Tsukishima Kei

Pedido de: taespussy

¿Por qué importaba tanto el físico últimamente? Claro que era muy normal para las personas que la primera impresión de una persona al conocer a alguien nuevo era en su gran mayoría de su físico, no siempre, pero algo usual.

Al menos para Kei aquello no importaba, independientemente de si eras algo o bajo, rubio o castaño, chico o chica, relleno o delgado, a él todo el mundo le fastidiaba de igual forma. Tsukishima Kei trataba mal a todo el mundo por igual.

No obstante, también había excepciones, pocas, pero excepciones, al fin y al cabo.

―Trataré de salir temprano de la práctica para no llegar tarde a tu casa ―anunció el rubio, mirando de reojo a la peli roja a su costado, quien tan solo asintió ante sus palabras―. ¿Qué te sucede ahora?

― ¿A mí? Nada, ¿por qué lo dices? ―Cuestiona mientras alzaba la cabeza para verlo.

―Sabes que es inútil que trates de ocultarme cosas, necia, eres muy obvia cuando algo te sucede.

Ambos cruzaron la esquina, dirigiéndose cada uno a sus respectivos salones una vez que acabaron su receso, quedándose en un momentáneo silencio mientras este esperaba que su novia hablara por fin sin tener que exigirle nada.

Era terrible con situaciones así, por lo cual trataba siempre de resolver aquellas situaciones lo más pronto posible.

Lo que el chico no sabía que acabaría en completo pánico si es que Koemi de verdad le dijera todas las preocupaciones que rondaban por su mente.

―No es nada de qué preocuparse ―miente rotundamente con una pequeña sonrisa en su rostro, obteniendo tan solo una ceja alzada de su parte―. En serio, tan solo me tienen preocupada los exámenes.

Sabía muy bien que eso era una vil mentira, no era estúpido, pero no era ni el lugar ni el momento. Tan solo suspiró, dejando de lado la situación mientras mantenía en mente interrogarla más adelante.

El silencio de su parte le hizo creer que el rubio verdaderamente se había creído su mentira, lo dudaba, pero no se preocuparía en ese momento por él, no más de lo que ya. Despidiéndose fugazmente cada uno entró en su aula, cada uno más preocupado que el otro por la situación tan latente.

Para Koemi era una completa tortura entrar a dicho salón sin compañía en lo absoluto, cuando se encontraba sola acababa sintiéndose tan pequeña como una hormiguita. Demasiado fácil de pisotear.

Ignorando las risitas de varias de sus compañeras se apresuró a sentarse en su asiento, queriéndose meter en una burbuja por el tiempo que restaba de clases, tan solo quería que llegara el momento de irse para poder caminar junto a Kei a su hogar.

¿Por qué tenía que soportar a tanta gente riéndose de ella a sus espaldas?

¿Qué les interesaba a ellos lo que pesara? ¿Qué tenía eso que ver con que ella saliera con Tsukishima?

La verdad es que pensaba estar acostumbrada a ellos, siempre había sido objetivo de burlas de parte de sus compañeros debido a su peso no obstante resultaba ser imposible acostumbrarse a eso. ¿Cómo podría alguien aceptar aquello?

Las risillas, los murmullos y las miradas indiscretas, en definitiva, nunca se acostumbraría a eso.

En medio de la clase, mientras Koemi solo trataba de concentrarse en lo que el profesor escribía en la pizarra cuando una bolita de papel cayó sobre su mesa, asustándola por un momento hasta que notó, por las burlas, quién la había lanzado. Debatiéndose entre abrirla o no, cuando el profesor giró sus manos actuaron antes que su cerebro, escondiendo el papel dentro de su mochila.

Dicho evento pasó casi desapercibido para la peli roja quien llegó a última hora de clases como si de un milagro se tratara, corriendo de inmediato hacia el salón de su club o, mejor dicho, el pequeño almacén con repisas de libros para el club de literatura, club el cual solo tenía un integrante: Izanami Koemi

[...]

Había pasado poco más de dos horas y aún faltaban horas más para que la práctica del equipo de voleibol terminara, claro que el rubio había buscado una buena excusa y con una buena actuación había conseguido que el entrenador le permitiera irse temprano por "problemas familiares". Sabía que no le permitiría dejar el entrenamiento para asistir a una cena con los padres de su novia.

Una vez estuvo listo, se encaminó hacia la salida siendo este el punto donde habían acordado reunirse para ir a casa de la fémina, sin embargo, esta no estaba allí.

― ¿Se habrá quedado dormida en su sala? ―Murmuró para sí mismo, sacando el celular para llamarla, pero desechó de inmediato la idea pues no querría despertarla de ser así.

Soltó un suspiro para caminar de nuevo dentro de las instalaciones esperando de verdad que ella se encontrara allí o verdaderamente empezaría a preocuparse. Podía ser muy bueno disimulando, pero cuando se trataba de su novia se volvía cada vez más difícil.

Con rapidez y cuidado que no encontrarse con sus compañeros ni entrenadores, caminó en dirección al salón de club de Koemi con la esperanza de que estuviera allí... Y no estaba, al menos ya no.

Empezó a respirar más apresurado cuando solo encontró la mochila de la chica en el suelo junto a la mesa donde se hallaba una pila de libros, acercándose para buscar algo que le dijera donde esta se encontrara, tumbando sin querer el bolso causando que cayera su contenido al suelo.

―Mierda, mierda, mierda ―empezó a mascullar entre dientes, inclinándose para recoger esto.

No obstante, un objeto llamó su atención por un momento. La chica era demasiado ordenada y limpia como para tener basura en su mochila.

Fue ese momento cuando empezó a hervir la sangre del rubio, al abrir la bolita de papel se encontró con una sarta de insultos y dibujos desagradables dignos de niños de escuela primaria. Estaba furioso, completamente furioso.

Sin pensarlo rompió la hoja en pedacitos antes de echarla al bote.

¿Qué tan vacías tenían que ser sus vidas para tener que meterse con una chica que no molestaba a nadie?

―Tsukki... ―la voz de la chica lo hizo alzar la mirada para encontrarla en el marco de la puerta― Disculpa por tardar, empecé a ordenar un poco y creo que se me pasó el tiempo.

― ¿Por qué no me dijiste lo que te hacían esos idiotas? ―Dijo severo una vez que se puso de pie nuevamente.

La fémina dio un paso hacia atrás al escucharlo, sintiendo la frecuencia de su corazón incrementarse conforme los segundos pasaban. Se suponía que no debía enterarse, había estado conteniéndose por tanto tiempo y ocultándolo con la única intención de que el rubio no se involucrara.

―Izanami, habla ―gruñó haciéndola temblar al escucharlo llamarla por su apellido.

Vaya que estaba molesto.

De inmediato, y como se lo veía venir, la chica empezó a tartamudear mientras trataba de explicar aquello sin decir precisamente la verdad, una terrible idea pues solo conseguía ponerla más nerviosa.

Y para poner la cereza del pastel, sus nervios hicieron que sus ojos azules se inundaran de lágrimas.

―Perdón. ―Ante el sollozo de Koemi, Tsukishima no vio más opción que acercarse a ella para abrazarla y apretar su rostro contra su pecho.

―No te disculpes por algo que no estás haciendo ―trata de regañarla en voz baja, siendo incapaz de molestarse en serio con ella y mucho menor en ese momento.

―Es que no entiendo por qué les gusta molestarme ―gimotea contra la chaqueta de su novio, consiguiendo tan solo que este se enojara aún más.

Respirando hondo, para no ir a golpear a nadie, Kei la sujetó aún contra él atrayéndola dentro de la sala a la vez que cerraba la puerta con el pie, caminando hasta la mesa en donde hizo sentar a su chica, consiguiendo dejarla un poco más a su altura.

Ver aquellos ojos azules que tanto amaba llenos de lágrimas hizo que apretara la mandíbula, lleno de rabia de cabeza a pies.

―Mírame ―susurró, tomando los costados de su rostro para hacer que alzara la mirada hacia él―. Dime quiénes te molestan, todos los nombres.

―No quiero.

―No me importa que no quieras, Koemi. Quién sabe hace cuánto tiempo pasa esto y tú no me habías dicho absolutamente nada ―dice de regreso, pero aun manteniendo el tono de voz tranquilo. Mucho más que enojado, se encontraba dolido.

¿No confiaba lo suficiente en él como para contarle?

Eran momentos así en los cuales su actitud sarcástica se iba a la mierda, viendo a su novia de aquella forma tan sensible solo quería abrazarla fuertemente y meterla en una burbuja para que nadie más pudiera lastimarla. ¿Con qué derecho hacían llorar a su princesa?

Tratando de mantenerse tranquilo, se acercó a ella, tomándola de las mejillas haciendo que lo viera de frente―. Koemi, yo leí las burradas que escribieron en esa estúpida hoja, no pienses en defender a esa gente, ellos solo son unos idiotas de mierda.

―Kei, no quiero hablar de eso ―murmuró con el labio inferior temblando.

―No, si tenemos que hablar de eso porque tú en serio te crees todas esas cosas ―reclama, mosqueando un poco a la chica por lo mucho que la conocía―. De verdad te afectan esos comentarios aunque actúes como si no fuera así, y no voy a permitir que te metan esas ideas a la cabeza.

Conforme hablaba, el rubio se encargaba de secar las lágrimas en el momento que rodaban a las mejillas de la chica. Ahora que se habían metido de lleno en el tema, no se permitiría que se fuera con aquellos pensamientos por dentro.

Mucho menos con el que lo involucraba a él en cierta medida.

―Sabes que a mí me importa un bledo cuánto peses, ¿verdad? El número que muestra en la balanza no tiene relación alguna con mis sentimientos hacia ti y le partiré la cara a cualquiera que te meta en la cabeza esa idea.

Ante sus fuertes palabras, el silencio reinó en la sala con la frase retumbando en la mente de la chica. Sus lágrimas se detuvieron de inmediato, alzando la mirada para ver el rostro inclinado del rubio, quien mantenía los ojos cerrados junto a su ceño fruncido.

Suspiró nuevamente por el picor en sus ojos, con ganas de llorar ahora por cosas muy distintas, alivio quizás. Había estado asustada por tanto tiempo esperando que su novio no se enterara que ahora que había sucedido, sentía un gran peso irse de sus hombros.

― ¿Podemos solo olvidarlo? ―Pidió mientras tomaba sus brazos.

―Lo olvidaremos cuando me digas quienes fueron y yo hable con ellos, en ese momento lo olvidaremos ―dice firmemente mirándola a los ojos, tratando de mantenerse lo más sereno cuando esos ojos terriblemente azules lo miraron fijo―. Así que no trates de disuadirme, no lo conseguirás por más que lo intentes.

Paso ahora a su plan B, hacer pucheros hacia su novio esperando que este terminara cediendo ante sus pedidos, aunque esta vez solo consiguió la gran mano de Kei sobre su rostro.

―Quita esa cara y ponte de pie, vamos a llegar tarde a tu casa ―manifiesta a la vez que se aleja de ella, ignorando por completo su berrinche, pero con un ambiente muchísimo más calmado.

Sin más la tomó de la mano para caminar juntos hacia la salida de la escuela y encaminarse a la parada del autobús, esperando no ser muy tarde para llegar a casa de la fémina. No quería dejar a sus suegros esperando mucho tiempo.

Pero, aunque por fuera se le veía pacífico y tranquilo como usualmente lo estaba, por dentro el rubio se había vuelto un completo embrollo pensando en las horribles personas que le habían hecho a su novia vivir un infierno y ni hablar de cómo se tuvo que haber sentido esta por soportar todo esto ella sola.

Claro que descubriría quienes habían sido, de alguna u otra forma sabría cada uno de sus nombres y "hablaría" muy seriamente con cada uno de estos frente a frente, ya vería si eran tan valientes para meterse con él de la misma forma que con Koemi.

¡Hola de nuevo, mis bellezas!

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