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En honor a quien
me ha estado motivando
y escuchado Gravitacional001
● Débil confesión ●
No sé detuvo a pensar hasta ahora lo aterradora que se había vuelto.
Su mano apretó la garganta del ceniza y duramente masajeaba con su dedo pulgar la piel de ésta, se veía muy bien su cuello, el sonido de su tráquea intentando tragar, la ensordecia.
Ahora era capaz de destripar el cuerpo de Katsuki con un tronar de dedos, podía hacer que su caja torácica se volviera vidrio molido. Sonrió enternecida, casi flechada.
¿Por qué se veía tan adorable siendo indefenso?
Él apretó los dientes con fuerza mientras intentaba quitársela de encima, estaba sudando y avergonzado.
El gato estaba a punto de comerse al ratón.
—Bakugou-Kun.
Su cuerpo hormigueaba, quizá era por la sangre que salía de su estómago o el calor que recorría su cuerpo por perder sangre. Se sentía deshumanizada, tener en mente el poder que tenía la embriagaba. Se sentía invencible.
Dió una estocada con sus caderas de forma morbosa, se estaba jodiendo a Katsuki y miró atenta, como un lobo acechando a un conejo, él estaba sorprendido.
Mirarlo directamente a esas pupilas la transportaba a un lindo infierno.
Suspiró, el aire salió de sus pulmones cálido y pesado, miraba como Bakugou se confundía más y más, y nervioso intentaba escapar inútilmente. Estaba débil, temblaba ante cualquier estímulo de todo tipo.
De forma asquerosa se sentía satisfecha, sentía placer y pánico mezclado en perfecta sintonía, dió otra embestida y cayó en cuenta de que él era alguien agradable a la vista.
¿No lo podía ver?, lo estaba llamando.
Llevó sus manos al pecho de Katsuki, sentía como su corazón iba al mil por hora, quizá por el movimiento o por la fiebre. Activó la gravedad sobre el cuerpo masculino y se dedicó a oler de cerca su cabello, sus pulmones se llenaban del aroma a nitroglicerina y eso la hacía tener enormes ganas de morderlo.
—Vamos, katsuki, no te quedes atrás —la voz rasposa de Ochako lo hizo aguantar la respiración. Los dedos de Uraraka apretaron amable al rededor de su muñeca derecha para ponerla sobre uno de sus pechos. —Se siente bien que siempre estés tan calido.
Si, se sentía intoxicada, culpó al cóctel de colores que siempre le hacían transitar la sangre. Con aquel aroma le era suficiente para viaja, soltó un poco la garganta del ceniza: se preparó ansiosa y acercó su rostro al de éste.
A centímetros, —detente— se presionó el botón de apagado;
Y la bruma en su cabeza se fue en un segundo, la gravedad desapareció y ella de un salto se alejó.
Se tapó la boca y miró como débilmente él se levantaba de la cama para limpiar la sangre de su nariz.
La culpa le quemó el pecho, se aprovechó de su debilidad.
—L-lo siento, en verdad no sé que —guardó sus excusas para después y se apresuró a ayudarlo a limpiarse. Se veía débil, como si estuviera enfermo desde hace mucho. Una espina relució en su pecho, Bakugou solía tener fiebres seguidas. Se preguntó si sufría de alguna condición, hasta que la vergüenza la hizo alejarse asustada.
Buscó con la mirada algún medicamento o algún tipo de gasa húmeda.
La culpa le hizo abrir la boca —Y-yo.
Katsuki solo respiró pesado y se recostó de nuevo —no quiero hablar ahora.
Ochako se quedó pasmada y se arrodilló rápidamente —¡Perdón, no entendía lo que pasaba, estaba confundida! Se sentía bien y no medi mis acciones —su rostro ardía en vergüenza, no se lo perdonaría jamás. Quería enmendar su error y ante el silencio, sugirió —debería tomar aire, hace mucho calor aquí normalmente y usted está hirviendo en fiebre.
El silencio le dio bandera verde y tomó una chamarra para ayudarlo a ponérsela. No la miraba ni le hablaba. Salieron de la habitación y caminó a su lado izquierdo con pena. Esa línea gruesa la acomplejaba mucho en ese momento.
Los pasillos se le hicieron infinitos y podía escuchar la cansada respiración de su señor, como iba mirando el suelo no se dio cuenta cuando Katsuki se había parado en algún punto.
Regresó rápido a donde estaba él —¿pasa algo?
Empujó el ladrillo y un pequeño click hizo que la pared se moviera.
El aire fresco movió sus cabellos.
Aguanto la emoción y siguió a Bakugou por las escaleras más largas de su vida.
Miró hacia atrás y juró ver una sombra.
—Rápido —apresuró serio.
Le restó importancia y subió rápido para alcanzarlo, guardó distancia cuando casi chocó con él.
Llegaron a una torre en deplorables condiciones, donde almacenaban agua de lluvia, miró lo alto que era y casi se marea, gracias a dios trabajaba haciendo murallas enormes y le había perdido la mayoría del miedo.
El paisaje era desolado con pocos árboles y la mayoría casi secos, todo era arena afuera, la puso nerviosa apreciar la nada. Hacia años que no se detenía a mirar lo miserable que era el paisaje.
Llevó su mano a su pecho, comenzaba a sentir presión ahí ¿desesperación quizá?
El golpe de realidad le pegó duro.
—¿En serio creen poder hacer algo? —soltó con franqueza. Bakugou se veía triste desde hace mucho y ahora su mirar era desahuciado, eso la puso en alarma. Se acercó despacio y preguntó de nuevo. Él suspiró pesado y acomodó la chamarra en sus hombros.
—Yo dejé de hacerlo hace bastante tiempo, pero Mei es quien se aferra a esa idea —la miró, —¿en verdad crees que algo como nosotros podrá con esas porquerías?
El gruñido rompió el seco silencio, estremeciendo cada célula de Uraraka.
Ambos observaban el caos afuera.
¿No había salvación desde siempre?
Era tan obvio que quemaba preguntarlo.
El gruñido de las criaturas afuera la hicieron hacer una mueca.
¿Desde hace cuánto la humanidad no tenía sentido?
La desesperación la ahogó y comenzó a sentir frío, miró el cielo lleno de estrellas y las lágrimas salieron.
No podía, nunca pudo.
Comenzó a llorar desesperada, no podía detenerse a pesar de limpiar rápido su rostro.
El mundo era diferente, era horrible y mortal para toda clase de vida que no fuera un depredador de afuera.
Los recuerdos llenaron su cabeza, izuku, su padre. Su madre. Todo, todo se estaba acabando.
No hay nada, no habrá nada.
Nunca lo hubo.
Las criaturas rodeaban la enorme pared de concreto, cientos, miles de ellas. Querían entrar a extinguir lo que por naturaleza debió pasar hace mucho, y como siempre el humano iba en contra de lo que la naturaleza dicta.
El llanto amargo hizo a Katsuki mirar perdido las dunas.
—Quiero huir —soltó.
Abrió los ojos sorprendida y el llanto se fue, miró a Bakugou atónita.
La mirada roja la enfocó con lástima
—No pienso morir aquí —el tono de voz fue tan, fue demasiado para ella. Algo exhausto.
La puerta de metal crujió detrás de ellos, ambos aterrados miraron hacia ella, Tsuyu Asui sonreía.
La grabadora en su mano derecha se detuvo, de inmediato Bakugou intentó tomarla pero su mal estado lo hizo fallar. Ochako se lanzó sobre ella y de una patada hizo caer la grabadora al suelo, pero la lengua de esa jodida rana fue más rápida.
—Mei se pondrá muy contenta de escuchar esto —dijo burlona— así que por eso él desapareció ¿tú fuiste?
Uraraka miró a Katsuki confundida.
En un segundo la peliverde de un salto bajó hacia las escaleras. Bakugou intentó ir detrás de ella.
—Cara redonda, más vale que eso no llegué a nadie —ordenó. —Rápido.
Ochako asintió y corrió detrás, confundida y eufórica, era el momento de inclinar la balanza hacia ella.
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