Capítulo Diecisiete







DIECISIETE

11 de mayo, 2011

Con su mano tomando la mía, mi hijo está inquieto y ansioso mientras nos acercamos al parque cercano a nuestro edificio. Su entusiasmo me hace sonreír porque generalmente no es un niño tan social con los de su edad, algunos lo llamarían odioso, pero a mí me parece más que es precavido y un poco tímido cuando se trata de jugar con otros porque no le gusta lo escandaloso.

En cuanto llegamos, Dan mira de los niños a mí y frunce el ceño como si evaluara qué hacer a continuación.

Me agacho para estar a su altura y le sonrío ordenando su cabello lleno de rizos salvajes.

—Debes ser amables con los niños. Puedes ir a jugar, cielo.

—¡Allí!  —señala al tobogán y sonriendo lo ayudo a subir.

Su risa resuena mientras se desliza una y otra vez, me hace sentir tan bien verlo feliz.

Vigilo cada uno de sus movimientos porque tengo que admitir que soy sobreprotectora con él en los espacios abiertos, es por ello que cuando en un descuido un niño rubio al menos dos años mayor que mi hijo lo muerde en el brazo, tengo una discusión acalorada con su madre.

Dan llora de dolor de una manera que me alarma, sus lágrimas no se detienen y sus grutos resuenan mientras lo tomo en mis brazos y camino de vuelta a casa. Él estira su brazo para que vea la furiosa marca de los dientes en su piel rojiza y maltratada, uno de los dientes le rompió la piel. Le beso la herida mientras un hipo comienza junto a sus sollozos.

Intento calmarlo diciéndole que compraremos un helado, pero me hace saber que no quiere.

—Lo siento —susurro abriendo la puerta del apartamento—, solo quería que te divirtieras en el parque.

—Duele —llora.

Con él en mis brazos le preparo un biberon y debido a que no se despega de mí, lo toma acurrucado en mis brazos para despues quedarse dormido. Con mucho cuidado lo acuesto en mi cama, suspirando porque finalmente no está llorando, me siento tan nerviosa y conmocionada que salto cuando el telefono del apartamento suena, pero me doy prisa para que el sonido no despierte a Dan.

—¿Hola? —pregunto en voz baja, mi voz suena tensa.

—¿Mal momento para llamar?

Debería sorprenderme que comienzo a reconocer la voz de Harry Jefferson.

—No —suspiro—, es solo que un niño mordió a mi bebé en el parque y su mamá en lugar de apenarse y disculparse, quiso voltear todo y culpar a Dan. Le saco sangre, Harry, literalmente le rompió la piel con sus dientes.

—Mierda —masculla sonando consternado— ¿Cómo es que el pequeño Harry no está llorando?

—Lo estuvo durante casi dos horas, pero creo que se cansó y ahora está durmiendo, lo cual es algo bueno, su llanto estaba estrujando mi corazón. Creo que envejecí diez años del susto.

—Ya me imagino, creo que he envejecido al menos tres años ante la imagen del pequeño Harry siendo atacado.

—No bromees.

—No lo hago. Hablo muy en serio.

Suena sincero y eso me tiene sintiendo cosas raras en mi estómago y en el pecho.

—Oh, bueno, eso es algo dulce... ¿Y bien? ¿A qué debo el placer de tu llamada?

—Estoy aquí, solo en el apartamento y me dije "¿Por qué no llamar a Hottie e invitarla a venir?"

—¿Y cómo para que me quieres tu a mí en un apartamento solo?

—Hummm, ¿Para jugar cartas? —responde haciéndome reír.

—Por muy tentadora que resulte esa oferta, no puedo, Dan está dormido y no creo que ningún niñero esté disponible.

Ambos permanecemos en silencio. Lo escucho respirar y sé que la tengo mal por este hombre cuando algo como eso me tiene nerviosa, se siente como si estuviese detrás de mí, inclinado con sus labios en mi oreja.

—Yo podría ir... y llevar helado y galletas para ustedes. Claro, si no tienes ningún inconveniente en el hecho de que yo vaya a tu apartamento.

Sorprendentemente mi decisión es rápida.

—No es un inconveniente.

—Perfecto, pásame la dirección por mensaje y en un par de horas me tendrás ahí.

***

Un Dan aun adolorido y sensible de lo sucedido, se encuentra en el sofá con el ceño fruncido y los ojos hinchados del llanto. Su mordisco se ve peor y él se acuna el brazo protectoramente, cuando le unté pomada lloró y me sentí impotente por no poder quitarle su dolor.

Me incómoda que se encuentre tan apagado porque él es un niño activo y tan alegre, pero ha estado en silencio mirándome prepararle la comida.

Harry posiblemente está próximo a llegar, pero me he mantenido ocupada y no me he arreglado para verlo, tendrá que deslumbrarse con el short de jean negro viejo y la camisa holgada de mangas recortadas, mi cabello está recogido y mis pies llevan el último grito de la moda con pantuflas. Totalmente soy la seducción en este momento.

Con la crema de calabaza ya lista y con su cuchara favorita de dinosaurio y un delicioso jugo de fresa me siento junto a Dan para alimentarlo, él me mira con recelo.

—Abre la boquita, aquí viene el dinosaurio.

Sus labios se aprietan con fuerza y niega con la cabeza.

—Vamos, bebé, come para mami —insisto y el timbre suena haciendo que vea con curiosidad hacia la puerta.

Dejo la comida junto al jugo en la mesita y camino hacia la puerta, en donde al abrirla encuentro a Harry con una sonrisa de costado y alzando una bolsa en donde visualizo helado y galletas. Mi sonrisa es inmediata y antes de que pueda hablar, presiona su boca sobre la mía en un beso corto y rápido de saludo que me tiene parpadeando.

Vale... se le estaba volviendo una costumbre besarme desprevenida.

—¿Puedo pasar? —Pregunta y asiento dándole espacio.

Mi hijo lo mira lleno de curiosidad como si lo evaluara. Tomo la bolsa de las manos de Harry y guardo el helado en el refrigerador.

Pillo a nuestro invitado mirando mi apartamento. No es grande, pero es bastante cómodo para que vivamos mi hijo y yo. Las paredes son de un verde menta combinado con crema, la decoración es minimalista con sofás cremas que sobreviven a la crianza de un niño y solo cuelgo algunas pocas fotos en las paredes. En una esquina tengo un libre modesto a reventar de libros y sobre la mesa del comedor descansa mi portátil y un par de manuscritos en los que debo trabajar la corrección. Si camina a la izquierda, podrá mirar la entrada a mi cocina y a la derecha el pequeño pasillo que da hacia dos habitaciones y un baño.

Camino hacia el sofá e intento nuevamente alimentar a Dan, pero se niega haciéndome resoplar.

Harry se sienta al otro lado de mi hijo que no tarda en mirarlo con recelo aun acunándose el brazo.

—¿Me dejas ver tu brazo? —Le pregunta con suavidad y cautela.

Muy lentamente y desconfiado mi hijo le enseña su herida.

Sonrío ante la teatralidad de Harry para mostrar en horror en su rostro y luego niega con la cabeza, frunciendo el ceño justo como lo hace Dan.

—Eso debe de doler —murmura Harry antes de con delicadeza presionar sus labios en la marca justo como yo lo había hecho hace unos momentos.

Él no puede ser real.

—Ahora, pequeño Harry, debes comer para de esa manera hacer que el dolor se vaya, la comida te ayudará.

Dan lo mira decidiendo si debe creerle, luego me mira a mí y hago un puchero para él haciéndolo reír antes de que abra la boca y acepté una cucharada de la crema.

Mi mirada va hacia Harry, quien con pocas palabras lo ha convencido.

—¿Qué te puedo decir? Tengo un fuerte poder de convencimiento.

—Eso me parece.

Dando pequeños sorbos a su jugo y aceptando las pequeñas cucharadas mi hijo come, sonriendo de vez en cuando, cuando Harry pica con su dedo su sonrosada mejilla y le dice "pequeño hombrecito."

A mí me está afectando el verlos divertirse al estar juntos. Dan ya no está malhumorado, se ríe con Harry.

—Nani, daleee —me pide señalando a un sorprendido Harry—. Comida pada azul.

—Dan, él no se llama azul, él es Harry.

—¡Azul! Daleee.

Dirijo la mirada a Harry quien lentamente me extiende una sonrisa en una expresión traviesa

—Aliméntame, Kaethennis, obedece al niño.

Entorno los ojos y lucha contra la sonrisa yendo por otra cucharilla de dinosaurio y al volver, tomo un bocado y la guío hacia su boca apetecible. Estoy hipnotizada por la manera en la que sus labios la capturan y en la que saborea la crema mientras me mira.

—Humm, delicioso.

Dan aplaude con deleite ante su aprobación y cuando vuelvo a darle un bocado, señala a Harry una vez más.

—Nani, daleee.

De esa manera mi hijo me hace alimentarlos a ambos y quiero reír porque apuesto que debido a que es bajo en sal a Harry le parece insípido, pero él no se queja. Ambos se divierten con esta dinámica y admito que mi sonrisa no se borra. Dan una vez más nos sorprende cuando lo ofrece de su jugo amando la idea de compartir con Harry, algo que no suele suceder con frecuencia.

—No pensé que una crema de calabaza pudiera ser tan deliciosa —Me hace saber nuestro invitado.

—Bueno, la próxima vez, supongo que tendrás tu propio plato.

—¿Habrá una próxima vez? —me pregunta y me limito a reír por lo bajo.

Cuando la comida se acaba me dirijo a la cocina, sonriendo al escuchar a Dan hablarle a Harry con algunas palabras claras y otras inentendibles. Al volver y sentarme de nuevo a su lado, me quedo mirando el brazo de mi bebé y no me doy cuenta de que estoy frunciendo el ceño hasta que Harry con dos dedos estira el pliegue de piel  y no puedo evitar sonreírle, sintiendome cálida cuando me devuelve el gesto justo antes de inclinarse hacia Dan y hacerle cosquillas en el estómago que lo tienen riendo y gritando.

Experimento muchas emociones viendolos y escuchandolos reír. Dan se siente en confianza y tan a gusto a su alrededor que por un momento olvida la mordida y solo se divierte. Es una bonita imagen que me calienta el corazón y que no puedo evitar capturar en una foto en mi teléfono.

Es una foto muy bonita.

El flash los arletó por lo que ambos me miran y me encojo de hombros.

Harry le da un descanso a mi hijo de las cosquillas, pero Dan lo mira a la expectativa con ojos brillantes mientras se saca el teléfono y me lo entrega.

En un principio no entiendo para qué, pero entonces miro la pantalla y jadeo al encontrar la primera foto de mi hijo. Esa que nos tomaron en el hospital después de traerlo al mundo.

Dan está envuelto en una manta rosada y tiene el rostro sonrojado con los ojos fuertemente cerrados y la boquita abierta. Yo me veo agotada y con las mejillas ridículamente sonrojadas, mi cabello es un desastre, pero mi sonrisa es amplia. Y entonces está Harry, sonriente y con los ojos brillantes. Es una foto feliz y no puedo creer que aun la conserve.

Parece una foto familiar.

—Necesito tenerla —murmuro hipnotizada por la hermosa fotografía.

—A ver, a ver, a ver —pide Dan a mis pies dando pequeños saltitos.

Me agacho y le enseño la foto.

—Esta es mami —Le hago saber—, este eres tú y este es Harry.

—¡Azul!

—No, Dan, te dije que su nombre es Harry.

—¡Azul! – insiste Dan señalando a Harry.

—Exacto, hombrecito, soy azul —concuerda Harry guiñándome un ojo haciéndome saber que acepta el apodo con el que Dan lo bautizó.

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