capítulo dos
Seungmin 🌞
Sabía que necesitaríamos servicio de cable e internet en la casa para estudiar y mantenernos conectados, así que mi papá se aseguró de organizar la instalación con anticipación. Un par de días antes de mudarnos, llamó a la compañía de telecomunicaciones para agendar una cita. La operadora, con una voz monótona y rutinaria, le indicó que podrían enviar a un técnico al día siguiente de nuestra llegada, lo cual le pareció perfecto.
El día de la instalación, mi mamá se despertó temprano, ansiosa por dejar todo en orden. El aire fresco de la mañana se colaba por las ventanas, haciendo que el ambiente se sintiera menos sofocante que la noche anterior. La casa seguía sintiéndose extraña y desconocida, y la llegada de otra persona, aunque solo fuera un técnico, me parecía una oportunidad para romper la soledad que hasta entonces había predominado. La emoción de lo nuevo era palpable, pero también había una tensión latente en el ambiente.
Desempolvé algunas cajas mientras esperaba, tratando de hacer la casa un poco más acogedora. Los muebles estaban aún cubiertos con sábanas, y las paredes, desnudas, parecían gritar por un toque personal. Mientras movía algunos libros de una caja a la estantería, mis pensamientos seguían regresando a la sensación de que no estábamos solos en esta casa, una intuición que no podía sacudirme.
Cuando llegó el técnico, un chico llamado Jeongin, se presentó cordialmente y se puso manos a la obra de inmediato. Era joven, con una sonrisa fácil y un aire profesional que inspiraba confianza. Mientras él trabajaba, mi mamá aprovechó para hacerle algunas preguntas sobre la zona, los vecinos, y especialmente, sobre la historia de la casa. A pesar de no ser muy hablador, Jeongin mencionó que la casa tenía cierta reputación en el pueblo, lo que avivó mi curiosidad.
—Dicen que hace años vivió aquí una familia —comentó Jeongin con cierto aire de misterio, mientras ajustaba los cables detrás del televisor—. No sé mucho más, pero parece que la gente evita hablar de ellos. Algunas historias hablan de desapariciones misteriosas, pero claro, ya saben cómo son los rumores en los pueblos pequeños.
Sus palabras me dejaron pensativo y alimentaron aún más mis sospechas de que había algo inusual en mi nuevo hogar.
Mi papá, intentando restar importancia al comentario de Jeongin, le preguntó sobre el servicio de internet y cualquier problema técnico que debiéramos anticipar. Mientras tanto, yo estaba absorto en mis pensamientos, tratando de recordar si había visto algo extraño desde nuestra llegada. La atmósfera de la casa me parecía más cargada con cada segundo que pasaba.
Con la instalación finalizada, agradecimos a Jeongin por su trabajo y nos quedamos solos nuevamente. Aunque nos dejó su número de teléfono por si alguna vez necesitábamos ayuda, normalmente se encontraba en el pueblo, lo que significaba que cualquier emergencia debía ser atendida con prontitud.
Cuando Jeongin se marchó, el silencio volvió a asentarse sobre la casa, más pesado que antes. Miré a mis padres, y estos estaban absortos en buscar que ver en la televisión.
Salí de casa y me puse mis audífonos, dejándome llevar por la música de wave to earth que fluía a través de ellos. Era un día despejado, y el aire fresco y limpio del campo era un agradable cambio respecto al bullicio y la contaminación de la ciudad. Sin un rumbo fijo, comencé a caminar, disfrutando de la sensación de libertad que ofrecían los amplios espacios abiertos.
La casa estaba rodeada de un paisaje verde y ondulante, con colinas suaves y árboles dispersos que ofrecían sombra en los días calurosos. Había otras casas en las cercanías, pero cada una guardaba una respetuosa distancia, lo que otorgaba una sensación de aislamiento reconfortante y, al mismo tiempo, algo inquietante.
A medida que avanzaba, mi mente vagaba por los eventos recientes. Traté de sacudirme la sensación de incomodidad que esos pensamientos provocaban, concentrándome en la música y el paisaje.
Al girar en una curva del camino, vi a un joven sentado en una banca que estaba justo debajo de un frondoso árbol. Al acercarme, levantó la vista de su libro y me dió una sonrisa amistosa. Parecía de mi edad, con una complexión atlética y una expresión cálida que inspiraba confianza.
Levanté una mano en señal de saludo, quitándome uno de los audífonos.
—¡Hola! —dije, deteniéndome a una distancia cortés—. Soy Seungmin. Mi familia y yo nos acabamos de mudar a la casa al final del camino.
El joven se incorporó, limpiándose las manos en un trapo que tenía colgado del cinturón.
—¡Hola, Seungmin! Soy Bangchan —respondió con un marcado acento extranjero, que hizo que mi curiosidad se encendiera aún más—. Bienvenido al vecindario. No suelo ver mucha gente por aquí, así que es bueno tener nuevos rostros cerca.
Asumí que Bangchan era un vecino, probablemente uno de los pocos que vivían lo suficientemente cerca como para considerar una charla casual en la calle. Aunque había algo en él que me parecía familiar, no podía ubicar de dónde. Tal vez simplemente tenía uno de esos rostros que te resultan conocidos de inmediato.
—Gracias —dije, agradecido por la bienvenida—. ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí?
Bangchan asintió.
—Un par de años. Es un lugar tranquilo, perfecto si te gusta la paz y la naturaleza. Claro que hay algunas historias sobre tu casa —añadió con una sonrisa misteriosa—, pero nada de qué preocuparse. La gente del pueblo tiende a exagerar las cosas.
Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar esas palabras, pero me obligué a sonreír.
—Sí, ya escuché algo sobre eso. Supongo que cada lugar tiene sus leyendas.
Bangchan asintió, como si entendiera perfectamente lo que quería decir.
—Exactamente. Bueno, si necesitas algo, no dudes en pasar. Siempre es bueno conocer a los nuevos vecinos.
Agradecí la oferta y continué mi camino, con la sensación de que había algo más en Bangchan de lo que parecía a simple vista. Su amabilidad era genuina, pero había una sombra de misterio que no podía ignorar.
¿Era solo mi imaginación, influenciada por las historias de la casa, o había algo más que no estaba viendo?
Mientras regresaba a casa, decidí que no sería la última vez que hablaría con Bangchan. Quizás él sabía más sobre la historia de la casa y los rumores que rodeaban al vecindario. Por ahora, sin embargo, tenía otras cosas en mente. Al llegar a casa, subí a mi habitación para seguir escuchar música mientras terminaba de ordenar la ropa en mi armario.
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