Capítulo 9

Sentí un gran dolor de cabeza conforme recuperaba el conocimiento, al abrir los ojos me encontré en una habitación con decoración medieval. Entonces recordé que había viajado al pasado con mi hermana para pasar una semana allí con ella. Me incorporé lentamente en la cama y noté que seguía teniendo la ropa con la que había venido, miré la habitación observando la decoración real de aquella época, y la verdad que me impresionó bastante.

La puerta se abrió revelando a mi hermana, quién parecía algo decaída pero su expresión cambió por una gran sonrisa al verme. Se acercó a mi y me dio un abrazo mientras revisaba mi frente, ella me contó que al ver a su amiga Dana me había desmayado por la impresión. Y quién no lo haría.

–Me alegro que estés bien. Todos se preocuparon bastante al verte caer al suelo y no reaccionar. –me comentó Lizbeth con una pequeña sonrisa. –Están todos en el salón por si quieres ir a verlos.

Antes de que pudiera responder la puerta se abrió de nuevo revelando a una niña pequeña de pelo castaño claro y ojos miel, ella sonrió a mi hermana y ésta le respondió de la misma forma. Me quedé un poco confundida ante su interacción, observé como Lizbeth la sentaba en su regazo y la pequeña me miraba con una sonrisa.

–¡Tía Eve! –exclamó la niña al verme, dejándome sorprendida.

–¿Perdona? ¿Cómo que tía? –pregunté y miré a mi hermana en busca de respuestas.

–Es mi hija, bueno, adoptiva. Y por supuesto, tú eres su tía. –sonrió Lizbeth con una sonrisa inocente. –¿Sorpresa?

–¿Cuándo pensabas decirme que tenías una hija? –inquirí haciendo que me doliera más la cabeza, hice una mueca de dolor y eso preocupó a mi hermana, quién intentó ayudarme pero me negué. –Luna debió decirme muchas cosas, todo esto es muy repentino.

–Lo lamento. Debería haberte puesto al corriente de todo antes de traerte aquí. –se disculpó con sinceridad. –Le dije a Luna que no dijera nada para que fuera una sorpresa, pero supongo que no ha resultado como esperaba.

–La verdad es que no, pero ya que estoy aquí será mejor que lo asimile con rapidez. –dije y nos quedamos en un incómodo silencio. Miré de reojo a la pequeña quién parecía confundida con nuestras reacciones, suspiré y me giré para verla. –Encantada, soy Evelyn, la hermana de tu madre.

–Ella me contó sobre ti, quería conocerte. –dijo con alegría y sonreí.

Estuve hablando con Lysandra y Lizbeth durante un rato hasta que decidí presentarme a los demás. La acompañé por el pasillo del castillo y observaba perpleja toda la decoración e incluso me detenía a mirar por las ventanas la zona que nos rodeaba, hasta el aire lo notaba diferente. Llegamos al salón y no pude evitar ponerme nerviosa, Lysandra me cogió la mano y me sonrió con inocencia haciendo que sonriera también. Cuando Lizbeth abrió la puerta me sentí en el punto de mira, todos me miraban curiosos y algo aliviados, se acercaron con sonrisas y se fueron presentando uno por uno.

–Encantada de conoceros. –dije a todos.

–Teníamos curiosidad de conocer a la hermana de nuestro querido incordio. –dijo Dante con una pequeña sonrisa haciendo que mi hermana lo mirase mal.

–Y como ves tu hermana y Dante siempre peleando. –comentó Cassandra con una sonrisa divertida.

–Supongo que eso ya será algo normal. –comenté con una sonrisa nostálgica.

El día pasó con tranquilidad y algunas risas ocasionadas por las peleas de Dante y mi hermana, ella me enseñó todo el castillo mientras me contaba cómo lo había encontrado cuando vino por primera vez, algo que prefirió olvidar. También me contó sobre Rowan y Morgana, a quién consideraba como una madre. Dana me mostró su forma en dragón y la verdad es que me impresionó bastante, pero no al punto de desmayarme como la primera vez que la vi. Me dejó acariciarla y no pude evitar emocionarme al saber que estaba tocando a un dragón de verdad, y me sorprendió aún más cuando Dana me dijo que me llevaría a dar una vuelta.

Y con eso se refería a que montara en su lomo y echara a volar, no cabe decir que me agarré todo lo que pude a ella y recé porque no me cayera. Pero la emoción de estar sobrevolando un reino medieval a lomos de un dragón ganaba al miedo que tenía.

Al regresar vi a una mujer que no había visto aún, junto con Dana en su forma humana nos acercamos y pude ver como mi hermana la abrazaba y aquella señora hacía una mueca de disgusto mientras la intentaba separar de ella, algo que me hizo sonreír divertida.

–¡Mamá! –exclamó Lizbeth con una sonrisa boba.

–No me llames así, Lizbeth. –le reprendió aquella mujer de pelo negro. Al verme sonrió y se acercó a mi ignorando a mi hermana. –Eres nueva, ¿no?

–Ella es mi hermana, se llama Evelyn. –dijo Lizbeth acercándose a mí y abrazándome con orgullo. –Ha venido del futuro para pasar unos días con nosotros.

–Encantada de conocerte, soy Morgana. –sonreí y nos dimos la mano a modo de saludo.

–Igualmente, aunque creo que mi hermana ya nos ha presentado. –dije en broma y ella rió.

Durante la cena me sorprendí ante lo que habían preparado, no era como las cenas en el internado dónde me encontraba pero no me desagradaba la idea de lo que iría a cenar. Sólo esperaba que no me sentara mal tanta comida, dado que solía cenar más ligero. Comencé a hablar con Aurora y Amelia con quiénes mejor había congeniado, sentí que alguien me observaba y de reojo pude ver a mi hermana mirándome con una sonrisa, no pude evitar sonreír también y seguir mi conversación con ambas chicas.

Las conversaciones que habían entre el resto parecieron terminar y centrarse en mí, comenzaron a preguntarme como era el futuro y a interesarse por mi vida allí. Les conté todo lo que hacía, de qué trabajaba y en la situación en la que me encontraba ahora mismo, todos ellos escucharon con interés y sorprendiéndose a veces de lo que contaba.

–A veces los enemigos los tenemos cerca de nosotros y no nos damos cuenta. –me comentó Dante tras meditar un poco lo que me iba a decir. –Ten cuidado con tus amigos, no digo que desconfíes de ellos, pero si yo estuviera en tu situación estaría alerta ante cualquier cosa.

–Y ese tal Rois no parece trigo limpio. –añadió Amelia. –Si te ha dado mala espina deberías seguir tu instinto y ser prudente con él hasta que demuestre lo contrario.

–Eso haré en cuanto regrese. Estoy preocupada porque algo le ocurra a Adara. –respondí pensando en ella y en su situación.

–Oh, no sabía que te gustaba ella, hermana. –dijo Lizbeth con una sonrisa picarona.

–No me gusta. Sólo me preocupo de su seguridad dado que me han dado ese trabajo. –comenté viendo cansada a mi hermana.

–No me puedes engañar, sé que en el fondo te atrae y...

–Liz, deja de meterte con tu hermana. Sólo lleva un rato con nosotros, deja que se relaje y cuando regrese que tenga lo que pasar. –le interrumpió Cassandra y la miré con una sonrisa agradecida.

–Hace dos años que no la veo, es normal que me interese por ella.

–Pues deberías haber venido al futuro a verme al menos una vez, y decirme en persona que te quedarías en esta época. –le gruñí y vi como su cara cambiaba a una de arrepentimiento.

Toda la habitación quedó en silencio y me sentí un poco mal al decir aquello, pero era lo que realmente sentía y no me gustaba ocultar mis verdaderos sentimientos y fingir que estaba bien. Me levanté de la mesa en silencio y me marché rumbo a mi habitación, en esos momentos quería estar sola. Caminaba por los solitarios pasillos alumbrados por las pocas antorchas que habían colgadas en las paredes e iluminados por la luz de la luna llena. Observé que había un pequeño balcón que daba al jardín interior y decidí tomar un poco la brisa nocturna antes de irme a descansar.

Estuve pensando en varias cosas durante un rato hasta que escuché unas pisadas detrás de mí, no sabía de quién se trataba y la verdad es que no me interesaba, sólo quería estar sola. Aquella persona caminó hacia donde estaba situándose a mi lado derecho, giré mi cara para ver de quién se trataba y Cassandra me sonrió con simpatía.

–Si vienes a pedirme que me disculpe con Lizbeth, te digo de antemano que no será así. –murmuré viendo el paisaje.

–No he venido a decir eso. Quiero escuchar tu versión. –eso me sorprendió pero opté por quedarme en silencio.

Nos quedamos en silencio mientras observábamos el paisaje que nos rodea, sólo escuchábamos el pulular de los búhos o las ramas moverse por el viento. Comencé a mirar a Cassandra de vez en cuando y sorprendiéndome ante lo paciente que era, comencé a pensar en la situación que tenía con mi hermana y decidí abrirme a su esposa.

–No me molesta que decidiera quedarse aquí. –comencé a sincerarme y ella me sonrió. –Me molestó más que no confiara en mí para decírmelo a la cara, allí sólo estábamos ella y yo contra todo. Después de que nuestros padres tuvieran aquel accidente nos quedamos solas, y pensé que estaríamos juntas siempre. Pensé que al menos me diría en persona su decisión de vivir aquí, pero no fue así. Me enteré por Luna y Fred cuando se presentaron en mi oficina, diciéndome que su hermana había decidido quedarse en la Edad Media con su nueva familia. Ella no será consciente de eso pero aquel día me dejó sola, cuando prometimos que no lo haríamos.

Cassandra me abrazó con cariño y ahí fue cuando noté que había comenzado a llorar, no me molesté en limpiarme las lágrimas ya que lloraba sin cesar. Le devolví el abrazo mientras seguía llorando, era la primera vez que lloraba en mucho tiempo, y aún mucho más siendo consolada por alguien. Nunca me había gustado llorar frente a las personas, no quería que me vieran así.

Cassandra se quedó abrazándome hasta que me pude relajar, le agradecí por escucharme y me marché a mi habitación, no tenía ganas de hablar o escuchar a alguien. Cuando entré a la habitación me cambié de ropa y me puse el camisón que me habían dejado, apagué las antorchas y velas que había y me tumbé en la cama esperando relajarme y dormir.

Dormí toda la noche del tirón, sólo me desperté cuando escuché ruidos que provenían del exterior. Me cambié de ropa por una que me habían dejado preparada a los pies de la cama y caminé por los pasillos siguiendo las voces, encontré a mi hermana y a los demás en el patio principal, y observé a mi hermana hablando con un soldado y otros estaban parados detrás de aquel chico. Me paré al lado de Amelia quién me sonrió y volvió a mirar lo que ocurría.

–¿Qué sucede? –le susurré.

–No tengo ni idea. –me susurró sin dejar de ver a mi hermana y al chico.

–Reina Elizabeth. –dijo aquel chico y observé como mi hermana hacía una mueca de disgusto. –Hemos encontrado algo sospechoso a las afueras del pueblo Cyros.

–¿Qué es? –preguntó interesada.

–No sabría decirle, es mejor que nos acompañe para verlo usted misma.

–Preparo a mi caballo y te acompaño.

Observé como mi hermana se dirigía hacia los establos para preparar a su caballo, Amelia se acercó a mí para decirme que fuera con ella también, junto a Eros y Hans. Seguí a Amelia hacia los establos y una vez allí me dieron el caballo que usaría durante mi estancia, noté que mi hermana me miraba a veces pero parecía indecisa sobre hablarme. No quería estar así con ella toda mi estancia en esta época, decidí entonces que durante el camino hablaría con ella para arreglar las cosas.

Salimos del castillo de mi hermana siendo dirigidos por aquel soldado, quién lideraba el camino seguido de dos guardias, luego estábamos Eros, Hans, Amelia, mi hermana, yo y otros dos soldados que nos protegían por detrás. Miré indecisa a mi hermana y noté como Amelia me alzó un pulgar, a modo de ánimo. Sonreí sabiendo que aquel gesto posiblemente lo habría aprendido de mi hermana, un pensamiento gracioso cruzó mi mente al saber que el futuro y el pasado se estaban mezclando.

–Liz. –la llamé algo nerviosa, cabalgué a su lado y ella me miró con una mirada triste. –Quisiera hablar contigo sobre lo de anoche.

–No hay nada de que hablar, tienes razón, lo admito.

–No te hagas la digna ahora y habla conmigo, hermana. –le comenté frunciendo el ceño. –Es cierto lo que he dicho, pero sé que tienes tus razones. Siento haberme comportado así.

–La culpa es mía, me centré mucho en este mundo y te dejé de lado, no lo volveré a hacer. –me miró y sonrió. –¿Hermanas de nuevo?

–Nunca hemos dejado de ser hermanas, idiota.

Lizbeth sonrió e hice lo mismo, extrañaba sus payasadas. Seguimos cabalgando junto con los demás, quiénes nos echaban miradas sonrientes al ver que habíamos hecho las paces. Algunos aldeanos nos saludaron cuando pasábamos por sus cultivos, pude ver que que querían mucho a mi hermana.

Atravesamos el pueblo comentado por aquel chico hasta llegar al lugar, allí varios soldados alejaban a los curiosos aldeanos, quiénes a regañadientes regresaron a sus quehaceres. Desmontamos de los caballos y nos acercamos seguidas del chico, cuando pudimos ver de qué se trataba, tanto mi hermana y yo nos quedamos con la boca abierta.

–Hermana... –susurré sorprendida. –¿Cómo ha llegado esto aquí?

–No tengo ni idea, pero debemos tener mucho cuidado. –comentó mi hermana viendo aquella extraña bomba, la cuál parpadeaba de un rojo enfermizo. –Tenemos que llamar a Luna de inmediato.

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