Parte única.
Lucas se había sorprendido a sí mismo por haberse levantado temprano esa mañana, siendo casi siempre Jeannette quien lo hiciera primero y quien le levantara con un dulce "Buenos días, Lucas", acompañado de una caricia en la mejilla.
Haciéndolo enterrar la cara en la almohada al sentir su rostro arder, más que por somnolencia. Aunque eso no pensaba decírselo nunca a Jeannette.
Con cuidado y sigilo, se sentó en la cama y la observó. Su cabello canela (casi igual de largo que el suyo) esparcido por la almohada, su respiración suave y serena con la boca levemente entreabierta junto a una expresión relajada, era una vista preciosa.
Y podría haberse quedado así, admirándola, de no ser por la repentina sensación hambre; afortunadamente, su estómago no gruñó.
Lentamente, abandonó la comodidad y calidez de la cama compartida y bostezando, se dirigió a la pequeña cocina en busca de algo que saciara su antojo.
Y fue que, colocando la tetera para hervir agua, que una idea apareció en su mente: ¿Y si le hacía algo de comer a Jeannette?
Mayormente, era ella quien preparaba las tres comidas y aperitivos en la torre. Y si bien, él podría hacer uso de la magia para preparar algo, el pensamiento cursi de hacerlo con sus propias manos apareció también en su mente.
Así como también, el hecho de que su quimera apreciaría el gesto, con lo sentimental que era.
Una mueca surcó su rostro, al mismo tiempo que vertía el agua en las hierbas para su taza; sería la primera vez que cocinaría personalmente para alguien.
Pero el sólo imaginar el brillo en sus ojos azules de gema falsa y su expresión conmovida, fue suficiente para hacerlo bufar y animarse. Ignorando el calorcito que se acentuaba en sus mejillas.
Ahora la cuestión era... ¿Qué podría preparar?
...
El olor a quemado llegando a su nariz despertó y alarmó a Jeannette, haciéndola levantarse de golpe y sin tiempo a preocuparse por cambiarse, corrió a la pequeña cocina de la torre. Deteniéndose en el marco de la puerta con la respiración agitada que fue estabilizándose a medida que el susto pasaba y se tornaba en confusión, parpadeando al escuchar como Lucas chasqueaba la lengua aunque sólo podía ver su espalda.
Curiosa, se acercó a donde él estaba, frente a la estufa. Parándose a su lado, observando lo que parecía un panqueque casi carbonizado.
– Uh, Lucas...
El suspiro de frustración la confundió aún más, y sin dejarle hablar el mago le extendió un plato con otros panqueques (menos carbonizados, sólo tostados), decorados con fresas y miel. Por inercia lo tomó y después, miró el plato.
– Esto...
– Son panqueques.
– Uh, sí, lo noté – respondió, observándolo de regreso y de reojo, el lugar hecho un desastre. Harina pegada con huevo en la barra, manchas de vainilla y la mantequilla casi derretida al igual que la mezcla haciendo un pequeño charco en donde el recipiente estaba asentado; le dolió un poco ver su cocina sucia pero le restó importancia al mirarlo con atención y percatarse de la harina y mezcla en la mejilla y parte del cabello de su esposo. Haciéndola sonreír con ternura al darse cuenta de lo que eso significaba –. ¿Estabas haciendo el desayuno?
Lucas desvió la mirada, limpiándose con un chasquido de dedos la ropa y de paso, la cocina –. Supongo... aunque no puedes llamar a esto desayuno.
Jeannette alcanzó una cuchara y sin pensarlo mucho, se llevó un bocado de los panqueques a la boca. Lucas casi sintió terror al verla comer lo que había preparado.
Jeannette le sonrió entusiasmada –. Está rico.
Lucas la miró, escéptico –. No quiero que me mientras, Jeannette.
– ¡No es una mentira! – negó, frunciendo el ceño ante su acusación. Tomando otro bocado, sonriendo nuevamente al degustar los panqueques tostados –. Tal vez están un poco quemados pero están ricos – tomó otro pedazo, esta vez extendiéndole el bocado a Lucas, quien permanecía escéptico –. Prueba un poco, Lucas, por favor.
Un poco renuente, abrió la boca y dejó que Jeannette lo alimentase. Masticó unos segundos el bocado, sorprendiéndose al comprobar que, efectivamente, no sabían tan mal pese a su apariencia.
Aun así, no se compararían a los que Jeannette hacía.
– Muchas gracias, Lucas.
Tal vez debería aprender más, si eso significaba poder verla así de feliz.
-Traumada Taisho
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