Tsukishima Kei
La chica empujó con su pie la puerta de la habitación mientras cargaba la bandeja entre sus manos, con sumo cuidado de no derramar o tirar nada. Había tardado, sudado y llorado demasiado cocinando aquello como para permitir que fuera a parar al suelo.
— ¡Despierta y brilla, Tsukki! —Exclamó entre pequeñas risas mientras dejaba la bandeja sobre la mesita de noche y se acercaba a la ventana para abrir toda la cortina dejando que la luz del sol iluminara la habitación, recibiendo un gruñido de parte de su novio.
El rubio tan solo optó por girarse en la cama mientras se cubría por completo con la manta grisácea, haciendo que la chica soltara una risotada debido a su actitud. Ella rodeó la cama gateando hasta donde se encontraba para acto seguido sentarse sobre él.
—Dormilón, debes despertar —anuncia jalando de la manta para dejar medio cuerpo descubierto sin cohibirse antes de inclinarse para dejar varios besos sobre su pálida espalda desnuda—. Si no te levantas voy a comerme lo que preparé para ti.
—No tengo hambre —masculló con la voz ahogada debido a que tenía su rostro contra una almohada.
— ¿No tienes hambre de tarta de fresa?
Ante la mención de su platillo favorito, en menos de cinco segundos el rubio se encontraba sentado en el centro de la cama aún con su novia sentada sobre él, ahora sobre sus piernas, frotando sus ojos para espabilarse.
Sin apartar su brazo de la cadera de la chica se estiró hasta que sus dedos tocaron y tomaron sus lentes de la repisa junto a la cama, logrando entonces ver a la perfección el bello rostro de su pareja. Además del desayuno que yacía en la mesita a su costado.
— ¿Tú no comerás? —Pregunta luego de colocar la bandeja con cuidado frente a él una vez que la chica se apartó de él, notando como solo había una porción de cada cosa.
—En realidad ya desayuné hace rato, desperté bastante temprano —aseguró tomando lo único que había dos lo cual eran los vasos de zumo. Trataba de actuar lo más normal posible.
— ¿Por qué no te quedaste en la cama junto a mi? —Notó como su perspicaz novio empezaba a interrogarla mientras empezaba a degustar su comida— O al menos me hubieras despertado para comer juntos.
—Es que quería preparar una sorpresa para ti, ¿está eso mal?
Su repentina subida en su tono de voz la delató por completo, y aunque trató de disimular llevando el vaso de cristal a sus labios, ya tenía sobre ella la intensa mirada del antiguo bloqueador del Karasuno.
A veces creía que podía leer su mente si se concentraba lo suficiente.
— ¿Qué planeas? —Preguntó sin más dejando el cubierto sobre la bandeja para prestarle total atención a la charla.
—De verdad no planeo nada, solo quería consentirte porque sé lo mucho que te estás esforzando en la universidad. —Otra acción que la delataba ante los ojos de su novio: hablaba de más cuando mentía.
—Di ya lo que quieres —habló sujetando su barbilla con su mano obligándola a mirarlo y callarse—, déjate de tantos rodeos.
—Mañana es el cumpleaños de Shoyo y nos invitó a ambos a su casa —contesta con una voz distorsionada debido a que el rubio seguía sosteniendo su barbilla haciéndola fruncir los labios—. Estará todo el equipo, como en los viejos tiempo, también estará Tadashi. ¿Quieres ir?
—No —dijo de inmediato a la vez que la soltaba y volvía a comer, rodando los ojos ante sus lloriqueos—. Puedes ir sola si así lo quieres.
—No, claro que no quiero —respondió de una forma tan brusca que hizo que volteara a mirarla. Ella verdaderamente se veía enojada—. Necesito que hablemos de esto.
Entendiendo su pedido, Tsukishima tan solo asintió mientras regresaba el vaso a la seguridad de la bandeja, cruzándose de piernas para prestarle total atención a su pareja.
Aquella frase era la ley.
[...]
—Oye, detente. ¿Podría al menos saber por qué me ignoras? —El alto caminaba por el pasillo vacío de la universidad, detrás de su novia quien desde el inicio del día aparentemente estaba evitándolo—. Respóndeme.
— ¿¡Cómo tienes la cara tan dura de venir a preguntarlo!? —Explotó por fin girando de forma brusca para encararlo— ¡Te besas con una chica anoche en la fiesta y luego te cuestionas porqué no quiero hablar contigo!
— ¿Quién te dijo que...
—Estabas en una fiesta llena de estudiantes de comunicación social, ¿esperabas que nadie me dijera nada?
—Lo digo porque quien quiera que te haya contado eso se le olvidó comentar el hecho de que yo la aparté de inmediato —quizás la desesperación de la desconfianza de su novia lo había llevado a también alzar la voz, sin embargo chocó de nuevo con la realidad cuando notó las lágrimas inundando sus ojos—. Pequeña.
Su mayor punto débil era aquella chica, y lo sabía a la perfección, verla sufriendo llenaba su corazón de rabia por cualquiera que la hubiese hecho sentirse así. ¿Cómo podría perdonarse ahora que era él la causa y razón de su llanto?
—Ni pequeña ni nada, no te quiero escuchar, Tsukishima. —La mención de su apellido rompió algo dentro de él, ella siempre lo llamaba Tsukki o al menos Kei.
—No fue nada de qué preocuparse, ella se propasó, yo la detuve y me alejé. Nada más —volvió a hablar bajando mucho más su tono mientras acortaba un poco la distancia entre ambos—. Opté por no decirte nada ya que no le presté mucha atención y sabía que reaccionarías así, estarías mal y no me gusta verte mal.
—Es que... —un sollozo interrumpió su frase desesperando cada vez más a Kei— Pensé que te gustó alguna chica en la fiesta, que encontraste alguien mejor que yo, más linda que yo, más...
—Detente, por favor, deja de decir eso —la cortó sin poderse permitir dejarla hablar de esa forma acerca de ella misma.
—Sabes que es verdad.
— ¿El qué? ¿De verdad crees que fui a esa fiesta con alguna otra intención más que acompañarte? ¿Qué estaría buscando ligar con cuanta persona se me cruzara enfrente? ¿En serio crees que hay un estándar de belleza que debes cumplir para ser considerada más linda? —El llanto que la chica había estado conteniendo fluyó con libertad cuando fue apretada contra el torso de Tsukishima, temblando mientras empapaba su suéter con sus lágrimas— Al parecer nuestras percepciones de belleza son muy diferentes porque para mí eres la más hermosa, y por el momento solo hablamos de apariencia externa.
Aprovechando que se encontraban en uno de los últimos pasillos del edificio, el chico se dio la libertad de consolar a su novia permitiendo que desahogara sus problemas en medio del llanto. La mantenía muy cerca de él mientras acariciaba con suavidad su cabello.
Fue entonces cuando las palabras correctas llegaron a su boca.
—Me equivoqué al ocultártelo —confiesa de repente haciendo que su pareja, un poco más calmada, se separara de su pecho para alzar su mirada buscando la suya—. Puede que para mí no haya sido un gran problema, pero tuve que detenerme a pensar cómo te sentirías al respecto. Lo lamento.
—No es tu culpa, yo también me equivoqué al creerle a otra persona en lugar de hablar contigo primero —dice mientras secaba su rostro con sus manos sabiendo que debía estar hecha un desastre—. Yo también lo siento.
Soltando un suspiro de serenidad, volvió a acercarse a ella pero ahora inclinándose lo suficiente como para juntar sus frentes antes de dejar un corto beso sobre sus labios.
—Hagamos algo, a partir de este momento, sin importar qué, si a alguno de los dos nos molesta algo o tenemos algo que contar, tendremos una charla tranquila con total honestidad y no nos ocultaremos cosas, ¿bien?
[...]
Desde aquella discusión pocos años atrás, su relación se había estabilizado y las peleas entre ambos eran prácticamente nulas. Si había algún problema entre ambos, lo discutían como personas civilizadas fundamentando toda su relación en una buena comunicación y confianza.
Aunque fueran las cosas más insignificantes.
—Está bien, hablemos de esto —dijo, indicando con una simple mirada que podía empezar.
—Estoy harta de que siempre hagas esto, tú solo dices "puedes ir si quieres, yo no iré" —cambió incluso su expresión mientras hacia una imitación de su voz—. Si hay una reunión grupal nunca vas y termino yendo sola mientras veo a los demás chicos con sus parejas.
Un intercambio de miradas fue suficiente para que el rubio comprendiera que aquel era un tema que le molestaba a su chica desde hacía un tiempo, quizás no lo suficiente como para expresarlo en voz alta lo cual lo hizo sentir un poco mal.
Claro que no se consideraba la persona más social del mundo ni mucho menos, si se trataba de una fiesta o reunión con mucha gente preferiría sin lugar a dudas quedarse en la comodidad de su casa, aunque sabía que su novia, por el contrario, disfrutaba bastante interactuar con otras personas más aún si se trataban de sus amigos o antiguos compañeros de la preparatoria.
Ella incluso aceptaba sus citas a los museos aunque no fueran de su interés, ¿por qué él no podía acompañarla a una simple fiesta?
—Lo entiendo, ¿dónde es la casa del hobbit?
Ante su frase la chica no dudó en soltar un gritillo de emoción mientras se lanzaba hacia él para abrazarlo con fuerza, asegurándose de no tropezar con la bandeja a un costado de ellos.
— ¡Gracias, gracias, gracias! —Decía una y otra vez con un pequeño beso entre palabra y palabra— Los chicos estarán entusiasmados de verte.
—Ya, ya, no hace falta —trataba de cortarla lo más rápido posible porque con cada beso sentía su rostro más y más caliente debido a la vergüenza—. Ya sé que soy el mejor y todos quieren pasar tiempo conmigo, no tienes que recordármelo.
Editado el día: 08 de mayo de 2021
Reesubido el día: 10 de mayo de 2021
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