XXI - Annabeth

#CuandoFuimosEstrellas

En la mitad de la noche, encontramos nuestro lugar seguro...


Halloween no era mi festividad favorita del año. En verdad no creo que tuviera una, pero había algo acerca de esta que nunca me trajo confianza. Ni siquiera cuando era pequeña me gustaba.

Era como si por las 24 horas que duraba el día, todos se volvieran locos. Tal vez todo el azúcar de los dulces se les subía a la cabeza y les daba una fuente inagotable de energía y adrenalina. Incluso de grandes, no era un día como cualquier otro.

Ese sábado no era realmente Halloween, era solo la fiesta que se celebraba en su honor. Pero era casi lo mismo. Todos estaban demasiado entusiasmados para mi gusto. Es que yo no entendía por que tanto revuelo por estar encerrados en un gimnasio con poca ventilación rodeado de adolescentes sudorosos con la fuerte música que destruía tus tímpanos. De la única cosa que estaba aliviada era de que toda la cosa no era mi responsabilidad, sino de Reyna. No tenía ganas de lidiar con el equipo de fútbol americano que seguramente pondría alcohol en las bebidas. De lo único que tenía que ocuparme era de Brunner y los otros ocho niñatos.

Él profesor había dicho algo sobre ir vestidos como nosotros mismos pero ¿Que rayos significaba eso? Yo solo llevaba unos jeans azules, un suéter rosa pálido y una camiseta blanca por debajo. Suponía que estaba bien, realmente no quería pensar demasiado en ello, pero si me pregunté que llevarían el resto.

Dejé mi cabello suelto, tal vez algo diferente en mi le agradaría a Brunner. Tal vez debería buscar otros zapatos ¿unas botas?. No, debería dejar de pensar en la ropa. Es estúpido. Son cosas de las que gente como Piper McLean se preocupan. Gente hueca. Pero puede que otro suéter quedara mejor con los zapatos que llevaba, este no me convencía para nada.

Pasé como diez minutos en frente del espejo tratando de decidir que hacer. Había, sin duda alguna, una parte de mi a la que la ropa si le importaba y lo odiaba. Estaba sobre-pensando todo como siempre.

Tomé un respiro profundo, tratando de llenarme con calma.

- Ya no importa. - Me dije a mi misma. - Tenemos que irnos.

Así que solo tomé mi teléfono y lo metí en el bolsillo trasero. Dejé mi habitación aunque las interminables dudas me seguían por detrás. "Ignóralas, ignóralas, ignóralas" me repetí mientras bajaba las escaleras.

- ¡Annabeth! - Me llamó mi padre cuando iba a abrir la puerta de la calle. Ni me había fijado que estaba allí. - ¿A donde vas tan tarde?

Mi madre se asomó desde la cocina al escuchar su pregunta, analizándome como si fuera uno de sus informes.

- ¿Salías a algún lado, Annabeth? - Preguntó colocándose junto a mi padre. - ¿Con quien? ¿Por qué no nos avisaste antes?

Lo hice. Ellos dijeron que estaba bien. Obviamente no estaban prestándome atención.

- Es la fiesta de Halloween de la escuela. - Expliqué. - Tengo que estar ahí por ser parte del consejo.

Tu sabes que no es cierto, pero nunca les había contado sobre las reuniones de Quiron y tenía ganas de hacerlo en ese momento. Harían muchas preguntas que no quería responder y el tiempo no me sobraba particularmente.

- ¿A que hora estarás de vuelta?

- No se. - Mi respuesta no le agradó. - Tarde. Probablemente nos hagan limpiar el gimnasio.

- Bien. - Dijo. - Apúrate, no llegues tarde.

Yo solo asentí y salí rápidamente de la casa.

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Todavía no había mucha gente cuando llegué pero la música ya salía a todo volumen por los parlantes ubicados en cada esquina. Los reflectores del gimnasio estaban apagados, aunque diversas luces de colores iluminaban el salón a medias. En el medio colgaba una bola de disco que giraba lentamente y me hipnotizaba. Las típicas decoraciones de la festividad (que se usaban todos los años) colgaban de las paredes. El día anterior nos habíamos pasado toda la tarde arreglando el lugar con el resto del consejo y lucía bastante decente en mi opinión. Aunque podría haber lucido mejor si hubiéramos tenido el presupuesto.

Mientras los estudiantes comenzaban a llegar, todos vestidos con ostentosos disfraces, comencé a buscar al señor Brunner, pero no estaba en ningún lugar a la vista. A la que si vi fue a mi profesora de matemática y ella no se veía nada feliz.

Pasé los próximos 30 minutos tratando de evitar pisotones para luego acabar junto a la larga mesa de comida. El ponche ya era un absoluto no para mi. No había visto a ningún otro del club de Brunner, solo a Jason que estaba ayudando a Reyna en la puerta de entrada del gimnasio. Apostaba que ella le había dado esa posición. Él me dijo que me avisaría si ve a Brunner. Yo solo estaba aburrida como el infierno y el encierro estaba provocandome jaqueca.

- Hey. - Escuché por detrás. - ¿Buscas a Brunner?

Me giré solo para encontrarme con Percy Jackson viéndose absolutamente incomodo con sus manos en los bolsillos de su pantalón y usando lentes de sol por una razón que creía saber.

- Hola. - Le saludé. - Si, no puedo encontrarlo. - Estaba a empezando a irritarme el solo estar ahí sin nada que hacer. - Quiero que me vea así puedo irme.

- ¿Acaso no organizaste tu toda esta cosa? - Preguntó haciendo un movimiento vago con la mano indicando nuestro alrededor.

- Si. - Confirmé. - Bueno técnicamente todo el consejo. Pero no estoy a cargo hoy, Reyna lo está. Yo me encargo del de fin de curso. - Conté.

- Genial.

No podía dejar de mirar sus gafas, necesitaba confirmar mis sospechas.

- ¿Por qué estas usando lentes de sol? Estamos adentro. - Le pregunté impaciente.

No respondió. Él solo me ignoró y tomó una papa frita de un plato. Cuando se la llevó a la boca, noté su labio lastimado al cual no le había prestado atención antes.

- Percy. Dime.

- No quieres saber.

- Sácate los anteojos. - Demandé.

- No.

Si así es como quería ir, pues bien. Tomé los lentes rápidamente cuando pareció bajar la guardia y finalmente pude ver todo su rostro. Uno de sus ojos estaba rodeado por oscuro color morado que no parecía nada saludable. Yo solo me paralicé analizándolo y él aprovechó ese segundo para quitarme los antejos de la mano y volvérselos a poner.

Recordé lo que dijo sobre su padrastro. Pero ver ese hematoma me hizo dar cuenta de lo real y horrible que era.

- Tienes que hacer algo. - Le dije. No podía entender porque se quedaba callado.

- No quiero hablar de eso ¿bien? Solo no lo menciones y olvídalo. - Me dijo para luego darse vuelta y mirar hacia la improvisada pista de baile. Yo me le quede viendo, necesitaba saber que rayos pasaba por su tonta cabeza.

Unos momento después alguien se paró en frente nuestro. Era Piper McLean y al mismo tiempo no, si es que eso tiene sentido. Era ella pero no lucía como siempre.

Todos los ojos estaban puestos en ella (no era una sorpresa) y ella no parecía estar muy cómoda.

- Oigan - Nos dijo. - ¿Han visto a Brunner?

- No. También lo buscamos. - Percy le contestó.

- ¡Agh! - Resopló. - Mándame un mensaje si lo ven ¿de acuerdo?

- Claro. Tu también.

La noche solo empezaba a ponerse rara.

- ¿Esa era Piper McLean realmente?

- Si lo sé.

Percy tomó su telefono del bolsillo unos minutos más tarde y frunció el ceño. Luego me miró.

- Mira. - Me pasó su celular encendido. Tenía la pantalla quebrada pero aún así pude leer el mensaje escrito.

De: Piper McLean

"Ve al salón 224 ahora"

- Pues vamos, Jackson. Este lugar ya me aburrió. - Me encaminé hacia la salida con él siguiéndome.

- Oh, vamos. No está tan mal. Pero bueno, tu no reconocerías la diversión ni aunque te golpeara la cara. - Se burló

- ¿En que parte precisamente? ¿En el ojo? - Bien eso fue ofensivo. - Lo siento, eso estuvo mal.

-Lo que sea, Chase. Olvídalo ya ¿Quieres?

Ya estábamos por los pasillos de la escuela para ese momento. Mis oídos seguían zumbando igualmente.

- No. No quiero. Es que no entiendo por qué no te quedas cruzado de bazos cuando podrías hacer algo al respecto. - Escupí.

Él se detuvo abruptamente y me miró. Sus ojos verdes parecían intensificarse como una peligrosa marea.

- ¡No lo entenderías! ¡Solo déjalo! - Gritó

- Pero... -Intenté de nuevo.

- ¡Es mi problema, es mi vida! ¡NO TE METAS!

Solo me plantee ahí y lo miré. Ninguna palabra podía salir de mi boca. Estaba tan equivocado.

Él se giró de nuevo y siguió el camino hacia el salón en el que cada jueves nos juntábamos. Yo rodé los ojos y caminé hacia allí también.

Los demás ya estaban dentro cuando llegamos. Todos sentados en su usuales pupitres. Leo arriba del escritorio y Thalia con sus pies sobre otro. La ropa de todos era similar a la que llevaban siempre, excepto la de Piper que ya había visto y aún me parecía extraño.

En el gran escritorio del profesor Brunner, yacía un pastel.

- ¿Dónde está Brunner? - Cuestionó Percy a mi lado. Algunos contestaron con un encogimiento de hombros, pero nadie dijo nada.

Estar rodeada de estas personas, era como estar parada en un lago congelado, tenso y siempre a punto de quebrarse. Una desconfianza permanente instalada que no parecía irse nunca.

- ¿Qué pasa con ese pastel? - Volvió a preguntar Percy mientras tomaba su asiento.

- Ya estaba aquí cuando llegamos. - Leo dijo sin despegar sus ojos de la torta. - Y estoy a punto de comerlo. No me importa si Brunner no aparece. Tengo hambre, la comida de las fiesta era un asco. - Nos lanzó una mirada acusadora a Jason y a mi.

- ¡Hey! - Se quejó Jason. - No es nuestra culpa. El presupuesto de fiestas es muy limitado. 

- Lo que sea. - Dijo Leo sin darle mucha importancia sus escusas. - Yo digo que comamos ese majar.

- Hay una nota. - Apunté.

Y en efecto, una hoja de papel perfectamente doblada descansaba justo atrás del pastel. La tomé y la leí en voz alta. Era solo una oración.

"¿De que sabor es?"

Nadie dijo nada por unos instantes. La confusión impresa en nuestras caras. ¿A qué estaba jugando?

- Si. - Leo puso sus pies en el piso y se encaminó hacia donde estaba. - Yo digo que la comamos y veamos.

Él tomó el cuchillo que estaba a un lado del postre para cortar un pedazo, pero Percy lo interrumpió.

- Espera. ¿Realmente quieren quedarse a comer un estúpido pastel en un salón de clases un sábado por la noche? ¿Con el resto de la escuela allí fuera? - Nos preguntó a todos. - Yo digo que nos llevemos el pastel y salgamos de aquí. 

- ¿Y a donde quieres ir? - Crucé mis brazos sobre mi pecho.

Él sonrió como si ya tuviera el perfecto lugar en mente.  Apostaba lo que sea que detrás de sus patéticos lentes de sol sus ojos verdes brillaban con entusiasmo:

- Ya verán. - Se paró todo ansioso y tomó el pastel entre sus manos. - Tenemos que tomar el autobús.

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Así que allí estábamos, nueve adolescentes sentados en un autobús hacia quién sabe donde en una noche oscura de octubre. La torta de Brunner se balanceaba en las piernas de Percy y yo solo podía rezar para que no se le cayera, pues aterrizaría en el suelo o en mi que estaba sentada a su lado.

Jason no dejaba de mirar de una forma rara a Piper que estaba del otro lado del pasillo. Ese cambio repentino de la odiosa animadora parecía haber implantado varias preguntas en su cabeza.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras tanto? - Ella le preguntó de una forma afilada al probablemente sentir su mirada quemandole la nuca. 

Todos pusimos nuestros ojos en él, quien solo se sonrojó y dijo tartamudeando que solo se había quedado pensando en cosas. Ja, si claro.

El viaje se estaba haciendo largo, las luces de la ciudad iban quedando atrás y los pocos pasajeros empezaban a desaparecer. Fue cuestión de minutos para que nos quedáramos solos con el chófer. Él nos miraba a cada rato, como si sospechara que en cualquier momento armaríamos un descontrol.

Thalia, quien estaba en el asiento de adelante nuestro, se giró y enfrentó a Percy con sus fríos ojos azules rodeados del negro delineador:

- ¿A donde carajos vamos, Jackson? - Gruñó. - Más te vale que no nos estés llevando a una de esas peleas clandestinas de las que todos dicen que participas, porque te patearé el trasero. - Amenazó. - Esos no son lugares para Jason.

Percy se rió ante eso último.

- ¿Qué? - Jason se volvió enfadado hacia su melliza. - Pero si es un lugar para ti ¿verdad? ¿Acaso peleas en luchas callejeras?

Thalia rodó los ojos y estaba a punto de contestarle, pero antes de que comenzaran a pelear, Percy respondió la pregunta que ella le había hecho.

- No vamos a hacer nada ilegal. - Luego me miró y se quitó las gafas. - Lo prometo.

Todos vieron su ojo magullado y supongo que llegaron a la misma conclusión a la que yo había llegado antes. Volvimos a hundirnos en silencio.

Creo entender ahora por qué hizo eso. Tal vez si mostraba una parte vulnerable, confiaríamos en él. A veces había que confiar para ganar confianza.

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Nos bajamos en la que posiblemente era la última parada. La ciudad estaba a kilómetros de distancia y allí, la fiesta de Hallowen tenía entretenido a toda la escuela. Era bastante tarde, pero por alguna razón no me importaba demasiado. Quería ver a donde llegaba todo esto.

Una colina se extendía frente a nosotros, metros de césped la cubrían como un manto protector y ecológico. Unas pocas farolas alumbraban algunos rincones.

- ¿Por qué esto parece el escenario de un asesinato? - Leo observó todo el lugar. - ¿Verdad que si, Di Angelo?

Nico lo miró irritado:

- ¿Cómo podría saberlo?

- Nada de asesinatos. - Aclaró Percy. - Al menos no de personas. Porque este pastel va a ser aniquilado. 

- ¿Qué estamos haciendo aquí, Jackson? - Piper preguntó. 

- No es aquí abajo. Hay que subir hasta la cima. - Eran como 100 metros en subida. - Y recuerden que ustedes me siguieron y ahora tienen que llegar hasta el final.

Él empezó a caminar hacia el tope de la colina, aún cargando con el pastel. Ninguno tuvo otra opción más que seguirlo.

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La luces a la distancia parecían estrellas en la tierra desde donde estábamos. Era magnifico. Todos nos colocamos uno al lado del otro para admirar la vista que nos ofrecía la altura. 

- ¿Sabían que estamos hechos de estrellas? - Pregunté. Un viento frío empujó mi pelo hacia atrás.

- ¿Qué quieres decir? - Thalia me miro raro.

- El 97% de nuestro cuerpo está constituido por polvo de estrella. - Expliqué. Todos se quedaron callados, digiriendo la nueva información.

- Así que... todos somos cosmo. - Dijo Piper

- Si. Somos parte de él y estamos hecho de él.

- El 97% ¿Eh? Tal vez cuando morimos nos convertimos en estrellas totales. - Ella reflexionó. - O tal vez solo no hacemos polvo. Depende de la vida que llevemos.

- Si. Tal vez.

Un cómodo silencio nos rodeo. El primero de muchos.


¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!! ¡GRACIAS POR LOS 37K!

Acerca de la pregunta del capitulo anterior... tengo 17 aunque en unos días cumplo 18. Muchos le adivinaron. Ahora ¿Cuantos años tienen ustedes?

¿Les gustó el capítulo? Déjenme saber que les pareció.

¡Tengan una linda semana!

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