XI
La soledad toca mi puerta, se desliza entre las grietas de llantos y ansiedades que han sido la enfermedad de este cuerpo. La oscuridad no se detiene, ahoga una voz que no me pertenece, el eco de una persona de cuerpo ajeno y entre la muerte y el pensamiento surge mi deseo: la libertad y su vuelo. Que se escuche mi canto, que entiendan mi sentimiento y mi pensar... Abandonen mi corazon si lo desean pero permitanme ser quien jamas fui, ser quien no conozco ni oigo. Quiero renacer en aquella oscuridad, tocar la luz que mi esperanza anhela y contempla desde las rejas de un corazon y un deseo que jamás fue mio.
Permítanme volar sobre las estrellas y caer rendida; el mio es un pedido desesperado, un entendimiento que aquellos que cubren mi voz jamás alcanzarán.
Huir y volar
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