Capítulo 9:
Bella me había arrastrado de tienda en tienda y me había obligado a cambiarme. Llevaba un vestido de un color beige con flores y ramitas bastante suelto y con algun que otro volante. Aunque era cómodo, llevaba unas sandalias de tacón con plataforma de paja que no lo eran tanto.
También había hecho que me maquillaran y que me hicieran una manicura francesa en un centro de estética. Pensaba echarme a llorar y suplicar que me dejara ir cuando ambas recibimos un mensaje.
Peter Styles: "El señor Hades desea comer con usted."
Peter Styles: "Le espera en el comedor de su piso en cuanto regrese al hotel."
Al parecer también había escrito a Bella que me informó de que me elegiría algunos vestidos de noche antes de irse. Volví yo sola al hotel y noté los nervios en el estómago cuando entré al ascensor privado y presioné el número 29. Cuando las puertas se abrieron me asomé pero no vi a nadie. Los tacones resonaron en el suelo al dar un par de tímidos pasos hacia el interior.
- Estás preciosa - susurró una voz grave a mi espalda.
Me giré de golpe mientras dejaba escapar un grito asustada. La maniobra no fue acertada y tropecé con los tacones pero Hades me agarró de una muñeca y me sostuvo por la cintura para evitar que cayera.
- No era mi intención asustarte.
Estaba muy ocupada intentando averiguar como había llegado a mi espalda como para responder. Llevaba un traje bastante elegante y no pude evitar fijarme en como se ajustaba entorno a sus músculos al moverse.
- Espero que hayas tenido una mañana agradable. Pasa, por favor - me indicó abriendo las puertas del comedor y haciendo una pequeña reverencia.
- Sí, muchas gracias.
Me apartó la silla para que pudiera sentarme a la cabeza de la mesa y él se colocó en el otro extremo.
- Y bien, dime, ¿por qué no ha sido agradable?
Estaba tan confundida que apenas noté como un camarero nos traía el primer plato y nos servía algo de agua y vino. Hades notó mi confusión y sonrió.
- Has mentido cuando has dicho que había sido agradable. Por lo tanto, ¿hay algo que no te guste del trabajo?
- No, no - me apresuré a decir.
Aquello le arrancó otra sonrisa.
- Puedo oler tus mentiras, querida. Así que dime, ¿qué es lo que te preocupa?
Me sentía demasiado incómoda. No solo la noche en que nos conocimos aun me provocaba pesadillas, sino que además me estaba pagando una cantidad exagerada de dinero por algo que no sabía si considerar un trabajo. Por no hablar de que aún así se me permitían una cantidad de gastos extra que hacían que me doliera la cabeza. Claro que iba a decirle que todo estaba genial. ¿Cómo iba a decir que no? ¿Acaso no debía ser amable y complacerle? Nadie quiere escuchar las quejas absurdas de sus empleados. ¿Por qué razón entonces parecía que se preocupaba?
- Yo... estoy agradecida por la oportunidad. Por este trabajo - me apañé para decir.
- Puede que eso sea verdad pero, ¿qué es lo que no te gusta?
- Es un gran trabajo. Con un sueldo muy alto. No creo que deba quejarme por nimiedades.
- Por favor, siéntete libre de decir lo que quieras.
- Aunque agradezco la oferta creo que es más educado declinarla. ¿Ha tenido usted un buen día?
- Puedes tutearme. Al fin y al cabo pasaremos bastante tiempo juntos. Será más cómodo.
- Está bien.
- Sí, he tenido un buen día. Hacía tiempo que no dormía tan bien. Debo agradecértelo.
- ¿A mí?
- Sí. Tu compaía resulta de los más relajante.
- ¿Se encuentra bien? ¿Después de lo de anoche?
Pregunté recordando la sangre y la bañera.
- Sí, estupendamente. Lamento que te asustaras así.
Estaba demasiado nerviosa como para pensar en algun tema de conversación y ya no sabía que más preguntar. Como stripper había tenido que hacer de acompañante de todo tipo de hombres pero en su presencia no lograba relajarme. Como si tuviera que estar alerta cada segundo. A penas pude comer y eso que la comida era la mejor que había probado nunca. Traté que mis nervios no me hicieran beber demasiado pero el silencio no ayudaba. A pesar de ello, Hades parecía realmente cómodo y tranquilo. Cuando dejaron el postre, la profunda voz de Hades rompió el silencio.
- Peter me ha dicho que tienes algunas preguntas sobre el trabajo.
Alcé la vista del plato y mis ojos se cruzaron con los suyos, de un vibrante azul oscuro. No parecían de este mundo.
- No, bueno... sí. El señor Styles respondió algunas de mis preguntas pero sigo sin entender muy bien la naturaleza de este trabajo.
- Solo debes obedecer mis órdenes.
- ¿Y si hay alguna orden que no quiera obedecer?
No sabía que podía pedirme un hombre como él pero me daba miedo averiguarlo. Aunque seguramente hubiera firmado el contrato, que mi vida hubiera estado en juego al hacerlo no me ayudaba a calmarme. Se puso en pie con suma lentitud y caminó hacia mí como un depredador que acecha a su presa.
- ¿Qué crees que podría pedirte? - dijo apenas en un susurro cuando llegó hasta mí.
Sus dedos se deslizaron suavemente por mi clavícula pero enseguida los retiró. Aún notaba un fuego ardiente sobre la piel en la zona que había tocado.
- Puedes estar segura de que no te haré daño - me susuró al oído.
Su aliento me hizo cosquillas en el cuello y me revolvió ligeramente el pelo.
- ¿Es por tu anterior trabajo?
Aquello hizo que se me encogiera el pecho.
- El trabajo no es de naturaleza sexual, si es eso lo que te preocupa. No me acuesto con señoritas si no son ellas quienes me lo piden.
Aquel tono de voz tan bajo y tan grave no ayudaba a calmar mis nervios que habían pasado del miedo a la excitación más rápido de lo que me habría gustado. Sin embargo, no fueron sus insinuaciones lo que me rondaba la mente en aquel momento.
- ¿Qué pasó aquella noche? - pregunté con la garganta seca.
- Termina el postre. Voy a por una copa - respondió ignorando mi pregunta.
No podía comer nada más por lo que abandoné yo también el comedor y le seguí hasta la cocina.
- ¿Quieres una? - me ofreció.
Negué con la cabeza.
- Una pena. Es triste beber solo - dijo con un brillo de diversión en la mirada.
Se sirvió un par de hielos en un vaso de cristal y lo llenó hasta más de la mitad con whiskey.
- ¿Qué pasó aquella noche? - repetí.
Bebió sin apartar la mirada de la mía. ¿Acaso no pensaba responder? Había visto morir a todos los que había en esa habitación. La sangre, los crujidos del cuello al partirse pero eso no era lo peor. Me habían disparado y aquí seguía. Había estado apunto de morir. Y a él no le habían herido cuando las balas llovieron sobre nosotros.
- Creo que tengo derecho a saberlo - espeté molesta.
Dejó el vaso prácticamente vacío sobre la encimera y se acercó a mí con su característica media sonrisa.
- Desde luego me gusta más tu verdadera actitud y no ese teatrillo de mosquita muerta que has estado montando.
- Deja de jugar conmigo.
Dio una vuelta a mi alrededor antes de detenerse frente a mí.
- Oh, querida, pero si tú has accedido a esto.
- ¿Y qué iba a hacer? ¿Dejar que me mataran por no acceder a ser tu nuevo juguete?
- Jamás habría permitido que te mataran - susurró en mi oído.
Le aparté de un empujón. Su cercanía me confundía pero en cuanto su aliento o sus dedos rozaban mi piel, perdía completamente el sentido.
- En ese caso no quiero este trabajo.
Volvió a la isla y se rellenó la copa.
- ¿Estás segura?
- Sí.
Aunque traté de sonar convencida, realmente necesitaba el dinero. Había dejado el trabajo en la cafetería esa misma mañana y no me apetecía pensar en volver a buscar un trabajo como stripper. Sin embargo, las facturas se acumulaban y alguien tendría que pagarlas.
- Y de nuevo, otra mentira - dijo bebiéndose el contenido del vaso de golpe.
¿Es que acaso el alcohol no le afectaba?
- No es mentira. No del todo - gruñí algo molesta.
¿Realmente sabía cuando mentía o se estaba marcando un farol? Había visto como detenía el tiempo, como las balas no le afectaban y como los cortes de sus brazos desaparecían. Saber cuando mentía no sería algo tan surrealista.
- Dime la verdad - me ordenó.
- Necesito el dinero.
Las palabras salieron de mis labios sin que pudiera controlarlas. Recordé aquella noche y recordé como aquel impulso me había obligado a caminar hacia él.
- No hagas eso - dije acercándome molesta a la isla.
- ¿Hacer el qué? - preguntó con tono infantil.
- ¿Quién eres? ¿Qué sucedió esa noche?
- ¿Por qué quieres el dinero?
Apreté los labios con fuerza tratando de resistirme a lo que fuera que me estaba haciendo.
- No pienso responder a tus preguntas si tu no respondes a las mías.
- Está bien. Supongo que tarde o temprano iba a tener que pagar por mi error.
Caminó hacia los sofás blancos. Se sentó en uno de ellos y me invitó a sentarme frente a él.
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