Soledad
Jumin se sentía increíblemente solo en su penthouse. Desde que Seven se había ido todo era muy silencioso, él había decidido regresar a su casa para que así los rumores dejaran de correr.
— De todas formas, no puedo dejar que los paparazzi me tomen alguna foto, nos pondría a ambos en peligro – había explicado Luciel.
Sin embargo, Jumin no dejaba de pensar en él. Sabía que aquella frase había herido los sentimientos del chico.
— Elizabeth... Soy un inútil. Lo necesito de regreso –dijo mientras acariciaba la cabeza de su gatita.
Ese día tomó más vino que el que acostumbraba hasta llegar a la ebriedad. Era perfectamente consciente de lo que hacía cuando tomaba, solo se le salían confesiones y era más hablador.
No pudo evitar tomar el celular y marcar el número de Luciel.
— Jumin... ¿Hay algún problema?– preguntó Seven
— Si, verás... El asunto es que no estás aquí– dijo muy seriamente
— Lo siento, no entiendo. ¿Debía ir hoy? –
— No... No me entiendes... Te extraño –
—Jumin... ¿Estas ebrio? –
— No... Solo... Por favor... Ven... –
Después de eso Jumin no recordó que fue lo que pasó después, se quedó dormido en el sofá.
Sin embargo, al día siguiente Luciel estaba ahí. Actuando como siempre, igual de bromista y más aún cuando vio que tenía resaca. Definitivamente necesitaba las risas de ese chico.
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