12. Catarsis. (I Parte.)


Era fin de semana, por lo cual las clases estaban suspendidas.

La Luna de sangre se haría de ver en su punto más alto, y a pesar de que la participación activa eran mayormente adultos, los cachorros estarían junto a sus familias y sabrían la importancia de los lazos entre almas gemelas que estaban predestinados a ser uno, para cuidarse el uno al otro y conformar una futura camada en sus hogares. Geno les había hablado una vez de ello en clase sin detalles, primero porque no era la clase principal, porque por primera vez  la experiencia no era parte de su conocimiento.

El viento arrastraba el dulce olor de las Amapolas que colgaban como enredaderas en el umbral de cada cueva, el tipo de flora que podrías fácilmente comparar con el amor y el que le hizo sacar una mueca a Geno cuando se cruzó con ellas.

El comedor no era muy distinto, diversos aromas flotaron a sus fosas nasales hasta hacerlo casi insoportable y la mayoría provenía de frutas y flores silvestres a pesar de no haber ningún florero en las mesas. Quizás, para estar presentables mañana por la noche los omegas camuflaron su olor con distintos tipos de flores para hacerlo más llamativo a sus futuras parejas.

Encontró a Fate sonriente y a Lust que comía con tranquilidad al fondo de la ola de conversaciones en la mesa que siempre habituaban. Mientras caminaba hacia allá pensó en el tiempo que Fate sacaba para estar con él, la élite de alfas ocupaban una mesa más grande y espaciosa al otro lado de la cueva, y aún así él, el líder de dicho grupo, se sentaba a comer y charlar animadamente con una beta como Lust y un omega inservible como Geno.

Le sonrió con amplitud al eliminar esos pensamientos para saludarlo y sentarse con el plato de comida que de seguro le había apartado.

Siempre sabe la hora a la que despierto, y siempre encuentro la comida caliente en la mesa.

—¿La cama no te quería soltar de nuevo? —bromeó con la boca llena de carne, ambos ignoraron eso.

—Querido, no empieces. Geno debe haber tenido el sueño pesado, ¡mira nomás esas ojeras! —Lust expresó en un tono preocupado ante la diversión de Fate por las marcas bajo los ojos de su amigo. Pero este tragó el pedazo de carne que tenía en la boca y dijo haciendo un ademán con el tenedor.

—A mi no me engaña; seguramente se escapó anoche con alguna alfa cachonda.

—¡Dios mío, Fate!

A pesar de que estuvieran hablando despectivamente de él, Geno se sentía lejano a la conversación como si simplemente estuviera oyendo, más no diferenciando las palabras una de la otra.

Prestó su atención al rostro de Lust que ahora parecía tener una discusión pasivo-agresiva con el de puntas doradas y ojos ámbar.

Tenía una tez suave que a simple vista provocaba tomarla de las mejillas, el rostro fino y unos ojos negros como dos vacíos, que si te fijabas bien podrías hasta compararlos con un morado oscuro del mismo color de su cabello. Era la única beta que conocía de la manada Chikara que se estaba comenzando a relacionar con uno de los alfas de la manada vecina por simple casualidad, Shizen, y con el que menos se había imaginado que conseguiría amistad alguna: un  gran alfa apodado como “Horror”, él mismo ni debería estar consciente de su verdadero nombre.

Pero según se le llamaba de esa forma por las atrocidades que ha cometido con los humanos que entraban a territorio Shizen, no cualquier asesinato, sino cosas que representaban una asquerosidad para los lobos: probar carne humana. Su querida e impecable Lust había entablado una supuesta amistad con el lobo de aspecto gris, con el pelaje desaliñado y una venda en la cabeza. Pero, ¿quién podría ser él, que ni siquiera tenía un círculo social más que ellos dos, que no tenía un alfa a su lado y se relacionaba todas las noches que podía con La Muerte, para juzgar aquella amistad que posiblemente renacería en una linda relación?

Lust era como una piedra preciosa entre una pila de carbón.

El sueño que había tenido seguía pesando en su mente, arrastrándolo al abismo de sus más oscuros pensamientos: ¿Ellos? ¿Lo que tanto busca sin saberlo? ¿Se habrá referido acaso a los cazadores de los que Ink le había mencionado? No quería preguntarle nada a Fate al respecto sobre si los rumores que habían llegado a los oídos de la joven pintora eran ciertos, ya que era ella quién se había entrometido en la cueva del Alfa cuando tuvieron esa conversación que no debió oír y no deseaba meterla en problemas. Pero, sino son ellos, entonces, ¿quiénes?

—¿Geno?

Parpadeó al escuchar su nombre, miró a ambos sin ninguna expresión.

—¿Qué?

—Llevamos llamando a tu nombre tres veces, cari.

—Lo siento, estaba distraído.

Lo cual no era una mentira ya que no se encontraba en sus sentidos desde que había despertado con un tropezón en la cama, tal vez, si hablaba con Shatt le daría respuestas.

—Debo irme. —irrumpió rápidamente, Lust y Fate apenas pudieron tragarse lo que dijo antes de pararse de su silla y retirarse dejando el plato casi sin tocar.

—¡¿Tan rápido?! —Geno no pudo escuchar lo que dijeron después de eso, ya se encontraba fuera de la cueva en dirección a la morada de Shattered, el cual se encontraba a las afueras de esta hablando con, a juzgar por su olor, era un omega.

—Shatt, necesito hablar contigo. —suplicó interrumpiendo la conversación, no era su intención ser maleducado pero esa espina en su consciencia no dejaría de doler si no lo hacía. El Alfa volteó a verlo con una expresión de molestia.

—Geno, ahora no. Esto es algo importante. —se resistió en dirigirle la mirada otra vez, pero Geno lo tomó por el hombro haciéndolo voltear.

—No, esto es importante. —rogó, Shattered se detuvo a analizándolo por unos segundos desesperantes. Suspiró hondamente, dirigiéndose de nuevo al omega que esperaba impaciente su respuesta.

—Hablaremos de ese tema en otro momento, ¿bien? —el omega asintió algo apenado, seguramente porque el tiempo utilizado no había sido lo suficientemente importante como para suspender esa conversación por más tiempo. Shattered se volvió a Geno con una expresión de reproche. — ¡¿Qué te pasa?! ¡Ya no eres un cachorro que se tenga que regañar por meterte en conversaciones de adultos!

—Soñé con la Diosa Luna y me dijo algo que no logro entender muy bien. Necesito que me des información. —fue al grano, diciendo con sus ojos que lo entendiera. Pero al contrario, Shattered soltó una pequeña risa cruzándose de brazos.

—La Diosa Luna no se aparecería en los sueños de un omega. —dijo con aspereza en su tono de voz, algo que a Geno lo dejó sin palabras.

—No eres ella para decidir dónde aparecerte en los sueños de los demás. —fulminó con la mirada a su Alfa, quién le sostuvo la mirada con una intimidación, obviamente, mayor que la de Geno, haciendo que cediera después de unos momentos a bajar la mirada.

Otra vez, mirando el suelo.

No saques conclusiones en base a mis crímenes, porque no he cometido ninguno.

—¿Sabes qué? Hace unos momentos me encontraba ocupado sobre un tema bastante delicado que ocurrió en la manada Shizen. ¿Viste a ese omega de allí? Pertenece a ella. Y lo mandé lejos para hablar contigo y no para escuchar conspiraciones inventadas.

Shattered le dedicó una última mirada y se volvió para regresar con el licántropo y reanudar la conversación anterior a unos metros de Geno, quién estoico había dejado los pies plantados en tierra sintiéndose de repente, estúpidamente sólo.

“La Diosa Luna no aparecería en los sueños de un omega.”

Geno no era tan estúpido como para no entender lo que significaban sus palabras, lo que dejó un sentimiento de coraje en su alma y que por primera vez, sentía un repentino impulso de verle con la cara en alto a Shattered. Hubiera dicho algo más en su defensa, pero las palabras que escupió tan repentinamente lo dejó con las palabras en la lengua. Porque era la primera vez que su amado Alfa, al que respetaba, escuchaba salir de su boca denigrar a su casta.

Porque Shattered resultó ser como todos.

Ah, cuánto le hubiera gustado decirle lo que estaba por hablar con él, pero Geno simplemente dio media vuelta y huyó sin mirar atrás, porque si en ese momento habría quedado un ápice de su dignidad, la cuidaría.

“Puedes conformarte con seguir educando a nuestros hijos, los hijos que nunca tendrás.”

Era imposible no derramar alguna lágrima al recordarlo.

“Estorbas. ¿De qué podrías ser de utilidad, siendo omega y estando sólo? El Alfa tuvo tanta lástima de ti cuando te tomó.”

Era alguien de voluntad fuerte, pero incluso hasta a la roca más dura podrían suavizarla hasta convertirla en un trozo de cristal, transparente y débil.

“No perteneces aquí.”

¿Por qué ese sentimiento crecía con cada palabra, y lastimosamente, parecían tener razón?

Sus ojos viajaron por el camino que había estado siguiendo, y se encontró con una mirada azulada que recorría su delgado cuerpo de pies a cabeza sentado en una rama considerablemente alta y con un palillo limpiando sus colmillos la posible carne del desayuno. Su divagación lo había llevado hasta él, y lo menos que deseaba era estar frente a otro alfa mientras su estado emocional era inestable.

—¿Qué haces aquí? —susurró mientras limpiaba con la manga de su chaleco blanco la humedad que había ascendido a sus parpados amenazando por deslizarse por sus mejillas.

Reaper bajó de la rama en la que estaba sentado de un salto. Por alguna razón, Geno pensó ingenuamente en decirle que tuviera cuidado. Pero lo vio innecesario cuando el pelinegro se encontraba de pie, apoyando su espalda contra el mismo árbol y mirándolo con una leve sonrisa.

—Eso debería preguntártelo a ti. Mañana es un día especial, ¿no deberías estar con tu manada omega?

—Yo… no. —murmuró lo último recordando que, en cada cena que se celebraba en la noche de Luna Roja con la manada entera eran muchos los comentarios deprimentes que lo hacían hundir más en su vida solitaria. En aquél momento, por supuesto que no le importaba. Pero ahora, sentía que ese tema se estaba volviendo bastante delicado para él. — ¿Y tú? —preguntó alzando la mirada con curiosidad en su rostro, a pesar de haber preguntado sólo para no sentirse tan mal consigo mismo. Pero la reacción de Reaper lo confundió, ya que este sólo rió suavemente.

—No tengo manada. —abrió un poco más su ojo de lo normal por la impresión.

—¿Te desterraron?

Hubiera sido una posibilidad, pero la respuesta que le dio el alfa con total pasividad hizo que su cuerpo se estremeciera y por un momento dejara de bombear sangre a su corazón.

—No. Los maté.

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