Capítulo Veinticinco

VEINTICINCO

26 de mayo, 2011.

Caminamos en silencio por el largo pasillo de suelo blanco brillante, paredes negras e iluminación baja y una risa se me escapa.

—¿Qué es lo gracioso? —Me pregunta entrelazando nuestros dedos mientras me guía hacia el final, en donde una puerta negra nos espera con la promesa de muchas cosas.

—Las luces bajas parecen insinuante —digo pese a saber que suena tonto—. Lo siento, solo estoy...

—¿Nerviosa? —completa.

Por un momento quiero negarlo porque nunca he estado nerviosa sobre tener sexo, ansiosa sí, quizá durante mi primera vez, pero incluso entonces tenía más curiosidad que nervios. Sin embargo, ahora estoy con mis terminaciones nerviosas en cortocircuito sobre lo que está por suceder.

Hay más que atracción involucrada y además, ha pasado tanto tiempo que me pregunto si sigo siendo buena en esto y si el sexo es tan bueno como lo recuerdo, es decir, si pude vivir tanto tiempo sin follar eso es una prueba de que está sobrevalorado ¿verdad? Pero si ese es el caso ¿Por qué me encuentro tan húmeda ante la perspectiva de tener la boca, las manos y la polla de Harry en mí?

Nos detenemos frente a la puerta y le da un apretón a mi mano, recordándome que no le he dado una respuesta.

—Sí, tengo miedo de que salga mal.

—¿Crees que lo hago mal? —pregunta con una mueca graciosa que me tiene sonriendo.

—No creo eso, es solo que ha pasado un tiempo para mí... Mucho tiempo, soy la única que me he dado una mano, si sabes a lo que me refiero.

—No tenemos que hacer nada que no quieras.

—La cosa es que quiero eso, mucho. Solo ¿Podemos tomarlo con calma?

Baja el rostro dándome un beso suave en la boca.

—Podemos —susurra y no me suelta la mano, abre la puerta con la que tiene libre.

Cierro la puerta detrás de nosotros y me enfoco en las paredes color vino cuando enciende las luces, no hay mucho decorándolas: un cuadro sobre un paisaje de una playa que inspira tranquilidad y una frase pintada como si fuese una hoja vieja, lo que le da un toque cálido: "Aquí sé quién soy. Si entraste, me conoces. Bienvenido, conoce un pedacito de mi alma."

—Me gusta —murmuro dejando ayudarme a quitarme el abrigo para colgarlo en el armario destinado a ello.

Tiene un estante con vitrinas en donde se exhiben unos pocos premios, dudo que esos sean todos los que tenga, pero nunca pensé que vería un Grammy en vivo y en directo, quiero tocarlo, pero no lo digo en voz alta mientras me acerco más al cuadro en la pared.

—¿Qué playa es?

—Una que Hilary imaginó —Me responde desde la pequeña barra a la izquierda que conforma un práctico minibar—. ¿Quieres algo de beber?

No suelo beber, antes lo hacía, pero me volví una bebedora social de eventos necesarios porque solo bebo ocasionalmente cuando salgo con Bridget o año nuevo.

Hay algo que no bebo desde mis días universitarios y cuando me sentía millonaria, no lo era.

—¿Sabes preparar margaritas?

—No, pero internet puede ayudarme —Saca el teléfono y adquiere una expresión de concentración.

—Entonces ¿Este cuadro lo pintó tu hermana?

—Sí, ella es realmente buena, aunque no quiera ser pintora. Le gusta pintar paisajes que imagina.

—Es como escribir o al menos parecido, imaginas un escenario y lo plasmas.

—¿Siempre quisiste escribir cuentos?

Camino hacia él, sentándome en una de las sillas altas y mirándolo preparar mi bebida mientras se guía por el teléfono.

—Nunca pensé que escribiría cuentos, creí que sería una novelista. No era propensa al romance, pero me gustaba leerlo y no se me daba mal escribirlo, también me creía capaz de escribir novelas de fantasía.

—¿Creías? ¿Ya no?

Miro sus manos que pese a que desconocen de lo que prepara, se mueven con confianza y determinación.

—No tengo el tiempo para ello y tampoco lo he intentado.

—Deberías hacerlo, tengo la impresión de que si te lo propones, lo consigues.

Sus palabras me hacen sonreír y dejo de mirarle las manos para mirar su rostro concentrado. Me gusta tanto.

—De igual manera mis propósitos sobre la escritura y el mundo editorial han cambiado.

—¿Y puedo saberlo?

—Serías el primero...

—Te guardaré el secreto —Promete y se inclina hacia adelante—. Ven, te lo prometeré con un beso.

—Es la primera vez que escucho de promesas con besos, pero me apunto.

Me inclino hacia adelante, suspirando cuando me lame el labio inferior antes de plantarme un beso húmedo, pero corto.

Cuando vuelvo a mi asiento estoy sonriendo y él también.

No me presiona para que le hable de mis nuevas metas profesionales y lo aprecio.

No es que me avergüence hablar de ello la razón por la que no lo cuento, es porque sé que es ambicioso y no quiero que alguien me lo diga o que me recuerden que es un recorrido duro. Me creo capaz de conseguirlo y en algún momento lo compartiré con las personas a las que les importo.

Él termina la margarita y la sirve en una bonita copa, deslizándola hacia mí en tanto se prepara un gin-tonic.


Me sonríe de una manera amplia que se refleja en su mirada.

—Eso posiblemente es lo más sexy y atractivo que te he escuchado decir.

—No es cierto, las charlas sucias son mejores.

—Aun no hemos tenido charlas sucias y escucharte ser ambiciosa, creer en ti, tiene un atractivo increíble del que posiblemente no te das cuenta.

—¿No crees que sueño demasiado grande?

—Creo que, si es lo que quieres, debes ir por ello, tú misma lo dijiste, estás a la altura.

—Totalmente lo estoy —presumo arrojando mi cabello detrás del hombro y guiñándole un ojo.

—Salud por eso —alza su vaso y hago lo mismo antes de dar un sorbo a mi margarita.

Él me mira a la expectativa y la verdad es que no es la mejor margarita, está bastante fuerte, pero no es terrible, por lo que asiento.

—Podría volver aquí por más margaritas.

—¿No por mí? —pregunta y me encojo de hombros escondiendo mi sonrisa detrás de la copa.

Hacemos una pequeña charla sobre más detalles de nosotros. Él es bastante bueno sacándome información y la verdad disfruto de la conversación, sin embargo, tengo que admitir que estoy inquietándome ante la falta de movimiento.

¿Por qué no me toca?

—¿Qué estás haciendo? —pregunto y arquea una ceja.

—¿A qué te refieres?

—A que ya ha pasado al menos una hora y no hemos hecho... nada.

—Dijiste que lo tomáramos con calma.

—Esto es demasiada calma. Deja de burlarte de mí —Me pongo de pie y me muerdo el labio inferior—. Ven aquí y haz toda la cosa de sacudir mi mundo.

—¿No lo tomaremos con calma?

—Al carajo la calma, solo ven y bésame.

—¡Dios, sí! —dice pareciendo aliviado, haciéndome reír mientras sale detrás de la barra con grandes zancadas, se detiene frente a mí y desliza sus manos desde mi cintura hasta mis caderas

—Tengo esta sensación de que debemos estar juntos —murmura deslizando sus manos hasta mi culo, bajando hasta tomarlo y alzarme, haciéndome enredar las piernas alrededor de sus caderas—. Esto es perfecto.

—Lo es —concedo enredando mis brazos alrededor de su cuello y llevando mi boca a la suya—. Se siente perfecto.

La euforia me envuelve en el momento en el que nuestras bocas se encuentran. El beso no es tímido ni sutil, las caricias de sus labios con los míos desatan una pasión que siento que no cabe en mi pecho. Me siento hambrienta de su boca por lo que abro la mía dándole paso a su lengua mientras nos guía a través del apartamento en tanto nos besamos.

Su barba me raspa la barbilla de una manera deliciosa y tiro de su cabello, contoneándome contra su cuerpo en busca de un alivio para el latido entre mis piernas. Gimo cuando me muerde el labio inferior y el sonido se vuelve más profundo cuando me chupa la lengua antes de trasladar sus besos por mi barbilla cuando presiona mi espalda contra una pared del pasillo que estoy suponiendo que nos lleva a su habitación.

Desenreda mis manos de su cabello y entrelaza nuestros dedos apoyándolas contra la pared por sobre mi cabeza, con su boca plantándome besos en el cuello que me tienen mojándome cada vez más.

—Harry —gimo.

—Dame más de ese sonido —habla contra mi piel y me estremezco.

Me lame las clavículas y con sus dientes baja uno de los tirantes de mi camisa, dejando ver el inicio de la copa de mi sujetador de algodón con bordes de encaje y haciéndome gemir cuando me besa el tramo de piel encima de la copa.

Cuando me libera las manos, le tomo el rostro para que me bese de nuevo y él retoma el camino hacia su habitación.

No me detengo a detallar decoraciones o como es, solo sé que me tambaleo en mis pies cuando me baja de su cuerpo y que mis manos toman el dobladillo de su camisa en donde me ayuda a sacársela.

—Joder —musito mirando toda la extensión de esa piel tersa y tonificada—. Quiero lamerte y besarte.

—Podrás hacerlo, pero primero es mi turno.

Frunzo el ceño porque eso suena increíble, pero también se me hace agua la boca con la idea de saborear su abdomen. Me deleito cuando deslizo mis dedos por los surcos de sus abdominales, las partes de su tatuaje y mi mirada no puede evitar notar el bulto prometedor contra su pantalón. Cuando mis uñas raspan su piel, un sonido se le escapa y sonrío apretando mis piernas, intentando conseguir algún tipo de alivio.

Sus dedos tiran del dobladillo de mi camisa y lazo la mirada para encontrarme con sus ojos.

—Tu camisa es realmente un estorbo ¿Puedo deshacerme de ella, nena?

Nena. No es un término con el que pensé que me sentía a gusto o que me gustara, pero escucharlo con su voz ronca y bajo esa mirada ardiente, me hace saber que me encanta porque me lo dice él.

No le respondo, en lugar de ello, dejo de tocarlo para sacarme la prenda y quedar en sujetador frente a sus ojos, escuchándolo maldecir y la manera en la que en automático se aprieta con una mano me tiene humedeciéndome mucho más.

Su mirada quema sobre mis pechos como una ardiente caricia.

—Esto solo se pondrá mejor —dice de manera distraída, dando un paso hacia mí y deslizando sus nudillos por mis costados, haciendo que mis pezones se pongan más duros.

—Estoy contando con ello —consigo decir en medio de un jadeo.

Sus nudillos suben y luego se deslizan hacia mi espalda. Harry me mira a los ojos mientras sus dedos trabajan el broche de mi sujetador y lo sigue haciendo cuando engancha sus índices a los tirantes y los baja por mis hombros.

Trago y relajo lo suficiente mis brazos para que el sujetador caiga a mitad de mis pechos y él lo quita arrojándolo al suelo.

—Me gustas mucho —susurra.

—Eso es bueno o esto sería incómodo —finjo una mueca y sonríe antes de bajar la mirada a mis pechos desnudos.

No tengo las tetas perfectas, pero me gustan y por su reacción, intuyo que a él también y si su mirada no es suficiente, la manera devota en la que sus manos las toman, sopesando su peso, dice suficiente.

Me arqueo contra su toque cuando sus pulgares presionan mis pezones y grito cuando su boca baja y sin rodeos, él chupa uno de ellos, pellizcando el otro con sus dedos. Su boca es cálida y húmeda, sus succiones profundas y cuando su lengua dibuja sobre el pico endurecido, llevo una mano a su cabello presionándolo más contra mí.

Me hace sentir el pellizco de dolor cuando sus dientes se encajan, pero se siente increíblemente bien y hace un contraste perfecto cuando chupa.

Se alterna entre un pecho a otro, con su boca y con sus dedos, nunca descuidándolos y me pregunto seriamente si soy capaz de correrme solo con esa atención devota.

En medio de mis gemidos y placer, consigo deslizar la mano entre nosotros y deshacerme del botón de su jean para después bajarle la cremallera, metiendo mi mano y tomándolo sobre el bóxer, él empuja sus caderas y jadeo: lo siendo muy duro, largo y grueso.

Lo acaricio con lentitud intentando descubrirlo tanto como puedo en esta posición, es increíble y él empuja contra mi mano mientras grito ante el tirón ardiente de sus dientes sobre uno de mis pezones.

—Harry, me gustas mucho —consigo decir y ríe contra mi piel, lamiendo antes de alzarse para estar frente a mí.

—Eso es bueno o esto sería incómodo.

Besa mi sonrisa y nos miramos fijamente mientras sus manos trabajan en mi pantalón, lo que me tiene perdiendo mi agarre sobre él, espera a que me quite los zapatos con patadas y luego ayudándome salir de dicha prenda de ropa.

Sus manos van a la piel descubierta de mi culo, apretándome las nalgas y trazando con sus dedos el corte alto de las bragas, me besa una y otra vez, deslizando cada vez sus dedos más lejos hasta que abro las piernas y desde atrás encuentra mi humedad.

Gimo contra su boca y se traga el sonido, haciendo círculos con sus dedos sobre la tela húmeda. Sus besos una vez más bajan por mi cuello, por mis pechos, paseándose por mi abdomen en donde me clava algunos mordiscos y besos juguetones hasta caer de rodillas.

Y con sus manos en mis caderas y enganchando los meñiques debajo de las tiras delgadas, su mirada va a la zona baja de mi vientre, del lado izquierdo, mirando la letra en cursiva y sutil.

Suspiro cuando una pequeña sonrisa llena de complicidad aparece en su rostro y me estremezco cuando lo lame antes de plantar un beso.

—Harry —Lee—. Casi me hace creer que eres mía y que soy tuyo —murmura contra mi piel, plantándole beso tras beso.

No respondo, estoy demasiado afectada y a punto de explotar de deseo.

Sus dedos se enganchan a las tiras y las baja, dejándome desnuda frente a él, quien aún se mantiene de rodillas.

Harry no da vueltas o lo piensa demasiado, él planta un beso con la boca abierta entre mis piernas y casi me caigo del impacto, además de que mi grito resuena cuando me separa con sus dedos y me lame antes de besar de manera experta mi clítoris. Estoy tropezando sobre mis pies cuando uno de sus dedos presiona contra mi espalda, cayendo sobre la cama con torpeza al perder el equilibrio.

Pero él no me deja ir muy lejos, sus manos me abren las piernas tanto como pueden tras atraerme contra el borde de la cama y se saborea como su comida favorita, haciéndome gritar su nombre y pedir más.

Un dedo embistiéndome se convierten en dos y su lengua se vuelve de mis cosas favoritas de su cuerpo por la forma en la que se mueve, sus besos son tan buenos y enloquecedores como los que me da en la boca, la manera posesiva con la que una de sus manos se presiona contra mi vientre para mantenerme en la cama, solo añade más leña a mi fuego.

Me deja al borde, llorosa y ansiosa de correrme mientras planta pequeños besos en la cara interna de mi muslo, mirándome con la barba mojada y los labios hinchados.

Su barba se siente rasposa, pero me gusta la sensación y se da cuenta porque me acaricia con ella mientras va subiendo.

Estoy hipnotizada bajo su mirada cuando me toma de las caderas y me sube por la cama como a su muñeca, mirándome como si fuese su mejor fantasía, su sueño.

Y entonces me sonríe plantándome un beso en la barbilla antes de retroceder para estar de pie frente a la cama, en donde sin dejar de mirarme se saca los zapatos antes de bajarse el pantalón junto al bóxer. Lo miro.

Trago porque tiene razones para sentirse orgulloso y porque cuando se toma dándose unas caricias lentas, la boca se me hace agua mientras la humedad corre por mis muslos.

Lamiéndome los labios, flexiono las piernas y las abro en una invitación, dejando el pudor y permitiéndole verme, eso hace que su mano se apriete con más fuerza entorno a su miembro y que su mirada se vuelva más oscura.

Revisa su pantalón por un condón y trago mientras lo miro envolverse. Luego está viniendo hacia mí, ubicándome sobre mí con los brazos apoyados a los lados de mi cabeza y sus caderas suspendidas entre mis piernas.

—Me vuelves tan loco —susurra contra mis labios, tomando uno de mis muslos y empujándolo contra mi pecho—. Tan loco.

—¿Eso es bueno?

—Creo que eso es grandioso porque me haces sentir... Ni siquiera sé cómo explicarlo, pero voy a demostrártelo.

Tomándose en una mano se desliza contra mí, atormentándome hasta el punto que le clavo las uñas en los costados y engancho la pierna que no presiona contra mi pecho, contra su cintura, empujándome contra él.

—Harry... por favor —ruego—. Vas... a matarme.

Ríe de manera ronca ubicándose contra mi entrada y mirándome a los ojos.

—Esa sería una linda forma de morir.

—Por favor... no quiero morir antes de haber estado completamente contigo.

—No lo harás —promete y se impulsa hacia adelante, comenzando a entrar en mí.

Ha pasado un tiempo, pero estar increíblemente mojada facilita las cosas. Mi boca se abre mientras siento cada avance de su grosor estirarme. Es lento, metiendo unos pocos centímetros y saliendo para luego avanzar otro poco más, dándome el tiempo de irme adaptando hasta que está asentado del todo.

Me siento llena, estirada y tan bien que mi cuerpo tiembla. Soy tensión, deseos y ansias.

—Te sientes tan bien —susurra.

—Me haces sentir increíble —arrastro mis uñas hasta su culo, en donde lo agarro y lo insto a empujar contra mí—. Muéstrame qué tan bueno podemos ser juntos.

—Nena, estás matándome —gime, retrocediendo con lentitud y luego empujando con fuerza haciéndome jadear.

El sexo no está sobrevalorado.

El sexo con Harry Jefferson es espectacular y apenas comienza.

Empuja con fuerza contra mí, con embestidas contundentes y profundas que me tienen siendo ruidosa. Su cuerpo al igual que el mío comienza a sudar y me repite lo bien que se siente, cuán mojada estoy y cómo podría hacer esto por siempre conmigo, pero mi cosa favorita es cuando gime mi nombre porque se siente tan mío, tan memorable, tan espectacular.

Siento que me ardo de adentro hacia fuera mientras me retuerzo y cuando mis piernas se cansan, él se arrodilla con el trasero contra sus talones, me arrastra hasta que estoy sobre sus muslos con las caderas arqueadas y me mantiene las piernas abiertas, mirando como nos unimos con cada fuerte embestida que sacude la cama.

—Quiero... quiero decirte algo —digo entre gemidos y jadeos y el reduce su velocidad, mirándome a los ojos.

Está despeinado, sonrojado, con la mirada a medio cerrar, un leve ceño fruncido y esa boca espectacular hinchada, húmeda y rojiza. Nunca se vio más ardiente y hermoso.

—No sé quién soy, pero sé quién no soy.

—¿Y quién no eres? —pregunta inclinándose hacia adelante para quitarme cabello del rostro, lo que lo lleva más profundo y ambos gemimos.

—No soy la mujer que huye de los sentimientos que tiene por ti —Mi mano temblorosa consigue tomar una de las suyas, llevándola mi boca para plantar un beso—. No soy la chica que renuncia a Harry Jefferson.

Me sonrío de costado.

—Y yo no soy el hombre que solo está para una noche, estaré por tanto tiempo me quieras, me tienes.

Le sonrío y luego bajo su atenta mirada chupo dos de sus dedos antes de guiarlo entre mis piernas, en donde él termina lo que empiezo, con movimientos circulares en tanto retoma sus embestidas con más fuerza, haciéndome mover junto a la cama, con mis pechos sacudiéndose y mi cuerpo tan tenso que duele.

Grito y me aferro a las sábanas. El sexo es maravilloso y posiblemente es la primera vez que lo experimento con sentimientos y la promesa de una relación basada en algo más que lo físico.

Me siento enloquecer mientras el placer abarca todo mi cuerpo y cuando intento incorporarme, me ayuda a subir sobre su regazo, guiando mis caderas arriba y debajo de él mientras me aferro a su cuello con un brazo y mi mano libre se desliza entre mis piernas para estimularme mucho más debido a que sus manos ahora se aferran de mi trasero para impulsarme.

Su boca me cubre un pecho, pero cuando busco su boca, me la da, empujando desde abajo al tiempo que nos besamos con desenfreno, queriendo decir demasiado con nuestras bocas y nuestros cuerpos.

Me arqueo contra él y grito su nombre cuando me rompo, estallo y el placer es tan abrumador que un par de lágrimas se me escapan mientras tiemblo y él continúa embistiendo alargando mi orgasmo hasta que consigue el suyo.

Me abraza con fuerza mientras se estremece, besándome sin descanso como si intentara hacerme entender cuánto de esto lo está enloqueciendo y lo disfruto. Mis labios pueden estar magullados, hinchados y adoloridos de tantos besos al igual que mi barbilla un desastre por su barba, pero no me quejo y tomo todo lo que me da, dispuesta a tomar incluso más.

Sus besos se vuelven más perezosos a medida que la euforia va bajando y río contra sus labios cuando se deja caer de espalda conmigo sobre él, contoneándose para salir de mi interior y hago una mueca porque eso fue intenso para alguien que no había tenido sexo en un tiempo, pero ese latido de dolor es increíble porque ¡Joder! Fue el mejor sexo de mi vida.

Sus manos son caricias en mi espalda mientras me besa, me mima con su atención y su dulzura hasta que la mitad de mi cuerpo está sobre el suyo y la otra sobre la cama, mi mejilla descansa sobre su pecho y mi brazo a través de su abdomen.

Me siento tan saciada, tan feliz, tan increíble.

No hay arrepentimientos, quería y quiero esto.

Tengo tantas emociones que quisiera describir como si fuese un libro, como si fuese la mejor escena, ese momento deseado en el que los protagonistas finalmente se consumen.

El silencio se extiende mientras calmamos nuestras respiraciones.

—¿Te quedaste dormido? ¿fue tan aburrido? —bromeo y ríe pasando los dedos por mi cabello enredado, duele un poco, pero no lo digo porque me gusta que juegue con mi cabello.

—Solo estaba buscando la manera de definir lo que acaba de suceder aquí.

—No creo que lo consigas, soy escritora y aun no encuentro las palabras.

Me planta un beso en la boca y se pone de pie, yendo directo a su baño.

Lanzo una mirada perezosa alrededor. Paredes azul marino combinado con gris. Un escritorio, un par de sofás de dos plazas color crema contra una de las paredes, en una esquina una batería, un armario al fondo que parece otra habitación e infinidad de espacio, es una habitación enorme. Al lado de la cama la mesita de noche es más grande de lo normal y también tiene una guitarra junto a la batería.

El balcón, por lo poco que puedo ver a través de las cortinas, tiene unos sofás y ¡Mierda! Esta cama es enorme y tan cómoda.

Qué buena manera de acabar con una sequía de sexo.

No lucho contra la sonrisa tonta en mi cara mientras miro al techo y nuevamente doy otro vistazo dándome cuenta que en la pared cercana a su super armario, se encuentran un sinfín de dibujos, cartas y fotos, por lo que cubriéndome con las sábanas que huelen a él, me pongo de pie y camino hacia allí llena de curiosidad.

Parece un altar de amor a sus fanáticas, cada cosa habla de cariño, apoyo y amor. Tienen que ser regalos y me parece la cosa más dulce e increíble, es algo que me encantaría que mi ídolo, si tuviese alguno, hiciera. Es difícil enfocarme en uno cuando hay tantos, algunos repletos de talentos y otros no tanto, pero hechos con amor.

Escucho sus pasos y luego lo siento detrás de mí.

—Estos dibujos son impresionantes.

—Lo son, para mí es como un tesoro. Vale más que cualquier regalo porque sé que se toman el tiempo de escribir sobre lo que sienten.

—Me impacta la manera en la que te aman, cómo conectan contigo. Es grandioso.

—Uno de estos dibujos es de tu hermana.

Volteo a verlo con incredulidad porque sé que a mi hermana le gusta dibujar de tanto en tanto, pero es recelosa y tímida sobre mostrarlo, mucho menos el regalarlo.

—¿Katherine? —pregunto para confirmar.

—Sé, me lo dio el día que nos rencontramos, cuando vinieron a Londres a la reunión.

—¿Y es bueno?

—¿Nunca has visto un dibujo de tu hermana? —me pregunta con incredulidad, avergonzada niego con la cabeza, pero no menciono que así lo prefiere Katherine.

—Muy bien, cierra tus ojos.

Eso es lo que hago y me besa los dedos antes de guiar mi mano hacia algún punto de la pared.

—Abre tus hermosos ojos —susurra en mi oído.

Al abrirlos encuentro un dibujo asombroso y lleno de tantos detalles.

Es un retrato de Harry hecho a color y ella se encargó de resaltar sus ojos y la boca, sabiendo que son una de las cosas más llamativas de su rostro. No es una copia exacta de Harry, le añadió algunos toques juguetones, pero es francamente impresionante.

El orgullo me llena. Ella es más que buena.

—Nos dio uno a cada miembro, si este te asombras tú debes ver el de Dexter. Él lo amó.

—Mi hermanita es impresionante.

—Lo es, tiene talento, tiene futuro en ello.

Sonrío y acaricio el dibujo antes de girar en sus brazos para estar frente a él.

—¿Qué pasa con la sabana? —Me pregunta—. ¿Por qué te estas cubriendo con ella?

—Cubro mi modestia, para que extrañes lo que ya viste.

—Querida, debes recordar que yo te vi dando a luz, podríamos decir que te conozco íntimamente.

—¡Oh, cállate! No me viste así ahí ese día.

—Pero hoy sí y amé cada segundo de ello. Déjame verte otra vez.

»Deja ir esa sabana y déjame ver lo que ya he visto esta noche, tu siendo perfecta sin nada más que tu esencia.

—¡Dios! Como se nota que escribes música.

Riendo comienza a tirar de la sabana haciéndome reír mientras tenemos esta tonta lucha de broma en donde quiero ceder y cuando creo que ha sido suficiente, hablo:

—Bien, bien. Tú ganas —dejo caer la sábana— ¿Ahora qué?

—Ahora vamos a seguir conociéndonos y cayendo el uno por el otro.

Me ofrece su mano y no dudo en tomarla, sintiéndome a gusto y confianza cuando me abraza y me besa, recargándome en la pared de al lado y comenzando una vez más a hacerme delirar.

—Mía —susurra contra mis labios.

—¿Tuya?

—Sí, mi chica. 

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