Miya Twins
Si bien los gemelos Miya vivían peleándose por esto y por lo otro, discutiendo por cualquier cosa que pudieran, solo lograban ponerse de acuerdo en dos situaciones: voleibol y "cuidar" a su hermana mayor.
Hikaru era varios años mayor que los gemelos y por ocupado trabajo de sus padres cumplía un papel fundamental cuidando a los pequeños, era casi la única persona en el mundo que conseguía separar sus tontas peleas. Pero cuando estos fueron creciendo y la chica llegó a la adolescencia, los no tan pequeños gemelos cambiaron totalmente de mentalidad para ahora evitar que cualquier persona lastimara a su hermana.
Por muy tonto que le pareciera, a Hikaru le daba risa ver a sus hermanos siendo sobre protectores cuando hacía años era ella quien debía cuidar de que estos no se mataran por meter un tenedor en algún enchufe.
― ¿Quién era ese chico que se despidió de ti? ―Cuestionó un joven Atsumu, cruzándose de brazos caminando detrás de su hermana.
La castaña soltó una risa divertida al escuchar los celos en su voz―. Era Kento, un compañero del club. ¿Algún problema?
― ¿Es tu novio? ―Dijo de nuevo a la vez que se colocaba junto a ella para regañarla.
― ¿Habría algún problema si lo fuera? ―Inquiere, girando para ver a su hermano con una sonrisa burlona.
Esta se volvía una conversación cada vez más común y cotidiana en el hogar de los Miya, con Atsumu cada vez más celoso cada vez que cualquier espécimen del género masculino se atrevía a respirar cerca de su hermana.
Para cualquiera esto se volvería un completo fastidio, pero para Hikaru no era nada más que divertido ver a sus "hermanitos" completamente celosos. Al menos se preocupaban por ella en cierto sentido, en un extraño sentido.
No obstante, con los años las cosas no dejaban de cambiar.
El tal Kento no había hecho más caerle cada vez peor a los hermanos, y ya no solo porque tratara de conquistar a su hermana sino por lo mucho que esta estaba cambiando desde que pasaba tantísimo tiempo con este tipo. Hasta el momento ella no había anunciado que el chico era su novio como tal y mucho menos habérselo contado a sus padres, aunque no serían ellos quienes se lo dirían.
Tampoco quería ser Osamu quien le dijera a su hermana que había visto a su "novio" besar a otra chica el día que pasó a buscarla. ¿Cómo lo haría?
― ¿Por qué ella no sale aún? ―Preguntó el rubio viendo a su hermano con fastidio.
Por su lado Osamu lo miró y sin necesidad de decir nada, el otro volvió a girarse hacia la entrada del instituto, preocupándose cuando vio salir a las amigas de su hermana y no a ella.
Ahora ambos se encontraban preocupados más que aburridos.
―Minis Miya, ¿qué hacen aquí?
― ¿Por qué Hika-chan no vino hoy? ―Inquiere una de las chicas confundiendo cada vez más a los chicos― ¿Está enferma?
― ¿Cómo que no vino hoy? Nosotros la acompañamos en la mañana hasta aquí ―se apresuró a decir Atsumu sintiendo el miedo invadirlo.
Tanto los chicos como las compañeras de su hermana de repente no podían pensar nada bueno en aquella situación, no tratándose de ella y de cómo era. No era ni sería el tipo de persona que simplemente desapareciera de repente sin decirle nada a nadie, a sus amigas, ¡a sus hermanos!
―Quizás ella se sintió mal y fue a casa, debe estar allá ―masculló el peli gris más tratando de convencerse a sí mismo.
[...]
Al llegar a su casa, los gemelos supieron que al menos sus padres no estaban ahí ya que el automóvil no se encontraba allí.
Pero al entrar por completo y para su mayor preocupación, sabían que ella tampoco estaba ahí; sus zapatos no estaban en la entrada, su chaqueta no estaba colgada en el perchero y todas las luces de la casa se encontraban apagadas.
―Samu, ¿dónde está ella? ―Preguntó su hermano con la voz rompiéndose ante otra llamada que esta no contestó.
―No lo sé, Tsumu, deja de preguntar.
Le dolía hablarle tan cortante en esa situación pero él también se encontraba nervioso mientras casi volteaba la habitación de su hermana en busca de alguna pista de su paradero.
Hasta que sintió un objeto extraño debajo de la almohada, sacando el libro que la chica había estado leyendo últimamente y por alguna razón, gracias al cielo, se le ocurrió pasar sus hojas de forma rápida para encontrarse con una extraña carta.
― ¿Eso que es? ―Ambos se encontraban sentados en la cama de la chica mientras Osamu tenía entre sus manos la carta dirigida a "Mis ositos"― ¿Qué esperas? ¡Ábrela!
― ¡No me grites!
"Queridos ositos míos, disculpen que los esté preocupando así.
Saben que los quiero más que a mi propia vida pero por ahora necesito que me perdonen por lo que estoy a punto de hacer. Voy a irme de casa con Kento.
Sé que él no es santo de su devoción, lo entiendo, pero por ahora no puedo pensar en ustedes ni en mí misma, tengo que pensar en el bebé que está creciendo en mi vientre. Soy una tonta, lo sé mejor que nadie, pero las cosas pasaron y ahora no hay nada que pueda hacer.
Me voy porque no quiero avergonzar a nuestros padres, ¿qué dirá la gente si su hija tiene menor tiene un bebé sin estar siquiera casada? No quiero preocuparlos ni ser una molestia para ustedes, espero que ellos también puedan entenderlo.
Trataré de solucionar las cosas y vivir con las decisiones que tomé, ustedes también hagan lo mismo.
Cuídense mucho entre ustedes, dejen de discutir tanto y no entrenen de más. Coman bien.
Los quiere mucho, su hermana mayor favorita".
[...]
El local Onigiri Miya se encontraba casi deshabitado por las altas horas de la madrugada además del intenso frío de afuera. Solamente los gemelos se encontraban dentro, con el rubio sentado por ahí tomando cerveza y charlando mientras su hermano limpiaba la cocina.
― ¿Al final si iremos a casa en navidad? ―Preguntó Atsumu dándole un último trago a la botella.
―A menos de que tengas algo mejor que hacer ―dijo con burla hacia su hermano―. ¿O tienes algo mejor para hacer?
Con un chasquido de lengua dio por terminada la conversación permitiendo que el silencio reinara en el lugar, solamente siendo audible la fuerte brisa fuera del local.
Hasta que unos segundos después unos toques en la puerta hicieron que ambos se sobresaltaron porque algún cliente hubiese llegado a tal hora, pero al ver hacia la puerta de cristal notaron una silueta adulta acompaña de unos niños por las siluetas más pequeñas.
―Tiene niños, Samu ―avisó bajando los pies de la mesa ante la indiferencia del otro―. No me digas que piensas dejarlos afuera.
―Para nada, ve y abre tú a ver si es una nueva técnica de secuestros ―comenta de forma burlona mientras terminaba de limpiar la barra.
Haciéndole caso a su hermano y girando los ojos, el rubio se acercó a la puerta cuando la persona fuera empezó a tocar de nuevo seguramente sin escuchar sus avisos desde adentro que ya iba a abrir.
Sin saber que del otro lado de la puerta se encontraba la última persona que se imaginaba.
―Atsumu. ―la voz femenina se quedó sin fuerza a mitad de su nombre, dejando completamente paralizado al nombrado.
―Onee-san...
En unos segundos Atsumu ya no era el hombre exitoso que había conseguido sus sueños de volverse jugador profesional, ahora era de nuevo el adolescente llorando en su cama porque extrañaba a su hermana mayor.
Reaccionando mucho más rápido que el rubio, casi no se dio cuenta en el momento que el peli gris pasó casi corriendo a su lado para lanzarse a abrazar a la mujer sin siquiera importarle los pequeños detrás de ella. Seguido de este, Atsumu lo imitó haciéndose un espacio para incluirse en el abrazo, apretando sus temblorosas manos en la chaqueta de la fémina casi buscando una señal de que esta era de verdad.
―Kaasan ―el timbre infantil de la niña llamándola fue lo que hizo que los gemelos se separaran por fin de su hermana al darse cuenta de la situación.
―Pasen, por Dios que hace frío ―se apresuró a decir Atsumu haciendo que los tres se adentraran al local cuando una ráfaga de viento lo hizo volver a la realidad.
De repente todo el ambiente del local cambió por completo, pero permaneciendo en completo silencio entre que ninguno de los adultos podía pronunciar palabra alguna, ninguno creyendo lo que estaban viendo sus ojos.
Hasta que la risilla de la mujer resonó en el lugar―. Sigues siendo el mismo llorón de siempre, Tsumu.
Su comentario hizo darse cuenta al nombrado cómo de repente sus mejillas se encontraban empapadas de lágrimas.
― ¿Cómo se supone que reaccione luego de ver a mi hermana que desapareció hace años? ―dijo de regreso, pero sin intención sus pablaras terminaron siendo más cortantes de lo que se esperaba.
Antes de que pudiera decir algo o disculparse, el gemelo fue interrumpido por su hermana poniéndose de pie quedando junto a los niños, pasando las manos sobre el cabello de los pequeños que no dejaban de lucir como corderitos asustados.
―Bebés, ellos son sus tíos Osamu y Atsumu, de los que tanto les hablé ―profirió con una voz suave a la vez que señalaba a cada uno, sonriendo al ver el brillo en los ojos de los gemelos al escuchar la palabra "tíos"―. Ositos, ellos son sus sobrinos Hayato y Himari.
Un corto silencio aterró momentáneamente a la fémina y le hizo cuestionarse si había sido una buena idea el haber ido a aquel lugar de manera tan repentina, quizás los había asustado y...
―"Tío Tsumu". Sí, creo que podría acostumbrarme a escucharlo ―fanfarroneó el platinado, sacando pecho de forma graciosa que hizo sonreír levemente a los pequeños.
― ¿Quién de aquí quiere acompañarme a la cocina por algo de comer? ―Preguntó Osamu quien hasta el momento se había mantenido en total silencio, agradeciendo que ambos infantes alzaran las manos de inmediato y los llevara con él.
Unos diez minutos habían pasado y por fin llegó el momento que Hikaru había estado temiendo, pues cuando vio que su hermano llevó a sus hijos a una mesa alejada a ellos, prestándole su celular para entretenerlos con dibujos animados, supo que estaba creando la situación perfecta.
El interrogatorio se aproximaba y lo sabía.
―Te ves... diferente ―comenta en voz baja Atsumu luego de una rápida escaneada a la mujer, notando desde su ahora cabello corto hasta los colores apagados con los que vestía.
―Aún hay tiempo para el pasado pero eso no importa ahora, ¿sucedió algo? ―Lo interrumpe su hermano, disculpándose con Hikaru por lo cortante de su pregunta― Digo, tú te vas sin decirnos nada y luego solo apareces un día sin más. Perdóname pero voy a necesitar una explicación para ello.
― ¡Samu! ―Regañó el rubio en voz baja.
―No, no, tranquilo, entiendo completamente lo que dice ―asegura la sonriente mujer, intercalando la mirada entre ambos gemelos―. La verdad es que las cosas no han estado muy bien últimamente.
― ¿Es él quien ha estado llamándote? ―Hikaru miró confundida al peli gris, algo nerviosa ante su pregunta― No he dejado de escuchar un celular vibrando desde que llegaste; el mío lo tienen los niños y el de Tsumu tiene un timbre escandaloso, así que tiene que ser el tuyo.
Se maldijo internamente al notar lo perspicaz que su "pequeño Samu" se había vuelto con el pasar de los años.
Luego de un suspiro no tuvo nada más que hacer que sacar el aparato de su bolsillo para dejarlo sobre la mesa, mostrando el nombre de "Kento" brillando en la pantalla mientras seguía vibrando ante la llamada.
― Nos mudamos hace no mucho y la verdad siempre estuve muy al pendiente de ustedes por lo que supe donde buscarlos ―susurró algo avergonzada, apretando los dedos a la vez que hablaba―. Hoy pelee con Kento, por eso me fui con los niños y no supe donde más ir. Es la primera vez que me voy...
― ¿Él te golpeó? ¿Les hizo algo a los niños? ―Se apresuró a preguntar Atsumu con la creciente preocupación creciendo dentro de él.
―No hace falta de eso, Tsumu.
― ¿Cómo que no? Dios, te juro que si ese capullo te hizo algo yo voy a... ―Un golpe de parte de su hermano lo hizo callar de repente, recordando los infante a unos metros de ellos.
De nuevo reinó un silencio roto únicamente por el leve murmullo de los videos de los niños, agradeciendo que al menos estos se mantuvieran alejados de los problemas. Sobretodo cuando sin poder soportarlo más, Hikaru terminó por romper en llanto, girando en la silla para evitar que sus hijos pudieran verla de frente.
Osamu fue quien reaccionó más rápidamente y caminó hasta ponerse frente a ella e inclinarse en el lugar.
―Nee-san, mírame ―murmuró, llevando las manos hasta su rostro para secar sus lágrimas.
― ¿Cómo dejé que todo llegara hasta esta altura? ―Solloza siendo una de las pocas veces que la fémina se permitía desmoronarse de esa forma, siendo la primera vez que tenía a alguien para sostenerla.
―Nada de esto es tu culpa, ¿entendido? Cualquier cosa que haya hecho o haya pasado no es tu culpa ―afirmó de manera tajante, sujetando las mejillas firmemente para que esta lo mirara―. Sin importar lo que haya sucedido, lo único importante ahora es que estás con nosotros, ya no estás sola.
Su llanto, en lugar de cesar aumentó cuando Hikaru sintió los brazos de Atsumu rodearla en un fuerte y cálido abrazo.
En un segundo los tres no eran más los adultos en los que se habían vuelto, ahora eran de nuevo unos adolescentes que ahora consolaban a su hermana en lugar de ella a ellos. Pero lo único importante era que estaban juntos.
―No sé que es lo que ese idiota les haya hecho a los tres, pero nunca volverán con él. Hoy mismo irán conmigo a casa y ya mañana solucionaremos todo. ―Hikaru no se atrevió a negar a nada de lo que Osamu decía.
―Solo tienes que prometer que no huirás nunca más, ¿si? ―En lugar de pregunta casi se escuchó como una súplica de parte de Atsumu a la vez que apretaba el agarre a su alrededor― Para algo nos tienes ahora, no tienes porque alejarnos, nee-san.
[...]
Si alguien hace unos días le hubiera preguntado a Miya Osamu si se imaginaría su departamento lleno de niños, se habría echado a reír. Pero ahí estaba, con el televisor sintonizando el canal infantil mientras sus sobrinos comían en el sofá comiendo chuches, a la vez que él cocinaba con sus hermanos sentados en la mesa.
Él estaba más que mentalizado para llegar a casa cada día, encender algún programa de cocina y echarse a dormir, no obstante no podía pedir nada mejor que aquello. Una familia, la familia completa que siempre quiso.
―Imagina cuánto se va a emocionar mamá cuando te vea llegar a casa para navidad ―soltó un entusiasmado Atsumu quien ya estaba buscando en su celular el mejor regalo para comprarle a cada uno de sus sobrinos.
―Dudo que a mamá le guste verme.
― ¿Bromeas? Se va a morir cuando conozca a sus nietos, ambos se enamoraran de ellos ―asegura, dándole un leve empujón a su hermana para evitar que se pusiera sentimental.
Con una leve sonrisa amarga, la mujer no tuvo más que hacer que asentir con la cabeza a pesar de que en su interior no dejaba de sentirse como una niña que tenía que enfrentar a su madre por romper su jarrón favorito.
¿Cómo podía no preocuparse por aquello? Sería una completa insensible si tan solo apareciera así como si nada.
― ¿Cuándo quieres que vayamos a buscar tus cosas? ―Inquiere de repente Osamu sirviendo la comida de cada uno en sus platos, recibiendo la mirada aterrada de su hermana― No hablo de cosas materiales porque para eso tienes a tus hermanos, pero herviría la sangre pensar que tiene objetos personales como documentos o demás.
―No hace falta que vayan ustedes ―se apresuró a decir fingiendo una sonrisa para tranquilizarlos.
― ¿Y dejarte ir a ti? En serio que estos años te han caído muy mal, nee-san ―la voz burlona de Atsumu no hizo más que preocuparla.
―Nee-san, sé que te habían obligado a cuidarte sola junto a los pequeños, pero tienes que acostumbrarte a que ahora nos tienes a nosotros para protegerte. Por favor, no te niegues.
Como si un interruptor se tratara, las lágrimas se hicieron presentes en los ojos de la mayor de los Miya, completamente abrumada ante todo el apoyo que estaba sintiendo.
Hacía años que no se sentía tan segura en algún lugar, permitiéndose ser rodeada por los brazos de sus hermanos y sintiendo como si absolutamente nada ni nadie pudiera lastimarla mientras que ellos estuvieran ahí.
Quizás había cometido errores, pero en definitiva nunca sería muy tarde para remediarlos y poder hacer lo que más deseaba en la vida: darle una vida digna y segura a sus bebés, y ahora los niños tenían lo que siempre merecieron; una familia.
Hikaru光る: Brillante
Hayato隼人: Que será rápido como el halcón.
Himari陽葵: Sol, resplandor.
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