Capítulo 22

Maratón 2/2

No sé cuánto tiempo he estado aquí encerrada. ¿Días, semanas, meses? Es difícil saberlo.

En el tiempo que Rois me ha mantenido aquí encerrada siguió torturándome para su diversión, pero siempre le sonreía haciendo que se enfadara. Si hay algo que nunca le daré será el sentimiento de que me ha ganado.

Mi ropa estaba ensangrentada debido a los golpes o cortes que Rois o sus matones me proporcionaron. Algunas heridas estaban cicatrizadas y tenía otras nuevas, mi pierna izquierda estaba rota ya que no la podía mover. En este tiempo seguía negándome a comer o beber, algo que me perjudicó a mí pero no tanto como pensé, no sentía casi hambre ni sed pero no sabía el porqué.

Lo único que sentía era que estaba más cansada cada vez, por lo que pasaba mi mayor parte del tiempo inconsciente sin saber qué ocurría alrededor mío.

Aquella noche era como las demás, mi cuerpo estaba adolorido y no respondía a lo que yo quería. Cerré los ojos imaginando que estaba con mis amigos y todo estaba bien, estaba durmiéndome cuando escuché como la puerta se abrió. Con la poca fuerza que tenía para mantenerme consciente vi como Nathan entró junto con unos objetos.

Mantuve mis ojos entrecerrados para evitar que notara que estaba despierta. Vi como Nathan me miró apenado, conectó un fino tuvo a una bolsa con un líquido transparente y en la otra punta una aguja, la cuál conectó a mi brazo. Ahí me di cuenta de que me estaba dando comida vía intravenosa, tenía tres bolsas más las cuales usó todas.

Cuando terminó recogió todo y sin decir nada se marchó. No pude evitar pensar el porqué Nathan me estaba ayudando, pero seguía siendo alguien a quién debía detener y mandar a prisión por intento de homicidio en varios grados.

* * *

Cada día me encontraba más débil pese a que Nathan me alimentaba todas las noches.

La rutina era la de siempre; Rois junto a sus matones venían para golpearme y amenazarme para divertirse y luego me dejaban a mi suerte, lo que más le incordió a Rois fue el hecho de que no me muriera de inanición, señal de que Nathan lo hacía a escondidas de él.

Nathan también me intentó curar algunas heridas, al menos las más graves. En la pierna izquierda me puso un cabestrillo por dentro del pantalón para que se fuera curando o al menos eso pensaba. No me curó las heridas más recientes para evitar sospechas con Rois.

Aquella mañana, Rois se marchó tras terminar de golpearme, esta vez con un látigo. Sentí como mi cuerpo ardía, escupí algo de sangre aún sintiendo el sabor metálico en mi boca. Pese a que Nathan me curaba y alimentaba, cada vez me sentía más débil y pasaba más tiempo casi inconsciente.

Hacía unos días que había perdido la esperanza de salir de este lugar, sentía el cuerpo pesado y casi parecía un milagro que siguiera con vida. Comencé a pensar en lo estúpida que había sido con Adara, tendría que haberle dicho la verdad y tal vez haberle dicho lo que sentía. Ahora me moriría sin experimentar lo que es el amor de pareja. 

También comencé a pensar en mis amigos, y en cómo les había mentido sobre mi verdadero trabajo. Y también en mi hermana, tal vez tendría que haberle pedido a Luna hace tiempo que me dejara visitarla para estar con ella, y no sólo depender de ella para que viniera cuando yo tenía las herramientas para poder ir a la Edad Media.

Quería haber hecho más cosas; estar con mi hermana, pasar tiempo con mis amigos, sincerarme con Adara. Pero todo eso parecía cada vez más lejano.

La habitación se encontraba en silencio como el resto de días, hacía tiempo que no oía ningún ruido que no fueran las voces de aquellos hombres, la risa de Rois o el silencio que había en el lugar.

Estaba cansada, muy cansada. Comencé a cerrar los ojos debido al sueño hasta que comencé a escuchar gritos tanto de hombres como de una chica. Resistí el impulso de dormirme para prestar atención a los golpes que se oían junto a los gritos.

–¡Devolverme a mi hermana, cabrones de mierda!

¿Esa era mi hermana?

Comencé a oír como los golpes se acercaban más hasta que derribaron la puerta abajo. Pude ver a mi hermana bastante enfadada y en sus manos estaba el cuerpo de unos de los dos matones, lo tiró a un lado y al verme se sorprendió.

La verdad es que estaba hecha un desastre, mi ropa sucia y con sangre añadiendo las heridas que tenía en todo el cuerpo, algunas ya curadas y otras más recientes. Lizbeth se acercó a mi para abrazarme, sentí sus lágrimas caer en mi hombro y no pude evitar llorar también.

–Siento mucho haber tardado tanto. –dijo entre lágrimas y se separó de mí. –Vamos a sacarte de aquí. ¡Fred!

–¡Voy!

Fred apareció con ropa negra y algunas armas en su cinturón, se agachó a mi para sonreírme y soltarme de los grilletes. Por primera vez en semanas pude bajar los brazos, y noté un gran alivio aunque mis muñecas estaban rojas y con algunos cortes.

Cuando me liberaron por completo, con ayuda de mi hermana me subió a la espalda de Fred, de quién me sujeté con la poca fuerza que tenía. Apoyé mi cabeza en su hombro mientras comenzaba a relajarme, esto parecía un sueño.

Lizbeth me comentó que habían venido con gente de la Organización cuando me localizaron gracias a una llamada anónima. Conforme salíamos de la casa pude ver a todos mis raptores en el suelo, algunos inconscientes y algunos muertos.

Justo cuando salimos al exterior, Rois apareció con una pistola en sus manos y nos apuntó. El resto de compañeros de la Organización le apuntaron pero él les amenazó con dispararme, a lo que Fred ordenó que bajaran las armas. Rois nos miraba con odio y con una sonrisa torcida.

–Entregadme a Evelyn. O mejor, ambas hermanas morirán juntas. Que bonito, ¿no?

Lizbeth miró con odio a Rois mientras él cada vez apretaba más el gatillo, lo que nadie vio venir fue que Luna caminara hacia Rois con una tubería de metal, golpeándole en la cabeza y dejándole inconsciente en el suelo, comenzando a sangrarle la sien.

–Esto te pasa por meterte con mi hija, cabrón.

Fred, Lizbeth y yo la miramos sorprendidos al igual que el resto de soldados, quiénes al reaccionar se acercaron para esposar a Rois y llevarlo a un furgón blindado. Sonreí al ver a Luna pero comencé a sentirme cada vez más débil hasta que cerré los ojos.

Lo último que escuché fue a mi hermana gritar mi nombre.

Podía escuchar algunos murmullos como si estuvieran lejos, sentía el cuerpo pesado y cansado pero no tanto como cuando me rescataron. Comencé a abrir los ojos pudiendo ver que me encontraba en una habitación de hospital, ¿otra vez?

Me desperté por completo llamando la atención de Lizbeth, Luna y Fred, quiénes estaban en la habitación, me di cuanta que tenía un suero en mi brazo, seguramente me habían dado vitaminas por vía intravenosa. Mi hermana no dudó en abrazarme mientras repetía lo contenta que estaba por haber llegado a tiempo, Luna y Fred me miraban con sonrisas y parecían estar muy aliviados.

–Se tiene que dejar hacer costumbre el hacerme ir al hospital. –dije en broma haciéndoles reír. –¿Qué pasó? ¿Cómo me pudieron encontrar?

–El día que estuvimos en el parque seguiste a un hombre, luego no supimos nada de ti y alertamos a Luna. –comenzó a explicar Lizbeth sentándose en una silla al lado de mi cama, mientras Luna y Fred se mantenían de pie. –Estuvimos buscándote e intentando rastrear tu móvil pero nos era imposible. No tuvimos otra opción que avisar a los señores Zarco, cuando lo hicimos estaban Adara y los demás, así que también lo supieron.

–El señor Zarco quería mandar a los mejores militares a rastrearte pero nos opusimos. Es por eso que durante las tres semanas y medias que estuviste desaparecidas estuvimos buscándote por toda la ciudad y los alrededores, pero sin ninguna pista.

–Fue interesante ver a Adara muy preocupada por ti, por lo que sé, no quería comer hasta que te encontráramos y se culpaba a sí misma por lo que te había ocurrido. –opinó Lizbeth haciendo que la mirase, eso no me lo esperaba.

–Seguimos buscando por todos lados hasta que recibimos una llamada anónima dando el lugar donde estabas. El cuál se encontraba en la ciudad de al lado en un antiguo búnker abandonado. –explicó Luna y le presté atención. –Y bueno, el resto ya lo sabes.

–¿No sabéis quién fue el de la llamada? –pregunté y observé como los tres se miraron. Luego, Fred fue el que me lo contó.

–Fue Nathan. Él fue el que nos contactó y nos dio la pista final para encontrarte. Pero no te preocupes, tanto Rois como él están en la cárcel más segura del país, de ahí no saldrán hasta dentro de veinte años.

Les estuve contando toda mi experiencia en aquel lugar, y de como Nathan fue el que me curaba y me alimentaba por las noches, eso sorprendió a Fred y Luna pero mi hermana insistió que ese buen acto no tapaba todo lo que me hizo.

El mismo doctor que me atendió las otras veces me comentó que había estado inconsciente durante cuatro días, al parecer mi pierna izquierda seguía rota pero había comenzado a curarse, los cortes y hematomas que tenía por el cuerpo seguían curándose lentamente y por suerte no tenía ninguna costilla rota. Tan sólo me faltaba agua y comida, y que entre todo el cuerpo no había aguantado y por eso me quedé inconsciente. También me comentó que con algo de reposo y rehabilitación, podría volver a andar normal en unos meses.

–El alta te la daremos en una o dos semanas, depende de como evoluciones. Y por favor, ten más cuidado. No había visto al mismo paciente tantas veces. –comentó en broma haciéndome reír.

Estuve con ellos hablando hasta que llegó la hora de despedirse, me dijeron que mañana volverían para estar conmigo, y que seguramente vendría Jason y los señores Zarco. Algo que me tuvo nerviosa.

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