Hinata Shoyo - Especial Padres

Pedidos de: Aleee_eee

Para muchas personas, cuando conocían a su otra mitad lo primero que hacían era imaginarse toda una vida junto a esa persona, empiezas a soñar despierto con todo lo que harán juntos, desde casarse hasta comprar tres plantas para decorar las repisas. Justamente eso era lo que sintió Hinata Shoyo cuando conoció a Kageyama Saya, hermana melliza de su compañero de voleibol y mejor amigo.

Desde la primera vez que la vio aún en la escuela, en las gradas viendo el partido de su hermano ―cuando él no tenía ni idea que estaban relacionados, aun cuando parecían dos gotas de agua―. No sabía su nombre, su edad, ni nada con respecto a ella, pero en el instante en que sus hermosos ojos azules se cruzaron los suyos sintió la intensa necesidad de al menos hablarle, escuchar su voz dirigiéndose hacia él.

Claro que toda su emoción se deshizo cuando la vio acercarse, pero no a él, sino al chico pelinegro que recién había ganado, tomando su mano para llevarla consigo lejos de sus compañeros ante una inminente discusión entre estos.

De forma inocente al principio pensó que estos incluso podrían estar en una relación, hasta el día que los conoció en el Karasuno.

― ¿Prefieres cuero blanco o negro? ―La voz de la fémina lo sacó de su transe, encontrándose con Saya mirándolo fijamente mientras sostenía dos muestras para su sofá.

Con un poco de nostalgia, el peli naranja tan solo se acercó a ella para abrazarla con fuerza mientras escondía el rostro contra su cuello, logrando que esta tan solo soltara una risita llevando la mano libre hacia su cabeza para entrometer los dedos entre sus hebras.

Los recién casados se encontraban en la gran tienda donde decidirían los muebles para la casa que habían comprado recientemente, para el hogar que formarían.

―Un sofá negro no se ensucia tanto ―masculló con la voz amortiguada contra la sensible piel de su cuello.

La mujer asintió mientras tachaba un nuevo objeto de la lista, sintiendo el entusiasmo crecer en su interior ante la emoción de por fin cumplir con su sueño.

Sonaría como una verdadera tontería para muchas personas, pero una cosa que siempre había querido hacer junto a Shoyo era comprar todos los muebles para un hogar de ambos y poder mudarse juntos por fin, al menos fuera del departamento que rentaban desde hace varios años.

―Extraño a Nori ―lloriquea, empujando el carrito que se encontraba lleno de varias decoraciones, algunas no tan necesarias, pero nadie se negaría a la brillante carita de Shoyo.

―Está con mis hermanos, sabes que está en buenas manos ―se burló metiendo con cuidado dos cajas con lámparas para las habitaciones―. Piensa en lo que se hubiera aburrido por tantas vueltas.

―Quiero a mi bebé~ ―dijo, alargando la última sílaba para solo hacer reír a su esposa.

Viendo prácticamente todas las cosas de la lista tachadas, al menos las que podrían tener en su departamento hasta que se mudaran oficialmente, la pareja se dirigió, haciendo una competencia de carritos, hasta una de las cajas del lugar.

No solo Shoyo, sino que su esposa también extrañaba un mundo a su bebé aun cuando tan solo llevaban unas horas separados de él, esta incluso era una de las primeras veces que estos se alejaban de su pequeño Nori dejándolo bajo el cuidado de Miwa y Tobio.

Sin embargo, si es que ella llegara a decir algo de la falta de su bebé, solo lograría que Shoyo se echara a llorar en el asiento de copiloto.

―Mi bebé, mi bebé, ya quiero ver a mi bebé ―empezó a canturrear mientras salía del ascensor cargando con algunas bolsas de lo que compraron.

Apuró a su esposa para que abriera la puerta al tener ambas manos ocupadas luego de que se negara a cargar muchas cosas.

"Ya cargaste con nuestro hijo en el vientre durante nueve meses, no te dejaré cargar nada más" ―Decía siempre para hacerla refunfuñar.

―Estamos en casa ―anuncia la fémina pasando por la puerta, siendo empujada por su pareja quien se echó a correr dentro.

― ¡Nori, papá está en casa! ―Exclamó dejando con cuidado las bolsas en el pasillo, corriendo hacia la sala para encontrarla aparentemente vacía.

― ¡Deja de ser tan ruidoso, boke! ―Le grita de la misma manera el menor de los Kageyama, por varios minutos, gruñéndole a su ahora cuñado― Nori está durmiendo y no te imaginas lo complicado que fue conseguirlo, así que cierra el pico.

Saya soltó una risita viendo a su esposo y hermano gruñéndose mutuamente, mientras veía a su hermana mayor salir por el pasillo brindándole una sonrisa, ampliándola cuando parecía haber recordado algo.

Con diversión, sin decir palabra alguna, se acercó a su hermanita para sujetar su mano y llevarla con ella hacia la habitación del pequeño pidiéndole que hiciera silencio antes de pasar por la puerta.

El cuartito se encontraba levemente iluminado por una lamparita nocturna que pintaba las paredes con una luz suave, llevándola hacia la pequeña cuna que antes había sido de los mellizos donde pudo por fin visualizar al bebé. La fémina llevó una mano hacia su boca para evitar soltar un chillido de emoción al verlo.

―Nee-san ―susurró enternecida, y algo divertida, girando para ver a su hermana quien soltó una risita mientras asentía.

El bebé yacía boca abajo profundamente dormido vistiendo una pequeña versión del uniforme de su hermano cuando era parte de Karasuno con el número 9 en su espalda. Por los genes Kageyama que tenía en sus venas, el bebé parecía incluso una versión en miniatura de su tío Tobio.

―Yachi-chan lo consiguió para él ―le explica en voz baja notando de reojo a su hermana menor sacando el celular para fotografiarlo―. Pensó que sería divertido conseguirle el de Tobio en lugar del de Shoyo.

Kageyama Nori había sido el primer bebé en la familia en bastante tiempo luego de los mellizos, además de ser uno de los primeros hijos de su generación en el club, luego de las bebés Tanaka, esto había conseguido que el peli negro fuera un bebé consentido al extremo consentido desde antes de nacer.

Prácticamente toda la ropa que tenía el pequeño había sido regalada por sus numerosos "tíos y tías", el niño tenía ropa hasta para cuando tuviera uno o dos años de edad.

Casualmente el uniforme ni siquiera sería el primero, ya era el tercero en su colección luego del uniforme turquesa, cortesía de Oikawa y el lindo uniforme color vino siendo un tierno regalo de parte de Ushijima.

―Saya-chan, dile a... ¡ahhhh! ―El recién llegado exclamó casi en susurros cuando se colocó entre su esposa y cuñada, emoción que le duró dos segundos hasta que vislumbró el número en su espalda―. ¿Por qué un nueve?

―Porque es mi sobrino, claro que tendrá el nueve ―se burla ahora Tobio con una sonrisa ladina, apoyado en el marco de la puerta, consiguiendo que el único peli naranja de la habitación se pusiera a gruñir.

Pobre Shoyo que estaba rodeado de puros Kageyamas.

Sintiendo que eran suficientes burlas para el pequeño, ya no tan pequeño Shoyo, Miwa se giró luego de un suspiro para salir de la habitación alegando que ya había empezado la cena, de paso llevándose a su hermano con ella.

De repente, interrumpiendo la pequeña sesión que Saya le hacía a su bebé, la mujer sintió un tembloroso agarre en la cintura viendo la mata de cabello naranja bajo sus narices.

― ¿Y si el crece y se hace setter? ―Cuestionó con la voz temblorosa, obligando a Saya a cubrirse la boca para no echarse a reír― ¿Cómo se supone que le enseñaré yo a ser setter?

Enternecida ante el estado tan sensible de su esposo, quien casi desde el embarazo había sufrido las hormonas muchísimo más que ella, la mujer llevó la mano hacia su cabeza para consolarlo―. Pues le enseñará sus tíos Tobio, Oikawa o Sugawara y todo bien.

Con una exclamación de incredulidad, este se separó de inmediato de ella para mirarla como si esta lo hubiera traicionado de una forma terrible, cruzándose de brazos para mirarla gélidamente.

―Mi pequeño Nori crecerá y será el mejor punta receptor del mundo ―afirma para ser shuseado por su esposa con un toque de diversión.

―Ojalá crezca más que tú ―dijo entre dientes, ahora sí carcajeándose por la incrédula mirada del hombre.

Con una gran decepción y la traición inundando su cuerpo, estuvo dispuesto a salir de la habitación hasta que escuchó los pequeños balbuceos del bebé.

Girándose, de forma sumamente dramática, este se asomó por la cuna encontrándose con los brillantes ojos azules de su nene mirándolo fijamente, estirando una manita hacia su dirección. De inmediato el pequeño ya se hallaba entre los brazos de su padre quien había empezado a hablarle con una vocecita aguda para hacerlo reír.

― ¿Cómo está mi futuro punta receptor favorito? ¿Dormiste muy bien? ―Hablaba con aquella vocecita dedicada únicamente a su hijo y su esposa cuando rogaba por mimos, solo que las palabras que soltaba solo hacían que Saya se echara a reír.

―No me digas que te molestaste por una simple broma ―se burló la fémina, estirando las manos dirigiéndolas hacia su cadera logrando tan solo que este se apartara mientras Saya soltaba una carcajada―. Shoyooo~.

El peli naranja, con muchísima dificultad, empezó a mecer al pequeño Nori de un lado a otro para tratar, tratar en serio esforzándose muchísimo, de ignorar a su esposa.

Se creó una escena muy usual entre ambos donde la mujer sabía exactamente cómo solucionarlo todo.

Con una sonrisa en su rostro y en un rápido movimiento, se acercó a él por la espalda para enrollar los brazos en su torso juntando las manos en su abdomen bajo. Posó la barbilla sobre el hombro de su esposo, riendo internamente cuando notó sus vellos erizados debido a su aliento detrás de su oreja. Aquello había logrado que su hijo se girara para encarar a su madre llevando sus manitas hacia sus mejillas, riendo viendo a la mujer jugando con sus labios.

―Traicionero ―masculló viendo de reojo a su hijo, para voltear el rostro nuevamente―. A pesar de que mi hijo te quiera, yo sigo enojado contigo.

Divertida ahora enterró la nariz contra su cuello, aspirando su aroma antes de dejar un pequeño besito sobre la zona―. Sabes que eso es mentira, chibi-chan.

Sus mejillas estallaron en un intenso sonrojo en el momento que dicho apodo llegó a sus oídos, escuchándola soltar una carcajada cuando lo notó tensarse mientras giraba el rostro lo más rápido que podía para evitar que ella lo viera.

El pequeño Nori, sin siquiera entender muy bien la situación, también se echó a gorgojear con diversión ante la vergüenza de su padre, logrando entonces aumentar las risotadas de Saya.

― ¿Qué hice yo para merecer esto? Vivir rodeado de Kageyamas, ¿qué clase de tortura es esta? ―Gimoteó, aunque por dentro sentía que vivía su mayor sueño, mientras su pequeño lo tomaba de las mejillas y su querida esposa apretaba su abrazo para repartir un sinfín de besos sobre su cuello.

Era tan feliz, tan inmensamente feliz que noparecía real

Saya: Flecha rápida

Nori: Buen hijo

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