O2
jumping over the titan
La altura era asombrosa. Desde ahí, mirar hacia abajo, le producía un cosquilleo en el estómago. Y si miraba hacia el frente podía ver el siguiente muro e incluso más allá, aquellas tierras en las que una vez estuvo su hogar... Sí que extrañaba esa vida, donde ella era dulce, buena, sin preocupaciones, donde ella tenía un padre tranquilo y dulce, y una madre divertida y más amorosa que nadie más en el mundo. Claro que lo extrañaba, pero no volvería, porque esta, ya no era esa Maia. Ahora quería volar, quería elevarse por encima de los muros, girar en el aire, romper las nubes... Llegar hasta donde sus alas la permitiesen, estuviera donde estuviera esa meta.
—Supongo que tú eres esa a la que llaman Maia la Terrible.
La chica miró por encima de su hombro para ver a quien tenía apostado detrás. Se trataba de un hombre, de estatura media, brillante cabeza pelada y un grueso y poblado bigote castaño. Vestía con la chaqueta del uniforme de la guarnición, y una cinta de honor de color rojo, por lo que debía ser un comandante. El comandante Pixis que dijeron los soldados.
—Supongo que usted es al que llaman comandante Pixis.
Él sonrió ante el descaro de la niña al hablar. A cualquier otro mayor, le habría resultado odioso que una cría tuviera tanta arrogancia al dirigirse a sus superiores, pero a Pixis le parecía divertido y admirable.
—Sí que es cierto que tienes coraje. ¿Será también cierto la parte de "la Terrible"?
—No sé. Si quiere comprobarlo, estoy dispuesta a ser su conejillo de indias, señor.
Volvió a sonreír, esta vez, en su gesto podía verse cierta ambición.
—Me gusta... Sí, señor. Tienes una fuerza innata, ¿eh? Te crees invencible.
—Puede que lo sea. Dígame, comandante, ¿qué quiere? Porque, si lo que intenta es seducirme para que deje de meterme en líos, ya le advierto que su resultado no va a ser el esperado.
— ¡Ni mucho menos! No, no quiero ser el responsable de una pérdida tan grande como un apodo ganado ya a tan corta edad. Tenías... Trece años, ¿verdad? —Maia asintió, frenándose y a sí misma y esperando; aún no se había burlado de ella —Vaya. Es admirable. Tan joven y tan deseosa de luchar. No creo que sea necesaria esta pregunta, pero, ¿ya has decidido el cuerpo al que entrarás?
—Como usted ha dicho, no es necesaria la pregunta. Si ya lo sabe, no necesita que responda, ¿o es que quiere oírlo de mi boca?
Se rió. De sonrisas de aceptación, saltó a la risa, y además, a una risa poderosa y tan descarada como la lengua de Maia. La chica, en pie y a su lado, lo observó intrigada hasta que él continuó.
—Sin duda, todo lo que dicen de ti es cierto. Y eso me anima, ¡vaya que si me anima! ¡Me entusiasma!
—Eh, viejo, mejor cálmese. No tengo ningún interés en pasas como usted...
Volvió a reírse. Maia empezó a pensar que se reiría de cualquier cosa que dijera, y empezó a sentirse mal por ello, se cabreó un poquito porque no sentía que se riera por algo gracioso, si no que se reía de ella. Sabía que ella le hacía gracia, no porque fuera una payasa como otros, sino por su "coraje" como había dicho él mismo. Pero aún con eso, Maia no se sentía a gusto en ese momento.
— ¿Se puede saber qué quiere de mí?
—Quiero que hagas lo que tú quieras.
— ¿Cómo que lo que yo quiera? ¿Eso a caso está permitido?
—Para ti sí, ¿o me equivoco? No te importa el castigo que venga, ¿no? Tú solo vas y lo haces. Por eso eres la indicada para esta misión. ¿Sabes...lo que está pasando? —miró de reojo hacia el interior de los muros, concretamente, en la dirección en la que estaba el lugar de los cañonazos.
—No. No lo sé. Porque justo cuando iba a ver de qué iba eso de los disparos, uno de sus lerdos soldados me cogió y me sacó de allí. No pude ver qué había provocado la alerta en todos los soldados de la guarnición.
Pixis se dio la vuelta y empezó a caminar. Maia, al ver que no se detenía, tuvo la iniciativa de seguirlo. Caminaron despacio por encima del miro, Pixis veía con la mirada perdida el distrito de Trost. Todo había quedado destrozado. Maia recordó al ver las casas, como quedó su propia casa, hacía cinco años con la invasión de los titanes del muro María. Quizás, aún no estaba esclarecido, habían conseguido detener a los titanes por el momento, pero, y aquí eso de que no estaba esclarecido todavía, el titán acorazado no había aparecido. El titán colosal hizo su entrada habitual, volando la puerta por los aires y desapareciendo al instante, pero el acorazado seguía sin dar señales. Los titanes habían quedado encerrados en el pequeño distrito mientras los soldados se reunían a las puertas, esperando apoyos externos. Mirando al cielo, Maia se puso a divagar en el largo silencio de Pixis. El cuerpo de exploración había salido de Trost aquella mañana, de haber estado aún allí, podrían haber evitado una masacre... O de haberla dejado a ella actuar. Sí, también lo pensó, aunque estaba más a favor de la intervención del cuerpo de exploración, a decir verdad.
—Dime, Maia, ¿por qué quieres matar a los titanes?
— ¿Tiene que haber una razón? Quiero matarlos y ya. Siento que debo hacerlo.
—Pero... ¿Ha sido siempre así? ¿Siempre has querido unirte a los exploradores?
Maia iba a respondar que sí sin ninguna duda, pero, con el fresco recuerdo de su hogar destrozado en la mente, recordó una época en la que no le importaban los titanes. Siempre la decían que no tenía de qué preocuparse, sus padres, eran muy buenos en su trabajo, siempre volverían, siempre volvían. Sabía que si los titanes llegasen a atravesar el muro María, sus padres la salvarían. "Si algo malo ocurriese, ve a la habitación del pánico. Mamá y yo iremos a por ti cuando el peligro esté controlado. Pero tú, escóndete en la habitación del pánico, no salgas por nada del mundo, ¿de acuerdo?". Maia se llevó la mano a la cabeza, sintiendo una ligera molestia.
— ¿Y bien?
—Yo... No. Para ser honestos, cuando era pequeña no tenía intención de entrar en este lío, pero... Cuando llegaron los titanes, lo decidí al instante.
—Sí... Lo imaginaba. Hace cinco años, muchos otros vieron el terror de los titanes en primera persona. Y desde entonces, solo piensan en matarlos a todos... ¿Perdiste a alguien?
—Un soldado... Murió protegiéndome.
—Así que, le debes la vida a un soldado.
—No exactamente. En realidad, me salvé yo sola, hasta que otro soldado me sacó de allí. Pero yo me liberé de las manos del titán.
— ¿Cómo?
—Pues, con mis espadas.
Pixis se detuvo y la miró. Era difícil saber en qué estaba pensando aquel hombre, siempre tenía la misma expresión en el rostro...
—Entonces, ¿usabas un equipo de maniobras?
—Sí, claro. En mi casa había varios, mis padres trasteaban con ellos. Sabía de uno que funcionaba bien y lo cogí. Intenté matar al titán, pero... No tenía los reflejos de ahora.
—Pero sí sabías usarlo —Maia asintió —. No entiendo, ¿no fue en ese momento en el que empezaste a pensar en titanes? ¿Cómo es que sabías usar un equipo de maniobras?
—Mis padres eran miembros del cuerpo de exploración. Siempre volvían a casa, así que yo no tenía nada que temer. Pero a mi madre le gustaba probar equipos en casa, cuando estábamos solos y yo me los probaba. Aunque usarlos para matar titanes fuera un uso que le diese después, al principio, usaba el equipo para jugar, me columpiaba en los árboles y volaba... —Maia, recordando esa parte feliz de su vida, no pudo evitar sonreír. Pixis también sonrió, satisfecho.
—Puede que solo sea una escusa para volar, ¿no crees?
— ¿Una escusa?
El comandante asintió acariciando su bigote. Volvió a mirar hacia Trost. El humo de las casas destruidas, la tierra removida y los pequeños fuegos que había por todo el distrito ocultaban la visión del agujero por el que seguían y seguían entrando titanes. No suponían un peligro para el muro Rose, pero, aún esperaban la aparición del titan acorazado, como ocurrió en Shiganshina. Sin embargo, no todo estaba perdido. Aunque pareciera que no podían hacer más que esperar ahí a que el acorazado hiciese acto de presencia, el comandante Pixis ya tenía en marcha un plan estratégico, para el cual, la intervención de Maia sería un punto crucial para su desarrollo.
—Maia —llamó —. Ahora mismo, que el cuerpo de exploración se encuentra fuera, solo tú y una de tus compañeras mayores sois capaces de afrontar esto sin problemas. El caso es que esta compañera tiene una misión que la impide ocuparse de los titanes. El plan es atraer a todos los posibles a una esquina para poder ejecutar la segunda parte: tapar el agujero.
— ¿Tapar el agujero? ¿Y cómo van a hacer eso?
—Estoy seguro de que sí que llegaste a ver algo antes, ¿no? Un titán, o, medio titán, dentro de los muros, muy extraño, ¿no te parece?
— ¡Sí que parecía un titán!
—Voy a hacer un anuncio en unos instantes, tiene que ver con este titán y el cómo cerraremos el agujero, pero, no puedo llevar a cabo el plan sin alguien de tus capacidades en el tablero.
— ¿Quiere decir...?
—Maia. Necesito que vayas a matar titanes. ¿Estás dispuesta a hacerlo?
Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. La emoción era tan grande que no comprendía cómo podía mantenerla dentro y no explotar. Aquí estaba. La oportunidad que buscaba. Había llegado el momento de lucirse en escena y hacerle ver a sus superiores de lo que era capaz.
—Lo haré. Mataré a todo titán que me encuentre.
—Bien dicho... Estoy deseando comprobar si tus habilidades son tan asombrosas como parece.
—Créame, comandante. Se quedará tan asombrado que se le caerá el bigote de la cara.
Pixis la miró sorprendido para después romper a reír de nuevo.
Tal y como dijo, Pixis dio las órdenes en los próximos minutos. Maia se encontraba arriba con él y otros soldados de la guarnición y un par de cadetes mayores que ella. El comandante se encontraba al borde del muro, gritando, tratando de alentar también a sus soldados mientras explicaba una locura de misión que costaba creer. A la propia Maia le costó, de no ser porque no encontraba otra explicación para el titán de dentro de los muros.
— ¡Os presento a Eren Jaeger! ¡Es el resultado de unos experimentos secretos para convertir una persona en titán!
—Pero, qué... —mascullaba la niña.
—Eh. ¿Eres tú Maia Haider?
Maia se volvió hacia el soldado de la guarnición que la hablaba ahora. Asintió, nerviosa.
—Ven conmigo. Vamos a organizar la estrategia. Tú te encargarás de los titanes que ronden por ahí para evitar las bajas de otros soldados. Solo esperemos que seas tan buena como Pixis dice...
La chica observó al soldado marcharse junto a otros. Allí había otros dos cadetes, uno parecía estar dando indicaciones mientras, la otra parecía algo nerviosa. No dejaba de mirar a Pixis y al chico que tenía a su lado. Lo que, por cierto... Maia se giró hacia ellos. Ese chico... ¿Qué quería decir el comandante Pixis con convertir a una persona en titán?
Poco después comenzó la ansiada operación. En primer lugar, el grupo del supuesto titán-humano, Eren, salió corriendo por la muralla para acercarse lo máximo posible a su meta, una roca que había caído sobre un edificio, que pretendían usar como tapón para el agujero que había en la puerta de Trost. A pesar de que esto funcionase, esta ciudad no volvería a ser la misma. Tanto muertos en las calles, bajo escombros, tantos soldados que habían perdido la vida en un movimiento inútil... Y mientras ella se encontraba lejos de la acción escuchando tras la pared como sucedía todo y ella no podía ayudar. Fuera de llamar o no la atención, o de que se considerase más fuerte que los demás, Maia era muy inquieta, y esta era una de las razones por las que se lanzaría sin pensar a la ciudad para ocuparse de los titanes, pero además, tenía una cuenta pendiente con ellos. Un profundo pesar se había arraigado bien adentro de ella, y la única manera de extirparlo, era matando a esos monstruos. Y por fin podría hacerlo.
Abrió los ojos y se vio al borde del muro. Muchos titanes ya se acercaban en masa a los soldados que se estaban arriesgando con valor en una esquina del muro, con tal de reunirlos allí y matarlos con cañones más tarde, pero sobretodo querían alejarlos de Eren. Maia los observaba con admiración cuando un tipo se la acercó:
— ¿Estás lista? —Al girarse, se encontró con Pixis —Espero que des lo mejor de ti. Me arriesgo un poco al mandarte ahí fuera.
Maia sonrió.
—No se hace una idea, comandante, de lo poco que entiende mi situación. Pero tranquilo. Voy a sobrevivir y lo único que hará falta es que unas personas concretas no se enteren. Y por mí no obtendrán ninguna confesión...
—Tú procura volver.
—A la orden.
Maia saltó al vacío con los brazos caídos. Aquí empezaba todo. Era su momento, su gran momento. Una historia apasionante estaba apunto de comenzar, solo con un pequeño click y un ágil giró de cadera. Sus arneses y sus ganchos salieron disparados para clavarse en alguna pared. Con un pequeño impulso de gas, Maia se alzó por encima de los edificios, cortó el suministro antes de superarlos y con acrobacias, se ayudó a impulsarse en el aire, de la misma forma en la que uno nada. Y lo hacía con tanta facilidad que parecía posible hacer lo que ella, solo ella sabía hacer. Dejando a Pixis boquiabierto, Maia superó la altura de los muros viéndolo todo a su alrededor. Era una vista preciosa y majestuosa, deseó quedarse allí arriba para siempre pero, tenía un trabajo que hacer. Lo bueno del vuelo de gran altura, era que la colocaba en una buena posición para verlo todo, y así, localizó rápidamente a su primera víctima. Rondaba cerca de la roca supuesta un titán; desde arriba no pudo calcular bien su tamaño, pero, cerca de ocho metros tenía. Todo esto en un segundo y gracias a su ojo de halcón. Maia giró en el aire y se dejó caer. Estirada, como una lanza que apunta directamente a su enemigo, apuntó y se movió para poder caer justo donde quería, y bajo la mirada pasmada de todos, cayó. Dio una voltereta en el aire para optar por una posición mejor para atacar de frente con sus espadas y así, cortó al titán en la zona de la nuca. Se apoyó en él y volvió a saltar, tirándolo al suelo del impulso. Aterrizó en el tejado de una casa y contempló al titán.
Sí. Lo había hecho y no había estado mal, pero... Miró al cielo algo seria, pero pronto sonrió satisfecha. Era exactamente cómo había imaginado. Y era lo que realmente deseaba hacer: volar.
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