capítulo cuatro
Seungmin 🌞
Estaba plácidamente dormido cuando la voz de mi madre me despertó. Suave y tranquila, penetró en mis sueños, arrastrándome de vuelta a la realidad.
—¿Te sientes bien? —preguntó mientras tocaba mi frente con delicadeza.
Abrí mis ojos lentamente, intentando acoplarme a la poca luz que entraba al cuarto. La habitación estaba bañada en un tenue resplandor anaranjado que anunciaba el atardecer. Parpadeé varias veces, tratando de despejar el letargo que todavía pesaba sobre mí.
—¿Qué hora es? —murmuré, aún somnoliento, mientras intentaba enfocar mi vista en el rostro de mi madre.
—Ya son casi las siete de la noche, hijo —rió, y yo me senté al borde de la cama, frotándome los ojos con las manos para despejarme. La noche había caído mientras dormía, y mi mente se sentía un poco más clara, aunque la confusión persistía.
—Lo siento, me sentía muy cansado, supongo —dije, intentando justificar mi largo sueño. No mencioné a Bangchan, aunque su imagen seguía clavada en mi mente.
Mi madre observó la habitación y sonrió con satisfacción.
—Sí, aunque veo que alcanzaste a terminar de pintar y acomodar los muebles —contestó, y yo la miré confundido por un par de segundos antes de asentir lentamente.
Claramente, yo no había terminado de hacer nada. Mi mente se aceleró, recordando la presencia de Bangchan y el trabajo que habíamos hecho juntos antes de que él desapareciera misteriosamente. ¿Acaso era posible que él hubiera continuado en mi ausencia? ¿Podía haber sido él quien completó el trabajo mientras yo dormía?
—¿Algo va mal? —mi madre frunció el ceño, notando mi repentino estado de alerta.
—No, nada. Solo estoy sorprendido de haber dormido tanto —mentí, intentando mantener la calma mientras mis pensamientos seguían girando.
Decidí no preocuparla con mis inquietudes, al menos no todavía. Quería entender mejor la situación antes de involucrarla en algo que, al momento, parecía imposible de explicar. Sin embargo, el misterio de cómo se habían terminado las tareas seguía resonando en mi mente. ¿Acaso era posible que Bangchan...?
No, eso era absurdo. Intenté racionalizarlo como una broma pesada o quizás una coincidencia. Pero, en el fondo, sabía que había algo más, algo que no podía ignorar.
—Bueno, ¿quieres que te prepare algo de comer? —preguntó mi madre, cambiando de tema y sacándome de mis pensamientos.
—Sí, gracias. Me vendría bien algo para cenar —respondí, tratando de sonar despreocupado mientras me ponía de pie.
Mientras salía de mi habitación y me dirigía a la cocina, la imagen de Bangchan seguía persiguiéndome. ¿Quién era realmente? ¿Por qué parecía tener un vínculo tan extraño con esta casa? Y, lo más inquietante de todo, ¿qué quería de mí?
Sabía que debía buscar respuestas, quizás incluso enfrentarme a Bangchan de nuevo. La sensación de que algo más profundo estaba ocurriendo bajo la superficie de mi vida cotidiana se hacía más fuerte, y no podía permitir que la incertidumbre continuara. La determinación comenzó a formarse en mi interior; debía descubrir la verdad, por mi propio bienestar y por la paz mental de mi familia.
Bangchan 🏠
—Parece que no has aprendido tu lección, Christopher —me reprochó Ryujin mientras caminábamos por el sendero a la luz de la luna. Su voz era suave, pero había un matiz de preocupación y exasperación en su tono que no podía pasar desapercibido.
El sendero serpenteaba a través del bosque, los árboles a nuestro alrededor proyectaban sombras largas y sinuosas bajo la luz plateada de la luna. El aire fresco de la noche acariciaba nuestras caras, y el silencio era roto solo por el crujido de las hojas bajo nuestros pies. La caminata, que había comenzado como un intento de despejar mi mente, ahora se había convertido en una conversación más seria de lo que había anticipado.
—¿Y qué se supone que haga, Ryujin? —bufé, sintiendo una frustración creciente en mi interior—. Yo no pedí terminar así, y estoy cansado de no poder ir más allá.
Había un peso en mis palabras, una acumulación de emociones reprimidas que finalmente se derramaban en esa confesión. La verdad era que me sentía atrapado, como si estuviera constantemente chocando contra una pared invisible que me impedía avanzar.
Ryujin se detuvo, su mirada fija en la mía, y su expresión se suavizó un poco, pero su firmeza no se desvaneció.
—Christopher, sé que estás frustrado, pero no vas a solucionar nada si sigues entrometiéndote en la vida de los vivos —respondió, su tono ahora más comprensivo, pero no menos directo.
Su sinceridad me golpeó, y aunque quería seguir defendiendo mi postura, sabía que ella tenía razón.
—Lo sé —admití con un suspiro, bajando la mirada hacia el suelo—. Pero a veces siento que estoy solo en esto, y cuando interactúo con ellos, me hace olvidar lo que soy... aunque sea por un momento.
Ryujin suspiró y puso una mano en mi hombro, un gesto pequeño pero lleno de significado. Su toque era cálido, casi reconfortante, un recordatorio de que no estaba completamente solo en este limbo en el que me encontraba.
—No estás solo, Chris. Me tienes a mí, y hay otro montón de personas que, como tú, tienen una historia aquí —dijo con firmeza—. Es fácil perderse en la desesperación, pero eso no cambia el hecho de que ya no perteneces al mundo de los vivos. Seguir interactuando con ellos solo te hará daño a largo plazo.
Asentí, sintiendo una mezcla de gratitud y temor. No era fácil aceptar mis propias limitaciones, aceptar que mi vida ya no era mía, que el futuro que había imaginado se había desvanecido. Pero la presencia de Ryujin me daba fuerzas para considerar un camino diferente, uno que hasta ahora había evitado.
—Gracias, Ryujin —dije con sinceridad, mis palabras cargadas de la vulnerabilidad que había estado guardando.
Ella me dio una sonrisa suave, pero sus ojos permanecieron serios, como si comprendiera el peso de mi confesión.
Continuamos caminando por el sendero, el silencio entre nosotros ahora más cómodo, casi reconfortante. La luz de la luna iluminaba nuestro camino, y aunque el futuro seguía siendo incierto, sentí una chispa de esperanza encenderse dentro de mí. Quizás, después de todo, había una manera de encontrar paz, incluso en mi estado actual.
A medida que avanzábamos, una pregunta persistente rondaba mi mente. ¿Qué había en mi pasado que tanto temía enfrentar? ¿Qué sombras ocultaba mi historia que me mantenían anclado aquí, sin poder avanzar? Decidí que era hora de averiguarlo, de desenterrar el pasado y liberar a mi presente de su dominio.
La luna continuaba su recorrido por el cielo, y yo, por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba listo para intentar seguir adelante.
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