[ 37 ]
• Sin Sentido •
Corto, para
entrar en
calor
La venda apretaba un poco, pero alejó el leve malestar para ver como Uraraka se perdía en algún espacio incierto mientras ésta seguía al pie de la letra cada una de sus instrucciones.
Perdida en aquel lugar, podía ver como una sonrisa se formaba en su labios.
La gravedad hacía crujir cada superficie del lugar mientras las gráficas subían y bajaban en varios aspectos.
Las mil y una expresiones que se imaginaba como respuesta ante sus actos futuros la hacían llenarse de adrenalina.
¿Llorar? ¿Gritar? ¿Berrear?
Lo que fuera estaba segura que la haría sentir efervescente;
Sin darse cuenta, la esfera de metal chocó contra su hombro derecho haciéndola salir de su trance y chillar por el dolor.
—¿Eres pendeja? —masculló con evidente desprecio y quizá pudo jurar que Katsuki esquivó su mirada.
No contestó y se dedicó a terminar el entrenamiento.
Fue a intentar dormir, su cuerpo pesaba de tanto esforzarse, pero aun así sus ojos se negaban a cerrarse. Un vuelco en la boca del estómago la hizo levantarse de la cama con rapidez, se sintió eufórica y reprimida, como si quisiese gritar hasta que su garganta ardiera o morderse el brazo hasta que sangrara, estaba sudando y quería sacar toda esa energía creciente.
En un segundo —bakugou-kun.— La sangre le calentó el cuerpo en menos de un parpadeo por no poner el "señor" en esa oración, quería un encuentro igual que el último pero más movido, seguro que le ardería pero ahora ya estaba empujando su puerta para caminar por el pasillo.
¿Estaba ida?, no quería saberlo si quiera, sólo estaba encantada con esa clase de transe; sudor, humedad, calor, salivación, temblores. Estaba segura que de una explosión la llevaría al suelo, pero quería esa sensación de nuevo surcando su cuerpo.
Llegó a la habitación, tragó el caliente líquido en su garganta y centró las sensaciones en sus manos, tanto, que sentía como de cada uno de sus poros excretaban sudor.
Empujó la puerta, lo miró, ahí, calmo, de manera ridícula con las cejas aún curvadas con pequeño enojo.
Hacía calor, así que toda la habitación apestaba a caramelo, Ochako incluso hizo una mueca de asco por el exceso.
Estaba a nada de re-activar su gravedad para caer sobre la cintura de Katsuki y quizá darle fuerte, muy fuerte con la cabeza en la de él.
Sin preámbulo, juntó sus dedos.
El aroma se levantó más dentro del forcejeó, oh por el cielo, Uraraka se sentía tan poderosa, tan capaz. Bakugou Katsuki, un pez grande en el enjambre, y ahora él se miraba tan débil en esos momentos y ella podía reventarle el tórax con sólo tocarlo con el dedo.
Si, claro que sonrío con orgullo cuando Katsuki entró en razón de quien estaba sobre su cintura.
—Maldita perra loca, qué puta- ,— sus pupilas se expandieron cuando ante ellas se surcó una brillante sonrisa semi afilada y se balanceó de atrás hacia adelante para después mirar borroso el techo. Ella le dió un cabezazo brutal, la sangre bajó de su nariz y entre la bruma del momento su mano derecha flameó en el estomago de la castaña.
La piel se abrió y ardió, ardió con esmero, Ochako retomó la compostura y volvió a tomar las manos de Bakugou, lo veía mover sus labios pero sus palabras no llegaban a sus oídos.
¿Por qué lo estaba disfrutando?
La adrenalina se disparó más en su torrente sanguíneo, se sentía más y más caliente.
—Eres, tan lindo cuando tus facciones de enojo se descomponen —arrastró cada palabra con sus labios cereza.
Eso paralizó a Bakugou, pero qué puta mierda con esa loca, miró la cara de Ochako y sintió su cara arder.
La castaña puso las muñecas del ceniza contra la cabecera de la cama y miró sin vergüenza a sus ojos.
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