Yachi Hitoka
La pequeña rubia se encontraba cabeceando en su lugar, luchaba consigo misma para no dejarse vencer por el sueño antes de que empezara la primera clase. La pobre había pasado casi toda la noche mientras diseñaba un nuevo poster para el equipo, para cuando se dio cuenta del tiempo que había transcurrido ya faltaban un par de horas para que amaneciera y tuviera que alistarse para la escuela, no había descansado prácticamente nada.
Escuchaba las conversaciones de sus compañeros de clase de forma muy lejana dándose cuenta como poco a poco caía a los brazos de Morfeo hasta que una voz devolvió su mente a la realidad. Alzó su cabeza dirigiendo su mirada a la puerta del aula viendo entrar a tres chicas, aunque ella tan solo veía a una.
Katayama Akemi, una chica completamente perfecta frente a los ojos de Yachi; era el mejor promedio de su salón, era miembro del equipo de natación y por si fuera poco era la vice presidenta de la clase. Cuando la veía hasta sentía ver una aura brillante a su alrededor haciendo un buen homenaje a su nombre.
Sin darse cuenta la había seguido con la mirada desde la puerta hasta su asiento, sonriendo mientras oía las bromas de sus amigas caminando casi flotando de forma etérea dejándola prácticamente sin aliento.
Y entonces la chica giró a verla.
Entró en pánico al ver sus ojos posarse sobre ella, haciendo que Yachi volteara su rostro con rapidez, comenzando a actuar de forma súper torpe hasta llegando a tirar algunos papeles al suelo llevándola a arrodillarse de inmediato para recogerlas, soltando un quejido cuando, al levantarse, golpeó su cabeza sobre su mesa.
— ¿Estás bien, Yachi-san? —preguntó una de sus compañeras sentada frente a ella, recibiendo una respuesta temblorosa de la rubia mientras tomaba asiento de nuevo.
Casi salvándola de una humillación mayor vio cómo la profesora de turno entraba al aula saludando a los alumnos.
Había abierto uno de sus libros al azar usándolo para cubrirse levemente el rostro, aprovechando su escondite para observar de reojo como Akemi reía de suave luego de algo que una de sus amigas decía en su oído para acto seguido dirigir de nuevo su mirada hacia ella.
«Acabas de humillarte, Hitoka, bien hecho»
Soltó un lloriqueó hundiendo de nuevo su rostro detrás del libro abierto, queriendo golpear su frente contra la superficie de la mesa.
Dio unos golpes suaves a sus mejillas una vez que la profesora dio por iniciada la clase en busca de prestarle atención a dicha clase, dejando de lado todo su cansancio y su humillación al menos por el momento.
[...]
Ante el sonido del timbre Yachi se apresuró en recoger sus libros y los bocetos que tenía en su mesa sobre el afiche para el equipo, armando su carpeta lo más rápido que podía para huir del aula.
Sin embargo sintió cada célula de su cuerpo paralizarse al notar de reojo un par de zapatos brillantes justo frente a su asiento, sintiendo su mano empezar a temblar mientras subía la mirada y se encontraba con el sonriente rostro de Akemi.
—Ka-Katayama-san —se abofeteó mentalmente por el tartamudeo en su voz, empezando a boquear viéndose sin palabras.
—Por favor, llámame Akemi-chan —pidió haciendo un gesto con la mano mientras le brindaba una sonrisa, notando las pálidas mejillas de la rubia colorearse de un rojo intenso—. ¿Estás bien?
— ¿Huh? —su pequeña "pregunta" la hizo verla infinitas veces más tierna a los ojos de la chica.
—Te vi hace rato cuando golpeaste tu cabeza.
El alma de Yachi dejó su cuerpo dejándolo únicamente lleno de vergüenza, planeando en su mente mil y un maneras de huir de la situación sin echarle más leña al fuego. Por el momento lanzarse por la ventana parecía su mejor opción.
Si antes pensaba que estaba fuera de su cuerpo, al sentir sus manos posarse sobre su cabello verdaderamente empezó a ver la luz al final del túnel.
—Déjame revisar un poco, me aseguraré de que todo esté bien —susurra removiendo con cuidado su claro cabello inspeccionando en busca de algún golpe o cortada.
Se sentía en el completo paraíso, es más, si abría los ojos creía que vería a los ángeles tocando arpas mientras los querubines revoloteaban a su alrededor. Ahora sí que podía morir en total paz y moriría feliz.
—Todo en orden. —Quiso tomar su mano y colocarla de nuevo sobre su cabeza para que siguiera pasando sus dedos por su cabello, sin embargo lo único que pudo hacer fue asentir aún sin palabras.
Analizando la situación se dio cuenta que se encontraban únicamente ellas en el aula lo que la dejó sin aliento, sintiéndose de repente nerviosa por verla frente a ella aún más en el momento en que tomó la silla frente a ella girándola para ponerla en su mesa, dejándolas frente a frente.
— ¿Estabas dibujando? —Pregunta pasando su mirada desde varios dibujos aún fuera de la carpeta para luego observarla— Disculpa, es que varias veces te he visto con algún dibujo y nunca tuve la oportunidad de preguntarte.
—Si —fue lo único que dijo, gritándose a sí misma en el interior por tan tonta respuesta mientras la oía reír leve.
— ¿Puedo? —Extiende su mano viéndola empujar con suavidad la carpeta hacia su lado en la mesa temblando a más no poder una vez que la chica empezó a ojear cada una de las hojas— Oh, es del club de voleibol, interesante. Qué lástima que eres su mánager, ya quisiera fueras la mánager del club de basketball.
Se tensó por completo ante su frase, sin poder evitar posar sus codos sobre la mesa colocando sus manos en sus mejillas tratando de esconder de nuevo su sonrojo.
Un momentáneo silencio reinó en el salón mientras Akemi revisaba los dibujos y Yachi mantenía aún su mirada pegada en la mesa siéndole imposible mirarla a ella, un silencio que se vio roto ante una llegada sorpresa.
— ¡Yachi-san! —Ambas chicas giraron encontraron a un pelinaranja entrando a la carrera dentro del aula, deteniéndose al instante cuando notó a la otra chica a quien reconocía como una de las compañeras de la mánager— Estás ocupada, lo siento.
Akemi se levantó divertida con las disculpas del pequeño y tierno chico que acababa de llegar, reconociéndolo de inmediato por ser un jugador del club de voleibol—. Tranquilo, yo estaba a punto de irme, seguro que tendrán cosas importantes de las que hablar. Hasta luego, Hitoka-chan.
Se giró luego de ver a la rubia por última vez, pasando junto al pelinaranja notando como le sacaba casi media cabeza de altura. Era casi tan tierno como Yachi.
Hinata, aún viendo hacia la dirección por dónde la chica se había ido, dio unos cuantos pasos hasta tomar asiento en la silla donde esta estaba anteriormente para por fin mirar a la mánager quien, al igual que él, seguía con la mirada plantada en la puerta.
—Yachi-san, ¿por qué estás sonrojada? —preguntó pinchando una de sus mejillas con uno de sus dedos haciendo que esta por fin reaccionara.
— ¿Sonrojada? ¿Quién? ¿Yo? Para nadie, aquí nadie se está sonrojando —hablaba extremadamente rápido mientras metía todas las hojas a la carpeta a la carrera—. ¿Por qué me estaría sonrojando? No tengo porque sonrojarme. Debes revisar tu vista.
Un confundido Hinata quedó sentado solo una vez que la rubia abandonó el aula, dejándolo más que confundido pensativo.
—Ella sí estaba sonrojada —susurra para sí mismo colocando su barbilla sobre la mesa—. Parecía muy feliz, sus ojos brillaban al verla. Así mira Tanaka-senpai a Kiyoko-senpai.
Alzando su cabeza rápidamente y abriendo en grande los ojos, soltó un chillido una vez que las piezas se pusieron en su lugar dentro de su cabeza, ¿acaso ella...
— ¡A ella le gusta! —exclamó poniéndose de pie sin saber siquiera cómo reaccionar, empezando a correr hacia la cafetería sin darse cuenta— ¡Está enamorada!
Akemi (明 美): Brillante y hermosa
Katayama (片山): Montaña única
Mis amores, no me van a creer, pero esta es la primera vez que escribo un one shot con dos chicas y admito que me gustó muchísimo, espero que a ustedes también. Quisiera saber sus más sinceras opiniones.
Recuerden que pueden hacer todo tipo de pedidos, como lo ven también de las hermosas chicas de Haikyuu al igual que de los chicos con lector masculino, estaré encantada de escribir todas las ideas que ustedes tengan.
El siguiente actualización también será bastante interesante, espero que les guste.
¡Hasta la próxima, mis bellezas!
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