CAPÍTULO 7

La humedad del aire se pegaba a la piel de Tn mientras se deslizaba por las paredes de las alcantarillas, sus sentidos agudizados por la oscuridad que lo rodeaba. El sonido del agua goteando resonaba en el laberinto subterráneo, cada gota cayendo como un metrónomo siniestro que marcaba el ritmo de sus movimientos. A pesar de la penumbra, los ojos de Tn ya se habían adaptado, su visión afinada permitiéndole distinguir las sombras de las tuberías y las corrientes de agua que corrían bajo sus pies.

Mientras avanzaba, algo más oscuro que la oscuridad misma llamó su atención. Se detuvo, su corazón latiendo con más fuerza en su pecho mientras enfocaba su mirada. A medida que descendía ágilmente desde su posición sobre la pared, sus pies tocando el suelo con la ligereza de una pluma, el hedor a muerte golpeó sus sentidos.

Ante él yacían cuerpos, esparcidos de manera irregular sobre el suelo húmedo. Tn se agachó, sus movimientos calculados y precisos, acercándose a uno de los cuerpos. La piel pálida y el rostro inmóvil contaban una historia de terror silencioso. No había signos de lucha: ni moretones, ni heridas abiertas, solo una calma inquietante que colgaba en el aire.

Con el ceño fruncido, Tn inspeccionó más de cerca, sus dedos rozando suavemente el cuello del cadáver más cercano. Ahí fue cuando lo vio: dos pequeñas marcas, apenas perceptibles, pero inconfundibles. Eran marcas de colmillos, evidencia inequívoca de un ataque vampírico. Su mente se aceleró, hilando rápidamente teorías y posibilidades. ¿Cómo había llegado un vampiro aquí, a este submundo escondido de Nueva York? ¿Cuántas más víctimas habría?

El sentido arácnido de Tn explotó en su mente como una sirena de alarma, avisándole del peligro inminente. Sin pensarlo, reaccionó instintivamente, lanzándose a un lado en un movimiento fluido y rápido, apenas esquivando el ataque que venía. Sus manos encontraron sujeción en la pared, donde se quedó colgado, evaluando la situación con rapidez.

Frente a él, una figura emergía de las sombras: una chica joven, con los ojos llenos de una mezcla de miedo y desesperación. Sus manos temblaban ligeramente, y su postura era tensa, como un animal acorralado. Antes de que Tn pudiera decir algo, la chica habló, sus palabras saliendo en un torrente nervioso.

Vampiresa: No quise hacerlo, de verdad no quise -dijo, su voz casi un susurro lleno de pánico-. Ellos... ellos intentaron hacerme daño.

Tn, aún colgado de la pared, la miró con una mezcla de curiosidad y cautela.

Tn: Bueno, parece que te excediste un poco en la defensa personal -comentó con un tono que intentaba ser ligero, pero sin dejar de lado la seriedad de la situación.

La chica levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Tn.

Vampiresa: Por favor, vete. No quiero pelear contigo. No quiero lastimarte -suplicó, su voz traicionando una profunda ingenuidad y desesperación.

Tn bajó suavemente de la pared, sus movimientos calculados para no asustarla más.

Tn: ¿Cómo te llamas? -preguntó, intentando reducir la tensión en el aire.

Vampiresa: Maxime -respondió ella, todavía con un temblor en su voz.

Tn: Puedes llamarme Spiderman -dijo Tn, con un tono que intentaba ser tranquilizador.

Maxime lo miró con sorpresa, un destello de reconocimiento cruzando su rostro.

Maxime: Te conozco. Todo el mundo te conoce -afirmó, su voz más firme, aunque aún teñida de miedo.

Tn dio un paso hacia adelante, manteniendo las manos a la vista en un gesto de paz.

Tn: Entonces sabes que no puedo dejarte sola -dijo suavemente-. No después de lo que ha pasado aquí.

El rostro de Maxime se transformó en una máscara de terror renovado.

Maxime: Por favor, no me entregues -suplicó, su voz quebrándose-. Me harán cosas horribles. No quiero volver a pasar por eso.

Maxime, versión femenina de Morbius en el universo de Tn.

La seriedad en el rostro de Tn se profundizó mientras la escuchaba, tratando de comprender el caos que debía estar viviendo esta joven.

Tn: ¿Cuántos años tienes? -preguntó, su voz baja y atenta.

Maxime: Quince -respondió Maxime, su voz apenas un susurro, temblorosa y cargada de una vulnerabilidad que hizo que el corazón de Tn se apretara.

En ese instante, Tn comprendió que no estaba simplemente lidiando con una amenaza, sino con una víctima que había sido empujada más allá de sus límites. Sabía que debía manejar la situación con cuidado, protegiendo a Maxime de aquellos que querrían explotarla o destruirla. En ese momento, su misión se volvió clara: ayudarla y asegurarse de que no tuviera que enfrentar sus miedos sola.

En una tranquila mañana de otoño, el aroma del café recién hecho llenaba la cocina de los Stacy mientras Wen, con su cabello rubio cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, se sentaba frente a un plato de tostadas. Su padre, George Stacy, estaba de pie junto a la cafetera, vertiendo su segunda taza del día. La televisión en la esquina de la cocina murmuraba las noticias matutinas, llenando el espacio con el habitual murmullo de la ciudad despertando.

De repente, la voz del presentador se hizo más seria, anunciando el hallazgo de varios cadáveres en las alcantarillas de la ciudad. George, con un gesto rápido, apagó la televisión, deseando proteger a su hija de la cruda realidad que se deslizaba por las ondas de televisión.

George: ¿Cómo la pasaste anoche con Mary Jane? -preguntó, buscando cambiar el tema a algo más ligero.

Wen, con su mirada tranquila y una sonrisa que iluminaba su rostro, respondió con su voz suave y calmada.

Wen: Bien, papá. Fue un momento agradable. Hablamos de cosas de la escuela y de Tn -dijo, sus ojos brillando con el recuerdo de la conversación.

Ante la mención de Tn, George alzó una ceja, una expresión que Wen conocía bien y que denotaba su instinto protector. Era un gesto que decía más de lo que las palabras podrían expresar.

George: ¿Tn? -inquirió George, su tono intentando ser casual pero sin poder ocultar del todo su curiosidad paternal.

Wen soltó una risita, encontrando algo encantador en los celos velados de su padre.

Wen: Solo recordábamos viejos tiempos, cuando los tres solíamos pasar tiempo juntos -explicó, su voz teñida de nostalgia-. Las cosas han cambiado bastante últimamente.

George asintió, su expresión suavizándose mientras recordaba aquellos días más simples. Sabía que Wen estaba creciendo, que sus amistades evolucionaban, pero no podía evitar preocuparse por los nuevos desafíos que ella podría enfrentar.

George: Sí, las cosas cambian -comentó George, tomando asiento frente a su hija-. Pero está bien, mientras sigas rodeada de personas que te cuiden.

Wen sonrió, apreciando la preocupación de su padre y sintiéndose reconfortada por su presencia constante. Mientras continuaban con el desayuno, una parte de Wen no podía dejar de pensar en Tn, en cómo sus vidas se entrelazaban de maneras inesperadas y en lo mucho que los eventos recientes parecían estar alterando el equilibrio de su mundo compartido.

Tn empujó suavemente la puerta de su departamento, dejando que Maxime entrara primero. La joven, todavía envuelta en la chaqueta que él le había prestado, observaba con curiosidad el pequeño espacio que ahora la rodeaba. Sus ojos recorrieron las paredes llenas de pósters y la modesta colección de libros apilados en una estantería tambaleante. A pesar de su naturaleza modesta, el lugar tenía un aire acogedor que parecía reflejar la personalidad de su dueño.

Maxime: Creí que sería más grande -murmuró Maxime, sus ojos explorando cada rincón.

Tn, que había estado cerrando la puerta detrás de ellos, giró hacia ella con una sonrisa juguetona.

Tn: Auch -respondió, fingiendo estar herido.

Maxime rápidamente agitó sus manos, con un rubor que coloreaba sus mejillas.

Maxime: No me refiero a tu departamento -se apresuró a aclarar, sus ojos brillando con sinceridad-. Pensé que serías un hombre mucho mayor... pero solo me llevas tres años.

La sonrisa de Tn se amplió, un destello de complicidad iluminando su rostro.

Tn: Bueno, ahora que lo sabes, espero que puedas guardar el secreto -dijo, refiriéndose a la revelación de su verdadera identidad.

Maxime asintió, mordiéndose ligeramente el labio, una mezcla de emoción y nerviosismo reflejada en su expresión.

Maxime: No se lo diré a nadie -prometió, su voz apenas más que un susurro.

Las palabras parecían sellar un pacto silencioso entre ellos. Maxime sentía su corazón latir con fuerza, consciente de la confianza que Tn había depositado en ella al traerla a su vida personal. Para alguien que había estado huyendo, sintiéndose como un paria, este gesto significaba más de lo que las palabras podían expresar.

Tn, por su parte, observó a Maxime con una mezcla de comprensión y determinación. Sabía que protegerla no solo implicaba mantenerla a salvo de amenazas externas, sino también brindarle un espacio donde pudiera empezar a sanar y sentir que pertenecía a algún lugar. En ese pequeño departamento, entre las sombras de la ciudad, se tejía una nueva alianza, una que ambos esperaban que pudiera resistir las pruebas que el destino tenía reservadas.

CONTINUARÁ.

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