III - Piper
#CuandoJuzgamos
Lean al final. Vale aclarar que todos los temas tratados en esta historia son totalmente serios, no son un chiste, por desgracia suceden.
Es acerca de todo lo que ocultamos... ¿Alguna vez alguien sabrá lo que no digo, lo que veo y lo que oculto?
Estaba acostumbrada que las personas hablaran de mi.
Había sido así desde hace mucho tiempo y actualmente no había día en el que yo no era tema de conversación.
Me gustaba o no, lo hacían. Que hablaran de ti era una consecuencia de ser popular de la que no podías escapar. Había personas que lo disfrutaban, las hacía sentirse importantes, superior a los demás, yo por el contrario, lo detestaba aunque nunca lo dije.
Podía escuchar lo que decían de mi cada vez que caminaba por el pasillo, cada vez que entraba al baño o a un salón, los murmullos de los demás me seguían por toda la escuela y yo era experta en fingir que no los escuchaba, en pretender que era lo suficientemente importante como para ni siquiera darme cuenta que hablaban, pero siempre los oía.
Era curioso como cuando una persona se vuelve algo reconocida, los demás piensan que tienen un pase directo a hablar de ellos, o criticarlos. Se quejaban de la gente popular cuando fueron ellos los que los pusieron en ese lugar en primer lugar. Nadie nacía con un documento que decía que debía ser popular, las personas eran las que hacían a otra popular cuando hablaban o la señalaban con el dedo.
En cuanto a lo que comentaban de mi, era pura basura. Rumores que comenzaban el lunes por la mañana y se extendían como piojos en jardín de infantes, para el fin de la semana todos tenían alguna nueva historia que contar sobre mi, algo que compartir en la fiesta de la noche o en la pijamada del sábado, algo que criticar todo el fin de semana y luego ser olvidado el lunes en la mañana y comenzar el ciclo otra vez.
Por supuesto, nadie se molestaba en saber si todo los rumores eran verdad, en saber si era cierto que me había acostado con cinco chicos en una noche o si en serio había robado un auto de una concesionaria. Es que si lo hacían se quedarían sin temas de conversación y eso no podía pasar. Todos opinaban de mi vida cuando ni siquiera tenían una.
Era penoso, tanto para ellos como para mi, pero al parecer no podía quejarme, porque eso es lo que conlleva la popularidad.
Diablos ¿desde cuando ser popular significaba que no tenias sentimientos?
Se que todos me odian, me tratan como si fuera la reina pero en sus ojos puedo ver sus verdaderas emociones. Aquellas que se hacen llamar mis amigas me quitarían esa corona especial que al parecer tengo si tuvieran oportunidad, y todos los que hablan de mi en los pasillos, quieren verme caer del pedestal. Pero finjo que no se nada de esto, pongo una sonrisa en mi cara y uso una actitud arrogante, porque era lo que todos esperaban.
La escuela era un circo y yo era la atracción principal.
Tiempo de volver al salón 224.
- Ahora quiero que me digan lo que piensan del resto. - Dijo Brunner.
Oh esto no iba a terminar bien.
- Debe estar bromeando. - Negó Thalia con la cabeza.
- Si, esto podría provocar una guerra. - Acordó Leo
- Depende de ustedes y lo que digan. - Brunner le contestó. - Ahora ¿Algun voluntario para que el resto diga su opinión sobre él o ella.
Típicamente nadie se ofreció. Era como lanzarse a la boca del león supongo, pero yo ya estaba adentro y tenía curiosidad sobre lo que podían decir sobre mi estando yo frente a ellos, algo que nadie se atrevía a hacer.
- Yo me ofrezco. - Salté de mi lugar, mis tacones resonaban en el silencio mientras me dirigía al lado de Brunner, sentía la mirada de todos en mi nuca, incluso la de la pequeña Hazel que desde que estaba allí no había hecho contacto visual con nadie. Apuesto a que nadie pensó que me iba a ser la primer voluntaria.
Me paré en el medio de la clase, con la pizarra a mis espaldas, desde donde estaba tenía una clara visión de todos. Sus ojos todavía estaban en mi, incrédulos. Brunner a mi lado sonrió y abrió los brazos en forma de invitación.
- ¿Quien quiere ser el primero en decir algo sobre la señorita McLean aquí?
Leo se aclaró la voz ganando la atención de todos:
- Bueno, yo creo que si estuviéramos en el medio de una tormenta de nieve, todos deberíamos ponernos junto a ella. - Dijo con una sonrisa burlona.
Sabía lo que debía contestarle, ya había jugado este juego antes, por lo que puse mi propia sonrisa burlona.
- Déjame adivinar, es porque soy ardiente. - A él pareció gustarle mi respuesta.
- No es a eso a lo que el señor Brunner se refería con dar nuestra opinión, Valdez. - Annabeth le dijo con el ceño fruncido solo ganándose una risotada de Leo.
- Creo que es ardiente, esta buena, esa es mi opinión sobre ella, nada más que decir. - Annabeth solo bufó en respuesta.
- Bueno... - Brunner escaneo la habitación buscando a la próxima persona que daría su opinión. - Señor Di Angelo, diga lo que piensa sobre ella.
Él miró a Brunner, como si debiera asegurarse que enserio lo estaba haciendo hablar y lo confirmo, luego pasó su vista a mi y me miró de arriba a abajo y de vuelta para solo decir:
- No me gusta la gente como ella.
Yo solté una pequeña risa.
- ¿Y a que te refieres con gente como yo? - Pregunté. Pero no fue Nico quien me contestó, sino Thalia.
- Falsa, manipuladora, egocéntrica, egoísta, que se deja llevar por las apariencias, que solo se preocupa por la ropa y el maquillaje que lleva. Una perra, en general.
- Si, eso. - Dijo Nico restando-le importancia.
Esta bien, Thalia era directa, decía lo que pensaba sin filtro, no importaba lo que fuera, pero yo podía decir las cosas que eran verdad, de una manera totalmente cruel. Tal vez estaba dentro del león pero también podía ser él si quería:
- Al menos yo tengo personas con las cual hablar a diferencia de ti Nico. Oh que pena el niño incomprendido. Apuesto a que odias a cada persona de esta escuela solo porque respiran el mismo aire que tu. Y si hablamos de apariencia, ¿Crees que con toda esa ropa negra que te hace tan "misterioso" vas a ser más interesante? Porque eso es lo que quieres, llamar la atención, y lo conseguiste, todo el mundo piensa que eres raro. - Terminé con una sonrisa.
- Yo no quiero atención. - Gruñó él.
- Cariño, lo estas gritando.
Nico iba contestar pero Annabeth lo interrumpió.
- Ya Nico. Ni siquiera vale la pena. Al final del día ella tendrá todo lo que quiera y ganará.
- ¿De qué hablas? - Me giré hacia ella y la enfrenté. Se sentó derecha como si estuviera lista para enumerar los defectos del gobierno o en este caso los míos. Todos los demás solo nos miraban a nosotras dos listos para ver como la esperada guerra comenzaba.
- Bueno, - empezó luego de segundos de tensión, - no creo que estés en derecho de juzgar a los demás cuando tu vida es más fácil que la tabla del 1.
- ¿Así que mi vida es fácil para ti? - No podía creer que estuviera diciendo esto. ¿Quien se creía que era?
- Si. No dudo que tu único dilema es qué es lo que usaras mañana. No tienes ningún problema, tienes lo que quieras en la palma de tu mano cuando sea. La vida está a tu favor. - La rubia concluyó con el mentón alto
No se que es lo que esperaba que hiciera el resto pero yo empecé a reír.
- Yo creo que tu no tienes derecho a juzgarme, no me conoces, aunque pienses que si, ninguno de ustedes saben nada de mi, no todo lo que ven es cierto, no todo lo escuchan es verdad, y yo no tengo porque seguir escuchando ninguna de las estúpidas cosas que digan. - Con eso último caminé hacia la puerta para luego salir del salón 224 cerrando fuertemente y dejando a todos sin habla.
La puerta de la entrada de mi casa se veía imponente en frente de mi. La madera estaba reluciente, como si hubieran estado toda la mañana sacando-le brillo, y hacía contraste con las blancas y pulcras paredes.
Miré hacia atrás, el auto plateado de mi madre estaba estacionado en los pies de los escalones de la entrada. Lancé un suspiro, esto significaba que estaba en casa.
No quería enfrentarla, no estaba de humor, pero no tenía a donde más ir y tarde o temprano la tendría que enfrentar. Ojalá hubiera sido tarde, lo suficiente para que no estuviera.
Otro suspiro resignado y empujé la puerta para entrar a la gran residencia McLean.
Al cerrar ya pude escuchar la voz de mi madre desde el recibidor, no estaba lejos y al parecer estaba hablando por teléfono con alguno de sus empleados por lo que entendí de la conversación. Genial, si no hacía mucho ruido tal vez podía llegar a mi habitación sin que me notara.
Mis planes se fueron al infierno cuando oí como mi madre se despedía y colgaba, para luego caminar como una modelo hacia donde estaba con su sonrisa perfecta, un grandioso peinado y un elegante vestido ajustado.
- ¡Piper, cariño! - Chilló.
- Hola, mamá. - Diablos, había estado tan cerca de evitarla.
Se paró enfrente mio y como siempre barrió su mirada por todo mi cuerpo analizándolo, después hizo una mueca disgustada. ¿Podía esperar más? No lo creo.
- Cariño, - Comenzó. - te he dicho miles de veces que no comas la basura que te dan en esa escuela, tienen tantas calorías.
- Si, mama. - Me resistí a decirle que no había comido en todo el día, y que nunca comía en la cafetería.
- Tienes la cara hinchada, Piper, y tus caderas anchas. ¿Haces los ejercicios que te dije? Seguro que no, tu nunca me haces caso. - Tenía que ser un tipo de broma, siempre hacía los ejercicios de los que hablaba. Se acercó a mi y tomó mi cara entre sus manos. - Hago esto por ti, cariño, un McLean siempre debe verse bien. Además si quieres verte como yo debes esforzarte. La belleza no es fácil, pero vale la pena, ya lo veras. - Yo asentí. - Ahora, cariño, ve y come la ensalada que está en la cocina y no comas los dulce de tu padre por el amor a los dioses.
- Esta bien. - Ella se despegó de mi y buscó su bolso para luego irse de la casa, antes de partir me dijo que no la esperara despierta, ni a ella ni a papá. Ja, como si lo hubiera hecho.
Cuarenta minutos después estaba en mi habitación finalmente. Había comido la estúpida ensalada de lechuga y no toqué los dulces.
El reflejo de mi en pantalones de dormir y sostén me devolvía la mirada. No podía dejar de repetir el día en mi cabeza. Las palabras de Nico, Thalia y Annabeth hacían eco en mis oídos. Ni siquiera debería importarme cualquier mierda que digan. Pero me enojaba, que pensaran que mi vida era tan fácil, no lo era, mi madre lo dijo "la belleza no es fácil", alcanzar la perfección no es sencillo, mantenerse perfecto aún menos.
Leo había dicho que me veía bien, que estaba ardiente y buena. Puras mentiras, él solo quería tirarse a alguien, quien mejor que la capitana de porristas. Mi madre tenía razón, no me veía bien, estaba ancha e hinchada, y la ensalada de verdad estaba haciendo demasiado peso en mi cuerpo.
Debía deshacerme de todo el peso posible. Rápido.
Aquí un nuevo capítulo. Ha sido un tiempo. ¡Lo siento! He estado escribiendo este capítulo por mucho tiempo así que díganme que les parece, si les gustó y eso. Sus comentarios dan vida.
Creo que hay algunos de ustedes que tienen dudas con el problema de Piper, se va a ir sabiendo más con el pasar de los capítulos y la historia, pero para aclarar puedo decir que tiene anorexia y bulimia (si se puede tener las dos cosas según lo que investigué). Como dije, vamos a saber más próximamente.
¡Gracias por leer! ¡El próximo es de Percy, Dioses!
#Piper
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