𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 ❶

Narra Orquídea

—¡Te he estado hablando desde hace una hora, Orquídea!—grita mi padre azotando la puerta de mi habitación.

Cubro mis ojos con mi brazo para que la luz no me pegue.

—¡Ya voy, padre!—digo bostezando.

—¡Que vayas a desayunar, dije!—vuelve a gritar—¡Si se te enfría el desayuno no te lo voy a calentar!

Me siento y estiro mis brazos. Me levanto y lo primero que hago es abrazar a mi padre.

—Se dice buenos días, pero gracias por el desayuno—digo sin despegarme de él.

Me da tres palmadas en la espalda y me separo de él. Le sonrío, suspira y me sonríe de vuelta.

Me agarra del brazo y me jala hasta el comedor, que queda relativamente cerca de mi habitación. Ya que mi casa no es muy grande, que digamos.

Veo salir a Persefone de la cocina con un vaso de agua. Me ve y saca el dedo de enmedio.

—¿Mi padre no te había corrido?—pregunto sarcástica.

—¿Tú no deberías tener ya una casa propia, mestiza?—dice molesta.

—Orquídea tiene razón, ¿no te había corrido?—dice mi padre defendiéndome.

—Solo vine a despedirme , me voy a ir a la tierra mundana...—dice tragando saliva.

—Pues despidiéndote no estás...—digo sentándome en una silla.

Mi padre me da un zape y se sienta en una silla junto a mí.

Lo miro mal y me sobo la cabeza. Vuelvo a verla a ella y le saco la lengua.

—Orqui, ¿quieres que te traiga tu desayuno?—dice mi papá susurrando-me en la oreja.

—Sí, por favor—respondo abrazando su brazo.

Se levanta y va a la cocina, Persefone lo sigue y yo aprovecho para ir al baño a lavarme la cara y las manos.

Narra Hades

Agarro un plato de vidrio y empiezo a servir el omelette con sus respectivas salsas.

Persefone se me acerca pero no le pongo atención.

—¿Cómo es que puedes tener a esa sangre impura aquí?—dice molesta— ¿No te das cuenta de que nos traicionaste?

—No traicioné a nadie, Perse. En el Olimpo, todos son unos hipócritas.—le digo viéndola a la cara—¿Acaso ya no recuerdas que tu madre te crío en el mismo lugar de dónde ella es?

—¿De qué lugar hablas?—dice haciéndose mensa.

—La tierra...—susurro acercándome a ella.

Abre la boca, pero antes de que pueda decir algo me llevo el plato a la mesa.

En eso veo como Orquídea sale del baño. Le sonrío y regreso a la cocina para servirle un vaso con leche.

—¡Pa!—grita Orquídea desde el comedor.

—¿Mande?—grito de regreso.

—¿Ya desayunaste?—pregunta preocupada.

—Sí, hija. No te preocupes—digo sirviendo leche en un vaso.

Empiezo a caminar de nuevo a la sala, pero Persefone me detiene.

—¿Qué quieres?—le digo ya molesto.

—Solo piensa en qué traicionaste a tu gente...—dice tranquila.

No le digo nada y camino a la sala. Pongo el vaso en la mesa y me siento.

—Gracias—dice Orqui.

—No es nada, mi niña hermosa...—digo suspirando.

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