1DIANA DE THEMYSCIRA
Isla de las Amazonas, Themyscira
Solo una vez en su vida se le permitía a una amazona dejar Themyscira para conocer a un hombre y los placeres de la maternidad. La reina Hipólita fue al mundo a su pesar, pero su arrepentimiento se convirtió en alegría por el nacimiento de su hija, la princesa Diana. Desde el momento en que pudo caminar, a la princesa Diana se le enseñó a montar a caballo, blandir la espada, disparar el arco y usar el bastón. Diana creció bendecida por la belleza. Tenía el pelo largo y negro, ojos color avellana y una constitución atlética con curvas.
A pesar de ser una chica gentil y bondadosa, Diana también tenía una mente para la guerra y la batalla. Algunas la llamaron la "diosa de la guerra" ya que su fuerza y habilidades eran incontrolables cuando se enojaba. Además de habérsele enseñado una formación militar, Diana fue educada en los idiomas de la Tierra, sus costumbres e historia. Fue cuando cumplió 80 años, cuando decidió que le preguntaría a su madre una duda que tenía desde hacía mucho tiempo.
-¿Quién es mi padre? – pregunto la chica, con algo de intriga –
-Yo... – Hipólita suspiro. Siempre temía por el día en que su hija le hiciera esa pregunta – No puedo decirte mi hija.
-¡Dices lo mismo cada vez que te lo pregunto! – Diana se mostraba molesta – ¿Por qué no puedes decírmelo?
-Hice un juramento de nunca hablar de eso – una lágrima se deslizo por el rostro de Hipólita –
-¿Por qué?
-Para protegerte...
-¿De qué?
-No más preguntas. Diana.
Diana se molestó. Simplemente no entendía las razones de su madre y salió de la recamara, dejando a su madre con una sensación de tristeza en sí. No poder decirle a su hija quién era su padre le rompía el corazón. Pero ella estaba obligada por un juramento a no revelar la verdad.
-Mi reina... – la general Artemys entro en la recamara, interrumpiendo los pensamientos de la reina –
-¿Qué sucede, General?
-La necesitamos en la piscina infinita.
La piscina infinita era un estanque mágico, que las amazonas usaban para comunicarse con la Diosa Hera en el ya decadente Monte Olimpo, que estaba muriendo gracias a que los hombres dejaron de adorar a los dioses antiguos. También se decía que la piscina tenía propiedades curativas y que incluso, también podía hacer que una persona tuviera visiones. Cuando Hipólita llego, el agua de la piscina se empezó a arremolinar y de sus aguas perfectamente azules, apareció la imagen de Hera.
Todas se arrodillaron y bajaron la cabeza.
-¡Suban, mis hijas! – ordeno la Diosa Hera –
-Reina Hera, nos honras – dijo Hipólita mientras se ponía de pie –
-Vengo con una advertencia para la Reina de las Amazonas. Las fuerzas oscuras conspiran en las Sombras... Cuidado con la Cheetah... y cuidado con el Vándalo Salvaje.
-¿Qué nos quieres decir, Diosa Hera? – pregunto Hipólita –
-En la próxima luna alta realizaras juegos para jóvenes guerreras. La ganadora de estos Juegos se convertirá en mi Campeona. Esta campeona irá al mundo del Hombre y cazará a estas sombras...
-Todo se hará como le ordene a mi Reina.
Hipólita asintió mientras la Diosa desaparecía de las aguas. Ella sabía que una antigua amenaza comenzaba a resurgir de las sombras, y como Amazonas, su deber era detenerla a toda costa.
Un par de días después, cuando Diana se enteró de la noticia de los juegos, abandono sus lecciones de historia para hablar con su madre. Después de buscarla por el palacio, la encontró por el salón del trono. Fue cuando la confronto
-Madre... – Diana se dirigió a ella con algo de nervios – ¿es verdad?
-¿Qué es verdad, Diana? – Hipolita aun quería fingir demencia –
-Los juegos.
-Si, es cierto.
-Me gustaría entrar – Diana se lo pidió firmemente –
-¡NO!
-¿Pero por qué? – la respuesta de su madre definitivamente sorprendió a la joven. Ella quería demostrar de lo que era capaz, y evidentemente su madre no la dejaba –
-¡Porque yo lo ordeno! – Hipolita no quería gritarle a su hija, per debía de desanimarla – Y además aún no eres mayor de edad.
-En años humanos tengo diez y ocho.
-¡No somos humanos! ¡Y tú tampoco!
A pesar de no estar de acuerdo con su madre, Diana no se desanimó e ideo un plan para entrar en la competencia. El día de los juegos, Diana se disfrazó con una peluca rubia y una máscara japonesa. Ella se unió a las otras jóvenes guerreras en la arena, donde todas las amazonas estaban en las gradas como espectadoras. Ella estaba junto a sus jóvenes compañeras cuando la Reina Hipólita se puso de pie. Era costumbre que la reina diera el discurso de apertura de los juegos.
-Ustedes, jóvenes guerreras, son el futuro de Themyscira. Y entre ustedes está una campeona de la Diosa Hera y de nuestra gente. Solo la mejor guerrera puede convertirse en Campeona – Hipólita dio un gran suspiro, ya que ella sabia que posiblemente mandaría a las garras de la muerte a la chica que saliera victoriosa. Aun así, alzo sus brazos y... – ¡Empiecen!
Las peleas no eran a muerte, sin embargo era por rendición. En ese momento, todas se atacaron mutuamente. Diana bloqueo a la izquierda con su escudo y balanceo su espada luchando contra dos guerreras a la vez. Usando su escudo, golpeo a una de las mujeres con las que estaba luchando y de unos golpes hábiles con el filo de su espada, desarmo fácilmente a otras dos que tenía al frente. Ella deslizo su pie bajo las piernas de otra que intentaba abalanzarse sobre ella con una jabalina y la derribo sutilmente. Solo había dos formas de ganar, hacer que sus oponentes cedieran o derribarlas.
-¡Me rindo! – grito la de la jabalina. Diana salto sobre la mujer y pateo a la siguiente en la mano, tumbándole la espada –
Cuando la mujer golpeo la arena, Diana dio un gran salto y giro hacia otra rival que parecía algo distraída. En cinco movimientos con la espada, desarmo a la mujer. Ahora el campo se redujo a tres mujeres. Diana, la hija de Artemys; Barda y Vesta. Diana espero mientras Barda y Vesta terminaban de pelear. Finalmente, Barda supero a Vesta y se volteo hacia Diana.
-Tendré esa máscara como trofeo, hermana – menciono la amazona más grande –
-Yo creo que no – respondió Diana, con una sonrisa irónica –
Las dos mujeres rugieron, atacándose entre sí. Feroces chispas salían de las espadas al momento de su choque. La multitud vitoreaba mientras sus armas chocaban. Diana estaba armada con dos espadas y Barda tenía una espada y una maza. En un movimiento audaz, Barda desarmo a Diana.
-¡Cede! – grito Barda –
-¡Nunca! – Diana grito mientras cruzaba sus brazaletes. Era un movimiento peligroso, pero necesario si quería que su rival cayera. Una ola de poder surgió de estos y envío a Barda a través de la arena rompiendo la pared cuando la golpeo –
Todas se pusieron de pie sorprendidas. Hipólita salto de su asiento en el palco y aterrizo frente a la guerrera enmascarada. Diana se quitó la máscara y luego se quitó la peluca.
-¡Diana! – grito su madre, enfadada –
-Madre... yo... yo gane – Diana estaba sorprendida. Aun así, ella no quería lastimar así a Barda – Soy Campeona.
Hipólita, mas furiosa que nunca, tomo de los brazos a Diana y la llevo hasta donde Barda había caído. Quería que su hija se diera cuenta de su error. Más tarde, Diana estaba sentada fuera de la sala de curación mientras las sacerdotisas atendían a Barda. Su madre salió con Artemys.
-¿Vivirá...? – pregunto Diana, bajando la cabeza –
-¡Si! – respondió Artemys, alejándose. Diana intento entrar a la habitación a ver a Barda, pero su madre la tomo de los hombros –
-Tu, niña, estas bajo arresto domiciliario – índico Hipólita, poniendo de frente a su hija –
-¿Qué? – Diana también se molestó – ¡Acabo de ganar el combate cuerpo a cuerpo! ¡Eso me convierte en Campeón!
-¡Casi matas a Barda! – su madre la reprimió –
-No era mi intención... ni siquiera sé lo que hice.
-Lo que hiciste no habría salido a la luz si no hubieras estado peleando.
-¿Qué me estás ocultando? – Diana exigió. Sabía que ella tenía algo, que era diferente, pero no sabía que –
-General, forme una guardia y acompañen a mi hija a su habitación.
-¡Sí mi reina! – Vesta, la general de Hipólita, asintió –
Y sin decir más, se llevaron a Diana a sus aposentos. Los años siguieron pasando y la joven aún se preguntaba el por que de tantas restricciones, el por que aún le ocultaban demasiadas cosas. Si las amazonas no resolvían sus dudas, entonces tendría que ser ella quien lo hiciera. Así que decidió que a la menor excusa, se iría de la isla.
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