I. Deberían pagarme por promocionar
HALCYON.
capítulo uno.
❝Deberían pagarme por promocionar el campamento (sí, hola, señor D).❞
La vida en el Campamento Mestizo no es tan mala, considerando todas las cosas. Sí, Keva ha experimentado un aumento del 85% a sus instintos asesinos desde que los hermanos Stoll llegaron al campamento. Y sí, a veces lidiar con los ladrones empedernidos de la cabaña once le hace desear ir a los bosques del campamento y abrirse la cabeza contra cualquier roca del Puño de Zeus (ni siquiera la hagas hablar de ese nombre, en serio, ni lo menciones). Pero también cuenta con cosas buenas.
Sus recuerdos de la llegada al Campamento Mestizo están borrosos en su mente, apenas puede rememorar atisbos del preocupado rostro de su tío y el resto del relato solo lo conoce por el director de actividades del campamento. Sin embargo, bien sabe que desde despertó en la enfermería la sensación de estar en el lugar correcto no se ha desvanecido en ningún momento. Para la Keva Rose de seis años que acababa de escapar de las garras de su tutora de piano (de milagro) el campamento era el refugio que siempre había necesitado. ¡Y tenía cosas súper chulas! ¿La lava es de verdad, señor Quirón? ¡Cómo mola!
La cabaña once ha sido hogar desde lo que parece una vida, pero en realidad han sido seis años. ¿Acaso no son seis años toda una vida de cambios para una niña? La cabaña de Hermes está abarrotada de tal manera que los cuerpos se apretujan en sacos de dormir en cualquier espacio disponible del suelo y que Keva tenga una cama propia no es nada menos que un milagro (y el beneficio de ser una "campista veterana"), ¡pero eso forja vínculos! No hay mejor manera de crear lazos que pisarle la mano a alguien tratando de ir al baño a medianoche. Al final y al cabo, así fue como Keva conoció a Meera Johnson: con una patada en la espinilla a la madrugada (y muchas disculpas).
Keva no quiere decir que Meera Johnson sea la mayor razón de su argumento sobre como "el Campamento Mestizo también cuenta con cosas buenas" (pero eso es exactamente lo que está diciendo), solo que es algo a su favor. Meera es cinco años mayor que ella, pero apenas llegó al campamento cuatro años después que la menor. Le gustaría decir que recuerda perfectamente como llegó, pero lo cierto es que no. Seguramente fue huyendo de un monstruo y desplomándose a la entrada del campamento (suele pasar), (no solo a Keva), (¡cállate, Travis!). Sin embargo, sí puede recordar cómo llegó a la cabaña once y pronto después, a los entrenamientos. No había nadie mejor que ella en las prácticas de tiro en lo que respecta a la cabaña de Hermes, e incluso los de la cabaña siete lo tenían difícil siquiera pisándole los talones. Era alucinante, ¡Keva tenía que ser su amiga! ¿Qué importaba que en ese entonces Keva tuviera diez años y Meera quince? ¿Quién no quiere una amiga? Seguro que a Meera no le importaría. Sin embargo, Keva era más tímida que las ninfas del bosque cuando las hijas de Afrodita se les aproximaban: no podía pensar en alguna forma elocuente de acercarse a ella. Hasta que una noche bebió mucha leche de fresa en la cena y tuvo que ir al baño a la madrugada, solo para meterle una patada (¡sin querer, sin querer!) en la espinilla justo a la persona a la que quería acercarse. Realmente no se refería a esa manera de acercarse. Pero bueno, ¡el resto fue historia!
Hablando en serio, hay muchas cosas buenas sobre el Campamento Mestizo. Ella podría darte un argumento, mandarte una postal, hacerte un dibujo. ¿Pero qué propósito tiene eso? ¿Acaso no es mejor vivirlo? Pues no, no lo es. Realmente no quieres tener que pasar por tanto peligro como para tener que vivir en el campamento, creedla. Por mucho que mole, una muerte dolorosa y una eternidad en el Inframundo no valen la pena. ¡Lo cual la lleva a las molonas maneras de morir en el Campamento Mestizo!
Primera parada: ¿a quién no le gustan los muros de escalada? ¡Solo añádele lava como un desafío adicional y será la actividad de campamento perfecta! Cuando Keva se hubo aburrido de la práctica de esgrima y se dio cuenta de que era más probable que se diera a si misma con la flecha que a la diana en sí, decidió probar suerte con el muro de escalada. Acababa de cumplir siete años y no tenía ganas de morir, muchas gracias, pero una apuesta es una apuesta, así que prepárate para morder el polvo, Pamela. Un resumen rapidito: no logró llegar a la cima a tiempo, las paredes chocaron entre sí y la lava se le derramó encima. Pamela se cayó del muro por la risa, así que ja, técnicamente no perdió. No hay riesgo de morir seriamente, pero su sentido de la vergüenza sí que se murió un poco cuando se dio cuenta de que la lava quema ropa en vez de piel.
Segunda parada: ¡captura la bandera! No os equivoquéis, chicos, esto no es para nada igual al típico juego de ondear un pañuelo y gritar nombres. Es algo más caótico: añade armas, escudos y adolescentes semidioses sedientos de victoria. ¡Te estás acercando! Jessica (la por entonces capitana de la cabaña once) se pasó más de media hora haciendo que se probara varios tipos de escudos para comprobar cual le quedaba mejor a una escuálida y diminuta cría de siete años. No hubo suerte, acabó relevada en el punto con menos acción del plan de la cabaña de Atenea, solo tenía que pararse ahí y evitar meterse en la lucha. Cinco minutos dentro del juego, se chocó con un árbol y se desmayó. ¡Pero no fue culpa suya! Ese casco le quedaba gigante y ow, era muy duro. ¡Hizo todo lo que pudo! En serio, Jess, te hice caso (puchero, puchero). Desde luego, en los años consiguientes Keva consiguió más experiencia y ahora puede decir orgullosamente que es capaz de estar más de cinco minutos sin chocar con cosas y desmayarse. Creedla, es un gran logro.
Tercera parada: ¡las encantadoras arpías! No, no esa clase de arpías que te roban el dinero del almuerzo y le cuentan al profesor de gimnasia que te estás escaqueando de los estiramientos (no es por sonar como una arpía, pero señor, los estiramientos son necesarios), estas son definitivamente de la vieja escuela. Cierra los ojos e imagínate unos seres humanoides con alas, ¡bingo! Eso no es una arpía, pero al menos te acercaste. ¡Buen trabajo! Según los libros en griego antiguo que la obligan a leer, las arpías son "espíritus de rachas violentas que en la antigüedad fueron conocidas como los perros de caza del señor del cielo" o algo así, está parafraseando. En su humilde opinión de campista que no quiere morir, las arpías son señoras de la limpieza aladas, con garras, plumas y deseos de sangre. Keva había tenido la mala suerte de encontrarse con las hermanas arpías de la limpieza en diferentes ocasiones, y aunque ser pillada in fraganti por Aelo y Ocípete era terrorífico, nada supera lo que es ser perseguida por la considerablemente más malvada de las tres hermanas. A Keva no le avergüenza admitir que a veces aún tiene pesadillas sobre las garras afiladas de Celeno. Dejémoslo en que las arpías del Campamento Mestizo se toman muy en serio el toque de queda. Mortalmente en serio.
Keva podría seguir contándote sus relatos vergonzosos en el campamento, pero seguro que ya has pillado que el Campamento Mestizo no es algo que tomarse a broma (y que a las terroríficas señoras de la limpieza habría que subirles el sueldo). Así que pasemos a otra cosa, ¿sí?
Tú pensarías que un campamento creado para resguardar semidioses tendría un sitio para todos ellos, ¿no? Bueno, pensaste mal. Hay únicamente doce cabañas en el Campamento Mestizo: Zeus, Hera, Poseidón, bla bla bla, tú ya sabes. El problema es que hay muchísimos dioses sin cabaña, ¿y dónde acaban sus críos? ¡Exacto! En la cabaña de Hermes, toma una galletita. La misma Keva ha podido conocer a muchos de ellos, algunos ahogados en amargura, otros satisfechos de tener al menos respuesta a la pregunta de "¿quién es tu pariente divino?", la mayoría simplemente siguiendo como su vida porque realmente nada ha cambiado. Otros ni siquiera tienen esa suerte. Bien, Keva puede ser comprensiva, los dioses están ocupados y a saber cuántos críos tienen repartidos por el mundo. ¡Un desliz de mente es más que entendible! ¿Pero cómo se explica tal magnitud de semidioses sin reconocer? Si eres un dios menor, bueno, tu crío seguirá en el mismo sitio, ¿pero no se merece al menos saber quién eres en su vida?
En serio madre, ¿no me merezco yo saber quién eres en mi vida?
Keva podría aceptar su estado como una campista indeterminada fácilmente, es decir, ella no es la primera ni la última cría sin respuestas en la cabaña de Hermes. Pudo aceptar que los dioses existen, que los monstruos la persiguen y que a veces el árbol en el que te apoyas es una ninfa, ella podría con eso también. Realmente podría, si al menos la identidad de su madre no fuera tan obvia. Ella llegó al campamento con flores marchitándose a sus pies y solo después de despertarse en la enfermería las flores florecieron de vuelta a la vida. Cualquiera diría que eso era prueba suficiente y miraron expectantes, esperando. Pero nada pasó (a no ser que cuentes el mini ataque al corazón que sufrió la niña de seis años porque qué diablos hacen todos ahí parados mirándome, ¿acaso tengo algo en la cara?).
Es tan obvio que arde. Deméter nunca ha tenido problemas antes en lo que respecta a reconocer a sus hijos, Keva ha visto a varios de ellos pasar por la cabaña de Hermes, jamás se quedan por más de dos días. Ella lleva seis años dejada de lado en la cabaña once. ¿Acaso hizo algo malo? ¿Es posible que de alguna manera haya ofendido a la diosa? ¿Es porque de pequeña no se comía todos sus cereales en el desayuno? Keva no lo sabe y no importa lo mucho que rece y le ofrezca ofrendas en las comidas, jamás recibe respuesta. Su madre es un tema peliagudo para ella, algunos campistas se la quedan mirando y los críos de Deméter parecen querer que la tierra los trague (no como Perséfone, muchas gracias) cada vez que la ven. No malinterpretes, los de la cabaña cuatro no son nada menos que respetuosos y amables con ella, no tiene nada por lo que quejarse sobre su trato hacia ella. Pero su incomodidad es más que obvia. El antiguo consejero incluso intentó convencer al señor D de dejar que se uniera a ellos en su cabaña, sin embargo, no hubo manera. El señor D no está para nada en su top 5 de personas favoritas, pero no lo culpa: al fin y al cabo, ella no ha sido reconocida. Y si ni siquiera su madre la identifica como suya, por alguna razón será.
Hay muchas cosas inciertas en la vida de Keva Rose, pero hay algo que tiene muy claro en su mente: algún día, hará sentir a su madre orgullosa, lo suficiente para finalmente ser reconocida y poder estar con sus hermanos sin sentirse como una extraña. Lo juraría por el río Estigio si hiciera falta. Y mientras espera ansiosa su oportunidad de brillar, entrenará tanto que los de la cabaña cinco se desmayarán de la impresión (bien, está exagerando, pero déjala ser). ¿Quién dice que no puedes ser grande con la manipulación de las plantas? ¡Poison Ivy dice hola!
Desde luego, Keva Rose no es ningún personaje de DC, pero puede romperte una pierna con sus enredaderas fácilmente, así que mejor no la tientes. Si tan solo a sus compañeros de cabaña se les metiera eso en la cabeza...
—Kevie —lloriqueó el niño—, ya he dicho que lo siento. Porfi, bájameeeee.
Desde su asiento en los escalones que dan a la cabaña, Keva lo observó con una sonrisa. Desde luego, los hermanos Stoll son la ruina de su existencia. Desde que llegaron al campamento no han pasado más que desastres: encontrarse chinchetas bajo la almohada, despertarse en el medio del lago con las risitas de ninfas retumbando en los oídos, cambios de armaduras que producen picazón y desde luego, ni se te ocurra apartar la mirada de tus pertenencias más preciadas. Keva se encontró siendo víctima de sus boberías más veces de las que es capaz de admitir sin que se le caiga la cara de vergüenza. Bien, quizás colgar a Travis del tobillo con una enredadera es un poco fuerte y puede que se esté volviendo morado, ¡pero es lo justo después de todo lo que le ha hecho pasar! Y cuando encuentre a Connor, ya verá... Tiene muchas ideas.
—¿En serio, Keva? —La voz del capitán de su cabaña interrumpió sus deseos de tortura—. Ya hemos hablado de esto: nada de usar poderes en contra de compañeros.
Keva apartó la vista de su obra maestra e hizo un puchero. Luke Castellan mostraba su mejor expresión de soy-el-líder-de-una-cabaña-repleta-de-críos-diabólicos-no-juegues-conmigo, manos en la cintura y todo, pero había una visible quebradura en su serio rostro. Se conocían desde hacía cinco años, así que la niña había tenido tiempo de sobra para conocer sus debilidades y perfeccionar sus habilidades. Como un gran sabio dijo una vez: en caso de duda, has caritas lindas hasta que la gente olvide porque estaban molestos contigo. Ella solo está tirando una moneda al destino y esperando a este punto.
—Él se lo buscó, Luke —Ahora era Keva la que lloriqueaba, Travis se hubiera burlado si no estuviera demasiado ocupado guiando la sangre de su cuerpo a su cabeza—, sabes lo que hizo, ¿eh? ¿Lo sabes? ¿A que no lo sabes?
Luke suspiró, apretando el puente de su nariz entre sus dedos índices, pero pronto picó el anzuelo: —¿Qué hizo esta vez?
—Me sacó por la madrugada de mi cama mientras dormía y me llevó a la cabaña de Afrodita. ¡De Afrodita! Diría que es un milagro que no nos pillaran las arpías, pero realmente hubiera sido una bendición. ¿Sabes lo que es despertarte cara a cara con Drew Tanaka? Ella es muy linda, no me quejo, mejor que despertarme con los caretos de los Stoll, ¡pero aún así! Estuvieron dos horas tratándome como experimento. Y mira, no te digo que lo hicieran mal, quedó muy bonito e hicieron un buen trabajo, ¡pero ese no es el punto! ¿Sabes lo difícil que es escalar con un vestido y sandalias, Luke? ¿Lo sabes? ¿Eh, lo sabes?
Luke lucía como si quisiera lanzarse a la lava del muro de escalada de cabeza.
—No, Kevie, no lo sé. Pero lo que sí sé es que, si no sueltas a Travis en menos de un minuto se va a desmayar, así que hazme un favor y suéltalo, ¿quieres?
Keva miró a Travis y resopló, sí que parecía que iba a desfallecer en cualquier minuto. "Debilucho" murmuró entre dientes, pero con un movimiento de muñeca la planta se desenredó del tobillo hinchado del hijo de Hermes, quien prontamente cayó al suelo sin nada que lo sujetase. Luke le envió una mirada de reproche, que la niña recibió encogiéndose de hombros con una inocente expresión en su rostro.
—Fuiste tú mismo el que dijo que lo soltara, a mí no me eches la culpa ahora.
Luke se limitó a suspirar y a subir a Travis a sus hombros.
—Lo llevaré a su cama, y tú —la señaló con su dedo índice y Keva se puso rígida, cuando Luke se metía en su modo consejero de cabaña se sentía como si estuviera de vuelta en el colegio, como si en cualquier momento el espíritu de su profesora de matemáticas se fuera a apoderar de su cuerpo e interrogarla sobre las tablas de multiplicar—, más te vale que cuando vuelva te vea entrenando con la espada. Y nada de quejas. Que no te guste no tiene nada que ver, si algún día quieres ir de vuelta a Oakland con tu tío, sabes perfectamente que por el bien de ambos necesitas saber protegerte con algo más que con enredaderas y verduras.
Keva se desplomó contra la espalda de Jake Mason, respirando fuertemente. Dioses, como odia luchar contra los hijos de Hefesto. El joven de la cabaña nueve palmeó su hombro, riendo afablemente. Los hijos de Hefesto no son precisamente los más diestros con el manejo de la espalda, ellos están más bien enfocados en crearlas, pero tienen sencillamente una fuerza fuera de este mundo, los brazos de espagueti de Keva no pueden soportar tal esfuerzo.
—Lo hiciste bien, Keva.
Ella apartó un mechón de pelo de su rostro de un soplo, frunciendo el ceño.
—Me diste una paliza, no mientas.
—Míralo por el lado positivo —Jake sonrió abiertamente, dándole tal palmada en el hombro que si no hubiera estado apoyada en él se hubiera caído de bruces—, esta vez aguantaste más de veinte minutos. Estás fortaleciendo tus brazos.
—Uy sí, de espagueti mojado a espagueti seco. Tal fortalecimiento, Luke debería abandonar su maestría como espadachín y admitir que soy la mejor del campamento.
El hijo de Hefesto iba a contestar, la risa evidente en su rostro, pero su sonrisa se congeló cuando vio a varios campistas corriendo en dirección a la entrada del campamento. Confundida, Keva miró hacia atrás.
—¿¡Qué pasó?! —gritó Jake.
La voz de Kayla Knowles prontamente respondió:
—¡Hay un chico desmayado, dicen que un minotauro lo estaba persiguiendo!
Los pensamientos de Keva fueron los siguientes:
1. Por el amor de los dioses, Kayla, los nombres tienen poder.
Y 2. Jódete, Travis, te dije que yo no soy la única campista que se desmaya a la entrada del campamento al huir de monstruos.
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