Tsukishima & Yamaguchi


Sus pulmones ardían cada vez más conforme los segundos parecían horas, las lágrimas eran inexistentes a este punto.

Quería morir, deseaba morir.

―Hanae-chan, ¿estás bien? ―Su voz le asqueaba, su rostro le asqueaba, él le asqueaba―. Hanae-chan...

― ¡Hanae! ―La voz de su padre logró despertarla por fin de aquella horrible pesadilla.

El sudor mantenía el pijama pegada a su piel y su pecho subía y bajaba de forma frenética tratando de coger todo el aire que sus pulmones le exigían. Pero estaba a salvo, estaba entre los brazos de su padre así que todo estaba bien, nadie podía lastimarla.

―Disculpa por preocuparte ―susurró mientras este se dedicaba a brindar caricias reconfortantes sobre su cabello.

―Preocuparme dices, pero que tontería ―casi se burló tratando de subirle el ánimo a su pequeña antes de sentarse frente a ella para poder verla al rostro―. Está bien si no quieres ir hoy, los profesores lo entenderán completamente...

― ¡No! Es mi primer día, no quiero perdérmelo. Prometo que estaré bien ―se apresuró a decir, mortificada de perderse un día que la emocionaba hacía tantísimo tiempo―. Además Tsukki y Yams vendrán por mí, estarán conmigo y me acompañarán a casa. Ellos me cuidarán.

La expresión preocupada del señor se ablandó sin poder evitarlo al darse cuenta del entusiasmo que hacía mucho tiempo no veía en su hija. No podría evitar que su propio miedo le arruinara la experiencia.

Inclinándose hacia adelante, dejó un beso sobre la frente de la chica―. Entonces ve a arreglarte antes de que se haga tarde.

Para cualquier otro estudiante pensar en el primer día de clase generaría más estrés que otra cosa, sin embargo, para Tokei Hanae no había nada que la emocionara más que poder ir a la preparatoria.

Asistir a clases, unirse a un club, tener amigas. Ella en serio no se podía imaginar nada mejor.

― ¡Hanae, los chicos están aquí! ―Exclamó su padre antes de girarse de nuevo a los dos jóvenes, uno bastante más sonriente que el otro― Wah, ustedes sí que crecieron.

―Tsukki es quien más ha crecido últimamente ―dijo un avergonzado Yamaguchi rascándose la nuca ante el halago.

Una ronda de preguntas del señor Tokei se vio interrumpida por las apresuradas pisadas de la chica bajando por las escaleras, gritando rápidamente que ya estaba lista.

―Deja de correr por los escalones o algún día vas a caerte ―la regañó el rubio alto viendo a Hanae sentada en el suelo mientras se calzaba y se disculpaba a la vez.

―Aún estamos a tiempo para salir, siéntate y come tranquila ―habla ahora Yamaguchi viendo las intenciones de la chica de salir sin desayunar.

[...]

Conforme se acercaban a las instalaciones, los sentimientos de los tres jóvenes cambiaban y se intensificaban cada vez más; mientras Hanae se exaltaba a cada paso que daba, en sus dos amigos la preocupación crecía con cada paso que daban.

Todavía recordaban las charlas que habían tenido con el padre de la chica donde este les pedía por diestra y siniestra que cuidaran y protegieran a su hija, cosa que tampoco tenía que solicitarles ya que desde niños estos habían sido casi los guardaespaldas de una mini Hanae.

Tsukishima incluso hizo llorar a un niño que la empujó en la caja de arena, sin siquiera acercarse a él.

Pero ahora la realidad los golpeaba en la cara.

― ¿Compartiré banco contigo o con Tsukki? ―Pregunta la chica quien seguía balanceando el gatito blanco de aquí para allá.

―Conmigo ―dijo el rubio sin siquiera darle tiempo a Yamaguchi de responder, girando hacia abajo para verla―. Siempre asignan trabajos con los compañeros de banco, sin ofender a Yamaguchi.

De esta forma llegaron a la Preparatoria de Karasuno, impresionando por completo a Hanae que seguía sin creerse que ella de verdad estuviera viviendo aquello. Siempre pasaba frente a las preparatorias y se fascinaba viendo a todos los estudiantes con sus uniformes tan lindos y ahora ella misma tenía un uniforme.

Una completa tontería que a ella la hacía muy feliz.

―Llévala a la clase mientras yo hablo con la profesora ―casi ordenó el más alto una vez que llegaron al pasillo―. Y por favor no dejes que se cruce con la mandarina ruidosa.

Riendo y bajo la curiosa mirada de Hanae, Yams le indicó que la siguiera para guiarla al salón de clases. Trató de apresurarse cuando notó lo mucho que su amiga empezaba a llamar la atención, no solo por ser "la típica chica nueva", sino por el peluche de gato que cargaba de arriba abajo.

Pero no, no pasaría... ¿verdad? En Karasuno estudiaba muchas buenas personas, no la molestarían así como así.

― ¿Quién es la mandarina ruidosa?

―Hinata Shouyo, nuestro compañero de equipo ―dijo un risueño Yamaguchi una vez que entraron al aula.

― ¿Y por qué no nos podemos cruzar con él?

El chico de pecas soltó una carcajada recordando el sin numero de veces que Tsukishima había asegurado que no permitiría a Hinata acercarse a Hanae pues terminaría "contagiándole la estupidez".

Antes de que Yamaguchi pudiera responder algo, cada estudiante se colocó en sus respectivos lugares cuando la profesora cruzó el marco de la puerta, siendo sorpresivamente seguida por cierto rubio quien siguió su camino hasta sentarse junto a la pequeña chica.

―Buenos días, clase ―saludó, escuchando la respuesta de los jóvenes mientras dejaba sus pertenencias sobre el escritorio―. Bienvenidos a un nuevo año escolar, espero que hayan disfrutado mucho de sus vacaciones.

≫Este ya es su segundo año de preparatoria así que podríamos decir que todos aquí ya se conocen muy bien, sin embargo tenemos un rostro nuevo por aquí ―al decir esto, dos chicos se tensaron al ver como casi toda la clase se giraba para ver al claro "rostro nuevo"―. Para evitar muchas presentaciones, ella es Tokei Hanae y recién acaba de ingresar a la preparatoria ya que antes estudiaba desde casa.

Los murmullos no se hicieron esperar entre sus ahora compañeros de clase, pero para alegría y alivio de los chicos estos parecían más que todo curiosos por su nueva compañera y algo decepcionados de no haber recibido una presentación personal de ella misma.

Todo gracias a Tsukki.

[...]

― ¡Tokki-chan! ―Exclamó el pelinaranja, corriendo hacia la fémina cuando cruzó las puertas del gimnasio, siendo interrumpido por un balón volando hacia su cabeza... "casualmente"― ¡Auch!

―No la presiones, Hinata ―habla paulatinamente el ahora capitán viendo al nombrado pararse para discutir con Tsukishima.

Poco más de dos meses habían pasado ya desde el primer día de clases, algunas semanas desde que Hanae había conocido al club de voleibol de Karasuno, muy en contra de los deseos de su rubio amigo.

Este únicamente lo había aceptado, muy entre comillas, al darse cuenta que era la única forma de poder siempre vigilarla hasta que pudieran devolverla sana y salva a casa. Ella aún no se había unido a ningún club por lo que se limitaba a vagar por ahí mientras él y Yamaguchi entrenaban en los gimnasios.

Podía soportar que se acercara un poco a los fastidiosos de sus compañeros siempre y cuando supiera que ella estaba dentro de su campo de visión.

― ¿Cómo estuvo tu terapia? ―Inquiere Yamaguchi, sentándose en el suelo junto a la chica en un descanso de la práctica.

―Mejorando ―asegura con una pequeña sonrisa antes de verlo de frente―. Me gusta mucho.

Un confundido Tadashi siguió la mirada de Tokei hasta parar con el peli naranja que discutía con Kageyama en el centro de la cancha... Y entró en pánico.

― ¿Qué, qué, qué, qué? A ti-ti, ¿¡qué!?

Hanae se echó a reír por lo bajo ante la reacción del chico―. Que me gusta el apodo, Tokki.

Al pobre le volvieron los colores al rostro cuando el malentendido fue explicado, gracias al cielo pues él ya estaba aterrado de cómo reaccionaría Tsukki si aquello llegara a ser lo que él había imaginado... ¿Cómo reaccionaría? Seguramente no muy bien.

Incluso para él era difícil imaginar a su pequeña Hanae enamorada de alguien, le asustaría pensar que ella pudiera estar en cualquier situación donde podría salir lastimada de cualquier forma. Si así reaccionaba él, quien sea que llegara a enamorarse de la chica debía empezar a rezar por la reacción de Tsukishima.

― ¿"Tokki-chan"? ¿Conejo en coreano, en serio? ―Casi se burló el rubio ahora de pie frente a ambos, haciendo resoplar a la chica quien se sintió ofendida ante la sátira en su voz.

―A mi me gusta ―aseguró con total seguridad mientras se cruzaba de brazos.

― ¿Quién soy yo para juzgar tus gustos? Mientras no te guste ninguno de estos idiotas, no habrá problema. ―Su voz no dejaba de sonar desinteresada, no obstante de verdad le disgustaba la cercanía que se estaba creando entre estos dos―. Es más, mientras dejes de acercarte mucho a la naranja escandalosa todo estará mejor.

Sus deseos por mantenerla alejada del equipo fue quizás lo que la llevó a tomar aquella decisión y sobretodo la valentía para decírselo.

―Pues tendremos que acercarnos ya que seré una mánager del club.

[...]

Ni sus padres ni su hermano quisieron siquiera preguntarle sobre su día, que nadie querría luego de ver el rostro de Kei ni preguntarle la hora.

Nunca, jamás de los jamases lo admitiría pero estaba aterrado de lo bien que se estaba desenvolviendo Hanae en general, a pesar de lo contradictorio que aquello pudiera sonar. Claro que él se preocupaba y le importaba su amiga, su mejor amiga. Quería que ella estuviera bien y sabía lo mucho que le entusiasmaba tan siquiera asistir a la preparatoria, no quería ser él quien arruinara aquella burbuja, había sido justo él quien había creado aquella burbuja para ella... solo que no había previsto que ella misma añadiera a tanta gente a su burbuja.

Sabía que a pesar de lo torpes, tontos, escandalosos, fastidiosos, odiosos, inconscientes, pesados, incompetentes, ineptos, desastrosos y brutos que fueran sus compañeros de club nunca le harían daño a Hanae, no serían capaces, pero nada le aseguraba que nadie lo haría.

No podía permitírselo ni en un millón de años.

¿Quién le decía que ella no terminaría acercándose a alguien verdaderamente malo?

― ¿Todo bien, Tsukki? ―La pregunta de Tadashi lo hizo volver a la realidad para tan solo chaquear la lengua y negarse a responder.

En completo silencio ambos llegaron como siempre al hogar de los Tokei, siendo recibidos como siempre por el padre de su mejor amiga, sin embargo esta vez este no tenía la típica sonrisa en su rostro.

―Disculpen por no avisarles antes, chicos, pero Hanae no quiere ir a clases hoy.

― ¿Está ella bien? ¿Se siente enferma? ―Comenzó a preguntar Tadashi de forma veloz, asustándose extremadamente rápido siendo detenido por el hombre.

―No, no, para nada solo que... ella no consigue su gato ―explica con algo de pena en su rostro al darse cuenta de que esto solo logró preocuparlos más.

Era justamente la segunda vez en varios años que dicho peluche se extraviaba y la primera vez no había sido para nada lindo.

La chica no había querido salir de su cama en los dos días que tardaron en conseguirlo de nuevo, negándose a quitar las sábanas para ni siquiera verlos ni para comer. La primera vez había sido relativamente inocentes ya que de por sí la chica no salía mucho de casa y el peluche se encontraba al final del closet siendo que la misma chica lo había puesto ahí mientras limpiaba, pero ahora podía estar en cualquier parte.

― ¿Podemos pasar a verla? ―Claro que el señor Tokei no se negaría a la petición de Tsukishima y en menos de lo que canta un gallo, ambos ya habían subido hasta la habitación de la chica siendo que el más alto pasó sin siquiera tocar a la puerta.

― ¿Hanae? ―La voz de Tadashi salió temblorosa ante la penumbra en que yacía la habitación.

En cambio, Kei sin siquiera encender la luz pasó de largo hasta tomar asiento al borde de la cama, junto al bulto bajo las sabanas que era la chica.

Tadashi pasó por fin y sin decir palabra alguna empezó a rebuscar de aquí para allá con la esperanza que de nuevo el peluche tan solo estuviera escondido por ahí.

― ¿Dónde lo tuviste la última vez? ―Kei hizo su mayor esfuerzo para no doblegarse y solo consolarla.

―No lo recuerdo ―susurró aún debajo de las sabanas―. No puedo perderlo.

―No lo perdiste, no lo perderás, te lo prometo. ―Tadashi en poquísimo tiempo ya había recorrido más de la mitad de la habitación de la chica sin éxito alguno.

El peluche parecía ser bastante insignificante para cualquier otra persona, personas que no sabían toda la historia que aquel gatito tenía detrás, nadie tendría ni idea.

[...]

La leve brisa veraniega entraba por la ventana del pequeño rubio, esperando que su madre no entrara en ese momento y lo riñera por esto mismo. Este se mantenía sentado en su pequeño escritorio leyendo el último libro de dinosaurios que su hermano había comprado para él.

De repente la calma de la noche se vio interrumpida cuando su walkie talkie empezó a emitir la estática típica que anunciaba la comunicación de su amiga, pero al menos no la comunicación que él quería.

―Tokei, ¿pasa algo? ―Cuestionó Kei tomando el aparato en su mano cuando no obtuvo respuesta alguna, empezando a asustarse cuando un gimoteo vino del otro lado de la línea― Hanae, responde.

―Él me lastimó, Kei ―sollozó la pequeña en tono bajo―. Tengo miedo, yo no quiero que me lastime más.

El corazón de Tsukishima empezó a latir como caballo a galope casi queriendo salirse de su pecho―. Espera, espera, ¿quién te lastimó?

Fue en ese momento cuando el joven Kei de verdad se asustó pues sin importar cuanto hablara, nada más allá de sollozos venía del otro lado del aparato.

De inmediato abandonó su habitación para casi correr hasta la cocina donde se encontraba el teléfono fijo y no lo pensó dos veces antes de marcar el número de la casa de los Tokei.

Una. Dos. Tres veces y nadie respondía

― ¿Buenas noches? ―Nunca se había sentido más aliviado de escuchar la voz del padre de Hanae.

―Soy Tsukishima Kei, señor Tokei.

―Ah, Kei, es muy tarde muchacho y no creo que...

― ¿Qué ha pasado con Hanae? ―Inquiría con un nudo en la garganta, disculpándose de inmediato por haberlo interrumpido― Ella está llorando y dice que alguien la ha lastimado. ¿Está herida? ¿Qué ha pasado?

Un sofocante silencio se hizo presente para desagrado del joven quien estuvo a punto de hablar de nuevo cuando escuchó un suspiro de pesadez del otro lado de la línea.

―Es un tema delicado del cual solo Hanae puede contarte, muchacho, espero que lo entiendas.

―Pásele el teléfono entonces ―dijo de inmediato sin notar siquiera el temblor en su voz.

―No es algo para tratar por teléfono, Tsukishima-kun y...

―Voy saliendo para allá.

Y sin más, el rubio cortó la llamada y se dio media vuelta sobresaltándose al notar que no se encontraba solo en aquella sala.

―Es la una de la madrugada, Kei. ¿A dónde se pone que vas a esta hora? ―Cuestionó su hermano quien se encontraba apoyado en el portal de la cocina.

― ¿Puedes llevarme a casa de Hanae? ―Pidió con la mirada baja al darse cuenta de lo apresurado de su actuar... No, su amiga no estaba bien, él debía ir allá.

No sabía cómo ni porqué pero el mayor de los hermanos Tsukishima no se imaginaba caminando a la casa de la mejor amiga de su hermanito cuando decidió salir a buscarse un vaso de agua, pero ahí estaba; caminando por las desoladas calles de su vecindario a casi dos metros detrás de Kei quien casi parecía querer echarse a correr en cualquier momento.

Al parecer eso era lo que los hermanos mayores hacían.

― ¿Me dices de nuevo por qué se supone que vamos a verla?

― ¿Puedes dejar de hablar y caminar? Gracias.

Y así, haciéndole caso, ambos llegaron en menos de lo que se imaginaban a casa de los Tokei, dándose cuenta que a diferencia del resto de las casa, todas las luces se encontraban encendidas.

Por primera vez a Kei dejó de importarle la calma e indiferencia, pidió disculpas internamente y empezó a tocar la puerta una y otra vez hasta que el señor Tokei apareció por esta. Su semblante denotaba una gran pesadez y aquello no hizo más que preocuparlo.

―Dios santo, en serio viniste a esta hora, muchacho. ―Claro que le preocupaba incluso viéndolo acompañado de su hermano mayor, sin embargo no tenía mente en ese momento para pensar en cada más.

―Con su permiso.

Claro que se sentía como un irrespetuoso entrando casi sin permiso pero en ese momento lo único que le importaba era Hanae y nada más.

Pero algo llamó la atención antes de poder siquiera llegar a la habitación de su amiga, pues cuando pasó delante de lo que fungía como "salón de clases" vio todo vuelto un completo caos; desde los libros desparramados por el suelo hasta el banquito del piano contra la pared como si hubiese sido lanzado.

El hecho de saber lo extremadamente ordenada que era la chica, ver uno de sus espacios personales casi de cabeza no hizo más que terminar de preocuparlo.

Tan solo por un segundo dudó si había sido una buena idea el haber llegado a su casa a tal hora, en ese momento.

―Kei. ―Escuchar aquel lloriqueo hizo que girara para encontrarse con la pequeña chica de pie fuera de la puerta de su habitación.

El cabello revuelto como si acabara de levantarse, la nariz y ojos rojos en conjunto con su rostro lleno de lágrimas. La rabia e inquietud empezaron a burbujear en su interior sin siquiera tener idea de la razón de todo aquello.

Por primera vez quedó por completo paralizado y antes de darse cuenta se encontraba abrazando a una sollozante Hanae con sus brazos alrededor de ella, sintiendo su corazón rompiéndose poco a poco con su llanto

[...]

Aquel día fue cuando Hanae por fin le contó a la gente el abuso continuo que había estado sufriendo por parte del profesor privado que tenía, el día que nunca más su amigos volvieron a dejarla sola ni por un día.

No muchos días después el pequeño gatito blanco había llegado a la vida de Hanae, en una noche en específico durante una de sus recaídas entre Yamaguchi y Tsukishima, más que todo Tadashi, habían pensado en darle a la chica algo que pudiera hacerle compañía durante sus ausencias por la escuela.

El peluche se había vuelto el reemplazo de sus amigos cuando estos se encontraban ocupados, el gatito la había acompañado en sus crisis, escuchado sus llantos y consolando sus peores momentos. Simplemente no podía perderlo.

―Ya no lo necesitas, Hanae ―dijo el rubio sin más, consiguiendo que la chica se destapara con rapidez y lo mirara como si este se hubiese vuelto loco―. ¿Qué, por qué me miras así?

― ¿Escuchas lo que estás diciendo?

―Estoy diciendo algo completamente razonable, ¿para qué necesitas a ese peluche feo y viejo? ―Su comentario le ganó un golpe en el brazo de una enojada Hanae.

― ¿Cómo que por qué lo necesito? ¡No puedo estar sin él! ―Exclamó sin poder entender como podía estar diciendo todo aquello sin siquiera darse cuenta de lo mal que estaba.

―Lo necesitabas cuando estabas sola en esta casa, ya no lo estás, ahora nos tienes a nosotros.

―Siempre nos tuvo a nosotros ―comenta ahora Yamaguchi, brindándole una sonrisa tímida a Hanae quien dejó el enojo de inmediato ante su mirada―. Piensa así; cuando sientas que necesites abrazar a Copito, llamas a alguno y nos abrazas.

Ambos sintieron un gran peso abandonar sus hombros cuando escucharon una leve risilla de Hanae, aliviándose al darse cuenta de cuanto había conseguido la chica salir de su capullo en tan poco tiempo.

Solo que una pequeña espinita se instaló en el rubio cuando notó que ella cada vez lo necesitaba menos y cada vez se alejaba más y más de su lado... Pero por un momento debía dejar de preocuparse por él y solo pensar en ella, alegrarse de que pudiera vivir la experiencia de ser una adolescente normal que solo debía preocuparse por ir hacer más amigos que ellos.

Tal vez debía ser él quien se acostumbrara a aquella situación y no ella misma.

―Gracias, chicos, no sé que haría sin ustedes ―soltó lanzándose a abrazarlos con fuerza.

Sí, definitivamente podría acostumbrarse a ello.  

Hanae 華恵: Florecer 


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top