Suna Rintarou - Especial Padres
El castaño corría por el departamento en búsqueda de su otro zapato el cual había dejado en quién sabe dónde, mascullando mientras salía de su habitación una y otra vez antes de echarse a correr fuera del apartamento.
―No puedes llegar tarde, maldición ―se reclamó a sí mismo cerrando la puerta antes de seguir en su carrera.
La noche anterior había trasnochado por lo que ese día tenía la cabeza en otro mundo, hasta el punto donde incluso olvidó que aquel día se trataba de su fin de semana junto a Yuna siendo que debía buscar a la niña en la salida del pre-escolar.
A la vez que conducía aprovechaba para peinar con la mano su cabello de recién despertado, y eso que había despertado únicamente por la llamada de Osamu preguntando si ya tenía la casa lista para la niña.
Yuna, su pequeña hija de 3 años de edad era la niña de los ojos de sus padres. Era la niña más tierna y educada de todo Japón, palabras de Rintarou, una nena castaña con los mismos ojos de su padre. Era una completa dulzura.
― ¡Papi! ―Grita la niña cuando visualizó a su padre, emprendiendo la carrera hacia él luego de soltar la mano de su maestra.
― ¡Mi princesa! ―Dice con la misma emoción, inclinándose para recibir su abrazo levantándose de nuevo― ¿Cómo estás? ¿Te fue bien en clase?
―Muy bien, papi, te hice un dibujo ―anunció con una gran sonrisa siendo cargada por el hombre hasta su vehículo.
Recién había pasado una semana desde que la había visto ya que cada fin de semana era su turno de cuidarla para que la semana de clases, estuviera bajo el cuidado de su madre, Takahashi Shion, el primer amor de su vida antes de Yuna.
Shion y Rintarou se conocieron el primer año en Inarizaki, aunque su "historia de amor" no habría empezado hasta poco tiempo después que se graduaran de la academia. Mientras estudiaban ambos pertenecían al mismo grupo de amigos por lo cual siempre fueron bastante cercanos, saliendo todo el tiempo junto a sus compañeros, no obstante, llegó el momento donde la mayoría de sus salidas empezaron a ser de ellos solos. Citas de amigos como siempre, pero sin darse cuenta ahora eran solo los dos.
Fue espontáneo y totalmente incontrolado, razón por la cual esto terminó en resultados sin planificación alguna. Eran jóvenes, tontos y torpes, sin medir sus acciones las hormonas hicieron lo peor que pudo haber sucedido en sus situaciones.
―Mira, ¿te gusta? ―Desvió levemente la mirada de la vía para observar la hoja que su pequeña había puesto justo frente a su rostro, sintiendo como se detenía su corazón por unos instantes― ¿No te gusta?
―Por supuesto que me gusta, linda, pero necesito que te mantengas en tu asiento mientras conduzco ―le indicó con una pequeña sonrisa para no hacerla sentir mal.
Apretando el volante, suspiró con la imagen de Shion, Yuna y él en el dibujo de la niña, los tres dibujados como una feliz familia que se encontraba unida.
"No te puedes poner a llorar frente a ella, Suna" ―Se recrimina mientras sentía el ardor en los ojos.
Aquello no era lo que él quería, no era para nada lo que había planeado. Siempre soñó de alguna u otra forma estar junto a Shion por mucho tiempo, casados o no, con hijos o no, pero la quería a ella junto a él por muchísimos años.
¿Por qué había accedido a ello?
"Porque te comportaste como un idiota"
― ¡Papi, papi, papi! ¿Podemos entrar a McDonald's? ―Suplica Yuna, abrazando a su padre por el cuello desde la parte trasera de su asiento― ¡Por favor!
Soltó una sonora carcajada, accediendo de inmediato mientras adentraba el vehículo al estacionamiento del local escuchando los gritos de la pequeña.
Lo único que le hacía falta ahí era Shion sentada en el asiento del copiloto, sonriendo divertida de su entusiasmo mientras él sujetaba su mano con fuerza.
[...]
El pobre Suna se encontraba frente a la cocina tratando de seguir con aquel tutorial de Youtube para preparar los dedos de pescado que a su Yuna le gustaban tanto, esperando que las clases que había recibido de Osamu hicieran algo de magia con él.
― ¿Ya está la comida, papi? ―Preguntó de repente la pequeña, jalando de la camiseta de su padre para llamar su atención.
―Ven aquí, princesa. ―La tomó por las axilas para sentarla sobre la mesada algo alejada de la cocina― Tu papi no sabe cocinar muy bien, así que tenme un poco de paciencia.
―Mami es muy buena cocinando, ¿por qué no le pides ayuda? ―Su inocente voz sugiriendo aquello tan solo logró que este casi acabara quemado por el aceite.
Luego de sacar todos los trocitos de pescado, algo deformes, apagó por fin la cocina dejando los platos sobre la mesa para poder tomar de nuevo a la niña y llevarla junto a él para sentarse a la mesa.
Yuna, a pesar de su corta edad, era una niña curiosa y muy preguntona lo que dejaba a sus padres en la cuerda floja en muchas ocasiones obligándolos a idear con rapidez una respuesta factible para la cría.
― ¿Por qué mami y tú no están juntos? ―Su interrogante consiguió ahora que su pobre padre se atragantara con un trozo de pescado, buscando con rapidez el vaso de agua para no morir ahogado.
― ¿Qué quieres decir, princesa? Sabes que mami y yo...
―Los papás de mi amiga siempre van a buscarla juntos y ella dice que van de viaje juntos, ¿por qué nosotros no? ― ¿Qué tiene, 9 años en lugar de 3? ¿Por qué no podía hacer preguntas más sencillas?
"Es verdad, Suna, ¿por qué no están juntos?"
"¡Porque te comportaste como un completo idiota!"
{...}
Suna siempre había odiado el ambiente de los hospitales, desde el asqueroso olor a medicamentos hasta la sensación tan pesada debido al temor y los nervios de las personas. De ser por él nunca podría un pie en un hospital de forma voluntaria.
Y esta vez no era diferente, claro que no le desagradaba estar allí ni mucho menos, pero de igual manera sentía un nudo en la garganta de pie frente a la habitación de la clínica.
―Debes calmarte o terminarás en una crisis ―le dijo Atsumu, en medio burla, pero genuinamente preocupado por su amigo.
― ¿Y si le ocurre algo? ―Soltó mientras se llevaba la mano a la boca para empezar a morderse lo poco que le quedaba de uñas.
―La bebé estará bien, Rin, no te preocupes ―comenta el otro gemelo, brindándole una pequeña sonrisa.
― ¿Y Shion?
Los gemelos, quienes habían sido los primeros en llegar ante el parto tan sorpresivo, se miraron entre sí ante su interrogante, notando la clara preocupación en su amigo al inquietarse de tal manera por la chica "por quien ya no sentía nada".
Interrumpiendo su conversación, la madre de la fémina salió por la puerta con una sonrisa de orgullo y algunas lágrimas en su rostro.
― ¿Ellas están bien? ―Preguntó de inmediato con los hermanos detrás de él, con las manos temblando violentamente cuando esta tan solo asintió― ¿Puedo?
Luego de su afirmación, el castaño no lo pensó ni dos segundos antes de pasar a la habitación después de sentir una palmada sobre su hombro de parte de alguno de los Miya.
Soltó una gran bocanada de aire cuando vio a la nueva madre recostada en la cama aun respirando de forma acelerada con algunos mechones de cabello pegados a su frente debido al sudor, por muy poco ya que en unos instantes ya se encontraba junto a ella despejando su rostro.
― ¿Cómo te sientes? ¿Todo salió bien? ―Cuestionó, inclinándose junto a ella ignorando la situación entera.
―Dolió como la mierda ―masculla haciéndolo soltar una risilla mientras acariciaba su frente―. Ella se parece a ti, Rintarou.
Se mordió el labio inferior conteniendo el llanto en el momento que vio a un enfermero llegar a ellos con la diminuta bebé envuelta en una mantita para entregársela a su padre, quien de inmediato entró en pánico.
―Se me va a caer, Shion ―afirmó a la vez que se ponía de pie, escuchando una risa de burla de la chica.
―Por supuesto que no se te va a caer, no es tan complicado ―se burló de él mientras veía que el hombre le explicaba a Suna la forma correcta de sostenerla.
A pesar de que quería controlar sus emociones lo mejor que podía, había algo en su interior que revoloteaba mientras veía a Rintarou en una nueva faceta de padre, tanto que, por un momento, por un mínimo segundo ella dudó de su decisión.
Tenía pensado decirlo después, quizás uno o dos días más, pero tal vez la intensidad del momento o los rápidos latidos de su corazón le hicieron hablar sin pensarlo.
―No iré a Tokio, me iré con mis padres a Kioto ―revela de repente, paralizando por completo al chico.
― ¿Eh? ―Fue lo único que Suna se le hizo posible decir, queriendo haber escuchado mal y que no sea lo que él pensaba.
―Lo pensé mucho y de verdad me vendría bien la ayuda de ellos para cuidar a la bebé ―explicó con la voz un poco más baja notando los nervios del chico―. En Tokio estaría mucho más lejos de ellos y no tendría a nadie para...
―Me tendrías a mí. Me tienes a mí y yo te tengo a ti ―dijo con rapidez interrumpiéndola, tratando de mantenerse calmado para no alertar a la pequeña entre sus brazos―. Los gemelos también se mudarán a Tokio, ¡incluso Aran!
― ¿Y que saben ellos de cuidar a una bebé? ¿Qué sabemos nosotros de ser padres, Rin?
―Podemos aprender juntos, prometo que me esforzaré por ser un buen padre, en serio. ―Fue doloroso escuchar su voz rompiéndose, era como una tortura para Shion, pero por un momento no podía ser egoísta y no pensar solo en ella, ya no eran solo ellos dos.
―Yo no me siento capaz de ser una buena madre, no ahora, no sola y mis padres están más que dispuestos de ser una ayuda para mí ―declaró perdiendo un poco los papeles―. No estoy diciendo que no serás un padre para ella, pero puedes serlo en Kioto, al menos por ahora.
―Mi contrato empieza este año, Shi ―detalla, alzando el rostro para mantener las lágrimas dentro de sus ojos.
Estando tan solo los tres en la habitación, con la bebé removiéndose en sus brazos, el silencio reinó en el luego de su declaración. Ambos sabían lo que significaba aquello, cada uno ya había tomado una decisión y parecía haber lugar a cabida de que alguno de los dos cediera al plan del otro.
No se crearía una pelea entre ambos, asombrosamente ellos nunca habían tenido ningún tipo de discusión siendo una pareja. Como sorpresa sus argumentos y decisiones siempre habían concordado en el 99% de las veces, razón por la cual esto era algo increíble de ver.
De forma lamentable, esto terminaría mal.
{...}
―Tu mami y yo teníamos planes diferentes, por eso hoy en día no estamos juntos, pero siempre estuvimos y estaremos contigo ―explicó tratando de buscar las mejores posibles que probablemente ella no comprendería.
― ¿Y por qué no están juntos ahora? ―Inquiere de nuevo, comiendo tan tranquila sus deditos de pescado― Quiero que estemos juntos, así mami cocinaría para ambos y papi conduce. Mami no conduce bien.
Soltó una risa ante la declaración de su hija, estirando su brazo para acariciar su cabello tratando de que ignorara su falta de respuesta.
Vaya que él también quería saber aquello, ¿por qué no estaban juntos ahora?
― ¡Papi no llores!
Su exclamación fue lo que lo hizo darse cuenta de que varias lágrimas corrían por sus mejillas, viéndola de inmediato treparse hasta su regazo para empezar a secar su rostro con sus manitas, abrazando a su padre con mucha fuerza pidiéndole una y otra vez que no llorara.
Parecía él un bebé en lugar de ella.
―Papi está bien, no te preocupes ―aseguró tratando de sonreír para ella.
Yuna, en su mente de niña pequeña, lo único que recordó fue la forma en la cual su madre consolaba su llanto.
Con rapidez tomó el rostro del mayor entre sus manitos, acercándose para posar sus labios sobre sus mejillas seguido de un largo beso sobre su frente y un último besito en la punta de su nariz. Sabiendo que había cumplido con su propósito cuando lo escuchó reír por lo bajo.
―Gracias, princesa ―dijo, posando sus labios sobre la frente de su pequeña―. Ahora vamos, veamos una película.
― ¡Veamos Toy Story! ―Exclamó mientras bajaba de sus piernas para correr a la sala.
―Claro, veamos Toy Story ―habla para sí mismo siguiendo a la niña―. De nuevo.
Minutos luego, padre e hija se encontraban en el gran sofá de la sala de estar mientras la película de animación que se proyectaba en el televisor. Claro que el largometraje se reproducía solo ya que lo que estos menos hacían era verla, o al menos Yuna.
Su hija había puesto sobre la cabeza de su padre una diadema con orejitas idéntica a la suya para ahora ponerse detrás de su espalda y comenzar a peinarlo en una pequeña colita.
Por otro lado, Suna quien veía con terror la forma en la que esos demonios "jugaban" con los pobres juguetes. Gracias al cielo que su Yuna no era así.
Hasta que el sonido de su celular en una llamada lo interrumpió. Poniéndole pausa a la película, buscó entre los cojines el aparato para sentir su corazón deteniéndose al instante que vio el contacto en la pantalla.
― ¡Es mami! ―Grita con entusiasmo cuando, por el hombro de su padre, vio una foto de ella junto a su madre en la pantalla del celular.
Tragando grueso, atendió la llamada para poner el aparato en su oreja―. Shion.
―Suna, disculpa por llamar a esta hora, pero en serio necesito un favor de tu parte. ―Al escuchar su voz pudo percibir los latidos de su corazón incrementándose, sin poder siquiera decir palabra alguna― En uno de los departamentos de mi edificio hubo un pequeño incendio y creen que fue por una fuga de gas, nos evacuaron a todos para asegurarse que todo se encontrara en orden y no podré volver hasta mañana.
Escuchaba con atención cada una de sus palabras, pero a la vez parecía perderse en su voz, solo segundos después pudo analizar bien lo que había dicho y cayó en cuenta de la situación.
― ¿Tú te encuentras bien? ―Inquiere en voz baja para no preocupar a la niña tras él que parecía haber perdido la atención en él.
―Sí, sí, fue unos pisos por debajo y en el mío todo estaba en orden ―narró aparentemente tranquila para cualquier persona, pero era inútil tratar de mentirle a Rintarou, la persona que la conocía mejor que ella misma.
― ¿Quieres ver a Yuna? ―Le preguntó tan solo escuchando un sonido de asentimiento.
Alejó el celular del costado de su cabeza, viendo la pantalla para tocar la opción de videollamada, apretando los labios para no mostrar una gran sonrisa cuando la imagen de la mujer apareció en la pantalla, algo oscuro ya que parecía estar dentro de su auto.
― ¡Mami! ―Chilla la niña, abrazada al cuello de su padre para ver mejor la pantalla.
―Hola, princesa. ¿Cómo estás? Parece que se están divirtiendo ―Bromea ahora que vio las orejitas combinadas de padre e hija.
―Peiné a papi, mira ―le indicó, tomando su cabeza para girarlo y mostrarle su colita―. También te enseñaré mis dibujos.
Dicho y hecho, Yuna saltó del sofá para echarse a correr en dirección a su habitación en el departamento de su papá. Claro que era solo para tener sus cosas, porque los días que estaba allí acababa durmiendo junto a Suna luego de que este decorara toda la habitación a su gusto para que disfrutara su estancia ahí.
Un pequeño silencio se instaló entre ambos por unos momentos donde solo se veían a través de la pantalla.
―Shion, puedes quedarte aquí esta noche si necesitas ―aseguró dejando caer su mejilla sobre la palma de su mano―. Puedes dormir con Yuna en mi habitación mientras yo duermo en la suya.
Soltando una carcajada, la mujer también se acomodó mejor dentro de su auto apoyando la cabeza contra el asiento―. ¿Estás seguro que un hombre de un metro noventa puede entrar en una camita de princesas?
― ¿Acaso olvidas las cosas que hacíamos en el sofá de los Miya? Si podía en un sofá, puedo dormir en una camita de La Sirenita.
― ¡No digas esas cosas como si nada! ―Se queja en un chillido consiguiendo tan solo que este se echara a reír― Además solo fueron dos ocasiones.
―Varias veces en dos ocasiones ―le recuerda con un poco de broma, guiñándole el ojo cuando escuchó los pasitos de la pequeña yendo en su dirección.
[...]
Sonría con diversión teniendo a la pequeña sobre sus hombros mientras sacaba más almohadas de la repisa, luego de que esta dijera que quería hacer un fuerte de almohadas con sus padres, incluso antes de que la mujer llegara al lugar.
Por el momento.
Ante el sonido del timbre, Yuna golpeó varias veces la cabeza de su padre para que la dejara en el suelo, saliendo como flecha para abrirle la puerta a su madre, siendo seguida por Suna ya que esta no sabía cómo quitar el seguro para abrirla.
― ¡Mami! ―Lanzándose a sus piernas, saludó con emoción a su madre como si hace años no la viera, aunque solo hubiese pasado un día.
― ¿Qué hace esta princesa despierta a esta hora? ―Dice ahora con la pequeña castaña en sus brazos, dirigiéndole una mirada a Suna.
―Esta princesa pareció beber una bebida energética cuando supo que vendrías ―explicó cerrando de nuevo la puerta, pasando los seguros antes de inclinarse en el suelo para ayudarla a despojarse de sus zapatos y que esta no tuviera que soltar a Yuna―. Es más, sacó todas mis almohadas para hacer un fuerte.
―Bebé, es casi medianoche, tienes que dormir ―asegura con dolor al ver un puchero en sus labios―. Prometo que, si te duermes ahora mismo, mañana haremos todo lo que quieras, todo.
―Pero yo no quiero irme todavía ―lloriqueó, abrazándose a su cuello mientras negaba.
―Nadie se irá todavía, princesa ―su padre confirmó viendo su entusiasmo ante sus palabras.
― ¿¡Saldremos los tres!? ―Preguntó con brillitos en los ojos, paralizando a la mujer que la cargaba, pero forzando una sonrisa cuando esta giró para verla súper emocionada― ¿En serio?
Shion no hizo más que asentir con la cabeza en el momento que pasó a la sala de estar, encontrándose con un montón de dibujos por el suelo, una escena de Toy Story pausada en el televisor y varios peluches de zorritos esparcidos por el sofá.
De verdad que no lucía como un departamento de chico soltero.
―Vamos a recostarla ―la suave voz del hombre la hizo salir de su transe, dándose cuenta que la niña había empezado a cabecear.
Sin decir nada, lo siguió por el pasillo hasta llegar a la habitación más grande, sin dejar de ver cada detalle que pasaba por su lado. Podía contar con los dedos de una mano las veces que había entrado en su hogar, y verdaderamente nunca había ido más allá de la sala.
Era una experiencia totalmente nueva para ella.
Con cuidado dejó a Yuna sobre la cama, sin importar que terminara en el centro y luego ella no tuviera mucho espacio para dormir. Viéndola ya más o menos dormida, posó los labios sobre su frente deseándole las buenas noches.
Dejando a Suna con la niña, salió al pasillo queriendo darles su momento padre e hija. Al principio su plan era tan solo quedarse en su lugar, pero su curiosidad tenía otros planes.
Sin darse cuenta empezó a caminar de nuevo hacia la sala mientras fisgoneaba en la repisa, sonriendo un poco cuando vio dos fotos grupales, una de su antiguo equipo en Inarizaki y otra con el equipo nacional.
― ¿Espiando? ―Se sobresaltó un poco al escucharlo, cruzándose brazos para no verlo y no ver que se encontraba justo detrás de ella― Esa nos la tomaste tú.
―Fue toda una tortura hacer que tú salieras en la foto, además de que ese día los gemelos se pelearon ―recordó con media sonrisa, pasando su mirada al resto de las fotos en el lugar, siendo la gran mayoría fotos de Yuna, desde que era una bebé.
Hasta que la vio, justo antes de que Suna pudiera sujetar el marco, ella con rapidez tomó la foto y se alejó de él, evitando que le arrebatara el objeto.
― ¿Todavía la conservas? ―Dijo con un toque de burla en su voz, escondiéndola detrás de su espalda.
― ¿Por qué debería tirarla? Es una linda foto ―se defiende, tratando con todas sus fuerzas de no sonrojarse en ese momento―. Además, yo la tomé, es de mis mejores obras.
Sonrió levemente viendo de nuevo aquella foto, siendo ella la protagonista de la imagen convirtiéndola en su favorita desde siempre a pesar de lo mucho que le pidió que la borrara en su tiempo.
Ese día fue el primer festival al que fue con su grupo cuando entraron en Inarizaki, siendo llevados por los mayores del club de vóley como ritual antes de un partido importante. Vestía un yukata el cual escogió saliendo de compras con sus compañeros, en la imagen se la veía riendo de una rabieta de Atsumu por un regaño de un senpai. En cuanto notó que el castaño la había fotografiado, de inmediato le reclamó mientras discutía con él para que borrara dicha foto.
Nunca se habría imaginado que aún la conservaba, y no solo conservarla, sino que mantenerla sobre una repisa incluso con un lindo marco.
―Tengo un álbum entero de todas las fotos que tomé en la academia, si quieres puedes verlo ―anuncia ahora desde el sofá, sin tener respuesta alguna de su parte. Sabía que seguía curioseando por ahí―. Hablando de los chicos, Kita-san nos invitó a su granja para reunir al equipo el fin de semana, sabes que solo vio a Yuna cuando nació y luego...
―No me opondré a que la lleves contigo, Rintarou ―dijo cuando este dejó la frase flotando en el aire, sentándose al otro extremo del sofá.
―Lo decía porque también estás invitada ―informó, girando la cabeza hacia ella notando su sorpresa―. Además, si aceptas ir sería una buena idea que vayamos en el mismo auto. Ya sabes, podríamos estar ambos con Yuna y de paso ahorrarás algo en combustible. Pienso que es una buena idea.
La fémina suelta una carcajada, dejándose caer recostada en el respaldar del sofá, notando aquel pequeño detalle que para muchos pasaría desapercibido.
La forma tan perezosa en la cual Suna hablaba era de lo más común para todos en general, era su tono natural, no obstante, era bastante divertido verlo hablar con dicha expresión mientras las palabras salían sin cesar de su boca. Desvariando sin parar cuando se encontraba nervioso.
Pero mientras Shion estaba ocupada riendo de él, Rintarou no paraba de verla con un intenso brillo en sus ojos al tener, luego de tanto tiempo, a la chica riendo libremente junto a él o de él, no importaba. Una llama se encendió dentro de él, la necesidad de verla de esa forma todos los días, ser él la razón de su sonrisa, ver su rostro al despertar como los viejos tiempos.
―Shion, salgamos juntos ―habla de repente cuando la vio dejar de reír, alzando una ceja en su dirección―. Los tres, me refiero, Yuna, tú y yo.
― ¿A la granja de Kita-san? Estaré encantada.
―Antes y después también, quiero que vayamos juntos a muchos sitios. No lo sé, al parque o al zoológico, a Yuna en serio le gustan los animales ―explicó mientras ambos, a la vez y de forma casi instintiva, se sentaban frente a frente.
Apoyando el codo contra el sofá, dejando la mejilla contra su palma, Shion sonrió con ese típico gesto de burla mirándolo fijamente con los ojos entrecerrados.
El ambiente había cambiado en un santiamén entre ambos, como si se encontraran en una burbuja donde solo existían ellos, como si de nuevo fueran esos adolescentes que se escapaban, saltándose alguna clase aburrida para tan solo ir juntos a la azotea, hablando de banalidades, jugueteando o simplemente Suna con descansando en su regazo.
La chispa entre sus miradas había vuelto.
―Eso me suena a una cita, Rintarou ―asegura con ese tono engreído que usaba para ocultar sus "sentimientos cursis".
―Una salida familiar, no cita y no solo una, varias ―rectificó también burlón, acercándose a ella para ponerla más nerviosa―. También tenía pensado invitarte a alguna cita, solo que no quería ser muy precipitado, pero si así lo quieres...
―Cállate ―masculló, cruzándose de brazos mientras él reía. Del mismo modo se puso de pie con su orgullo impidiéndole mostrarle su tonto sonrojo―. Me iré a dormir.
―Durmamos juntos ―pide este imitando sus acciones, con ella girándose para verlo incrédulo.
― ¿Qué? Claro que no.
Viéndola tan solo de pie frente a él supo de inmediato que estaba dudando, la conocía demasiado como para saber cuándo luchaba consigo misma.
Optó tan solo por acercársele tomando su cabeza para acercarla a él y dejar un sonoro beso sobre su cabello, ignorando sus refunfuños y quejidos mientras tan solo aspiraba el aroma de su champú, sintiendo las manos de la fémina posarse sobre sus costados.
Muy probablemente tratara de alejarlo, o eso era lo que ella quería pensar.
―Ven, durmamos en la cama de La Sirenita ―sugirió, riendo ante sus quejidos.
Tan solo enrolló un brazo alrededor de su cuello atrayéndola a él mientras salía de la sala, apagando las luces conforme se dirigían a la habitación de su pequeña.
Shion no dejaba de lamentarse a la vez que aseguraba que era imposible que ambos entraran en dicha camita tan diminuta.
―Estás loco si piensas que cabremos en esa ¡Rin! ―Interrumpiendo su reproche, Suna la sujetó con fuerza de la cintura para tirarla junto a él sobre el pequeño colchón― ¿Estás demente?
―Shh, tengo sueño ―recrimina en voz baja haciéndola suspirar indignada.
Sintiendo como la chica se destensaba por fin, entrometió sus manos alrededor de ella para abrazándola a su cuerpo mientras él trataba de encogerse lo suficiente como para que sus pies no colgaran de la pequeña cama.
Soltando un sonido similar a un gemido de gusto a la vez que cerraba los ojos con tranquilidad.
Por fin, luego de una eternidad se sentía completo y mucho mejor que antes, en definitiva. Finalmente tenía a su Shion de nuevo entre sus brazos, al menos con una pequeña esperanza de poder cumplir con el sueño que había anhelado por tantos años, lo único que necesitaba para ser genuinamente feliz; ser una familia y nada más.
Yuna夢: Sueño
Bebés, mis disculpas por un capítulo tan largo y que al final me haya salido un poco de tema, pero en serio me gustó este.
Me despido.
¡Hasta la próxima, mis bellezas!
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