•54: Viaje de morada
Avanza la noche, pero no es un acto que pueda preocupar al azulado. El sitio se vuelve tenebroso, para la tarde no sabe cómo alguien podría sentirse bien en una habitación con poca iluminación y una clara desdicha en el intento por hacer ver un sitio alegre...como fuese, Sonic se interrumpe a sí mismo y sus ideas cuando corre hacia la ventana y decide cerrar las cortinas, parece que hay vecino discutiendo en el pasillo.
Intentando ayudar, empieza a mover los textos y libros que previamente el azabache estaba ¿Reorganizando? ¿Acomodando? Como fuese, no le gusta pensar que en cuanto Shadow se recupere tenga que ponerse a trabajar.
Nunca ha visto textos por montón. No todos son libros, hay mucho cuaderno y no únicamente escolar o de materias que datan de tratarse académicos, son una especie de popurrí, y si es que tienen un orden en particular por tema o carátula, siente incomodidad de creer hacerlo mal. Opta por empezar a separar libros de libretas, poniéndolos todos en el escritorio. Luego, las libretas las separa entre escolares y personales, y los libros algo igual: divide textos académicos de literatura popular.
Va y viene de pie, y no ha sido atormentado por lo que se le conoce bien a él: la curiosidad, pero...no encuentra el sentimiento de parar cuando hojea un texto en particular que tiene la cubierta totalmente negra mate, forrada en una especie de piel sintética con ligeros remaches.
-...¿Un diario de sueños? -murmulla al abrir con intención culposa por el centro de la libreta, retrocediendo páginas al no ver nada escrito con las yemas de sus dedos; eso hasta que topa con texto bastante denso y que, dando una vista al azabache todavía dormido en su cama, se prepara para leer rapido:
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¿Has sentido tanta paz en un sitio desconocido y lúgubre? Miraba alrededor como si aquella superficie tuviera una textura familiar, como si esa estadía ya la hubiera experimentado en otro momento...
Un olor limpio pero amigable, una sustancia verduzca y amarilla estaba en todo mi cuerpo y no me incomodaba, mas bien, era como si estar en aquella posición y sitio, en esas circunstancias, fuera la mejor de las pesadillas que pude haber tenido.
Estaba con los pies cruzados, cosa curiosa porque, a pesar de no verme bien ciertas partes de mi cuerpo, intuía que me encontraba desnudo. Una brisa pegaba y el sitio parecía cerrado, no era al aire libre 100%. Dentro de mi ignorancia yo me decía a mí mismo que todavía faltaban cosas por hacer, que estaba perdiendo mi tiempo de tan solo estar allí, sentado, dejando que el tiempo trascurriese...
Dentro de mis piernas, en ese espacio de suelo negruzco con puntos morados tenía unas jeringas, un bisturí y lo que no eran tijeras y cuchillos cualquiera, eran...no sé lo que eran, pero estaban empapados de ese mismo líquido viscoso, al igual que yo.
Segui en lo mío tras esa pausa mental. Tomé uno de los pequeños cuchillos y abrí mi muñeca alrededor de 15cm. Me encantaría describir eso con palabras... tan liviano y sencillo, exquisito y sutil, maleable pero sociable...es eso, esa sensación que me provocó todo ello. La brisa entró por debajo de la piel y no existía un dolor agudo o una queja molesta, por el contrario era...una libertad masoquista sentir como mi mano comenzaba a dormirse, mientras divisaba todo el tejido nervioso y la carne rojiza mezclarse con la otra sustancia, escurriendo ambas por todo mi brazo...
Hice lo mismo con la palma de mi mano. Cada vez que algo cortaba mi piel bajo mi mando era primoroso, era reconfortante, no quería detenerme...tenia ganas de diseccionar todas y cada una de mis partes de pelaje que estuvieran disponibles. Y luego, como si fuera una salchicha, tomé unas de esas tijeras y corté mi dedo anular, luego el medio, y el meñique. El hormigueo era fascinante. Todo era fascinante, me deleité con esa sangre que seguía escurriendo y llenando hasta por debajo de cola, donde fuese que estaba sentado.
No podía ver mi pelaje, ni tampoco mi abdomen, pero por alguna razón, sabía lo que hacía. Con una de las jeringas me inyecté lo que fuese en mi yugular, mientras lo espeso me hacía arder el cuello y gemir con molestia gustosa. Solo recuerdo que, pasé a sacar mi lado aún mas visceral, metiendo mi mano en mi pecho. Ya había hecho una hendidura, la cual no tengo idea de cómo fue, pero la hice. Y mis dedos surcaban el manubrio y el cuerpo del esternón, aprentando la carne y haciéndome llorar sin un dolor aparente.
Sí, empecé a llorar, pero empecé a llorar gososo, feliz...algo estaba llegando, estaba llegando a la muerte, y me encantaba el trayecto, me encantó como lo estaba sintiendo en esas últimas horas complacientes...
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Cierra sus ojos y tapa la libreta con fuerza, sintiendo cierta repugnancia por haber leído aquello, no le quedan ganas de seguir husmeando...
No en ese cuadernillo.
Pasa tres libros con los que ya ha tenido contacto: Mi vida un mes, sé lo que piensas y Villain. Toda esa literatura que siente le ha cambiado la vida, le ha prestado destellos a su existencia cuando más necesitó distraerse...era una caricia a su juventud.
Todos esos textos los comienza a reorganizar en la parte superior del librero, empezando por tamaños y luego por grosores. Tiene la suficiente paciencia para hacerlo ver fácil, sin ningún tipo de astenia, como se nota que no está asistiendo a clases universitarias. Vuelve a tocar el tema de las libretas, pero esta, una en particular que parece más pequeña y con hojas de colores es...una vez más, su perdición.
Abre esta vez en las primeras páginas, no lo deja tan al azar. El texto escrito en tinta roja y con aparentes tachaduras solo le hacen pensar que de trata de un borrador, y más si su letra está mas "inteligible" de lo normal:
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Era el comienzo del clásico cliché de eventos desafortunados; como un maremoto de sensaciones desagradables que suceden de forma revuelta y colosal. Una hilera de momentos que son caóticos y d̶̶e̶̶s̶̶a̶̶r̶̶r̶̶e̶̶g̶̶l̶̶a̶̶d̶̶o̶̶s̶ desordenados en la vida meneada de una joven promedio, pues al final era una más, una chica ( Chica, joven, ¿estudiante? ) más dentro del mar de Mobians que existe y vive en ese espacio delimitado por fronteras.
Respirando el aire turbio ̶̶̶̶̶̶ s̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶u̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶c̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶i̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶o̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶,̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶ ̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶a̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶s̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶f̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶i̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶x̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶i̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶a̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶n̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶t̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶e̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶̶
nuestra joven (-¿mujer?-) toma su camino vespertino y rutinario hacia su lugar de estudio, u̸n̸o̸ e̸n̸ e̸l̸ q̸u̸e̸ m̸á̸s̸ d̸e̸ 2̸0̸ c̸o̸m̸o̸ e̸l̸l̸a̸ s̸e̸ p̸r̸e̸p̸a̸r̸a̸ p̸a̸r̸a̸ l̸o̸ m̸i̸s̸m̸o̸,̸ p̸a̸r̸a̸ d̸e̸s̸g̸l̸o̸s̸a̸r̸ y̸ s̸e̸r̸v̸i̸r̸ e̸n̸ s̸u̸ p̸r̸o̸f̸e̸s̸i̸ó̸n̸ d̸e̸ r̸i̸v̸a̸l̸i̸d̸a̸d̸ a̸l̸t̸a̸ c̸o̸m̸o̸ c̸u̸a̸l̸q̸u̸i̸e̸r̸ o̸t̸r̸o̸ e̸s̸t̸u̸d̸i̸a̸n̸t̸e̸ q̸u̸e̸ i̸n̸c̸l̸u̸s̸i̸v̸e̸ v̸a̸ m̸á̸s̸ a̸v̸a̸n̸z̸a̸d̸o̸ q̸u̸e̸ e̸l̸l̸a̸ e̸n̸ t̸i̸e̸m̸p̸o̸ d̸e̸ e̸s̸t̸u̸d̸i̸o̸,̸ d̸e̸ s̸e̸m̸e̸s̸t̸r̸e̸s̸.̸ (con irrelevancia, ¿se omite o se queda?)
El vacío dentro suyo crece, un espacio entre sus vísceras que no es comparado con el clásico sentir de vómito; se trata de un aire espiritual de no pertenencia que, de vez en cuando, incrementa en unos días y en otros no. La profesionista continua con su charla de estudio mientras ella, cual bulto sentado a la fuerza, (bulto, ente, ausente, no sapiens, sin calidad de convicción) logra evadir todo lo que sus orejas escuchan y no comprende.
̶E̶̶l̶̶l̶̶a̶ ̶n̶̶o̶ ̶c̶̶o̶̶m̶̶p̶̶r̶̶e̶̶n̶̶d̶̶e̶ ̶n̶̶a̶̶d̶̶a̶ ̶p̶̶a̶̶r̶̶a̶ ̶e̶̶s̶̶e̶ ̶d̶̶í̶̶a̶̶;̶ ̶¿̶̶p̶̶o̶̶r̶ ̶q̶̶u̶̶é̶ ̶e̶̶s̶̶t̶̶á̶ ̶a̶̶h̶̶í̶̶?̶ ̶¿̶̶C̶̶ó̶̶m̶̶o̶ ̶p̶̶u̶̶d̶̶o̶ ̶l̶̶l̶̶e̶̶g̶̶a̶̶r̶ ̶h̶̶a̶̶s̶̶t̶̶a̶ ̶e̶̶s̶̶e̶ ̶d̶̶í̶̶a̶̶,̶ ̶e̶̶s̶̶e̶ ̶t̶̶i̶̶e̶̶m̶̶p̶̶o̶̶,̶ ̶e̶̶s̶̶a̶ ̶c̶̶i̶̶r̶̶c̶̶u̶̶n̶̶s̶̶t̶̶a̶̶n̶̶c̶̶i̶̶a̶̶?̶ ̶¿̶̶C̶̶ó̶̶m̶̶o̶ ̶e̶̶s̶ ̶q̶̶u̶̶e̶ ̶n̶̶o̶ ̶s̶̶e̶ ̶h̶̶a̶ ̶d̶̶a̶̶d̶̶o̶ ̶p̶̶o̶̶r̶ ̶v̶̶e̶̶n̶̶c̶̶i̶̶d̶̶a̶̶?̶ (¿Interrogantes o ruptura de cuarta pared?)
Es un día de esos en el que la corriente de sucesos se la lleva y ella, no pretende sobrevivir a esa tragedia.
*Detalle de conjugación verbal.
*¿Narrador omnisciente?
*Capítulos cortos.
*Sucesos cortos y rápidos.
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Ahora, su estadía de intruso se vuelve a elevar, porque, ¿por qué tendría que detenerse a husmear de aquel modo? Ya no se trataba solo de uno de sus escritores favoritos, sino de la persona que le gusta, el compañero conocido de la licenciatura, ¡era una locura! Y dentro de esa locura existía el palpitar de tener que tomar una decisión que, no es que iba a perjudicar en Shadow directamente, sino en él y su misma estabilidad emocional.
Sonic toma otra libreta, esta se vislumbra más personal, por el cuidado y uso aparentemente reciente que tiene. Es de las que está por encima de la laptop y cerca de su mochila...es la ultima que falta por acomodar, incluso. 《Por supuesto que no debes...no debes》 se reprime a sí mismo. Nunca imagino estar aún más en el íntimo y solitario cuarto de su conocido, en la cueva de alguien. Aquel viaje que ha pegado a la morada del vetas rojas le está resultando provecho para sí mismo y es que quizás, deba de echar un último vistazo para cumplir o cerrar toda expectativa.
En esa nueva hojeada, recuerda con suspenso la ocasión en la que Shadow le advirtió algo con dotes de enigma y es, que podría encontrarse con palabras que no son para él, ¿Qué realidad es aquella que no se supere en la ficción? La de que un escritor debe tener distintos temas conspirativos, probablemente.
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¿Qué deseo escupir si estoy vacío? La mirada de mis pensamientos están dirigidos a un mundo inexistente que busca ser la salvación del futuro atroz que dia con dia se siente más claro...mas palpable para una joven que no entiende por qué su único pecado debe seguir siendo el vivir.
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Era una sucesión de textos intercalados, unos más cortos y otros mas largos. Hay hojas que tienen fecha y otras que no. Aquí si que el ojo verde no nota patrón, pero si una leve soltura emocional...más real.
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Me he perdido. Revisar mi rostro es revisar un sitio de hendiduras y huecos vacíos; otros cuantos, llenos de sustancias y artimañas que no me representan ni de poco. Me he perdido, pero, ¿es algo malo? Debo reconstruir cada pieza de mis encantos, cada espacio de pensamientos muertos, cada rincón envenenado de ideas negativas para revivir el sentir de la vida que poco estoy actualmente acostumbrada a probar...
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Se va más al presente, saltando muchas hojas y fechas que están representadas como antiguas. Vuelve a mirar más atento pero antes de proseguir se recarga en el filo del escritorio, con la cama al frente y su compañero erizo aún recostado meneandose de pronto entre suspiros que resultan alarmantes para el joven incauto que sigue merodeando en la intimidad de su platónico:
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Había dejado de leer tus líneas, esas que llenaban de terror mis orbes por encontrarte de cerca, que herían con tan solo resonar entre mis dientes. Ahora leer tus líneas duele, como la fría noche en la que nos despedimos y palpé tu horror de sentirte solo, idiota; alejarte de lo único que podía representar el sufrir de tu texto...y que ahora se convirtió en nuestro, mutuo.
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Fantasear en qué algo puede ser para él es de locos, inocente halago que ya no recibirá por el momento, no si tanto ha sido su confusión con el comportamiento visceral y voluble de azabache:
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Cuando lo real ya no es lo que era, la nostalgia asume su significado completo, por ello...como deseo que dejes un momento el cielo para que vengas a brindarme consuelo, un abrazo corto pero necesario para sentir que todavía no es mi momento de partir contigo.
No eras eterno, más lo es el recuerdo de nuestras vivencias, de tus enseñanzas y tu virtud y sé que me lo pides desde tu nostalgia, por eso me repito cuando duermo que no importa lo duro que empuje el mundo en contra, dentro de mi hay algo mejor empujando de vuelta.
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Su corazón derrama zozobra, la clemencia de una persona no ha sido sentida tanto en un texto, no para él. No quiere llorar y verse mediocre, pero no entiende el por qué de pronto su pecho se ha achicado con el suspiro doloroso de un texto, palabras sobre papel en un instante de agonía.
Cierra el cuaderno y lo pone hasta la parte derecha del librero. Despeja con distancia y si, ha terminado de acomodar esos textos que previamente Shadow empezó a dejar por allí hace unas horas.
Tampoco se tiene que sentir desesperado: cuando vuelve a la cama, con la lentitud y el cuidado de no despertar a su anfitrión, se topa con la total casualidad de inclinar y mover un poco el colchón para que este se enderece con ayuda de sus manos sobre si. Pega una exhalación inherente y se recarga mirando todavía hacia el colchón, en esa posición boca abajo que parece le deja factura en la torcedura de su cuello.
El ojo carmín despliega un bostezo, sus comisuras se tensan por rechinar sus dientes; pero sin problema de verse desatento en lo que hace, voltea a su derecha topandose con el erizo azul:
-¿Aún sigues aquí? Vaya, no esperaba que...-Gira hacía la ventana. Las cortinas están corridas, el bochorno se siente en el cuarto y la luz de esos focos le dan las respuestas antes de que Sonic hable-. ¿Ya es de noche? ¿Por qué no te has ido a tu departamento? Tiene horas que me dijiste que tenías que ir a acomodar tus cosas.
-Bueno si, tienes razón, pero...no lo sé -Encogiéndose de hombros, entrecierra sus ojos con una sonrisa de oreja a oreja, ingenua para su clásico comportamiento-. Me pareció más divertido acomodar tus cosas que las mías, o eso creo.
Tras oírlo, se gira sobre la cama siendo testigo de la veracidad de su historia: Ya no hay libros ni libretas, su escritorio está despejado y su buró igual. Siente una enorme curiosidad por saber el resultado y se pone de pie tambaleando un poco por sentirse aún somnoliento.
Sonic le sigue en su curiosidad, viendo que el vetas rojas no parece estar ni contento o molesto por lo que hizo, es más, su clásico y único rostro que parece tener para todos los hechos es el que está allí, viendo de arriba a abajo el librero.
-De acuerdo...si, quedó bastante bien. Gracias -Su gesto de ahora es en realidad distinto, puesto que una de sus cejas se ha levantado y la comisura derecha de su rostro se ha visto subir un poco...¿Esa era acaso la muestra de la felicidad y gratitud para él?
-Vale. Ahora si que creo eh...ya tengo que irme después de esto. Espero que...que te sientas mejor, Shadow y...llámame, ¿sí? Por favor...-Responde cabizbajo, notandose no querer dejarse engañar por esa tonta excusa que puso hace horas por intentar alejarse de su mal temperamento.
-No, tú háblame a mí, para saber que llegaste bien a tu departamento -Toma su mochila y le ayuda a ponérsela en la espalda. Luego sujeta uno de sus hombros y ambos se quedan quietos mirándose sin hacer ninguna otra acción...no quieren verse incómodos en ello pero...-. Y...y si tu quieres te...te veo mañana, ¿Vale? Solo si no tienes planes y eso quieres.
-Sí, eso quiero, pero, ¿Podrías hablarme si necesitas algo? No importa como, cuando, donde...si crees que tu pluma y tu muñeca no son suficientes para expresar lo que te ahoga en el pecho...solo háblame, ¿sí? -Sujeta sus dedos, elevando su mano izquierda hasta su pecho y sintiendole fría-. Cuídate de esos nudos en la garganta que te impiden confesar algo: el silencio siempre termina asfixiando al corazón.
No tiene palabras para responder. Shadow observa mudo y tiritante al peliazul, quien se conserva incómodo por, quizá, aprender últimamente a hablar y decir las cosas sin tanto pensarlas...haciendo que sus pensamientos y opiniones valgan, como alguien le enseñó en ese instante.
Esa incomodidad se disipa en el centro de la habitación, cuando su compañero oscuro le contesta con un abrazo inesperado, con su rostro sumergirse ligeramente en el hombro, relleno de un "gracias" que no podrá salir de sus labios en el periquete, pero que se aprenderá a pronunciar con el tiempo.
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