Kita Shinsuke - Especial Padres

Pedido de: w3On4uwu y Anto__isilol

En la oscuridad de la noche, una gran cantidad de vehículos y hombres custodiaban el edificio central de la zona controlada por Inarizaki, no solo los hombres de dicha mafia, sino los escoltas de los asistentes a aquella reunión tan importante.

El ambiente se sentía tenso entre los individuos pertenecientes a diversas agrupaciones, algunos antiguos rivales intensos. Pero ahí estaban, vigilando y resguardando el exterior e interior del edificio donde se encontraban reunidos los altos mandos de las mafias.

Había al menos dos hombres de cada grupo en el pasillo junto a la puerta de entrada a la sala de reuniones, los escoltas más cercanos a los líderes.

―Qué raro el gran Rey llegando tarde ―se mofó el pelinegro ante la llegada del líder y el segundo al mando de Seijoh.

―Se nota que me echabas de menos, Kuroo ―dice este de regreso, con un gran tono de burla mientras tomaba asiento en una de las sillas desocupadas―. Sabes que lo mejor se deja para el final.

―Aún falta Kita-san, no eres el final ―explica el líder de Karasuno tratando de no reírse de él.

Y como si hubiese sido una señal de entrada, en ese momento justo una puerta alterna fue abierta, dándole paso a los tan conocidos gemelos Miya entrando antes de su tranquilo e impasible líder.

Por respeto al líder de toda la zona, los invitados se pusieron de pie cuando este entró para verlo mejor y darse cuenta de una presencia extra.

― ¡Mini Kita-san! ―Exclamó en susurros Bokuto, recibiendo un pellizco de parte de su compañero para que hiciera silencio.

― ¿Hoy era el día de "traer a tu hijo al trabajo"? ―Bromea Suguru con un tono altanero a la vez que escuchaba la risilla de su compañero.

Únicamente por la pisada sobre su pie de parte de Kenma, fue que Kuroo no se burló también de él solo para no inmiscuirse de repente con dicho líder.

Todo el escenario se creó cuando vieron al pequeño bebé colgando del pecho del líder de Inarizaki, prácticamente un mini Kita dentro de un portabebés mientras metía un dedo dentro de su boca.

―Es un placer verlos a todos reunidos, lo agradezco ―el peli blanco habla acercándose a su silla en el final de la mesa, ignorando completamente las curiosas miradas dirigidas hacia su pequeño, no hasta que este empezó a balbucear de forma sonora―. Él es Ren, mi hijo. Estará presente en esta sesión debido a que mi esposa el día de hoy se encuentra incapacitada para cuidarlo.

― ¡Kita-san! ―Regaló el gemelo rubio mientras este tomaba asiento en su lugar designado.

"Siempre hablando de más"

―Por mí no hay ningún problema ―asegura en total calma el líder de Shiratorizawa, en diferencia de su compañero a su costado a quien no le cabía la sonrisa en el rostro.

Ante los asentimientos de cada uno, el cabecilla de la zona dio por iniciada la reunión donde se trataría un posible acuerdo de alto al fuego entre todos, porque sí, se encontraban en medio de una terrible guerra con el objetivo de ganar terreno. Ya era una victoria haberlos reunidos en la misma mesa.

Cada uno cargaba con el liderazgo de mafias de gran calibre, temidos entre sus propios hombres, razón por la cual era un poco increíble ver a los dirigentes y sus segundos al mando la mayoría muriendo de ternura con la mirada fija en el bebé Ren.

¿Sería el pequeño lo que conseguiría el acuerdo de paz?

Por su lado Kita, totalmente concentrado en lo que Akaashi decía, había cedido su mano para que su hijo jugueteara con alguno de sus anillos para mantenerlo entretenido y no interrumpiera la reunión que estaban llevando a cabo. Aunque la verdad es que el pequeño Ren siempre había sido un bebé bastante calmado en su mayoría, prácticamente nunca les daba problemas a sus padres y por suerte les permitía dormir la noche corrida.

Hasta que esta calma se acabó.

―Oh oh oh ―empezó a decir el peligris de Karasuno, viendo el puchero naciendo en los pequeños labios del bebé.

En ese instante, el vice capitán de Fukurodani detuvo de inmediato su discurso ―sería terrible si fuera Bokuto quien hablara―, haciendo que todos giraran a ver al pequeño.

Cuando su hijo empezó a lloriquear, Kita disculpándose se puso de pie girando para ver a sus dos compañeros quienes lo observaban en espera de cualquier indicación de su parte, Atsumu incluso extendiendo los brazos para tomar al bebé.

―Samu, ¿puedes ir a buscar su biberón? ―Pide para que el peligris asintiera segundos antes de salir de la sala con rapidez.

Nadie sería capaz de imaginarse una situación similar; varios de los hombres más poderosos y peligrosos de Japón reunidos en una misma sala, sentados en la misma mesa mientras veían a uno de sus mayores rivales consolando a su bebé en lo que su socio volvía con la leche para el nene.

Cualquiera temería por su vida con tan siquiera entrar en aquella sala, pero ahí estaban, algunos incluso brindándole consejos al padre primerizo, aun cuando la gran mayoría de estos ni siquiera tenían hijos.

― ¿Está tibia? ―Pregunta al rubio para ver una expresión de confusión en su rostro.

― ¿Cómo se supone que yo sepa eso?

―Tienes que probarla, idiota ―recriminó su hermano, girando los ojos hasta que vio como este llevaba el biberón hacia su boca y probarla―. ¡Pero no así!

Le arrebató el biberón de la mano, golpeando su nuca mientras lo insultaba de nuevo negando con la cabeza por su estupidez.

― ¡Nunca he tenido un bebé, no tengo idea de cómo probar la leche! ―Gritó de regreso, empujando al peligris a la vez que veía a este gotear la leche sobre su muñeca.

Ignorando por completo a Atsumu, el gemelo menor se acercó al líder para entregarle el objeto para que el bebé dejara por fin de llorar, obteniendo un agradecimiento de parte de Kita con una sonrisa tranquila.

Los gemelos retomaron su pelea, con Osamu regañando de nuevo al rubio por hacer el ridículo frente a su líder hasta que fueron interrumpidos por la risita del peli blanco.

―Tan solo para comentar, esa leche no es de fórmula, Tsumu ―le comenta algo risueño mientras seguía meciendo al bebé.

Ambos hermanos se quedaron callados al instante, uno aguantando la risa mientras el otro miraba confundido a su líder por dos segundos hasta que comprendió lo que su frase significaba, desfigurándose su rostro gracias a la vergüenza y cierto asco. ¡Había bebido de la leche de la esposa de su líder! ¡Y FRENTE A UNA MESA LLENA DE SUS RIVALES!

[...]

El viento silbaba entre la maleza haciendo de aquella tarde un hermoso día para pasear por el campo. Con el cantar de los pájaros y los árboles balanceándose era simplemente un día perfecto para disfrutar de la casa que Kita había adquirido justo para momentos como esos.

Sonrió viendo como su ya no tan pequeño Ren salía corriendo fuera de la casa siendo seguido de su madre aun riendo por su entusiasmo, luego de que su esposo le asegurara que en seguida los alcanzaría.

― ¿Quiere que los dejemos solos? ―Pregunta Suna, de pie frente a él, entre los gemelos.

―No, los necesito cerca de nosotros, cerca de Ren ―afirmó poniéndose por fin de pie para verlos al rostro―. Les dije que este sería un fin de semana familiar.

Los tres mantuvieron la mirada en su espalda mientras este llegaba hasta el marco de la puerta, tomando un hondo respiro cerrando los ojos luego de visualizar a su pequeña familia, la familia que él había formado.

Con una sonrisa se giró hacia sus "subordinados"― Ustedes también son parte de esta familia.

Sin más empezó a caminar por el mismo camino que su pequeño niño dejando a los chicos detrás, cada uno paralizado por completo hasta que el rubio se sorbió la nariz mientras apretaba los labios, ganándose de inmediato las curiosas y burlonas miradas de su gemelo y buen amigo quienes, al ver el brillo de las lágrimas en sus ojos, no esperaron nada en empezar a burlarse mientras se encaminaban tras Kita.

El aludido había llegado junto a Ren quien se encontraba inclinado en el suelo mientras inspeccionaba bajo varias rocas, según lo dicho por la mujer, buscando los insectos que había visto en su libro. Porque si, Kita Ren era como cualquier otro niño pequeño que le entusiasmaban los libros de insectos y dinosaurios.

Como cualquier otro niño con un padre líder de la mafia.

―Ha estado lloviendo, probablemente se encuentre con alguna rana o algo por el estilo ―comentó la fémina sin tener siquiera que girar para ver llegar a su esposo, quien se acercó a esta lo suficiente como para posar los labios contra su sien.

―Pensé que le molestaría más todo el lodo ―asegura, viendo a Ren remover entre la tierra con un palito―, pero me alegra ver que se divierte.

Una inmensa paz llenó entonces toda su alma; recostando la frente contra el hombro de su hermosísima esposa, vigilando de reojo a su querido Ren jugueteando en el suelo y con los pasos de sus leales compañeros llegando a su lugar.

Por pequeños momentos como ese aliviaban poco a poco toda la culpa que sentía por todo lo que había hecho durante su vida, las malas cosas en especial. La vida a la cual había condenado no solo a sus amigos y ahora a su familia. No obstante, se había prometido el no permitir que sus decisiones afectaran a Ren, el niño era completamente inocente y no tenía la culpa de lo que su padre hubiese hecho, él se merecía la infancia que cualquier otro niño debía tener.

Y lo había logrado, lo estaba logrando, poco a poco se volvía el mejor padre, esposo y líder que pudiera ser.

―Quisiera que viniéramos aquí todos los veranos, me gusta esta casa ―soltó tan de repente que obtuvo la curiosa mirada de la mujer―. Cuando Ren crezca, cuando los muchachos se casen y tengan bebés. Quiero que esta sea una linda tradición, ¿puede ser así?

Con una risita por las palabras de su esposo, la mujer tan solo profirió un sonido de afirmación, sintiendo el agarre alrededor de su torso apretarse acercándola aún más a su cuerpo.

―Gracias, por todo. 

Ren廉: Un corazón puro

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top