Capítulo Veintidós
VEINTIDÓS
26 de mayo, 2011
Tomo notas mientras conectan instrumentos de BG.5, estoy a minutos de presenciar el ensayo de una de las bandas más amadas del Reino Unido y de gran reconocimiento internacional, y no mentiré, estoy emocionada.
Harry y Andrew conversan, Doug revisa las notas que obtuve de su madre a través de Skype. Ethan lee algunos párrafos de la biografía, solo un borrador, y Dexter desapareció hace media hora con una rubia identificada como la estilista que se folla, palabras de Ethan no mías.
—Mi mamá me ama —canturrea Doug entregándome las notas con una gran sonrisa infantil.
—Me gusta como se lee esto, suena auténtico —admite Ethan—. Tenía miedo de exponerme demasiado con esto, pero lo estás haciendo bien.
—Gracias —estoy complacida de sus palabras.
Harry ríe y es automático el que voltee a verlo mientras juega con sus baquetas, divertido por lo que sea que Andrew le diga.
—Lo vas a desgastar —Se burla Ethan y cuando volteo, tiene la mirada en mis notas, pero una sonrisa juguetona está en sus labios—. Se te caerán los ojos en donde toda esa mirada siga en nuestro baterista.
—No molestes —digo sintiéndome en confianza—. Déjame disfrutar de la vista, no seas aguafiestas.
—Entonces nuestro Harry te gusta —Ese era Doug dándome un codazo en las costillas haciendo que me queje.
—Parecen unas chismosas avariciosas de tener información sobre la vida amorosa de su escritora y su baterista —Los molestos, aunque me distraigo al notar como un Dexter desaliñado y con la camisa hecha un desastre entra nuevamente.
—Hottie, vivimos del chisme —asegura Doug.
—¿Qué paso con eso de no follarse más a Lissie?
Dexter resopla como si estuviese molesto, lo que es interesante cuando luce como alguien que tuvo un polvo rápido.
—Ella no puede guardarse sus manos para sí, esta vez sí será la última —promete con un tono molesto, es la primera vez que no lo veo bromear.
—Ya podemos empezar —anuncia Andrew colgandose una guitarra eléctrica mientras Harry se ubica detrás de la batería—. Muevan sus culos.
—Mírame moverlo —dice Ethan poniéndose de pie, sacudiéndose y haciéndonos reír.
—Hottie, toma tu asiento de honor —Me pide Dexter tras ubica una silla en el medio y justo frente a ellos.
Doce minutos después estoy fascinada. Cada sonido que sale de los instrumentos se siente como parte de mí, cada onda vibra a través de mi piel de una manera increíble. He ido a muy pocos conciertos en mi vida, pero esto es diferente, en cierta forma, resulta un tanto íntimo.
Solo llevan dos canciones de las cuales los sorprendí al tararear la primera, después de todo la escuché al menos seis veces de camino a Londres hace tres días.
En este momento Ethan refresca su agua con agua con un toque de menta mientras Harry hace pequeños toques en su batería, Andrew le indica algo a Doug quien asiente y toca el teclado probando algunos sonidos.
Según la información que manejo, están practicando para el concierto de a mitad de junio. Al cual he sido cordialmente invitada, estos chicos comienzan a hacerme un huequito en sus vidas como más que una escritora.
—Bueno, la siguiente canción... —anuncia Andrew para mí y sonrío—, habla acerca de no estar solo.
Harry hace el conteo, golpea sus baquetas y una melodía más tranquila y pausada me envuelve, no la reconozco, supongo que forma parte de uno de los álbumes que no traje conmigo.
Despertar, meditar, no sentirte real.
Un vacío, un espacio, un lugar que ansía ser llenado.
Las personas mienten, ellos te mienten. Nada es real, lo sientes una realidad.
Sé que se siente, se cómo es. Sé cómo es sentirse solo, pero también sé que no lo estoy.
La canción me conmueve y suena suave en la voz de Andrew, haciendo el perfecto contraste cuando la voz de Ethan entra a continuar.
Caminar, correr, huir, ponle un nombre, se lo que quieres decir.
Ellos no te escuchan, tú no te escuchas. Yo lo hago, te escucho.
Entonces quieres llenar el vacío ¿Dime cómo lo harás?
No es una fantasía, esto es real.
¿Quieres escapar?
Enfréntalo, esto es la realidad.
Para el momento en el que Ethan y Andrew comienza el coro y Dexter entro con el bajo, estoy conmovida y entregada a una canción tan hermosa, desgarradora e impresionante.
Mentiras, fantasías, engaños, falsedad.
Despertar, caminar, huir, escapar.
Soledad, el vacío, ese espacio que quieres llenar.
Hay salida, despierta.
No estás solo, esta es la realidad.
Para cuando terminan, permanezco en silencio con los vellos de mi cuerpo erizados ante la intensidad de la canción que habla sobre la soledad. Si así se siente verlos en un ensayo, ahora me encuentro soñando con el concierto.
Aplaudo como lo he hecho con las canciones anteriores y ellos sonríen haciendo reverencias.
—¿Quién la escribió?
Todos miran a Ethan que se encoge de hombros restándole importancia mientras acomoda la correa de su guitarra, sin embargo, me percato de lo rojas que se encuentran sus orejas.
—No fue dificil, además, los Jefferson ayudaron con la música.
—Es perfecta, Ethan.
Se encoge de hombros una vez más restándole importancia.
—Es solo una canción —finaliza.
Tengo el presentimiento de que es más que eso, pero lo dejo estar.
***
28 de mayo, 2011
Tener a Harry conduciendo su preciosa camioneta negra me da la oportunidad de detallar en profundidad el perfil de su rostro.
—Tienes esa tendencia a mirarme cuando crees que no me doy cuenta —Me hace sin mirarme.
—Es que eres algo bastante bueno de ver —admito riendo.
Con Harry ya no estoy tensa, todo se siente natural.
Es la primera vez desde que llegué a Londres que finalmente tenemos más que unos pequeños minutos a solas. Solo ha habido besos cortos, roces y toques sutiles hasta ahora.
—¿Está bien que estemos pasando este tiempo juntos y yo no esté trabajando?
—Trabajaste en la mañana, hiciste grandes avances escribiendo sobre lo que te contamos en el estudio, tómatelo como un descanso. Además, no hemos tenido ningún momento para nosotros.
—Así que hay un nosotros...
—Lo hay.
Apuesto a que mi sonrisa es demasiado amplia demostrando lo que sus palabras me hacen sentir, pero no la escondo.
Unos minutos después, él detiene la camioneta en el estacionamiento privado y subterráneo de un elegante edificio con arquitectura moderna y toques antiguos.
Cuando salimos del auto, me toma de la mano entrelazando nuestros dedos, guiándome hacia el ascensor.
—Así que conoceré el hogar de Harry Jefferson —digo mientras las puertas del ascensor se cierran.
Él asiente y camina hasta mí, haciendome recargar la espalda detrás de mí mientras me planta pequeños besos en el cuello que asienden hasta mi boca en donde me besa con lentitud y haciendome sentir frustrada cuando su lengua no viene a mi boca, pero me muerde el labio inferior y se separa cuando las puertas se abren en su piso.
Con las manos nuevamente entrelazadas, me guía hacia su apartamento.
Es bastante amplio, parece más un penthouse, y la decoracion es de colores vinos combinados con gris y blanco, es elegante y de muy buen gusto, minimalista con la decoracion necesaria de unos pocos cuadros en un par de paredes, fotos en lugares estrategicos y ventanas que brindan luminosidad. Me gusta.
Curioseo su sala mientras él se mueve en la cocina y cuando reaparece me ofrece una copa de vino que me ofreció mientras él toma una cerveza. Nos sentamos lado a lado en su amplio sofá color crema, pero frente a frente y me quito mis botas para estar mucho más cómoda junto al gorro de lana que me protegía del frío.
Agradezco la calidez que ahora nos brinda su hogar.
Sonrío cuando se acerca a mí, hasta que nuestras rodillas se tocan y jugando con mechones de mi cabello.
Conversamos y me siento tan a gusto. Me encanta escucharlo reír de esa manera baja y ronca. Hablamos de Dan, de mí, de él y de pequeños detalles que me permiten seguir conociéndolo mejor. Descubro que quiero saberlo todo sobre él, que me interesa hasta la cosa más mínima, hago preguntas que él no teme responder y no soy recelosa acerca de dar mis propias respuestas permitiéndole conocerme.
Sus dedos juegan con los míos mientras hablamos y arquea una ceja antes de frotar sus cálidas manos contra las mías.
—Tienes los dedos helados.
—No es el único lugar que carece de calor —coqueteo y sonríe inclinándose hasta que su nariz se roza con la mía y metiéndome un mechón de cabello detrás de la oreja en un gesto dulce.
—Me encanta cuando coqueteas conmigo, me hace sentir increíble tener toda tu atención —su aliente golpea entre mis labios entreabiertos.
—Siempre tienes toda mi atención.
Sus labios rozan los míos y suspiro.
—¿Siempre? —pregunta con suavidad.
Asiento y gracias al cielo no me pierdo el espectáculo de su sonrisa antes de que me bese.
Su beso en un principio es lento, tomándose el tiempo de enloquecerme con el movimiento perezoso de su boca sobre la mía. Inclino el rostro y libero mis manos de las suyas para adentrarlas en su cabello castaño y eso lo insta a volver su beso más duro, más profundo cuando su lengua empuja entre la unión de mis labios y cuando lo dejo entrar, no duda en saquear mi boca, seduciendo mi lengua en una danza sensual en la que me dejo guiar.
Siento sus manos en mi espalda, bajando hasta agarrarme del culo y sentarme a horcajadas sobre él en donde me arqueo presionando mis pechos contra él y el beso se vuelve más rápido y contundente.
Me tira del labio inferior entre los dientes antes de calmarlo con una lamida, pero mi boca hace su propio recorrido por su barbilla, sintiendo con mi lengua el leve rastro del crecimiento de una barba que ayer había afeitado y cuando una de sus manos se cuela debajo de mi camisa, jugando con el broche de mi sujetador, me muevo sobre él y ambos gemimos.
Lo siento duro entre mis piernas y su otra mano me da un apretón en la nalga presionándome otro poco más, mis ojos se ponen en blanco ante el placer que experimento.
Alto entre mis piernas y la humedad no tarda en aparecer.
Le mordisqueo la barbilla antes de volver a su boca con un beso hambriento y descuidado que se vuelve ansioso con cada segundo que pasa.
La tensión ha llegado a su punto más alto y nos está consumiendo.
Me encanta este hombre.
Su mano abandona mi nalga para venir al frente en donde le doy espacio para que se cuele debajo de mi camisa, subiendo hasta que se posa sobre un pecho cubierto en encaje y su palma presiona sobre mi pezón erguido.
—Más —pido contra su boca y meciendo mis caderas.
Me aprieta el pecho y me arqueo y cuando sus dedos me pellizcan el pezón, jadeo contra su boca, pero se traga el sonido con otro beso ansioso y profundo.
Antes de Harry, toquetearse de esa manera se sentía genial, pero con él y con todos estos nuevos sentimientos, todo es intenso e impresionante.
Es como una explosión de fuegos artificiales, como caer en un vacío sin saber que te espera después.
Tiro de su cabello cuando su boca deja besos húmedos en mi cuello, dejando pequeños mordiscos que siento entre mis piernas.
Quiero llorar cuando su mano deja mi pecho y ubica ambas en mi cintura.
—Me importas —susurró entre besos— mucho.
Sonrío porque entiendo que quiere tratarme especial y en parte me sorprende su aguante ante el evidente deseo. Estoy ansiosa del día en el que no se detenga.
—¿Dónde has estado toda mi vida? —pregunto contra sus labios y siento su sonrisa.
—Ya sabes, lo típico —susurra entre besos—. En una banda, ayudando a una mujer preciosa a dar a luz, haciendo giras, encontrando nuevamente a la mujer preciosa en la que no deje de pensar, cayendo fuertemente por ella.
—Lo típico ¿eh? —pregunto a centimetros de su boca hinchada y húmeda.
—Cállate y bésame —exige.
Y eso hago, lo beso hasta que me duele los labios. Lo beso durante horas, entre conversaciones, entre risas, entre miradas.
Nos besamos y nos besamos.
Me hace sentir mariposas.
Me hace saber que me estoy enamorando rápido y duro de él.
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