Capítulo Veinte
VEINTE
14 de mayo, 2011
Le doy un beso a mi bebé y lo veo irse corriendo para alcanzar a mamá y a papá en el jardín.
Ellos no me pidieron explicaciones sobre por qué quería que lo cuidaran esta noche y lo agradezco porque no me siento lista para decirles que tengo una cita con Harry.
La puerta de la casa se abre y cuando volteo encuentro a mi hermano con unas ojeras terribles dandome una sonrisa nerviosa.
Sabe que lo sé.
Lo miro a los ojos mientras se acerca, aceptando su beso en mi mejilla para despues mirarnos. Suspira sabiendo que no me quedaré callada.
—Ella te lo dijo.
—Es como mi hermana y puesto que tú estás evitándola, por supuesto que me lo dijo.
Tomándolo de la mano lo guío fuera de casa para que nuestros padres no nos escuchen ante un descuido.
—Brid está asustada y el hecho de que estés actuando como idiota no la hace sentir mejor. Si en verdad quedó en cinta, ese bebé no se hizo solo y ella no puede tener toda la responsabilidad.
—Lo sé.
—¿Entonces cuál es tu problema?
—Que tengo miedo. Siempre me ha gustado Bridget, me encanta. No quería arruinar las cosas con ella, nunca la toqué porque no puedo darle lo que merece, no estoy listo preparado para una relación seria, pero pasó ¿vale? Hay un punto de quiebre en el que explotas y ya no puedes detenerte. No pude contenerme, de repente tenía a la mujer de mis sueños y no pensé en consecuencias. Nunca olvido ponerme un maldito preservativo, pero estaba tan lleno de sensaciones que lo olvidé.
Se estruja los ojos con fuerza y por un momento pienso que se tirará del cabello, pero termina por deja ir un suspiro lleno de cansancio.
—Ella tiene miedo de estar sola en esto.
—No lo está, solo necesito calmarme un poco.
—Me alegra escuchar eso, eres un grandioso tío y siempre he sabido que serás un estupendo padre. Y tus genes junto a los de Bridget harían un bebé precioso.
—Pero ¿Ella querrá tenerlo? —Me pregunta y no respondo—. No pienso presionarla. Es su decisión.
—La apoyaremos.
—Lo haremos.
Me acerco y lo envuelvo en un fuerte abrazo que me devuelve sin dudar.
—Eres valiente, Kae, estoy orgulloso de ti.
—¿Si?
—Por supuesto que lo estoy —Nos soltamos—. Ahora entraré a divertirme con mi sobrino y a ser consentido por mamá. Por cierto ¿A dónde vas?
—Te cuento si todo sale bien —Consigo decir girando para ir a mi auto.
—¡Espero te vaya estupendo!
Yo también lo espero.
***
Termino de delinearme los ojos y quedo sorprendida con el resultado. Mis ojos se ven más grises y las motitas verdosas resaltan. Uso mascarilla natural para hacer más largas mis pestañas, pero frunzo el ceño pensando qué hacer con mis labios, al final opto por sacar provecho de su color carmesí solo aplicando un brillo que los hace lucir más carnosos.
El no tener a Dan alrededor me permitió tener la oportunidad y tiempo de alizar mi ondulado cabello, de manera que cae recto hasta mucho más debajo de mis senos. Me veo en el espejo cuerpo completo y sonrió complacida con el resultado.
Llevo puesto un vestido beige de mangas largas totalmente ajustado que llega a mitad de mis muslos, su escote es modesto con un corte recto, sin embargo, atrás tiene escote profundo en V que termina a mitad de mi espalda. Es magnifico ver la manera en la que el vestido saca provecho a los mejores aspectos de mi cuerpo.
Amo finalmente estrenar los zapatos cerrados de tacón rojos. Me siento como una diosa.
—Siempre luces bien, Kaethennis —Le digo a mi reflejo con una sonrisa coqueta—, pero hoy te pasaste.
Camino hasta la cocina y bebo un poco de agua queriendo calmar la locura de emociones en mi estómago y un vistazo al reloj de la pared me hace saber que Harry debe de estar por llegar.
Camine hasta la cocina escuchando mis tacones repiquetear y tome agua viendo el reloj de la pared, Harry estaba a minutos de llegar y estaba muy nerviosa.
Cuando unos minutos después, el timbre suena, me ordeno respirar varias veces antes de abrir la puerta y encontrarme con él.
Pantalones oscuros de vestir ajustados, camisa de mangas largas y botones en un tono de azul que hace que sus ojos se vean aún más impresionantes. Zapatos italianos limpios y desprende un aroma de perfume combinado con su olor propio que parece un afrodisiaco.
Él también se toma el tiempo de mirarme con apreciación y admiración, haciendo un lento recorrido con una mirada intensa que siento en cada parte de mi cuerpo.
—Kaethennis —dice con la voz profunda—, estás... impresionante.
—Lo mismo digo —sonrío.
Me encanta que como siempre tenga ese rastro de barba de pocos días, me vuelve loca.
—¿Estás lista? —pregunta sonriendo con las expectativas de esta noche reflejadas en su mirada.
—Déjame ir por mi bolso, pasa.
Tomo mi bolso rojo del sofá y no me pierdo que toma un profundo respiro cuando me agacho.
—Son ideas mías ¿o tu apartamento huele a chocolate?
—Es una larga historia que implica a un Harry Daniel travieso.
—Estaré encantado de escuchar la historia durante el camino —Me asegura esperando a que cierre la puerta detrás de nosotros.
Su mano toma la mía y entrelaza nuestros dedos, guiandonos hacia el ascensor para iniciar nuestra cita.
Estoy sonriendo, mucho.
***
Harry me trajo a un elegante, pero cálido restaurante de comida italiana. La lasaña está deliciosa, el vino blanco que bebemos es refrescante y la compañía de Harry es simplemente esplendida.
—¿Quieres probar? —Le pregunto cuando lo pesco mirándome la boca.
Asiente con una pequeña sonrisa y se inclina hacia adelante tomando el bocado que le ofresco y eso tiene un efecto en mí que se refleja en el estado actual de mis bragas empapadas y el corazon acelerado.
Él recoge un poco de su pasta carbonara y me lo ofrece, me inclino saboreandolo y haciendo un sonido de deleite.
—Esos sonidos que haces cuando comes...
—Oh, lo siento. Mamá dice que es una maña que tengo que corregir.
—A mí me encanta —confiesa con la mirada clavada en mis labios.
Continuamos conversando mientras comemos. Durante toda la cena nos miramos, como si no quisiéramos perdernos ningún detalle. Me presta toda su atención y yo escucho cada cosa que quiere compartir. Disfrutamos conociéndonos y tengo este deseo de que la noche se haga aún más larga para no despedirnos al final.
—Me es difícil entender que eres real Harry —confieso comiendo del postre—, eres el sueño de muchas adolescentes y mujeres.
—Eso es muy halagador.
—¿Seguro que no escondes algo totalmente indecente? No sé, algo que te haga menos atractivo y genial.
—Humm, déjame pensar..
Adquiere una expresión pensativa y cuando da con algo, sus ojos se achican con una sonrisa.
—Cuando era pequeño, siete años u ocho quería jugar al cirujano con Dexter, fue totalmente mi idea. Así que tomé al Hámster de nuestra hermana, el señor risueño.
—Por mentira que parezca, a Dexter no le parecía buena idea, pero yo insistí. Así que tomé lo que parecía un bisturí y procedí a operar al señor risueño.
Jadeo y él adquiere una expresión avergonzada y de arrepentimiento.
—Dexter lloró cuando se dio cuenta que después de la operación el señor risueño no se movía y yo me asusté, me sentía muy culpable. Cuando mamá se dio cuenta que el señor risueño había muerto, culpé al gato de la vecina.
—Esa es una gran travesura y le gana a Dan con la del chocolate.
—Lo sé y cuando tenía diecisiete años Salí con unas hermanas gemelas. No lo sabía.
—Cuentame más de eso.
—Eran unas chicas muy lindas, idénticas, si note que a veces una era coqueta y al otro día u hora resultaba ser la persona más tímida, pero no me hice ideas sobre ello. Por lo que Salí con ambas chicas durante un mes sin darme cuenta.
—¿Cómo te diste cuenta? —pregunto entre risas.
—Mientras besaba a una, la otra llego y armó todo un escándalo. Yo estaba tan conmocionado por ver que había dos chicas idénticas con las que se supone estaba saliendo que no tuve tiempo ni de defenderme de la furia de las gemelas. Creo que hasta el día de hoy ellas siguen creyendo que lo sabía. Desde entonces soy muy precavido, lo primero que pregunto es si tienen hermanas gemelas. Así que ¿tienes una gemela?
—No —Consigo calmar mi risa—.Esa es una gran historia Harry.
—Dexter siempre me la recuerda. Realmente no lo sospechaba.
—Te creo, pero aun así es una historia súper divertida.
—¿Qué hay de ti? Cuéntame alguna anécdota.
Busco entre mis recuerdos y consigo algo.
—No se me permitía entrar a una perrera a los diez años —confieso y parece intrigado—. Cuando cumplí diez años, mis padres decidieron que Keith y yo éramos lo suficiente grandes para tener un perro siempre y cuando no lastimara a Katherine.
»Keith y yo fuimos llevados a la perrera ya que mis padres siempre han sido filantrópicos y querían salvar y adoptar a un perro sin hogar. Estábamos tan emocionados.
—Puedo imaginarte.
—Cuando llegamos no estaba tan maravillada como Keith, estaba triste acerca de ver a tantos perros encerrados, sentí que le negaban la libertad. Además, te juro que ellos me veían con esa mirada de "ayúdame."
»Cuando mis padres y el que nos atendió se descuidaron, abrí una jaula y el perrito estaba tan feliz que quise que todos lo estuviera, así que abrí tantas jaulas como pude y se volvió un desastre, había perros por todas partes, muchos ladridos y yo saltaba feliz gritando cosas como "se libre."
No puedo evitar reír ante el recuerdo, fue un día de locos en el que seguro mis padres querían internarme.
—Katherine terminó en el suelo llorando porque un pastor alemán le lamía la cara. Keith quería llevarse a todos a casa y yo parecía una mujer que predicaba la libertad, me subí a una silla y gritaba "sean libres" mientras los encargados parecían lunáticos intentando atraparlos. Recibí un gran castigo y se determinó que aún no era lo suficiente grande para un perro. Algunos escaparon.
Para cuando termino Harry ríe tanto que respira entre jadeos así que me uno a él.
—No te rías, que no me dejaron entrar a la perrera y al final nunca fui lo suficientemente grande para tener un perro.
—Esa es una gran historia, creo que le gana a las mía.
—No lo creo.
Poco después él pide la cuenta y nos dirigimos a la camioneta a su cargo hoy, soy capaz de notar a sus guardaespaldas, pero ellos mantienen la distancia.
El auto huele a su perfume y el silencio es agradable.
—Entonces ¿mañana se irán a Londres? —pregunto después de un tiempo.
—Sí, tenemos unas entrevistas, ensayos y compromisos con que lidiar. Además de nuestras familias —Me da una rápida mirada antes de enfocarse al frente—, pero según lo que tengo entendido, estarás allá en una semana.
—Sí. Por ser la primera vez no llevare a Dan, aunque estar una semana alejada de él es bastante tiempo, pero puedo hacerlo.
—Sabes que eres bienvenida a hospedarte en mi apartamento.
—Gracias, pero ¿Es conveniente?
—Muy conveniente —sentencia sonriendo.
Aun no es tarde, apenas si son las diez y algo de la noche, pero teniendo en cuenta que mañana debe viajar temprano, entiendo que la hora es buena.
Poco tiempo después aparca y me lamento de que la cita está llegando a su fin, quiero que continúe. Quiero más.
Tomados de la mano entramos subimos al ascensor y es entrañable la manera en la que me siento nerviosa y con las hormonas alteradas como una adolescente. El corazón late desenfrenado y mi piel se sonroja.
Cuando nos detenemos frente a mi apartamento estoy a la expectativa abriendo la puerta y al girar lo encuentro dándome una sonrisa que parece secreta y que decido llamarla "mi sonrisa."
Nos miramos fijamente durante un tiempo que se siente largo. ¡Joder! Me encanta todo de este hombre y esta noche ha sido una trampa para hacerme caer fuerte por él.
En un solo movimiento me toma de la cintura, juntando nuestras frentes con su cálido aliento golpeando contra mis labios.
—La pasé increíble. Es difícil dejar que la noche termine —susurra deslizando sus labios por mi barbilla—. la cena, las anécdotas, todo eso solo hizo que me gustes muchísimo más. No estoy jugando, Kaethennis.
Murmuro algo que estoy segura de que ninguno de los dos logra entender y él presiona suavemente sus labios contra los míos, pero tiene que ser consciente de que no puedo conformarme con ese beso. Que ha abierto un hambre de mucho más.
Mis manos ya conocidas por ser codiciosas, sin perder tiempo se aferran a su cabello ya más largo de cuando lo conocí y las suyas presionan mi espalda baja presionándome de su cuerpo. Me estremezco al sentir sus dedos extenderse en la piel desnuda de mi espalda y termino arqueándome a su tacto. Sin perder un segundo más, su lengua se abre paso entre mis labios y el beso se vuelve caótico. Siento la pasión en cada uno de los roces de su lengua, las succiones y los mordiscos. Gimo sobre sus labios y tiro de su labio inferior entre mis dientes antes de lamerlo y chuparlo. Un beso se transforma en otro y otro.
Siempre me gusto besar, pero con Harry todo parece más intenso.
Intento aferrarme todo lo que puedo a nuestros besos, pero al final, necesito respirar por lo que de mala gana y recargando mi frente sobre la suya, libero su boca.
Nuestra respiración es errática y se asemeja más a resoplidos. Mi boca se siente hinchada y húmeda, y cuando me encuentro con sus ojos, descubro que sus pupilas están dilatadas.
Trago y digo lo que me pasa por la cabeza:
—Entra conmigo, Harry.
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