a su vida. Decidiendo ignorar la pregunta de Annabeth, corrió para acercarse a Clarisse y a su grupo. Percy Jackson lanzaba puñetazos y patadas a diestro y siniestro, pero hay mucha diferencia entre un niño escuálido y una hija de Ares entrenada en combate: no iba a poder salir del agarre de hierro de Clarisse, quien lo arrastró hacia el baño de chicas. Ella arrugó la nariz al entrar y deseó, no por primera vez, poder tener baño propio. Seguro que los de Hefesto no tenían ese problema. Keva miró hacia Percy Jackson, quien seguía intentando zafarse. Mientras tanto, las chicas que acompañaban a Clarisse se reían tanto que parecían necesitar el baño más que su amiga.

—Sí, hombre, seguro que es material de los Tres Grandes —dijo, empujándolo hacia un váter—. Seguro que el minotauro se murió de la risa al ver la pinta de este bobo.

Sus amigas se rieron otra vez y Keva se masajeó la frente. No era por ofender, pero Percy Jackson apenas parecía material de un dios menor en ese momento: inclinado sobre un váter, con Clarisse agarrándolo con fuerza para que no se moviera y sus rodillas resbalándose por el suelo mojado. Annabeth, a su lado en una esquina, se había tapado la cara y miraba entre los dedos. Keva deseó poder hacer lo mismo, porque sabía muy bien que no podría hacer nada para hacer que Clarisse cambiara de opinión, sobre todo después del comentario del mal olor – que, aunque no incierto, tampoco fue lo más apropiado que contestarle a una chica que tenía cara de querer colgarte en una bandera por tus intestinos. Clarisse obligó al nuevo campista a apretarse más cerca del váter y Keva apretó sus dedos. Cerca... hay plantas por todos lados del Campamento Mestizo, si solo tuviera unos momentos para hacer que se acerquen... quedará como Connor Stoll en el campo de arquería.

Antes de poder hacer nada, sin embargo, Keva se irguió al oír las tuberías haciendo ruidos extraños. ¿Qué diablos? Miró de nuevo hacia el espectáculo. Clarisse había soltado el pelo del nuevo campista y de la nada, un chorro salió disparado del váter, pasó por completo de Percy Jackson y le llegó a Clarisse en el pecho, quien se echó hacia atrás de la impresión, dejando caer al chico de espaldas. Keva miró, nada menos que fascinada, como el agua salió de nuevo de la taza, le dio a Clarisse de lleno a la cara con tanta fuerza que se cayó de culo. El chorro de agua no se detenía, empujándola hacia una cabina de ducha. La hija de Ares se resistía dando manotazos y chillando como si le fuera la vida en ello, y sus amigas empezaron a acercarse. Pero entonces los otros váteres explotaron también y seis chorros más de agua las hicieron retroceder de golpe. Las duchas también empezaron a funcionar de la nada y, chillando, Keva se escondió detrás de Annabeth. Resultó que esconderse tras una persona que no era más alta que tú no ayuda en nada, y pronto Keva se encontró empapada y tiritando, pero al menos no había sido arrastrada por el agua fuera de los lavabos como les pasó a las otras chicas. En cuanto hubieron salido por la puerta, el agua terminó de surgir tan pronto como había empezado a revolucionarse.

Saliendo detrás de la espalda de la empapada hija de Atenea, Keva abrió la boca al ver el inundado baño. Oh dioses, ¿cómo le explico yo a Luke y Meera que esto no fue culpa mía? Ella tragó saliva, ya estaba en problemas por lo de Connor, ahora... Quizás debería mudarse permanentemente con Drew Tanaka. Soportará ser su conejillo de indias siempre y cuando la mantenga lejos de las broncas de Luke y los tirones de oreja de Meera. Dando un paso hacia adelante y casi cayéndose al suelo, se agarró a Annabeth, quien sirvió de soporte mientras miraba consternada a... ¿Por qué está el nuevo campista seco? ¿Acaso no estaba él cerca de los váteres? Sin embargo, ahí estaba. Sentado en el único sitio seco del baño, un círculo de suelo seco en torno suyo, ni una gota de agua sobre su ropa. Abrió la boca. Annabeth se la cerró.

—¿Cómo has...? —preguntó Annabeth, Keva estaba demasiado ocupada manteniendo su boca cerrada.

Percy Jackson las miró, tan conmocionado como ellas. Pero seco, el suertudo. Keva apretó su camisa entre sus manos, chorros de agua saliendo a brotones. Hizo un puchero. Le encanta esa camisa.

—No lo sé.

Salieron fuera del lavabo. Clarisse y sus amigas estaban acostadas en el barro, y un puñado de campistas (¿eran esos los que la habían estado siguiendo por lo de Connor?) se habían reunido alrededor para mirarlas estupefactos. La hija de Ares tenía el pelo aplastado en la cara. Su chaqueta de camuflaje estaba empapada y olía como Moisés después de un entrenamiento de espada con Luke. Le dedicaba una mirada especial de odio absoluto a Percy Jackson.

—Estás muerto, chico nuevo. Totalmente muerto.

El nuevo campista, que parecía tener tanta agua en su ropa como neuronas en su cabeza, replicó:

—¿Tienes ganas de volver a hacer gárgaras con agua del váter, Clarisse? Cierra el pico.

Keva miró hacia su camisa empapada y suspiró. Si lo mata no es culpa mía, si lo mata no es culpa mía, si lo mata no es culpa mía. Sus amigas tuvieron que agarrarla para evitar que se lanzara contra el novato, arrastrándola hacia la cabaña 5 mientras los otros campistas se apartaban para no recibir una patada de sus pies voladores. Casi resbaló de nuevo y se agarró a Annabeth como si le fuera la vida en ello, pero ella miraba fijamente a Percy Jackson.

—¿Qué? —le preguntó, aún muy seco y ella muy empapada, por si te interesa saberlo—. ¿Qué estás pensando?

—Estoy pensando que te quiero en mi equipo para capturar la bandera.

Keva resopló, genial. ¿Quién no quiere tener al hijo del dios de los váteres en su equipo? Se quitó un mechón empapado de la cara de un soplo.

—Si no te atraviesa Clarisse con una lanza lo haré yo por arruinarme la camisa, Percy Jackson.

Y con esa nota feliz, Keva se dio la vuelta y se marchó hacia la cabaña once. Espero que Connor siga en el campo de arquería y Travis vete tú a saber dónde, se dijo a sí misma, no voy a darles la alegría de verme así. Suspiró, realmente aquí no le dan a una un respiro.







📍 ¡buenas, gente! tardé más de lo que esperaba con este capítulo, me disculpo. tenía una versión anterior que no me terminó gustando y, sinceramente, estaba ocupada con mis estudios u.u pronto entregaré mi último trabajo, tendré mis exámenes y terminaré el curso hhh. no puedo esperar.

📍 en fin, realmente no estoy muy feliz con este capítulo ¿? pero es mejor que nada, supongo. realmente tenía ganas de escribir sobre mi bebita keva, ok. me emociona poder ir desarrollándola más a lo largo de este fanfic. so deal with me here.

📍 ¡ya apareció percy jackson! y no solo en una mención, como pasó al final del primer capítulo lol. también tenemos al amor de mi vida: annabeth chase. realmente quiero escribir un fanfic sobre ella, dios.

📍 ¿creo que no tengo nada más que decir? lo de siempre, cuidaos mucho. por aquí estamos en fase uno, así que tenemos más libertad con lo de salir de casa, no sé qué pasara por vuestros países, pero tened cuidado. nunca se sabe. espero que os vaya todo bien, ¡que tengáis un buen día!


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